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Conocer y saber más sobre una ciudad

29/12/10: La casona Rospigliosi: un rincón tradicional de La Punta

La casona Rospigliosi, ubicada en el malecón Pardo, a pasos de la Plaza de Armas de La Punta, y que podría merecer fácilmente el título de castillo o palacio, constituye un rincón único en el Callao, caracterizado por el gusto al arte, al atardecer imponente y a la arquitectura de otros aires.

Casona Rospigliosi, imponente por lo colosal de su edificación y vistosa por el ingenioso estilo arquitectónico. La pareja une el entorno tradicional y aristocrático del palacio. Foto: Cecilia Gómez Palacios.

Por las calles del barrio chalaco de La Punta descansan muchas añejas historias. Las más emblemáticas, quizás, son las que han acompañado el compás de una ola recién descargada, sin sucumbir jamás al pasar de los años, o las que han adornado sus parajes de puerto pintoresco con las más vistosas figuras y formas arquitectónicas que uno podría imaginar. Cada parte de una anécdota, curiosidad o relato han construido una pared, un ventanal, un balcón, los cimientos de un lugar especial y, a la vez, inédito.

La casona Rospigliosi, una de las más llamativas de La Punta durante los años 20’s, época de oro del balneario chalaco. Foto: Humberto Currarino.

Uno de los rincones más tradicionales de La Punta es, pues, la casona Rospigliosi, palacio que lleva dicho nombre en honor a la familia que cobijó a principios del siglo XX. El atardecer yace inexpugnable por encima de las cúpulas rojas que coronan su fachada. El sol, que había servido como puente en el horizonte entre San Lorenzo y El Frontón, renace en el reflejo que sus ventanas de arco de herradura, construidas al más puro estilo morisco, dejan avizorar. ¿Será que aún no hemos culminado la época de oro que vivió alguna vez la casona?

Interiores de la casona Rospigliosi. Su belleza sobreresalta en las costas de La Punta. Foto: DodiMiraflorino.

El palacio Rospigliosi, sin embargo, desde hace muchas décadas, ha dejado de ser la casona exclusiva o residencial de sus primeros años. En los últimos años ha sido sede de múltiples oficinas, empresas, instituciones y hasta de una morgue. Su mantenimiento, a pesar de ello, ha sido siempre un deber para los propietarios o inquilinos, como observamos durante nuestra visita en diciembre del 2010. Leer más »

25/12/10: Una breve historia del distrito de La Victoria

Estudiar la historia de La Victoria nos permite apreciar cómo fue la expansión urbana de Lima sobre las zonas agrícolas de la ciudad. El distrito recien fue creado en 1920 (en época de Leguía), pero guardaba ya desde épocas anteriores, anécdotas y relatos que contar, hechos que permitían a La Victoria apropiarla de una tradición histórica muy rica, inclusive mucho antes de su creación como distrito capitalino.

La Victoria tradicional.

Toda el área que ocupa actualmente este distrito limeño correspondía al fundo “La Victoria”, cuya propietaria era doña Victoria Tristán, esposa del Presidente Don Rufino Echenique. Estas tierras, antes de la creación oficial del distrito, eran ampliamente conocidas como la Villa Victoria, en honor justamente a esta dama de renombre. Doña Victoria era hija del reconocido y poderoso don Pío Tristán y Moscoso, tío de la eminente escritora y luchadora social francoperuana Flora Tristán. La esposa de Don Rufino tenía en estos lares una vasta residencia con varios salones y un hermoso patio, en cuyo centro se erguía un soberbio pino australiano, que se podía avizorar desde muy lejos. Su casa-hacienda estaba situada aproximadamente en lugar que hoy ocupa el teatro La Cabaña, en el Parque de la Exposición.

Con motivo de la elección de Don Rufino Echenique como Presidente de la República, su esposa resolvió dar un baile que marcara época. Se cuenta que en aquella fiesta hubo invitadas que lucían noblísimas más de S/. 100.000 en joyas. Tal es así que la narra una tradición de don Ricardo Palma, quien por cierto asistió a esta inolvidable fiesta en la casona de doña Victoria, relata con exquisitos detalles la magnificencia, boato y esplendor del muy famoso baile que se desarrolló en la noche del sábado 15 de octubre de 1853.

El ilustre tradicionista describe el lujo deslumbrador e insultante de muchas damas limeñas que se habían enriquecido por los favores políticos de ‘La Consolidación’ (beneficiados con el pago de la deuda interna). Lucían alhajas, piedras preciosas, collares de perlas, brillantes y rubíes; mientras que la anfitriona mostraba, con modestia y buen gusto, solamente algunos sobrios adornos de plata. Desde los días anteriores al gran sarao se agotaron todas las flores de los jardines limeños. Se tendió una alfombra roja de aproximadamente cincuenta metros de extensión y, a sotavento, se colocaron unos barriles con brea para proteger, con el humo que producía, la ‘toilet’ de las damas de la tierra que levantaban los carruajes que conducían. Pues bien, el baile resultó impresionante y por muchos años se habló del ‘Baile de la Victoria’.

El extinto río Huática atravesaba La Victoria.

