El legislativo ha lanzado la semana pasada una propuesta de ley para fijar topes a las tasas de interés, según su exposición de motivos, con el fin reducir el costo del crédito. Muy pocos han mostrado su apoyo, y muchos menos lo han sustentado. Pero, ¿En verdad es perjudicial fijar este tope?.
Por un lado, hay un impacto en la morosidad. Al tener un tope de tasas de interés lo más probable es que los individuos que no podían acceder a créditos a una tasa por encima de la fijada se vean motivados a pedir préstamos. Como mantienen el mismo riesgo, lo más posible es que no puedan honrar sus deudas y que esto encarezca más el costo de adquirir dinero para todos los otros participantes del sistema financiero, creándose un mercado paralelo para cubrir las necesidades de financiamiento.
Por otro lado, si se decide colocar un tope, ¿ Cuál es el correcto?. Los bancos poseen mucha más información sobre sus costos y el riesgo que manejan al llevar las carteras de sus clientes, los cuales se ven reflejados (aunque no de manera perfecta) en la tasa de interés que cobran.
Si bien es cierto lo anterior no se puede asumir en un entorno oligopólico como el actual, sí en uno de mayor competencia como el que se avizora, con un nuevo banco extranjero en el mercado y con la consolidación de los bancos especializados en medianas empresas y PYMES.
Además, con unas perspectivas de tasas de interés relativamente planas (los precios de los bonos se prevé lleven la tasa de interés a la baja y contrarresten el efecto de la subida de tasas norteamericana) no existe un contexto que exija una medida como correctivo de la tasa de interés en su función de asignador del crédito.
Más que regular un precio, en este caso el precio del crédito, que siempre es un second best y que requiere mucho manejo de información que por lo complejo del sector bancario no se posee, medidas ex ante de apoyo a la competencia suelen ser medidas más recomendadas. O un contexto de distorsión total de las tasas de interés, que no es el presente.
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