Con este artículo retomamos la serie de reseñas sobre las principales tesis que explican la crisis y el colapso del régimen autoritario de Alberto Fujimori; serie que iniciáramos el 30 de junio de 2008, a propósito del reencuentro entre el ex presidente y su socio Vladimiro Montesinos, ante el tribunal de justicia encargado de juzgarlo por los diversos delitos que habría cometido durante su mandato. Ya hemos comentado las tesis de Martín Tanaka, Sinesio López, Julio Cotler, Romeo Grompone y Carlos Iván Degregori; ahora vamos a revisar la explicación que Henry Pease propone sobre el colapso de dicho régimen.
Tesis central de Henry Pease: La importancia del accionar de la oposición democrática
Henry Pease desarrolla sus tesis sobre esta cuestión en su extenso libro La autocracia fujimorista. Del Estado intervencionista al Estado mafioso, Lima: Fondo Editorial PUCP, Fondo de Cultura Económica, 2003. En adelante aludiremos a dicho texto únicamente como “Pease, 2003”.
Según Pease, los factores que abren la transición a la democracia son el desgaste e ilegitimidad del régimen, la acción de la Oposición Democrática en las calles, la gestión internacional de la oposición, la presión de los países democráticos, en particular de los EE.UU., Canadá y la Comunidad latinoamericana y europea; etc.
A juicio de Pease, en el contexto de progresiva ilegitimidad que va afectando al régimen, se fue constituyendo la Oposición Democrática, la misma que “articula relaciones dentro y fuera del país, esto último en el ámbito americano y europeo con organizaciones y gobernantes que ven el desgaste del régimen autoritario. Toma iniciativas adentro y, tras las elecciones del 8 de abril del 2000, la crisis de legitimidad se profundiza, en particular con la negativa del candidato Toledo a ir a la segunda vuelta, la marcha de los Cuatro suyos, la violencia en la juramentación presidencial y el descubrimiento del comportamiento mafioso presente en la formación de la mayoría parlamentaria con el video Kouri-Montesinos. En el momento en que Fujimori trata de tomar distancia de Montesinos, el gobierno pierde condiciones de gobernabilidad y comienza el colapso que termina en la fuga y la vacancia por incapacidad moral.” (Pease, 2003: 384-385)
Los hechos —y la interpretación de los mismos— en que se basa Pease para fundamentar su tesis son los siguientes:
– Tras las elecciones de 1995, el régimen pierde legitimidad gradual y sostenidamente, debido a los resultados económicos y a las maniobras para lograr la segunda reelección. En lo económico ocurrió un “recalentamiento” de la economía, ante lo cual el gobierno “nos metió en la congeladora” hasta el 2000. Tal situación fue sentida día a día por los trabajadores, desocupados, informales e, incluso, por muchos empresarios. En lo político, la deslegitimación se inicia desde que el fujimorismo opta por la segunda reelección, siendo hitos de este proceso: la ley de “interpretación auténtica de la Constitución”, la destitución de tres magistrados del Tribunal Constitucional y las comisiones interventoras del Poder Judicial y el Ministerio Público.
– Ante esos hechos, a pesar del adormecimiento de la sociedad, miles de estudiantes salieron a las calles a protestar cuando se destituyó a los magistrados del Tribunal Constitucional. Asimismo, en este proceso se fue constituyendo la Oposición Democrática: el acuerdo de gobernabilidad fue obra de este proceso. De la jornada electoral traumática surgió la acción común: los viajes a la OEA en Windsor, Canadá.
– La decisión de Alejandro Toledo de no concurrir a la segunda vuelta fue crucial, ya que con ello deslegitimó la elección de Fujimori; a pesar que los EE.UU. y otros voceros, como Lourdes Flores, preferían una transición evolutiva. En medio se encontraba la gestión de la OEA pero frente a ella había dos lecturas: quienes se aferraban a sus veintinueve puntos de agenda, liberalizadores pero con iniciativa y conducción fujimorista; y quienes, aceptando los puntos, sólo los veían como un medio para llevar a una coyuntura definitoria cuanto antes. La Mesa de Diálogo de la OEA fue fruto de esa gestión. En ella la Oposición Democrática enfrentó la dureza del régimen, que incluyó el chantaje abierto del ministro Alberto Bustamante para consagrar la impunidad de la mafia civil y militar. La resistencia unánime frente a una propuesta esencialmente corrupta y antidemocrática dejó aislado al gobierno.