Los nuevos urbanísticos del nuevo poblado fueron realizados, por encargo del Gobierno, por el constructor Enrique Meiggs, después de haber dirigido el derrumbe de las viejas murallas que rodeaba el Cercado de Lima construidas en la Colonia. En la construcción de calles y veredas intervinieron la Compañía Urbanizadora de Mariano Felipe Paz Soldan y la Compañía Urbanizadora La Victoria. Afuera de las murallas se ubicaban algunas casas que, con esa modificación, dieron más posicionamiento al barrio de La Victoria. Una de las primeras vías establecidas en dicho barrio fue la vía que actualmente es la avenida Manco Cápac, nombrada así en honor a Manco Cápac, primer emperador inca del Tawantinsuyo.


“Diferentes linajes, el mismo país”. La plaza Manco Capac lució dos monumentos a lo largo de su historia: en un inicio, un peculiar monumento de Leguía. Luego del gobierno del Oncenio, se lo cambió por uno del inca.

En ese entonces, los predios de La Victoria pertenecían al distrito de Miraflores, hasta que en 1920 el Presidente Augusto Bernandino Leguía anuncia su creación como distrito. La Victoria ha sabido convocar en su seno, por ejemplo, a inmigrantes extranjeros, en especial, representantes de la colonia italiana, en los dorados años 20.

“Durante los años 30, la reacción de los grupos oligárquicos frente a la coyuntura de convulsión social y política desatada por el aprismo y el comunismo fue la de una política que combinaba la represión militar y un activo paternalismo asistencial como mecanismos para “desmovilizar” a los grupos populares; esa fue la política que intentó impulsar Sánchez Cerro (su asesinato, en 1933, frenó este proyecto) y la dictadura del general Benavides, entre 1933 y 1939. En esta década, se construyeron más de 4 mil unidades de vivienda para los obreros, como parte sustancial de este plan por neutralizar la violencia social” (Orrego 2005). Así como en el Callao, Rímac, en La Victoria, en efecto, se desarrolló un plan de construcción de vivienda para obreros.

Con la construcción de barrios obreros en La Victoria y en otros distritos se esperó satisfacer los pedidos de los cientos de trabajadores.

El catedrático de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP), el historiador Juan Luis Orrego, manifiesta que “el Barrio Obrero de La Victoria tenía 60 casas en un terreno situado en las inmediaciones de la Escuela de Artes y Oficios (Hoy Politécnico José Pardo), entre los jirones Andahuaylas, García Naranjo, 28 de Julio, Obreros y el antiguo callejón de la Huerta de Mendoza. Contaba con campos deportivos, piscina, agua potable y parques”. Algunas unidades vecinales se llamaron ‘Matute’ (ubicado a los alrededores del Estadio Alejandro Villanueva, del club Alianza Lima) y ‘El Porvenir’ (zona del conocido mercado). Leer más »

24/12/10: Una mirada personal a la realidad de La Parada

No sé cómo llegué a La Parada. Solo sé que lo hice y que estoy aquí para contarlo. Quizás fue lo que, sin darme cuenta, busqué desde mucho tiempo: conocer la otra cara de Lima, la marginal o decadente, tal vez la populosa.

En La Parada, mercado mayorista de aires provincianos cuyo nombre se debe a que esta zona de La Victoria era el paradero final de los camiones provenientes del interior. Foto: Marco Gamarra Galindo.

Es temprano, quizás la una de la tarde. En algunos sectores de Lima, sin embargo, oscurece. La avenida Aviación empieza a cambiar de tonalidad mientras más nos adentramos al distrito de La Victoria. El puente del tren eléctrico acompaña nuestra comparsa en silencio. Su actitud parece combinar perfectamente con el color gris del lugar. De pronto, uno a uno crecen los vendedores que ofrecen una variedad increíble de productos, la mayoría ubicados en tiendas que retan a cada instante la autoridad de la pista. Un tráfico que va en aumento, casas de apariencia triste y el ruido de los autos que se hacen sentir a kilómetros nos indican que estamos a pocas cuadras de La Parada, el mercado popular más conocido del país.

Multitud en La Parada, La Victoria. Foto: Marco Gamarra Galindo

Cruzo miradas con algunos, inmediatas pero suficientemente detalladas. Parecen estar en casa, como si hubiese sido aquel puesto o tiendita el hogar de toda su vida. Detrás de cada uno de ellos, existe una historia distinta pero teñida de los mismos sentimientos. Junto a ellos, los cargadores, desprovistos de toda prenda que cubra sus desnudos torsos, trabajan sin parar a pesar de estar rodeados de ambientes que solo conocen de suciedad y contaminación, y claro, de comercio. Los compradores, por su parte, se toman el tiempo que creen adecuado para conversar, tranquilamente, con los vendedores y negociar, como en cualquier mercado. Son, pues, ‘caseritos’. Podría decirse que se conocen, que existe una relación más cercana que vendedor y comprador. Cuando se trata de trasladarse a otra tienda, para continuar apreciando otros productos, caminan rápido. Desean llegar cuanto antes. La calle está dura. Deambula la virulencia delincuencial. Por suerte, no porque habitan esas avenidas, desconocen la realidad.

En las primeras cuadras de la avenida Aviación, donde se ubica La Parada, abunda la inseguridad y la suciedad. Foto: Marco Gamarra Galindo.

