“Transfuguismo” es un término utilizado especialmente en la vida política, para definir a la actitud y al comportamiento de quien se convierte en tránsfuga, es decir, aquella persona que pasa de una ideología o colectividad a otra; o aquella persona que, al separarse del partido que lo presentó como candidato, no abandona un cargo público; o el que cambia de bando.
El transfuguismo es, en cierta medida, consecuencia del hecho que nuestro sistema parlamentario se sustente en la teoría del mandato representativo; teoría elaborada en la época de la Revolución Francesa, según la cual el representante (diputado o parlamentario) tiene un mandato nacional, por lo que no representa a sus electores, en particular, sino a toda la nación; siendo además un mandato general y libre, no sujeto a instrucciones ni controles por parte de nadie; un mandato no responsable, excepto por la posibilidad de ser sancionado mediante la no reelección.
La doctrina del mandato representativo se elaboró en una época en que los partidos políticos aún no se habían institucionalizado al punto de convertirse en elementos fundamentales del sistema democrático. Hoy en día, sin embargo, no es posible entender el funcionamiento de la democracia sin un sistema de partidos políticos que esté en su base. Sin la existencia de partidos políticos, su lugar tendría que ser ocupado, en el mejor de los casos, por las organizaciones de la “sociedad civil” y, en el peor de los casos, por grupos de poder económico o por intereses mafiosos. Nuestra historia política nos ofrece numerosos ejemplos del copamiento del aparato del Estado por este tipo de intereses.
En un contexto de democracia de partidos, la relación representativa se encuentra partida en dos: por un lado la relación partido-diputado, y por otro lado la relación elector-partido; siendo esta segunda la auténtica relación representativa. En tal sentido, no es el diputado, individualmente, quien asume un compromiso con los electores, sino es su partido político, a través del programa con el cual concurre a las elecciones y para cuya puesta en práctica pide el voto a los ciudadanos, el cual asume un auténtico compromiso o contrato con el electorado.
De ahí que uno de los pretextos típicos de los transfugas es que el partido por el cual fueron elegidos ha traicionado el programa y que, más bien, ellos son fieles al referido programa. Sin embargo, en la mayoría de casos, esa presunta fidelidad al “programa” sólo es una excusa para tratar de justificar un acto de felonía para con el partido.
Los resultados de las elecciones parlamentarias configuran un Parlamento o un Congreso, en el cual los partidos políticos obtienen un porcentaje de los escaños de acuerdo a la votación que hayan obtenido en tales elecciones y en aplicación del principio de proporcionalidad: Es decir, obtendrán más escaños aquellos partidos que hayan obtenido más alta votación y obtendrán menos escaños los partidos con menor votación. En suma la conformación del Congreso de la República será el resultado de la manifestación de la voluntad popular expresada en las urnas, y dicha conformación debería ser esctrictamente respetada, ya que lo contrario constituiría una violación o traición a la voluntad popular.
El ejemplo más emblemático que tenemos a la mano sobre los efectos que el transfuguismo puede generar en el sistema político, lo encontramos en las Elecciones Generales del año 2000. Las elecciones parlamentarias realizadas ese año dieron como resultado la conformación de un Congreso en el cual el partido de gobierno distaba mucho de alcanzar una mayoría parlamentaria, mientras que los diversos partidos de la denominada oposición democrática, juntos, podrían haber superado la mayoría con holgura y haber servido de contrapeso al régimen autoritario de Alberto Fujimori.
Sin embargo, incluso antes de la instalación del nuevo congreso, el partido de gobierno, gracias a una oscura estrategia montada por al asesor presidencial Montesinos Torres, alcanzó una mayoría en virtud al fenómeno del transfuguismo, por el cual muchos parlamentarios se cambiaron de la oposición al partido de gobierno, merced a presiones, chantajes o sobornos. Con ello, el régimen autocrático alcanzó una comoda mayoría en el Congreso de la República, con lo que se traicionó, groseramente, la voluntad popular.
