Un mundo de seis puntos: 200 años del braille, un sistema insustituible

Braille

En los ascensores o en los envoltorios de medicamentos ya es muy común encontrarse con los pequeños puntos en relieve. Para muchos no videntes suponen la llave con la que acceder al conocimiento del mundo, pues con estas marcas de hasta seis puntos, como los de un dado, el braille hace palpable el alfabeto. Este tipo de escritura tiene casi 200 años y en la era digital sigue siendo imprescindible. El Día Mundial del Braille, que se celebra cada 4 de enero, conmemora el nacimiento de su creador, Louis Braille. Y la Unión Mundial de Ciegos (UMC) ha querido aprovechar para pedir que los nuevos avances tecnológicos no acaben dejando a un lado el sistema braille. En un comunicado, la asociación expresa su preocupación por que se reduzca el fomento de la enseñanza y el uso de este sistema “debido a la creencia de que dispositivos tecnológicos tales como los libros electrónicos, los audiolibros y los lectores de pantalla pueden reemplazarlo”. Es cierto que actualmente la tecnología ofrece muchas y nuevas posibilidades a los no videntes. Los audiolibros son cada vez más accesibles y PCs y smartphones pueden leer textos en voz alta. Pero esto no puede sustituir al braille, opina el profesor Thomas Kahlisch. “Realmente no hay alternativa. Es la única forma que tengo, como persona ciega, de adquirir la escritura”, dice el director de la biblioteca alemana central para ciegos de la ciudad de Leipzig y miembro directivo de la Asociación alemana de ciegos y discapacitados visuales (DBSV). Por supuesto que a los ciegos les resulta muy práctico poder utilizar la función de reconocimiento de voz de los smartphones para escribir, pero esta tecnología tiene sus límites. Además, la competencia lectora es un pilar fundamental de la educación y para los ciegos, incluso más que para las personas que ven, opina la Unión Mundial de Ciegos. La historia del sistema de escritura con puntos comenzó con un golpe del destino. Louis Braille nació en 1809 en el pueblo de Coupvray, al este de París, cerca de donde hoy se encuentra el parque Disneyland. Cuando tenía tres años, se hirió en el ojo derecho con una de las herramientas de su padre, que hacía guarniciones para caballos. La infección se extendió al otro ojo y el niño quedó ciego. Sus padres intentaron proporcionar al avispado pequeño una educación lo mejor posible y, pese a la ceguera, decidieron que enviarlo al colegio del pueblo, donde Louis destacó por su curiosidad y talento. Después, el joven pudo acudir a uno de los primeros institutos para ciegos del mundo, que se encontraba en París. Allí los ciegos trabajaban aún con una escritura en relieve en la que las letras impresas en papel eran muy difíciles de leer. Braille retomó la idea de un sistema con puntos de un capitán de artillería que había inventado la “escritura nocturna”, con la que pretendía que los soldados se entendieran por la noche. Como el sistema de 12 puntos era muy complicado, lo simplificó y presentó su sistema de seis puntos en 1825, cuando solo tenía 16 años. Aún no hay datos fiables de cuántas personas saben leer braille. Aunque los jóvenes suelen aprender el sistema en muy poco tiempo, para aquellos que pierden la vista más tarde es a menudo mucho más difícil. Quien domine el sistema, puede trabajar en el PC o utilizar un smartphone gracias a la denominada línea braille y tiene muchas más posibilidades de encontrar un trabajo. Este año, gracias al braille, los invidentes podrán acceder por primera vez a las aventuras e historietas de Mafalda con la tira ‘Mafalda y sus amigos’, que será publicada por el Ministerio de Desarrollo Social argentino junto a la Editora Nacional Braille. “Yo había escuchado de Mafalda cuando era chico, pero no había sabido ni había entendido lo que era la profundidad de las cosas que decía”, explica Pablo Vargas, creador del proyecto. Louis Braille nunca supo el éxito internacional que alcanzaría su idea pues murió en 1852, con 43 años, de tuberculosis. Décadas después, en 1878, se reconoció el sistema de seis puntos como el mejor en un congreso internacional. En el centenario de su muerte, su pueblo natal honró su obra y trasladó sus restos mortales al Panteón de París, donde yacen los héroes franceses.

Fuente: ElComercio.com

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