La actividad cotidiana de cada uno de estos personajes es observaba desde el cielo por los ‘apus’ de cuya apariencia resaltan las cientos, o miles, de casas que se han erigido sobre ellos. Entre los cerros más conocidos están El Pino y San Cosme, quienes brindan cobijo a sus innumerables habitantes. Los comerciantes, compradores, cargadores y abandonados inician su labor diaria a primeras horas del día, para continuar hasta el día siguiente. Es una continua actividad comercial en un medio inmundo, y que curiosamente, abastece de alimentos a casi el 70% de Lima en medio de toneladas de basura (Caretas 2006). “Son más de 6,000 camiones los que se congregan alrededor del mercado como moscas todos los días”, se escucha decir en los medios, en las afueras de La Parada. El gris sigue impregnado en el ambiente, en las calles y hasta en los rostros de uno que otro alcohólico o borracho que camina a duras penas por las cuadras del mercado mayorista número uno del Perú.

Edificios fúnebres de La Parada. Foto: Marco Gamarra Galindo.

Este es el PERU con esa maravillosa gente, gracias por tanto trabajo por salir adelante, y por no dejarse vencer por un gobierno que los olvida.

Realidad peruana, familias quee merecen más apoyo e interés del gobierno, ellos tambien son peruanos y contribuyen diariamente con el crecimiento económico que uno ve desde a fuera, pero ellos no lo ven, el gobierno debería mucho más en esa gente buena y noble.

Son admirables estas personas, cómo para llevar dinero a casa se tienen que romper el lomo . Viva por ellos. Leer más »

17/12/10: La laguna Querococha: paraiso de Áncash

Camino a Chavín de Huantar (Áncash) por el trayecto que iniciamos desde Huáraz, se ubica entre los andes imponentes y nevados majestuosos, una laguna que demuestra que este departamento es mucho más que la Suiza Peruana, y que, en realidad, no existe comparación. La laguna Querococha brilla, sin duda, por sus aguas y por el entorno andino que resalta en encanto. Los invitamos a conocer este paraiso ancashino ubicado a 57 kilómetros al sureste de Huaraz (rumbo a Chavín).

La laguna Querococha se halla a 4069 m.s.n.m. ¿Qué misterios esconderá? Foto: Marco Gamarra Galindo.

Desde la laguna, un auténtico lujo paisajístico se aprecia. Los viajeros aprovechan para tomarse fotos con una llama que luce pintoresca unos lentes oscuros. Otros, deciden dar un paseo en bote sobre la laguna si es que antes no han ido al cafetín que está en los alrededores de la laguna. Nosotros, mientras tanto, damos prioridad a la contemplación, a la admiración de nuestra naturaleza, explendida de por sí.

Nevados adornados por blanquísima nieve, camino a Querococha, una de las 400 lagunas con las que cuenta el Callejón de Huaylas. Foto: Marco Gamarra Galindo.

Unos minutos después, tras haber degustado de este lugar que podría ser el edén, continuamos el viaje con la seguridad de que nuestra estadía por la laguna Querococha nunca quedará aislada de nuestros recuerdos. Leer más »

11/12/10: Exequias en Puerto Nuevo, barrio bravo del Callao

Existe una canción que dice “Puerto Rico, yo nunca dejaré de amarte”, pues yo digo “Puerto Nuevo, yo nunca dejaré de temerte”.

Casas de madera en Puerto Nuevo, Callao. Foto: Marco Gamarra Galindo.

Una febril bruma en el aire se deja observar desde la ventana. El camino está rodeado por urbanizaciones, de edificios grises, horribles. Mientras los minutos pasan, un calor que sofoca y que permite ver las nubes blancas, blanquísimas, se impone en los alrededores del Obelisco del Callao y despeja finalmente todo rastro útimo de bruma. Algunos árboles recien sembrados crean en el ambiente rumores de progreso. Los minutos siguen pasando y la idea de que ahora se debe continuar el trayecto a pie por la Av. Mora irrumpe de súbito pero no afecta, no genera ningun rastro de estupor, menos de indignación. Se camina de pronto cerca a la vereda, cerca a casas de madera que recién se dejan ver. Una inscripción en un muro gris que dice “Plomo, plomo para nuestros enemigos”, se deja leer a todas luces, pero tranquilo que tú no les has declarado la guerra. No formas parte de los conflictos que convulsionan a estas zonas rojas. Te llama la atención y, sin embargo, es evidente que sugiere algo profundo.

“Besos para nuestros gatos, y plomo, plomo para nuestros enemigos”, dice la frase completa escrita en Puerto Nuevo, Callao. Foto: Marco Gamarra Galindo.

Tampoco estás solo. Las calles no están, pues, solitarias. Hay gente que observa sentada al pie de una puerta o parada en una esquina. Parecen estar hechas de otra sustancia. Sus miradas no son ajenas a la tuya. Te observan y ‘pulsean’, y por cosas que solo ellos saben, se dan cuenta que no eres del barrio. Algunos solo se limitan a una mirada ‘solapada’, no quieren más problemas. Estas zonas rojas parecen tener autoridad propia, reglas en común que sus habitantes imponen y que el Estado acepta con una indiferencia que va creciendo. Se levantan si ven algo injusto, se juntan por los ideales que buscan. Son más que parientes. No solo los une la forma de vida. Los une aquel resentimiento de no haber podido vivir en un lugar mejor. Muchos, inclusive, han sido obligados a poblar estos tugurios.

