“Democracia no sólo cuestión de votos”, once años después (II): democracia formal y democracia como forma de convivencia social

Continuando con la serie iniciada en el post anterior, publico la segunda parte de mi artículo “Democracia no sólo cuestión de votos”, que este mes cumple once años.

DEMOCRACIA FORMAL Y DEMOCRACIA COMO FORMA DE CONVIVENCIA SOCIAL


La construcción de una auténtica democracia no sólo implica la reforma de los órganos del poder para garantizar un adecuado control de poderes (Tribunal Constitucional libre, Poder Judicial independiente, Parlamento plural y autónomo, consultas populares, etc.), o el irrestricto respecto a los derechos humanos y las libertades fundamentales de la persona. Es decir, no consiste sólo en asegurar la plena vigencia del Estado de Derecho.
La tarea de construir la democracia implica emprender diversas acciones que, aunque pareciera que no tienen relación con ella, son requisitos imprescindibles para su concreción: descentralizar al país mediante una auténtica regionalización, crear polos de desarrollo a fin de lograr una descentralización productiva, reconocer instancias de gobierno a las autoridades indígenas, campesinas y nativas, revolucionar nuestro sistema educativo. En suma, incentivar el desarrollo de una sociedad civil fuerte, que es lo único que puede garantizar la vigencia de un régimen democrático. Es que la democracia no es sólo una forma de gobierno, sino, y esto es lo más importante, es una forma de convivencia social.

Gonzalo Gamio, sobre esta forma de entender a la democracia, considera que la misma “encuentra su núcleo argumental en la noción de ciudadanía”. Es decir, centra su atención en el ciudadano y propicia su participación en la vida comunitaria. Un ciudadano que no puede participar no es, en verdad, un ciudadano; una sociedad en la que no hay participación ciudadana no es democrática. Pero la participación no es sólo un derecho, es también un deber, y de ella depende el desarrollo de una sociedad civil fuerte.

Como dice John Brademas –presidente emérito de la Universidad de Nueva York y presidente de la National Endowment for Democracy–, la democracia, además del respecto a las formas y procedimientos jurídicos y la convicción de que no sólo existen en papel, sino que están realmente en vigencia, por sobre todo exige “la disposición de la sociedad para expresar pacíficamente diferentes opiniones, con un mínimo de fricciones, y para tolerar posiciones opuestas, reconociendo que las sociedades pluralistas no perduran sin los procesos básicos de negociación, aceptación y concesiones” (“La democracia: Un largo camino por andar”, Washington D.C., CIPE – Center for international Private Enterprise, 1994). Una sociedad en que se cumplen dichas características, es una sociedad en que a democracia ha pasado a convertirse en una forma de convivencia social y, por tanto, su democracia como forma de gobierno está asegurada. La conclusión es que la democracia como forma de convivencia social garantiza a la democracia formal, pero no necesariamente al revés.

Los aspectos formales de la democracia ya han sido suficientemente estudiados desde que el liberalismo político, en la época de la Ilustración Francesa, terminó de diseñar las principales características de la democracia moderna, modelo que con pocas variantes sigue vigente. Antes, a mediados del siglo XVII, el inglés John Locke, en su clásica obra Ensayo sobre el gobierno civil, había sentado las bases filosóficas para ello. Locke desarmó los postulados absolutistas defendidos por filósofos como Thomas Hobbes (Leviatan), según los cuales el poder del soberano (el monarca) es absoluto y los súbditos no tienen derecho a recriminarle nada, o que el poder del soberano tiene origen divino. Locke, en cambio, postuló por la democratización del poder, mediante la limitación del poder del soberano y el equilibrio de poderes.

Como siempre, Mafalda con una reacción precisa

Desde la Ilustración, la idea de democracia se encuentra ligada a la de Estado de Derecho, que se opone al Estado policiaco o de policía, que caracteriza a los absolutismos. El Estado de Derecho presupone el pleno respeto al principio de legalidad, según el cual la ley prima sobre los demás actos del Estado. Entonces, ningún acto de gobierno puede trasgredir la ley o salirse de su marco y, en caso de que ello ocurriera, deben existir eficaces mecanismos para garantizar dicha legalidad. Presupone asimismo la denominada división de poderes y el recíproco control que debe existir entre los órganos del poder. También implica el pleno respeto a la libertad individual y la igualdad de los ciudadanos ante la ley.

Nuestra democracia es muy deficiente incluso en esos aspectos formales; entonces, lo que se ha instaurado es un modelo esencialmente autocrático, que se desarrolla tras una fachada democrática. Rememoremos algunos ejemplos: la inconstitucional defenestración de los miembros de Tribunal Constitucional, la sumisión del Poder Judicial al Ejecutivo y a los Servicios de Inteligencia, el recorte de atribuciones al Consejo Nacional de la Magistratura y al titular del Ministerio Público, un Poder Legislativo dominado por una mayoría abyecta ante el Ejecutivo y totalmente manipulado por este órgano, la concentración del poder en oscuros personajes en cuya designación ni siquiera se han respetado las formas democráticas, la existencia de Tribunales Militares que tienen el poder real de desacatar las decisiones del Poder Judicial, la sistemática violación de Derechos Humanos realizada por escuadrones especializados que no tienen respeto por la vida humana, la también sistemática violación del orden legal y constitucional, la impunidad de los violadores de dichos órdenes, la reciente sentencia de muerte del referéndum.

Recuerdo el filme La noche de los lápices, que trata sobre la desaparición y matanza de dirigentes escolares por parte de la dictadura argentina; escucho Rasguña las piedras, canción de Sui Generis cantada en la película por aquellos jóvenes; recuerdo la matanza de la Cantuta y Barrios Altos. Concluyo que en un país en que suceden hechos de esa naturaleza, no se puede hablar de democracia sin referirse a un término por demás extraño.

Vivimos en un país cuyos gobiernos se han caracterizado, desde siempre, por ser antidemocráticos y en el que la democracia resulta siendo un fantoche. Las medidas políticas necesarias para solucionar dicha situación ya han sido planteadas por politólogos y constitucionalistas y son motivo de discusión teórica. No es propósito de estas líneas incidir en ello. (CONTINUARÁ…)

BONUS: Les adjunto el vídeo de la película argentina “La noche de los lápices”, de Héctor Olivera, estrenada el 4 de setiembre de 1986.

Puntuación: 4.50 / Votos: 10

Comentarios

  1. Lucho Nunes escribió:

    Muy bueno el análisis, pero parece que Pepe Barba no estaría de acuerdo, pues para Cambio Radical, alquilar su "vientre electoral" a Bayly y a ahora a Kouri, sí es sólo cuestión de Democracia= votos= Curul=etc. de prebendas…qué lastima! Felicitaciones por tu artículo!

  2. Hernan Martin escribió:

    Barba es un Mercader de la Politica ya mismo alquila "puestos numerados cada uno en su respectivo stand" asi que los interesados rapido a "alquilar" los primeros numeros para ser la "academia de los futuros transfugas".

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