Beatriz Ávila cuenta su experiencia personal tras perder la visión hace cinco años
NATASHA MARTÍN
Beatriz Ávila Cobos es sinónimo de superación. Tras perder la visión con 37 años tuvo que dejar atrás su profesión como arquitecta para empezar a plantearse nuevas formas de moverse, de relacionarse, de aprender. Cinco años después es directora en Inserta Empleo, la consultora de recursos humanos, financiada por Fundación ONCE y el Fondo Social Europeo, especializada en formación y asesoramiento para el empleo de personas con discapacidad, desde donde busca poner en relieve el valor y la transformación que supone la incorporación de personas con discapacidad a las empresas, para que sientan, como ella experimentó, la felicidad y motivación de volver a formar parte de un equipo, de un proyecto y de un futuro activo.
-¿Qué ocasionó su pérdida de visión?
-Una situación degenerativa visual. Durante mi vida nunca supuso un problema a la hora de poder desarrollar tanto mi periodo formativo como arquitecta como mi ejercicio profesional durante los años que ejercí, pero en un momento dado se desencadenó esa degeneración que acabó derivando en la imposibilidad de continuar con el ejercicio profesional tal y como lo entendía en ese momento.
-¿Cuándo tuvo lugar esa degeneración visual?
-En 2010 ya empecé a tener problemas visuales y en 2012 ya tuvo lugar la situación de abandonar el ejercicio profesional como arquitecta. Hasta entonces todavía podía ejercer hasta cierto punto. Fue un proceso médico y administrativo bastante complejo. En esos momentos vas atravesando los distintos estadios de la discapacidad visual.
-¿Fue un proceso de aceptación progresivo teniendo en cuenta que se trataba de un caso degenerativo?
-No porque realmente, por mi parte, no había un conocimiento de que esto fuese a ocurrir. Ahora mismo habrá gente con la misma situación de glaucoma congénito que yo tuve al nacer y, aunque en mi caso se solucionó gracias a unas operaciones hasta el punto de que pude desarrollar una situación funcional sin limitaciones de ningún tipo, antes no había tanto conocimiento ni nos habían dado las directrices para que supiese que en un momento determinado esto fuese a degenerar. Hoy en día sí están los médicos en condiciones para advertir más cuál será el previsible desencadenamiento de un caso de este tipo. Por ello, la situación me vino un poco de imprevisto y me llevó a un proceso de adaptación en base a una situación un poco brusca y muy rápida.
-¿Recibió ayuda para afrontar a su nueva vida?
-Tuve la oportunidad y la ventaja de poder contar con los apoyos de los servicios especializados de la ONCE, que actúan a muchos niveles. No solamente te dan herramientas para que vuelvas a desarrollar tu acercamiento a la información, a la comunicación y a la movilidad, sino que también hay un servicio muy importante de psicología del que puedes hacer uso. La ayuda es conjunta entre todos los servicios, pero me gusta hacer hincapié en ellos porque muchas veces el tema psicológico es la parte más estigmatizada de una recuperación y a la gente le puede producir más rechazo; sin embargo, a mí me parece una ayuda extraordinaria para poder dar herramientas a alguien que, en este caso, se había quedado sin ellas. Tú forma de funcionar hasta aquel momento había sido de una manera determinada y en el momento en el que pierdes tu herramienta habitual, que es básicamente la vista, es muy difícil reconducir tu vida sin ese apoyo. Gracias a toda la ayuda de los servicios técnicos todo el proceso se encuentra, se vehiculariza y, con disponibilidad por parte de uno a la aceptación, te das cuenta de que la discapacidad es consustancial al factor humano.
-¿Qué tipo de herramientas adquirió?
-Inicié un proceso interno de formación, que me aportaban desde la ONCE, para adaptarme a las nuevas tecnologías como una herramienta de futuro para obtener y generar información, y el braille, por supuesto. Con todo ello decidí volver a estudiar y acercarme a la accesibilidad desde un punto de vista complementario al que yo tenía. Dentro de la profesión de arquitecto la accesibilidad es una parte muy importante pero sí es cierto que la visión como usuaria de los espacios que uno diseña te conceden una perspectiva más global en cuanto a la necesidad de compatibilizar las normativas arquitectónicas con la persona, en este caso, con discapacidad, que puede aportar mucho sobre cómo usar todo eso que diseñas: los pasos peatonales, las rampas, las barandillas, los marcajes y señalizaciones… todo eso cobra sentido cuando eres usuario. Por eso también es importante la organización de jornadas para compartir y expandir conocimientos con la gente.
-¿Cómo decide volver a estudiar?