Calle de Puerto Nuevo, Callao. Foto: Marco Gamarra Galindo.

La mirada del malandrín de la esquina te sugiere algo que no logras comprender. El olor del mar ingresa a tus pulmones. No dejas de sentirlo. Prefieres continuar. Las estrechas calles que separan las casas de madera con otras casas de madera cada vez más ruinosas, te invitan a que continues el trayecto entre ese pedazo de cemento que podría llamarse pista, y que a lo largo de ella se visualizan unas mototaxis que han perdido el color de sus otroros años mozos en las carreteras camino quizás a los Barracones y a San Judas Tadeo.

La maña ‘chalaca’ en tu paseo no se halla ausente. Has escuchado que en estas zonas bravas del Callao, así como ciertas zonas del Centro de Lima, existe lo que se llama la ‘chispa’ o la ‘criollada’, ese arte de ser despìerto y lograr, ya sea por viveza o por creatividad, lo que uno desea. El talento, la buena comida y el trato vistoso se encuentra también en Puerto Nuevo y en sus zonas aledañas. Te acuerdas que hasta en los peores lugares se ubican a las mejores personas, de condición humilde pero con todas las ganas de progresar. Otros, sin embargo, se echan al olvido. Leer más »

10/12/10: Un recorrido por la iglesia Santa Liberata

Su color pintoresco resalta presuntuoso en los paisajes más tradicionales del distrito del Rímac. Sus cimientos formar parte de ese ambiente señorial heredado de la Colonia y propicio para la contemplación de verdaderas obras de arte. Cercana a la Alameda de los Descalzos y del Convento del mismo nombre, en silencio, la iglesia Santa Liberata yace imponente, acompañada de un solitario balcón de cajón, precioso, y de un farol que mantiene consigo la carga de los años, observado desde los altos por la capilla central de estilo neoclásico. La iglesia Liberata es también protagonista de una historia anecdótica que devino en su construcción (XVIII), y que por esos años causó curiosidad y sorpresa en la sociedad limeña.

La iglesia Santa Liberata, Rímac. Se la erigió con el nombre de Santa Liberta porque era la Patrona de la ciudad de donde el Virrey provenía. Foto: Marco Gamarra Galindo.

Los arcos del portal de Botoneros impiden que la luz se dirija directamente a nuestros ojos. La gente en los alrededores camina y espera, impaciente, la apertura de los comercios. Estamos en el Centro Histórico de Lima y hoy conoceremos la Alameda de los Descalzos. Para ello nos hemos reunido en la Plaza Mayor, junto a la pileta. Nos separan del Rímac no más de treinta minutos. Conversamos, ya estamos listos para iniciar la travesía. Cruzamos el puente de ‘Piedra’. Debajo de él se oyen tranquilas las aguas del Rímac -es verano, todavía no hay caudal fuerte-. Continuamos el trayecto por el jirón Trujillo. En el fin de la calle, en el horizonte, se observa el color celeste de la iglesia San Lázaro. Caminamos en su dirección, antigua la iglesia. Hay unos señores sentados en la plazuela. Nos inspeccionan, nos hablan con sus miradas. El calor quema. Ahora doblamos para desembocar en el jirón Chiclayo. Atravesamos una serie de casonas y quintas, zaguanes y balcones que confirman el carácter histórico del Rímac, pero también decadente: la mayoría de edificaciones, por no decir todas, están en estado deplorable, casi en ruina. Seguimos el trayecto, cruzamos la comisaria del Rímac, y vemos unas estatuas en el fin de la avenida. Hemos llegado.

Al caminar alrededor de la Alameda de los Descalzos, nos hallamos frente a uno de los rincones más tradicionales del Rímac, del barrio de “Abajo el puente”. La iglesia Santa Liberata, la cual alberga al Señor Crucificado del Rímac, patrón del distrito, de la benemérita Guardia Republicana y de la Compañía de Bomberos Rímac No. 8, es parte del gran escenario que se arma todos los días desde hace varios siglos.

Nos detenemos a observarla, primero desde los árboles frondosos de la Alameda, luego más de cerca, frente a un par de rejas que la resguardan. Hermosa estampa del Rímac que se empezó a construir en 1713 y terminada en 1716. Su primera portada fue de estilo Rococó, luego fue modificada con diseños neoclásicos. Mide 44 varas de largo por 12 varas de ancho y tiene en su altar un pasadizo para que los visitantes puedan transitar y llegar por la parte inferior al lugar donde fueron enterradas las sagradas hostias que fueron robadas de la Catedral. Esta fue la tradición urbana que se narró para explicacar su fundación.

La fundación de Santa Liberata

Fuente: Estampas del Rímac de Óscar Espinar la Torre.

Fernando de Hurtado de Chávez, mozo de veinte años, el día 20 de enero de 1711, entró a la iglesia del Sagrario (colindante con la hoy Catedral de Lima), y del altar mayor robó un copón de oro con numerosas hostias consagradas. Luego se enaminó a la Alameda.