– El video Kouri-Montesinos difundido por el Frente Independiente Moralizador (FIM) fue una estocada en la yugular del fujimorismo. Aunque la transición había comenzado el 8 de abril (fecha en que el régimen se remeció, perdió apoyo y credibilidad), fue el 16 de septiembre que la vergüenza cubrió los rostros de los fujimoristas al evidenciarse la actuación mafiosa de Montesinos y comprobarse la compra de congresistas tránsfugas. Desde ese momento el proceso se hizo imparable. Fujmori decidió separarse del siamés y sacarlo de escena; anunció el adelanto de elecciones y demandó obediencia a los suyos. Pero la barca comenzó a hundirse: desobediencias, murmuraciones y conflicto en los cuarteles. Así, el régimen perdió gobernabilidad desde el primer momento.
– Todo este proceso fue impulsado y animado desde la sociedad por ciudadanos efectivos que con mínima organización lavaban la bandera y manifestaban su protesta de diversas formas. Estos ciudadanos efectivos articularon con la Oposición Democrática. Sin embargo, —a diferencia de lo que piensa Sinesio López— Pease no cree que la transición radicaba en la calle, aunque reconoce que este espacio fue muy importante.
– En verdad, se actuó en varios planos y fue impecable la acción del Congreso que dominaban los fujimoristas, por la permanente iniciativa de la oposición. Aunque en la transición se evidenció la debilidad de los partidos, éstos, al unificarse en la Oposición Democrática, lograron ser interlocutores y contribuyeron a dirigir los acontecimientos. No hubo pacto con el gobierno o el gobernante. La transición evolutiva sólo cabía en los planes de una parte de la Oposición Democrática, porque había experiencia de la dificultad negociadora del fujimorismo. Y no fue evolutiva porque la negativa de Toledo a la segunda vuelta, la marcha de los cuatro suyos y el video que los delató, lo impidieron.
– En la transición fue importante el respeto de la Constitución. Desde la prensa, sectores de oposición con poca visión en la perspectiva reclamaban que los congresistas opositores abandonaran el Congreso. Pero actuar en el momento preciso, desde la instancia representativa, era clave para el cambio a producir.
El rol fundamental de la Oposición Democrática
Pease discrepa con Martín Tanaka, para quien “lo ocurrido en las elecciones, los conflictos postelectorales y el déficit de legitimidad solo serían elementos contextuales”. Según Pease, en la evaluación de Tanaka se apuesta a un solo factor, desapareciendo lo que fue la gestión previa de la Oposición Democrática dentro y fuera del país, antes y después de las elecciones, así como las iniciativas desde una multiplicidad de actores e instituciones locales, incluida la prensa. (Pease, 2003: 371-372)
Respecto al parecer de Tanaka, Pease acota que lo de las armas para las FARC puede haber influido, pero no como la clave del nudo, sino, simplemente, como un acontecimiento más. Asimismo, el gobierno de los Estados Unidos —presiones por su sociedad civil y sus partidos— jugó todo el tiempo en el esquema de la OEA: veintinueve medidas liberalizadoras con Fujimori en el poder, sin plazo para irse antes de la crisis del video Kouri-Montesinos y con plazo hasta concluir las nuevas elecciones después de la aparición del video. Fue la aparición del video, y no la conferencia de prensa sobre las FARC, el factor que lleva a la convocatoria a nuevas elecciones y que anuncia el final de su mandato. Entonces, el final del régimen se explica por todo el proceso, no sólo por el video. Es la densidad de acontecimientos lo que crea las condiciones de la coyuntura final. (Pease, 2003: 373)
A lo dicho, Pease añade una idea que resume su posición respecto al rol que desempeño la Oposición Democrática:
“Sin la fuerza que se puso en cada una de las decisiones centrales de la Oposición Democrática encabezada por Toledo y con reuniones diarias de los secretarios generales podía haber sido otro el curso de los acontecimientos.” (Pease, 2003: 373. El subrayado es nuestro)
Aunque Pease reconoce la debilidad de la oposición en el escenario del Congreso, asevera con firmeza que esa oposición era fuerte en otros escenarios, en la presión internacional está parte de su juego, en las calles con muchísimos actos que muestran al mundo la deslegitimación de Fujimori también.
