Investigadores del Hospital Infantil de Filadelfia en Estados Unidos han descubierto que los niños con trastorno del espectro del autismo (TEA) procesan el sonido y el lenguaje una fracción de segundo más despacio que los niños que no los padecen. La medición de las señales magnéticas que marcan este retraso podría convertirse en un método estándar para diagnosticar el autismo. Su investigación se publica en la edición digital de la revista ‘Autism Research’.
Según explica Timothy P. L. Roberts, director del estudio, “se necesita realizar más trabajos antes de que esto se vuelva una herramienta estándar pero este patrón de respuesta cerebral retrasada podría convertirse en el primera marcador biológico en imágenes del autismo”.
Los TEA son un grupo de trastornos del neurodesarrollo infantil que producen deterioros en la comunicación verbal, la interacción social y la conducta. Como muchos trastornos de este tipo, en ausencia de medidas biológicas objetivas los psicólogos y otros cuidadores se basan en juicios clínicos como la observación de la conducta para diagnosticarlos y a menudo esto no sucede hasta que el niño alcanza la edad escolar.
Si los investigadores convirtieran los resultados de las imágenes en pruebas diagnósticas estándar se podrían diagnosticar en los primeros años de vida, lo que permitiría un tratamiento más precoz. Además, el método podría diferenciar entre los distintos tipos de TEA como el autismo clásico o el síndrome de Asperger en pacientes individuales.
En su trabajo los investigadores utilizaron magnetoencefalografía (MEG), que detecta los campos magnéticos del cerebro de forma similar a como la electroencefalografía detecta los campos eléctricos. Para ello utilizaron un casco que rodea la cabeza de los niños y les presentaron una serie de pitidos, vocales y frases grabadas. A medida que el cerebro del niño responde a cada sonido, detectores no invasivos en la máquina de MEG analizan los campos magnéticos cambiantes del cerebro.
Los investigadores compararon 25 niños con TEA, con una edad media de 10 años, con 17 niños en desarrollo de la misma edad. Los niños con TEA tenían un retraso medio de 11 milisegundos en sus respuestas a los sonidos en comparación con los niños control. Entre el grupo con TEA, el retraso era similar, tuvieran o no los niños deterioros del lenguaje.
“Esta respuesta retrasada sugiere que el sistema auditivo podría ser más lento en su desarrollo y maduración en los niños con TEA”, señala Roberts. Un retraso de 11 milisegundo es breve pero significa por ejemplo que un niño con TEA, al escuchar la palabra elefante sigue procesando el sonido de ‘el’ mientras otro niño ya ha avanzado. “El retraso puede ir en cascada a medida que la conversación progresa y el niño podría quedarse atrás mientras que sus compañeros siguen el desarrollo típico”.
Fuente: europapress.es/salud/