En la mañana del día 31, se descubrió la sustracción. S.E. el obispo D. Diego Ladrón de Guevara, virrey del Perú, echó en persecución del criminal toda una jauría de alguaciles y oficiales. Al ser capturado, Fernando Hurtado declaró que, asustado por la persecución, había enterrado las sagradas formas, envueltas en un papel, al pie de un árbol en la Alameda de los Descalzos. Leer más »

08/12/10: El Obelisco de Chacamarca en Junín, Perú

Entre las inmensas Pampas de Junín, el Obelisco de Chacamarca se levanta como un lugar que rinde homenaje y que enaltece a todos los patriotas que lucharon por la independencia nacional, en la batalla de Junín, el 06 de agosto de 1824, contra los españoles.

El obelisco de Chacamarca tiene 36 metros de altura y fue construido en 1925, en reemplazo del otroro edificado en 1848. Foto: Marco Gamarra Galindo.

El historiador Mario César Pérez Arauco (Cerro de Pasco, 1937) ha escrito un interesante artículo sobre el Obelisco de Chacamarca.

Chacamarca se ubica a siete kilómetros del pueblo de Junín, muy cerca de la Casa Hacienda de San Francisco de Chichausiri. Allí se ve el majestuoso monumento en homenaje a la Batalla de Junín. Su invicta columna coronada por una esfera negra y majestuosa se distingue nítidamente desde todos los confines de la dilatada pampa. En el mismo lugar, hasta el quinto lustro del presente siglo, permanecía un obelisco de regulares proporciones, edificado en 1846 por el prefecto de Junín, Don Mariano Eduardo de Rivero y Ustariz, en homenaje a los centauros de la libertad. Aquella pilastra inicial había sido erigida por el pueblo cerreño cuando era capital del departamento de Junín. Más tarde, al ver que el obelisco no guardaba proporción con el significado de la memorable batalla, lo derruyó y en su reemplazo erigió uno nuevo.

Veamos a continuación su historia completa. Al conmemorarse el primer centenario de la gloriosa batalla de Junín -6 de agosto de 1824- don Manuel Pablo Villanueva, Prefecto del departamento, ofrecía a nombre de la colectividad cerreña, la construcción de otro monumento –grande y majestuoso- para ser inaugurado el año siguiente: 1925.

Personal de trabajadores de la Cerro de Pasco Copper Corporation que habían fundido el sol radiante que coronaría el monumento de Chacamarca, regalo del pueblo cerreño –entonces capital del departamento de Junín- al pueblo de Junín y en homenaje a los heroicos patriotas que lucharon por nuestra libertad.

En cumplimiento de esta oferta el vecindario cerreño se dedicó a trabajar denodadamente. Realizó kermesses, rifas, corridas de toros, erogaciones, bailes y toda clase de actividades tendientes a reunir el dinero necesario para conseguir sus propósitos.

Reunidos los fondos pecuniarios, solicitó de la Superintendencia de la Cerro de Pasco Copper Corporation, su plena colaboración. La compañía –de acuerdo con la iniciativa- dispuso que su jefatura de ingenieros estructurara los proyectos y programara adecuadamente los trabajos.

Ya con los planos y especificaciones correspondientes, el 2 de abril de 1925, setecientos hombres de la Cerro de Pasco Copper Corporation, iniciaban los trabajos. El 2 de agosto de 1925, después de cuatro meses exactos de labor efectiva, entregaban este monumento que se levantaba majestuoso en el escenario de la benemérita batalla. Es el generoso regalo del pueblo del Cerro de Pasco, a la gloria de los soldados que nos dieron la libertad.

Este monumento es de granito y, tiene 35.926 metros de altura. Sobre una amplia gradería circular cuya longitud es de 21.24 metros, se eleva el basamento formado por dos cuerpos que están rodeados de pirámides adosadas al pedestal; y del segundo cuerpo, surge una alta columna que remata en severo y elegante capitel.

Corona este monumento, una gran esfera de bronce de diecisiete puntas que representa un sol radiante con la siguiente inscripción: “La Nación, a los vencedores de Junín –6 de agosto 1824 – 1924; siendo Presidente de la República, Augusto B. Leguía”, En la parte posterior, hay una entrada a un amplio salón con capacidad para 500 personas. Parte de allí la escalera metálica que llega a la cúspide del monumento donde debe colocarse la bandera.

El 6 de agosto de 1925 –como había prometido el prefecto- estaba listo el monumento de granito en homenaje a la victoria de Junín. El costo total de la obra fue de quince mil libras peruanas, es decir S/. 150 000.oo soles oro. Para su fastuosa inauguración y utilizando el servicio del ferrocarril, asistieron a los campos de Chacamarca, las autoridades del Cerro de Pasco –entonces capital del departamento de Junín- presididos por el Prefecto, don Manuel Villanueva, en representación del Presidente de la República. En aquella oportunidad, muchísimos ciudadanos cerreños repletaron, inclusive, los coches de bodega.

Del Cerro de Pasco asistieron más de tres mil personas. Autoridades polìticas, representantes del Concejo Provincial de Pasco, autoridades del pueblo de Junín, una compañía de movilizables, los miembros de la Brigada de Boys Scouts del Centro Escolar de Varones No 491, presididos por el profesor, Gamaniel Blanco Murillo; también asistieron al acto, profesores y alumnos del Colegio Americano. Llegados a Chacamarca, fueron recibidos por el Gobernador del distrito de Junín, señor Francisco Villaizán y los miembros del Concejo Municipal, presididos por su Alcalde, doctor Sixto G. Dávila y el pueblo junino en general.

