Invertir los conceptos, esa es la cuestión.

Por María Eugenia Tabacco (*)

Hablar de inclusión y discapacidad en los últimos tiempos parece haberse convertido en algo más que una moda. Miles de enunciados hablan de ellas, otros tantos las eligen de propaganda, algunos como publicidad, pero muchos también ejecutan políticas de acción —por lo general poco difundidas— para que ambas variables —a mediano o largo plazo— se entretejan positivamente y la realidad que las atraviesa hoy se convierta poco a poco en algo más equitativo.

Nos enfrentamos ante una problemática difícil de erradicar. ¿Quiénes miran y quiénes no saben ver?, ¿será quizá falta de conocimiento?, ¿estamos cargados de mitos que nos velan la mirada?… Todo puede ser, o tal vez nada… Lo cierto es que desempleo y discapacidad visual en Latinoamérica son dos cuestiones que van de la mano y cuyo resultado es un altísimo número de personas ciegas y disminuidas visuales excluidas del área laboral, con ansias de una igualdad de oportunidades a la hora de buscar un empleo formal que las dignifique e independice.

Desde lo público, desde lo privado, desde las organizaciones no gubernamentales o desde la misma sociedad civil deberíamos comenzar a visibilizar estas problemáticas, crear estrategias para hacerlo, visibilizar lo que muchas veces no se quiere ver, aprender a mirar sin tanto discurso y accionar en consecuencia, para que todo aquello que se muestre entorno a la discapacidad rompa viejos mitos y produzca nuevas significaciones, en fin, que este altísimo porcentaje de personas desocupadas del sector, pasen a ser inclusiones concretas por ejemplo; y no solo eslogan de una moda o promesas incumplidas.

Este es un buen espacio entonces para comenzar a visibilizar un programa que no se conoce lo suficiente y que, desde hace ya varios años, se ejecuta —y articula con entes públicos y organismos de la sociedad civil— en varios países de Latinoamérica con el ambicioso objetivo de cambiar esta realidad.

Desde 2006, la Fundación Once para América Latina (Foal) ejecuta el Programa Agora, un sistema de Aulas de Gestión Ocupacional cuyo fin es dar respuestas y solución a las magras incorporaciones laborales de personas ciegas o disminuidas visuales en esta región.

Desde la Once (Organización Nacional de Ciegos de España) se habla de un 80 por ciento de desempleo de dicha colectividad, pero en la práctica los números son mucho más alarmantes. Por ello, este Programa —con socios locales en cada uno de los países donde se ejecuta— tiene la misión de no solo incluir laboralmente a personas ciegas o disminuidas visuales, sino también de generar vínculos con entes públicos y privados, crear cursos y capacitaciones y apoyar microemprendimientos.

Ya no hay excusas entonces, ¿por qué?… Porque este proyecto ofrece de forma totalmente gratuita a todo organismo público o privado interesado en incluir a su plantel personas con discapacidad visual: la gestión, la capacitación previa si es necesaria, la evaluación del puesto laboral, la inclusión propiamente dicha, la adaptación técnica (con lectores de pantalla o magnificadores) y el posterior seguimiento del puesto de trabajo el tiempo que sea preciso.

Actualmente Agora está presente en Argentina, Chile, Uruguay, Ecuador, Perú, Nicaragua, Guatemala, El Salvador, Paraguay, República Dominicana y Colombia. Si bien en cada uno de estos países los tiempos de ejecución y por lo tanto los resultados son diferentes, el denominador común ciertamente es que la tarea por realizar es ardua y constante, se está ante una problemática compleja y arraigada, pero ya hay muchas articulaciones poniendo manos a la obra.

Manos a la obra, ese debería ser un lema cotidiano, comenzar por visibilizar estas falencias para aprender sobre inclusión y discapacidad, no solo en torno a la difícil búsqueda de empleo, sino también en lo referente a la educación y las capacitaciones, en la salud y las prestaciones que muchas veces brillan por su ausencia; y en la tan deseada accesibilidad en las calles…

Caminar dos cuadras para una persona con discapacidad visual o motriz es similar a una travesía, todo lo imaginado aparece en el trayecto, decorativas mesitas de bar, intrusos carteles de publicidad, sorpresivos pozos y baldosas extraviadas, son algunos de los escollos que amenizan el paseo diario de algunos tantos. Ni hablar de conseguir un empleo; los preconceptos en este rubro están a la orden del día.

¿Qué puede hacer una persona con discapacidad visual? Esa es la primera cuestión. ¿No sería mejor plantearnos invertir el concepto y cambiar esa duda por una afirmación? ¿Tendremos algún día la capacidad como sociedad de producir nuevas significaciones?
(*) Licenciada en Comunicación Social

Fuente: lacapital.com.ar

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