-Una vez estás en el proceso de aceptación de la nueva situación funcional y estás decidida a seguir con la vida siendo una gente activo social, valoras qué hacer. Empecé un máster en accesibilidad que se llamaba «La ciudad global», desarrollado por la Universidad de Jaén en colaboración con Fundación ONCE. Este máster abordaba el concepto de accesibilidad desde muchos puntos de vista, lo que me sirvió para compatibilizar los conocimientos que yo tenía y reflexionar sobre el elemento «persona» en la ciudad. Yo no quería un máster de arquitectura en sí mismo, sino uno en el que se tratase la accesibilidad de forma global.
-Tras la ayuda y el apoyo recibidos, ¿se siente completamente autónoma?
-Es difícil clasificar el grado de autonomía porque depende mucho, no solo de mi situación funcional o de las destrezas que haya adquirido, sino de cómo interactúas con el entorno. Al final la discapacidad es eso, cómo tú funcionas y la manera en la que lo haces en relación con el diseño del entorno. Por ejemplo, si quiero comprar un medicamento que está etiquetado en braille y cuenta con la aplicación accesible que tenemos para obtener información a partir de la lectura del propio código, hay poca discapacidad ahí. Sin embargo, si voy a una tienda para comprar una caja de huevos sí surgen los problemas porque el diseño no está adaptado a las condiciones que a mí me permitan acceder a información como la fecha de caducidad.
-Dentro del entorno, ¿cuáles son las principales barreras que se encuentra una persona con discapacidad visual?
-La dificultad mayor que te puedes encontrar es que no haya llegado a un grado adecuado la adaptación de la sonoridad en los semáforos que te permita cruzar la calle con autonomía. Y, en general, cualquier tipo de falta de información, porque si utilizas un transporte público que no te ofrece información cuando estás dentro acerca de las paradas y el recorrido tampoco podrás ser autónomo. La señalización desde el punto de vista de lo táctil, que es la que utilizamos con el bastón en el rastreo, y todo lo relacionado con el canal auditivo.
-¿Cómo llegó al programa Inserta?
-Llegué al programa como usuaria, se podría decir que soy un producto del proyecto (risas), y acudí en busca de volver a realizar alguna actividad. Te orientan sobre cómo mejorar tu formación para favorecer tu empleabilidad y, gracias ello, en mayo empecé a trabajar en Femetal (Federación de Empresarios del Metal y Afines del Principado de Asturias) como responsable en un proyecto precioso para asesorar a las empresas de ese sector en la implantación de medidas de responsabilidad social con la discapacidad. Ahora hay otro compañero liderando el proyecto.
-¿Cómo fue el regreso al mundo laboral?
-Yo he vivido gracias a la inserción en Femetal cuál es el poder trasnformador de la inclusión de las personas con discapacidad en un proyecto de trabajo. No solo para uno mismo por esa alegría de volver a sentirte útil, formar parte de un equipo con un proyecto que te interese, sino que la propia empresa en la que te insertas se transforma. Aportas nuevos valores, la empresa se involucra muchísimo y se experimenta un crecimiento conjunto.
-Ahora es directora del programa. ¿Cuál es su labor?
-Ser directora del programa Inserta me parece una maravilla. Poder colaborar o replicar ese proceso en empresas comunes para que entiendan el valor que tiene también la inserción de las personas con discapacidad en su gestión… Es una labor que me tiene fascinada. En concreto me dedico a gestionar los proyectos que se llevan a cabo dentro de Inserta en dos ámbitos: las personas con discapacidad y la empresa. Por un lado se potencia la orientación, asesoramiento y formación de las personas con discapacidad demandantes de empleo. Y por otro a las empresas se las acompaña en todo el proceso de incorporar a las personas con discapacidad en sus ofertas de trabajo.
-¿Qué le diría a alguien que, al verse afectado por una discapacidad severa, se viene abajo?
-Es muy fácil que pase eso. Lo primero es buscar ayuda. Cuando te das cuenta de que existe un colectivo en el que se viven situaciones similares a las que estás viviendo en ese momento, y que al final no es algo que te deba anular como ser social, como ciudadano, estimula mucho. Si no sucede que te metes en ti mismo y te acabas convirtiendo en parte del mobiliario de tu salón. Es un proceso que tiene sus tiempos pero tienes que ser capaz de pedir ayuda para que el tránsito no se haga tan difícil. Una discapacidad no es un motivo para que tu vida se paralice, lleva un reajuste pero tú tienes que seguir viviendo porque la discapacidad es algo que ocurre, por eso hay que saber buscar las herramientas y los apoyos para seguir.
Fuente: lavozdeasturias.es