El sistema espejo del cerebro es clave para la interacción social.
Varios estudios señalaban que su función es anómala en las personas autistas.
Un nuevo trabajo determina que su actividad es normal.
CRISTINA DE MARTOS
MADRID.- Cuando alguien nos saluda con la mano, nuestro cerebro es capaz de procesar ese gesto como algo amistoso y nos permite imitarlo. Esto es posible gracias al sistema de neuronas espejo, un conjunto de células nerviosas que, hasta la fecha, se pensaba que podrían funcionar mal en los trastornos del espectro autista. Sin embargo, un estudio publicado en ‘Neuron’ indica que su actividad en normal en estos pacientes.
La teoría tenía sentido. Una de las características más llamativas de las personas con autismo es su incapacidad para la imitación, la empatía y la comprensión de la intención de los gestos de los demás. Si las neuronas espejo son cruciales para la interacción social, era lógico pensar que algo funcionara mal en este sistema cerebral. De hecho, algunos estudios parecían confirmar la hipótesis.
Pero estos trabajos pasaron por alto algo importante. “No evaluaron la selectividad de la actividad cortical en las áreas del sistema espejo para movimientos concretos”, subraya el principal investigador, Ilan Dinstein, del departamento de Psiquiatría de la Universidad de Nueva York (EEUU). Esta selectividad del movimiento no es otra cosa que la distinción que nuestro cerebro hace de cada gesto, almacenándolo mediante una respuesta neuronal única.
Es decir, cuando vemos a alguien con el puño cerrado y el dedo pulgar apuntando hacia arriba se activan una serie de neuronas, distinta de las que se ‘encienden’ cuando el pulgar está hacia abajo. Lo mismo sucede al ejecutar un gesto. Esto permite una percepción e interpretación precisa de los movimientos observados. Con la repetición, además, estas subpoblaciones dedicadas a la selectividad del movimiento se adaptan.
Según la hipótesis del sistema espejo, las personas con trastornos del espectro autista (TEA) tienen respuestas más débiles en estas neuronas y una menor adaptación. Sin embargo, Dinstein y sus colaboradores pensaron que si los estudios con monos no han aportado pruebas de que exista una relación causal entre el sistema espejo y la habilidad del primate para comprender el significado de un determinado movimiento, cabe la posibilidad de que en humanos sea similar.
Así que diseñaron un nuevo experimento para determinar la actividad de estas neuronas espejo en personas con TEA y concluyeron que su adaptación ante la observación o ejecución repetida de un gesto, en este caso de la mano, era normal. Este hallazgo sugiere que las dificultades que estos individuos tienen para comunicarse socialmente no se deben a un mal funcionamiento de este sistema.
“Nuestras investigaciones se centraron en un aspecto clave de la percepción del movimiento que estudios previos habían pasado por alto –la habilidad de las poblaciones neuronales de las áreas del sistema espejo para diferenciar distintos movimientos de la mano-“, explica Dinstein. “El hallazgo de que estos grupos de células responden con normalidad y de manera selectiva ante un gesto en particular discute la existencia de una disfunción en este sistema cerebral”, añade.
Fuente: elmundo.es
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