A espaldas del Aeropuerto Internacional Jorge Chávez, una antigua comunidad de agricultores convive en un lugar que parece detenido en el tiempo. El pasado se respira en sus calles y las costumbres –de raigambre ancestral- se practican diariamente con el mismo fervor.
Inmensos árboles adornan las calles del centro poblado ‘El Ayllu’. Foto: Marco Gamarra Galindo.
Remontarnos a la historia de este pueblo, conocido como ‘El Ayllu’, es hablar de una de las haciendas más importantes del Callao durante la colonia y la república –la Casa Hacienda San Agustín- y de cómo una comunidad nos hereda un legado de fuertes tradiciones y vínculos de hermandad.
Rancherías de la Hacienda San Agustín, Callao. Vivienda de los antiguos trabajadores, hoy habitantes de ‘El Ayllu’. Foto: Marco Gamarra Galindo.
Caminar entre los extensos campos de cultivo y las acequias de ‘El Ayllu’ es, a estas alturas de la vida, y en medio de la selva de cemento en la que se está convirtiendo Lima, un verdadero privilegio. Los surcos trazados sobre los cultivos y las palmeras que observan nuestro caminar, evocan aquellos años de esplendor de la Hacienda San Agustín, cuando vastas y productivas hectáreas producían algodón, azúcar, papa, cebolla, camote, col, coliflor y betarraga en considerable cantidad.
Tapiales que demarcan el camino hacia la Casa-Hacienda San Agustín. Foto: Marco Gamarra Galindo.
Sus inicios se remontan a finales del siglo XVII cuando la orden agustina elige el valle de Bocanegra (Callao) para erigir la hacienda conventual San Agustín. Aprovechando la cercanía de los ríos Rímac y Chillón, esta congregación religiosa inició la construcción de lo que sería con el tiempo, quizás el único recinto colonial-rural del Callao cuyos arraigos culturales han resultado inmunes a los años y, contra todo pronóstico, han hermanado y unido a varias generaciones, precedente importante para que las familias que hoy en día habitan San Agustín, continúen cosechando no solo el alimento diario, sino también los lazos de parentesco.
El Aeropuerto Internacional Jorge Chávez visto desde las chacras de la antigua Hacienda San Agustín. En el Callao, existían además de San Agustín otras haciendas como Oquendo, Santa Rosa, Márquez, La Taboada y Bocanegra. De todas ellas, solo San Agustín y Bocanegra sobreviven. Foto: Marco Gamarra Galindo.
Los primeros pobladores de la Hacienda San Agustín eran trabajadores provenientes de las haciendas de la costa sur del Perú, quienes en su mayoría eran de origen afroperuano, y de la sierra sur del Perú, de origen andino. Hacia fines del siglo XIX llegaron los primeros japoneses a San Agustín. Contratados para trabajar como campesinos, muchos de ellos, sin embargo, tuvieron el trato de esclavos. Luego de la reforma agraria, los ‘Nikkei’ (japoneses) asumen dentro de la hacienda un protagonismo notable. A principios del siglo XX la Hacienda San Agustín –que se había convertido en una agroindustria- pasó a manos de la familia Prado. Fue el propio presidente Manuel Prado Ugarteche, propietario de la Hacienda San Agustín, quien inicia la construcción del actual aeropuerto Jorge Chávez sobre parte de los terrenos de San Agustín. “Desde la construcción del aeropuerto los pobladores de San Agustín han adquirido el carácter de erradicables, por una posible ampliación (…) por tal motivo no cuentan con título de propiedad (Lino 2007: 24)”.
Casa-Hacienda San Agustín. Fue por muchos años propiedad de la acaudalada familia Prado. Foto: Marco Gamarra Galindo.
Para la instrucción de las familias trabajadoras de la hacienda, la familia Prado contrata a la educadora Juana Barrantes Enríquez. ‘Juanita’ llegó a San Agustín en 1941 sin saber que se ganaría el aprecio y el cariño de todos los trabajadores de la hacienda: “La señorita Juanita, para los pobladores de San Agustín, es el gran referente de su historia, simboliza el paso del tiempo y los cambios sucedidos (Lino 2007: 25)”. El interesante libro de Elizabeth Lino Cornejo (Bogotá, 2007) ‘Oía mentar la Hacienda San Agustín’ (Editorial Convenio Andrés Bello) recoge, entre los muchos testimonios de los habitantes de la antigua hacienda, la de ‘Juanita’: “Yo viviendo en el Callao no sabía que existía. A mi papá lo oía mentar la hacienda San Agustín, Bocanegra, Oquendo, todos esos sitios. Lo oía mentar, pero no tenía idea de dónde quedaba. Y, después, quién iba a pensar que iba a venir aquí, me iba a anclar y me quedé”. Barrantes Enríquez llegó a educar a cinco generaciones. Habitó la Casa-Hacienda San Agustín hasta el 2008, año en el que falleció. Sin embargo, su herencia vive y perdura dentro de ‘El Ayllu’ hasta nuestros días. En la actualidad existe una biblioteca comunal en ‘El Ayllu’ que lleva su nombre.