Siendo el transfuguismo una traición a la voluntad popular, consideramos que debería ser tipificado como una de las causales de vacancia del cargo. De este modo, quien abandona el partido por el cual fue elegido, debería dejar el cargo, debiendo este ser ocupado por un accesitario del mismo partido.
Al no sancionar el transfuguismo implícitamente se está asumiendo que los candidatos elegidos, desde el momento de su elección, son los propietarios de su escaño, sin que tengan que dar cuenta de sus actos al partido por el cual fueron elegidos. Sancionarlo, en cambio, implica asumir que los escaños pertenecen al partido político. De este modo se coadyuvaría también al fortalecimiento de los partidos políticos.
(*) Publicado en LEGAL EXPRESS N.º 66, Lima, Gaceta Jurídica, junio de 2006.
ACTUALIZACIÓN (04/jun/2008):
Vocero de bancada nacionalista pide sanciones éticas para congresistas tránsfugas
Según información aparecida el pasado 19 de mayo en diversos medios de prensa (La República, Peru.com, Perú 21), el vocero de la bancada nacionalista, Cayo Galindo, consideró que los congresistas tránsfugas (que cambien de bancada parlamentaria “traicionando a los votantes” que lo eligieron) deben recibir sanciones éticas. Sus declaraciones fueron realizadas a propósito de la anunciada incorporación del congresista Gustavo Espinoza, del Grupo Especial Demócrata (“liderado” por Carlos Torres Caro, congresista que en su momento también incurrió en transfuguismo al abandonar las filas nacionalistas), a la bancada fujimorista.
Cayo Galindo explicó que el tema “no ha sido tratado seriamente por el Parlamento, no se ha establecido un mecanismo de sanción, que desde mi punto de vista debería ser sancionado”. Asimismo, desmintió que el congresista Carlos Torres Caro esté en conversaciones para regresar a las filas nacionalistas, haciendo hincapié en que “las puertas del Nacionalismo están cerradas para Torres Caro” porque fue una persona que renegó del líder del partido mencionado, Ollanta Humala, y del proyecto ideológico que representa dicha agrupación política.
Los hermanitos Kouri definitivamente resultaron ser unas joyitas, solo que Beto fue pescado infraganti siendo corrompido por Montesinos por que es el mas bruto de los dos, pero tratandose de corrupcion los dos, Beto y Alex son iguales. Cuantos millones se habra embolsicado alexito con la gran estafa del peaje por un kilometro de pista; tambien el deberia estar en la carcel.
totalemnte de acuerdo con juan josè, pero otro igualito a Kuori pero mudo es Castañeda que ahora se esta quitando la careta y cuando al fin habla solo es para insultar hecho un matoncito de parasitos a los que denuncian sus delitos. Poco a poco se iran descubriendo sus delitos y negligencias como el robo de los semàforos de la av. Canada, o el escàndalo de las revisions tècnicas por lo que el estado terminarà pagando una millonada y encima se niega a cumplir el arbitraje y su reciente jugadita de la licitaciòn de la vìa expresa. Da pena que la gente se deje engañar tan fàcil por ese marketerito que en lo ùnico en que piensa es en ser Presidente para seguir robando a lo grande como lo hizo en la caja del pescador y en el seguro social y en la municipalidad.
¿como un ciudadano participa en la vida politica de su comunidad?
Carlos,
Tu pregunta daría lugar a una respuesta muy amplia. Sin embargo, creo que el primer requisito es tener interés y estar dispuesto a involucrarse en la "cosa pública", es decir, en aquello que concierne al interés público, que tiene que ver con lo que hacen los gobiernos (locales, regionales, nacional), con la gestión que realizan las autoridades, con los problemas de la comunidad; tiene que ver con saber qué proponen y hacen los políticos y los partidos, y si es posible, meterse a militar; con tener una actitud no complaciente o desinteresada de lo que ocurre en nuestro entorno, sino una actitud crítica.
Eso me parece lo fundamental. Lo demás está en las leyes.