En varias partes del libro Pease detalla diversas acciones y logros de la oposición, entre las que se pueden señalar las siguientes: tras la traumática jornada electoral surgió la acción de la oposición, cuyos representantes (Lourdes Flores, Anel Townsend, Diego García Sayan y, por cierto, el propio Pease) viajaron a la OEA en Windsor, Canada, para hacer lobby contra el Canciller De Trazegnies; la misión de la OEA y la mesa de diálogo devinieron como consecuencia de la actuación de la oposició; EE.UU. apoyó a la oposición en Windsor, porque sus representantes habían recibido iniciativas desde la oposición democrática y desde su propia sociedad civil; etc.
Finalmente, Pease se lamenta que “con las [nuevas] elecciones se acabó la Oposición Democrática. La campaña polarizó las fuerzas, porque esa era la única manera de hacer política que conocían los partidos.” (Pease, 2003: 375)
Consideraciones sobre las tesis de Henry Pease
Es claro que Pease ha realizado un trabajo serio y tratando de ser lo más objetivo posible; sin embargo, por momentos nos parece que se deja ganar por el hecho que él mismo ha sido un actor plenamente comprometido con la Oposición Democrático. Así, en diversas partes de su texto, cuando se refiere a dicha oposición, que tanto se esmera en defender, más parece estar realizando un alegato de parte que la descripción distante e imparcial propia de una investigación científica.
Siendo ciertas las diversas acciones realizadas por diversos representantes de la oposición, en el contexto de la transición de la democracia, que Pease reseña, no hay en su trabajo una distinción entre la mera realización de acciones, entre el mero activismo, y el impacto que dichas acciones tuvieron efectivamente. A nuestro entender, el hecho que algunos o muchos miembros de la oposición política hayan tenido recargadas sus agendas, realizando acciones en procura de combatir al régimen de Fujimori, no quiere decir que las mismas hayan tenido
la incidencia o el impacto necesarios para considerarlos como el actor más relevante en la transición, o no quiere decir que dichas acciones hayan sido las variables que determinaron el colapso del régimen.
Entonces, parece que Pease no ha falseado o contrastado sus hipótesis; es decir, no se ha puesto en el supuesto de que sus explicaciones sean incorrectas y no se ha preguntado por las evidencias empíricas que demostrarían que sus explicaciones son erróneas. Con ello, el resultado es que su análisis termina siendo poco crítico con la oposición democrática o política y por momentos termina siendo muy condescendiente con esa oposición.
Debe mencionarse que, salvo Henry Pease, ninguno de los otros autores que han estudiado seriamente el tema tiene una visión positiva de dicha oposición. Quizá Tanaka sea uno de los más duros con la misma; de ahí que Pease trate de refutarlo. Pero también Sinesio López y Romeo Grompone, aunque no descalifican totalmente a los “partidos” de la oposición democrática, consideran que su rol fue secundario y que, en todo caso, un rol más destacado lo tuvieron los ciudadanos movilizados y los movimientos de la sociedad civil, en el escenario de la calle, a pesar que admiten que tampoco esa oposición ciudadana fue lo suficientemente fuerte para hacer colapsar por sí sola al régimen. Otros autores como Carlos Ivan Degregori, César Arias Quincot, Raúl Wiener y Hugo Neira, tampoco dejan bien parados a los partidos o movimientos de la oposición parlamentaria. En este tema, pues, Pease se constituye, en el ámbito de la academia, en el único y solitario defensor de los partidos de la oposición.
Lo de henry peas, es un mediocre y cobarde, que no puede discernir el bien y el mal, porque fujimori lucho contra la corrupcion, y el nunca lo apoyo mas bien contribuyo, a favor de la corrupcion.
Creo, que la oposición, no debería de llamarse oposición, en este caso, seria enemigo del pueblo, debería de llamarse critico es decir ser objetivo, porque un político, debe dar objetividad, mas no opinión, sino hechos concretos de la realidad, es por eso, que calumnia a personas inocentes, por lo tanto no debe existir para un político: Se supone, creo, debería ser, tiene que ser esas expresiones son para un simple ciudadano común y corriente.