Manuel Prado Ugarteche de pie en el centro y la señorita Dora Barrantes (hermana de Juana, quien también ejerció la docencia en San Agustín) sentada en el extremo izquierdo. Foto extraída del libro ‘Oía mentar la Hacienda San Agustín’ (Bogotá, 2007).
La reforma agraria de Juan Velasco Alvarado (1969) produjo que los yanaconas –quienes trabajan la tierra- se apoderaran de sus parcelas. Así, los japoneses se independizaron y pasaron a ser propietarios. La familia Prado dejó de ser la dueña. En ese momento San Agustín pasó por un proceso acelerado de urbanización sobretodo en la década de los 80’s. Es en esta época cuando se funda el asentamiento humano ‘El Ayllu’, habitado por los antiguos trabajadores de la hacienda y por nuevas familias. “San Agustín mantuvo los campos de cultivo, la arquitectura, las costumbres y modos de vida de la hacienda, solo que sin la presencia y mandato del hacendado (Lino 2006: 23)”.
Una antigua foto de la primera comunión de una promoción de niñas japonesas. Al centro: la señorita Juana. Foto extraída del diario El Comercio en artículo ‘La profesora de la Hacienda San Agustín’ (2008).
La Casa-Hacienda San Agustín está compuesta por dos plantas. Su material constructivo está representado por quincha y adobe –como las casonas del Centro Histórico de Lima-. Posee un techado alto para proveer de ventilación a la vivienda y un patio de ingreso muy espacioso, decorado al centro por dos palmeras de notoria antigüedad. El primer piso correspondió a la sede de las oficinas administrativas de la hacienda mientras que el segundo, residencia de la familia Prado.
Segunda planta de la Casa-Hacienda San Agustín. La modernidad voraz no pudo con ellos. Foto: Marco Gamarra Galindo.
Para el 2001, la empresa privada encargada de administrar el aeropuerto, Lima Airport Partners, firmó un contrato con el Estado peruano para ampliar las pistas de aterrizaje y almacenes. Este espacio es el que ocupa en la actualidad ‘El Ayllu’ (las 400 familias, la casa-hacienda San Agustín, el ingenio azucarero San José, las rancherías y demás viviendas de los habitantes de este centro poblado). El Ministerio de Transportes ha puesto como solución la reubicación de estas familias, pero, junto a ello, debería garantizarles puestos de trabajo, hecho que no está muy claro. En el ‘El Ayllu’ ya los tienen. ¿Por qué deberían aceptar ser reubicados si, además de dejar el lugar que los ha cobijado a ellos y a sus familias por muchas décadas, no tengan posiblemente la manera cómo laborar y, así, recibir ingresos que les permita tener una vida digna?.
Interiores de la Casa-Hacienda San Agustín. Hoy habita en ella el señor Óscar Barrantes, nieto de la querida ‘Juanita’. Foto: Marco Gamarra Galindo.
Si Lima Airport Partners logra ganarse la confianza de los habitantes de ‘El Ayllu’, que es con la que debería contar para iniciar el proyecto de ampliación del aeropuerto, la empresa encargada del Aeropuerto Jorge Chávez debería proteger los inmuebles históricos que allí dentro se hallan (como la Casa-Hacienda y el antiguo ingenio azucarero San José). Estos espacios podrían integrados perfectamente al nuevo ambiente como un recuerdo de lo que hubo antes de la existencia del aeropuerto, de cómo antes Lima era un conjunto de chacras y con una historia detrás muy grande.
Agricultores japoneses en la Hacienda San Agustín (foto tomada del libro Okinawa shi Kyoyukai del Perú, Doris Moromisato. Fondo Editorial OKP, 1999). Publicada a la web por Daniel Goya. Leer más »