Como parte central del programa, se celebró una misa de campaña oficiada por el párroco de Junín, doctor Eufrasio Dávila, la alocución patriótica, a cargo del Vicario del Cerro de Pasco, doctor Esteban Quintana Guzmán. La ceremonia de bendición fue apadrinada por el Prefecto del departamento de Junín, don Manuel Pablo Villanueva, en representación del Presidente de la República. En su alocución mencionó que el pueblo del Cerro de Pasco, le había encargado la entrega de este presente al pueblo junino para su custodia, y que lo cumplía, entregándole a la persona del alcalde.

Desde entonces, augusto e imponente, se levanta este hermoso regalo del pueblo minero, al legendario pueblo junino, en homenaje a la histórica batalla de Junín. Leer más »

06/12/10: El monorriel del Cerro San Cristóbal

El cerro San Cristóbal puede asegurar que se sabe todas las de Lima. Desde las alturas, imponente, ha observado el desarrollo de la capital, sus peripecias y sus años mozos. En tiempos prehispánicos fue el “apu” del valle del Rímac.

Monorriel al cerro San Cristóbal funcionó tres años.

Desde siempre, subir a su cumbre significaba un esfuerzo casi sobrehumano, por el pesado y agitado escalamiento que entendía subir una pendiente de más de 400 metros. No fueron pocos los que sugirieron buscar un medio más fácil para ascender a la cima.

A inicios del siglo XX se elaboró el proyecto de la instalación de un monorriel. Fue en 1912, durante la gestión como alcalde de Guillermo Billinghurst. Los planos fueron aprobados por el gobierno y se construyó la obra entre el Paseo de Aguas y la cima del cerro. Un extenso cable jalaba las faldas del cerro un portasillas de fierro, en donde cabrían unas seis personas cómodamente sentadas.

Lamentablemente, el mantenimiento y el alto costo de su construcción resultaron perjudiciales para su administración, ya que poca gente lo utilizaba. Estuvo activo solo unos tres años, quedando de recuerdo algunas fotos donde se pueden apreciar dosmodelos del sistema y el coche levadizo. Ver fotos de Courret de 1912.

El monorriel al cerro San Cristóbal tenía como punto de partida el Paseo de Aguas para luego terminar en la cima del “silencioso testigo de nuestra historia”. Leer más »

01/12/10: Tacora y la historia del mercado de La Victoria

Sigue allí, imbatible, desafiando al tiempo y a las autoridades. Muchas veces trató de ser eliminado y el actual municipio (a cargo de Castañeda) estuvo a punto de lograrlo.

Tacora, ubicada en las cuadras iniciales de la avenida Aviación (Urbanización Manzanilla, La Victoria), es un populoso y peligroso mercado que cuenta con más de cincuenta años de antiguedad, donde se comercia con objetos “ajenos”. Andar por estos lares es una prueba a la valentía y salir intacto, una oda al arrojo. “Cuando uno camina por sus calles se siente perseguido, que desde la puerta del callejón que acabas de pasar ya te están chequeando. Parecen francotiradores hambrientos. Uno así camina paranoico y hasta se olvida del fétido olor que emana de aquellos peculiares personajes, “los Cachineros” de La Victoria” (Carlos Narciso 2007).

Tacora, zona de venta de artículos de dudosa procedencia, está ubicada en las primeras cuadras de la avenida Aviación, La Victoria. Durante la alcaldía de Alberto Andrade existieron siete bandas de “cogoteros” extendidas por la mencionada avenida. Foto: Energía Limpia.

La historia del mercado de la Urbanización Manzanilla, Tacora, es la historia del asentamiento de sectores populares en la capital, de procedencia provinciana, quienes, ante la necesidad de insertarte en el mercado nacional, recurren a la informalidad que ofrece la venta de productos “negros”, sin procedencia conocida. Se trata, pues, de la presencia de la cultura “chicha” (llamada así por el género musical de ritmo tropical y andino). A pesar de que no se pueda justificar estos actos, el Estado, como ente mayor, ha fracazado en la integración de estos sectores de pequeña empresa -pujante y con admiración por triunfar- en el proyecto de unidad economía nacional.

Por Tacora no es difícil escuchar narraciones como la siguiente: “(…) el burdo mercadillo de Manzanilla, más conocido como Tacora se ha disipado para dar paso, como cada tarde, inexorablemente, a los individuos más respetados de este barrio de pesadilla: los hampones. Los resignados “cachineros” (ladinos mercaderes recicladores) empujan sus triciclos o carretillas con la rapidez de quien transporta su mayor tesoro. Y los asiduos compradores huyen espantados de estas peligrosas hordas que llegan con el ocaso” (César Jesús 2007).

“Un cojudo me robó mi celular que él nunca hubiera podido comprar se corrió el hijo de p… al siguiente día lo encontré y le saqué su miércoles cojudos maricones…. aprendan a pelear …. vallan (vayan) a trabajar que a parte de inútiles lacras sociales dan una aimagen (imagen) asquerosa al país” (tildes han sido añadidas). Anónimo.

