Dos son los factores que se señalan para explicar la repentina marcha atrás del dólar en las últimas semanas. Por un lado, las subidas bursátiles de las últimas semanas han confirmado una leve recuperación de la apetencia por el riesgo, o lo que es lo mismo, que el dólar pierda su atractivo como moneda refugio.
Por otro lado, la reciente debilidad del dólar también parece estar vinculada al hecho que los operadores comienzan a darle cada vez más importancia a las rentabilidades de las monedas, y aquí cobra relevancia el reciente recorte de la tasa de la reserva federal de Estados Unidos (FED) de 0.75%, dejando la tasa de referencia entre 0% y 0.25%. A esto se uniría que el Banco Central Europeo (BCE) podría adoptar una posición más conservadora respecto a la política monetaria de la Eurozona en su próxima reunión de enero a la espera de que los bancos comerciales trasladen a sus clientes los últimos recortes de tasas. A los factores antes mencionados se debe señalar que ya habría terminado el efecto positivo de las elecciones presidenciales sobre el dólar [1].
La política de Estados Unidos no sólo se limitaría a mantener las tasas cercanas al 0% sino que también se señala la posibilidad que realice emisiones de deuda, lo que implicaría una mayor producción de dólares en el mercado, lo que empujaría aún más la debilidad del dólar. Asimismo, desde el punto de vista macroeconómico, un dólar débil actuaría como herramienta para reactivar la economía de Estados Unidos (vía exportaciones) y ayudaría a frenar la deflación (vía mayores precios de los productos importados).
Los elementos que deben ser seguidos de cerca en los próximos meses es la actuación de la reserva federal de Estados Unidos y del Banco Central Europeo, la variación de los diferenciales de las tasas de interés entre Europa y Estados Unidos, y la evolución de los fundamentos económicos de ambas regiones.
[1] En los últimos treinta y seis años, en ocho de diez casos el dólar se apreció en los tres meses previos a las elecciones