“Yo la verdad no culpo a los pirañitas, ya que lo hacen sin querer. Será por el hecho que no tenga para comer. Lo que falta es educación. Si hay más educación y trabajo no pasaría eso” (tildes han sido añadidas). Anónimo.

¿Por qué Tacora?
A esta zona se la conoce como Tacora porque antes funcionaba un emporio de autopartes robadas (“Tacora Motors”, como se la apodaba en los setentas), y ya desde ese momento era un lugar peligroso para circular. Tacora se originó cuando uno que otro comerciante se estableció allí para vender cosas usadas.

Poco a poco fue creciendo, hasta que en la década del sesenta se convirtió en un verdadero “mercado persa”, donde se ofrecía de todo: baratijas, repuestos viejos, zapatos y vestidos usados, juguetes, artículos deportivos, todo de dudosa procedencia. La atracción de ese congestionado mercado eran los precios sumamente bajos y la seguridad de que allí, en ese vasto escenario, se encontraría lo que las tiendas de Lima no ofrecían.

En la actualidad, todavía se trabaja con todo tipo de material, se pone en venta cualquier artefacto, se comercializa hasta con el alma. “Hombres y mujeres, la mayoría gente humilde, empobrecida al máximo, venden de todo: zapatos viejos, revistas pasadas, bicicletas en desuso, vestidos estropeados, fierros y maderas desechadas, repuestos, piezas de vehículos, puertas de casas derrumbadas, ventanas, lámparas, cubiertos, muñecas antiguas y maltratadas, objetos pornográficos amarillentos y pasados de moda, trajes de novia, etc.” (La República 2002). Tacora, lugar por excelente donde todo se consigue y adquiere, pero no de procedencia del todo honesta.

No hay galerías como en Mesa Redonda o en Gamarra, ni locales comerciales, ni talleres, ni tiendas levantadas improvisadamente. Se trata de un gran espacio abierto, de tres cuadras muy amplias, donde los comerciantes exponen sus productos extrañamente conseguidos, productos sin mayor valor (ibíd). El riesgo de que suceda un incendio que arrase con todo es menor, pero sí existe una amenaza latente: “puede desatarse una epidemia por la suciedad y la promiscuidad existentes, pueden y de hecho ocurren hechos delictuosos, un sismo puede producir el terror colectivo y una mortandad” (ibíd).

Alrededores de Tacora. Foto: César Panizo.

La delincuencia es evidente. Toda la muchachada bravía de los Barrios Altos, La Victoria, Rímac, etc. se juntan diariamente alrededor de las tres cuadras de Tacora para hacer de las suyas. Se ha visto en los noticieros en más de una vez cómo cogotean a los transeúntes. Sin embargo, esa actividad ha dejado de ser constante. Con el paso del tiempo, la Municipalidad ha posicionado a sus trabajadores a nuevos centros comerciales y a los amigos de lo ajeno, por otro lado, a lugares donde puedan estudiar y trabajar decentemente. Según la Policía, Tacora ya no es tan peligrosa como hace “una treintena de años”. En el 2005 más de 300 agentes impiden que cientos de comerciantes se instalen en la vía pública. Desalojados vendedores desafían a las autoridades y toman calles aledañas. Dos años después la tristemente célebre Tacora empieza a cambiar de rostro por obras de comuna limeña.

Se han impulsado normas nuevas que incentivan la formalización de estos ciudadanos. La reciente ley General de Recicladores (2009), 29419 “da la oportunidad para que los que trabajan de recicladores de manera informal, se formalicen, se agrupen, aprovechen los beneficios de la economía de escala, negocien mejores precios a los productos reciclados que venden y además constituyan PYMES y entidades registradas como cualquier otro pequeño empresario del mercado” (Energias Limpias 2010). En abril del 2010 los recicladores de Tacora se reunieron para empezar a formalizarse. Buena iniciativa.

De cuando los ricos iban a Tacora
Yo estuve en trabajando en Tacora mucho tiempo, desde el 54. Yo hacía canastillas de triciclo, tiraba bastante esa vaina. Pero como incendiaron a Tacora por el 55 ó 57, cuando entró a la alcaldía B…, en su primer período, hizo toda esa huevada, metió candela a todo. Por eso ahora que busque un voto de un ambulante a ver si le dan, está difícil, ¿sí o no? (…) Volviendo a mi trabajo, en ese tiempo yo ganaba una miseria, me pagaban veinticinco cheques diarios. De ahí tenía que salir el desayuno, el almuerzo y el tranvía.

Tacora décadas atrás, 70’s. En la actualidad sus polos laborales son La Parada y Gamarra.

En esa época, cuando robaban no respetaban a nadie, a esas paisanitas que iban los domingos con sus carteritas, juac, lo robaban, daba cólera hasta agarrar un fierro y darles. A todas las paisanitas les robaban y también a los ricos. Pero los ricos que se iban a comprar piezas antiguas para coleccionar, que en esa época había mucho, o repuestos, escasos, para carros, contrataban a un muchacho que le decían Perro; éste era protector de ricos, para eso le pagaban. El Perro, bien armado, les acompañaba desde la entrada hasta que terminen de comprar. Como el Perro sabía pelear con todas las armas, los choros le tenían miedo y no los atacaban. Era difícil que alguien se atreviera. De eso vivía el Perro. Un día se asó un tal Julián, ¿qué le decían a este?, ah, le decian Bruto, era un cuerpudo y le atacó por la espalda y mató al Perro. Desde esa época los ricos ya no pisan Tacora, ahora ya no van o sino mandan a sus choferes o empleados. Pero antes no era así. Leer más »

26/11/10: Lima y mi primera mirada a sus casonas

Era inicios del 2009 y mi atención estaba dirigida hacia el programa de Corresponsales Escolares de El Comercio. Había transcurrido unas semanas, en realidad, desde que emprendí para ese entonces, el placer de escribir en blog de los Corresponsales. Eran mis primeros días por El Comercio y también por el Centro Histórico de Lima. Nunca antes, más que un par de excepciones, estuve caminando por la ‘Lima cuadrada’, y menos aún, solo. Ese verano, recuerdo, en que me enamoré de Lima.

Un sábado en el diario, en la oficina de Imágen, acompañados de Aurora Escárate Ortiz (encargada del programa), nació la idea de escribir sobre las casonas de Lima. Se nos vino a la mente la casona Castilla, muy cerca a la Miroquesada, pero al final terminamos por la Plaza San Martín, dentro del Hotel Bolívar. Conocimos a César, joven historiador que supo centrar nuestra mirada a lo peruano. Quisiera recordar aquel primer articulo que dediqué a Lima.

Las casonas de Lima la antigua (tuvo por título inicial: ‘Las casonas de Lima la vieja’).

Lima, conocida por sus casonas coloniales y esculturas de gran embergadura nos hacen recordar lo que alguna vez se vivió en tiempos pasados. Sus faroles, edificios, parques y monumentos embellecen a la capital de la manera más elegante que los arquitectos hayan tenido en su sueño más lejano de perfección.

Algunas de las casonas representativas de los siglos pasados están en la Plaza Perú y el edificio Emancipación que guardan la avenida del mismo nombre de resplandor y color colonial.

Casonas de la avenida Emancipación, Centro de Lima. Foto: Marco Gamarra Galindo.

Otro de los lugares de gran belleza arquitectónica y escultórica es la Plaza San Martín, muy recurrida por turistas extranjeros y nacionales. Esta plaza fue inaugurada en el año de 1921 por el ex presidente Jose B. Leguía. El nombre de esta plaza no es por el santo peruano, sino por el libertador argentino. Un monumento de éste último representa al libertador montando sobre de un caballo ubicado en la parte principal de esta plaza. Además una esfinge carga los laureles del libertador coronada por un camélido.

Esfinge que carga los laureles del libertador San Martín. Foto: Marco Gamarra Galindo.

Alrededor de esta singular plaza, se ubica el Gran Hotel Bolivar, donde nos encontramos con el César Costa, quien amablemente nos mostró este prestigioso hotel por dentro. Nos relató que fue construido por los cien años de la batalla de Ayacucho y fue llamada así por consejo de Leguía. Para suerte nuestra, habia una exposición de fotos de la Lima antigua tomadas por el francés Courret Chalet.

Jirón Trujillo, Rímac. Foto: Eugenio Courret.

César nos explicó el significado de las fotos, fue como un viaje al pasado, donde pudimos apreciar desde costumbres hasta iglesias que fueron luego demolidas. Después, nos dirigimos hacia la exposición de esculturas en el mismo hotel. Allí quedamos maravillados con la obra del cajamarquino Humberto Hoyos Guevara que fue llamado alguna vez por el embajador de Sudáfrica para hacer una escultura del líder sudafricano Mandela.

Hablando de esculturas, César nos contó sobre José Pareja, otro gran escultor. Sus esculturas más resaltantes son “afilador de cuchillos”, “carretina de helados”, “las últimas noticias”, etc. Obras que al igual que las de Hoyos, asombran a cualquiera. El talento que poseen es único.

En noviembre del 2008 hubo una exposición donde estos “genios” se juntaron y dieron tremenda “cátedra” de lo que es la verdadera escultura peruana. En esta reunión Pareja dijo: “Nuestras obras hablan por si solas, no importando con el material que hayan sido facturadas sellando nuestras ideas y sentimientos, a la ráfaga de inspiración, donde han sido realizadas con la paciencia del arado de una yunta que abre surcos y va dejando huellas en el tiempo”. Por su parte Hoyos declaró: Los secretos más útiles son aquellos que no se guardan, dejémoslo a la luz en cada obra que se haga, los hallará aquel sensible corazón que busca alimentar sus sentimientos. Sabias palabras de dos reconocidos escultores que actualmente cuentan con 68 y 58 años respectivamente.

Al terminar nuestra interesante charla, en medio de esculturas y fotos que resumían “en obras a Lima”, apreciamos de una vibrante marinera integrada por dos niños. Ellos daban a los turistas el blanco estilo norteño que destila pasión.

Así acabó nuestra travesía por las calles limeñas, calles por las cuales se han vivido épocas de éxito, épocas de decadencia y épocas de júbilo. Éstas últimas las que se viven ahora. Este, nuestro recorrido buscó ilustrarles un poco de lo que es nuestra grande Lima. Leer más »