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Sociedad

13/07/11: Vida e Historia de la Huerta Perdida

La Huerta Perdida, lugar perturbador para muchos –por su índice alto de criminalidad-; tema de investigación para otros –por ser ejemplo interesante sobre procesos urbanísticos acontecidos en la ciudad capital-, sea cual fuese la razón que nos motive a comentar sobre el barrio; su problemática, su historia –y hasta su propio nombre- siempre darán que hablar.

La ‘Huerta Perdida’ o ‘Jardín Rosa de Santa María’ en 1998. Las viviendas tienen mucha semejanza entre sí.

Lima en sus primeras décadas de existencia tuvo como parte del paisaje muchas huertas y jardines. Generalmente éstas estuvieron entre las casas de la ciudad y la muralla. Su función principal era, pues, dotar de alimentos y de un ambiente de esparcimiento a sus moradores. A muchas huertas se podía ingresar por el módico precio de diez centavos y comer toda la fruta que se deseara -pero no llevársela-. En algunas también se improvisaban fiestas con guitarra y cajón. No en pocas se brindaba hospedaje a parejas ocasionales. Las huertas formaban parte de la ciudad: obligatorias para tener una vivienda completa, con todas las comodidades y recursos necesarios.

Antigua huerta de Lima. Nótese la Muralla de la ciudad.

Sin embargo, existió un considerable número de huertas en las periferias del Damero de Pizarro como las que ostentaban los descendientes españoles, órdenes religiosas y ciudadanos adinerados (la Quinta Presa y los diversos conventos para indios son una evidencia de la existencia de huertas a las afueras de las murallas de Lima) en los Barrios Altos y el Rímac. Una de ellas fue, en efecto, la ‘Huerta Perdida’, quizás la huerta más reconocida hoy en día –tal vez no por las mejores razones- pero que ha permitido volver a comentar un tema no tan investigado: el proceso de urbanización en Lima –que ocurrió de manera acelerada, por cierto, sobretodo durante el desborde popular o la incursión democrática de los migrantes en la capital-.

Una familia o grupo de amigos en una huerta de las tantas que existieron en Lima.

Los orígenes de la ‘Huerta Perdida’

Pocos saben que este sector del Centro de Lima, que en las últimas décadas ha afrontado una gran oleada de criminalidad –reflejada en los periódicos y en las noticias policiales-, tuvo antes un pasado apacible, como parte de una huerta espaciosa y de muchas hectáreas. Sus orígenes se remontan a la época colonial, cuando el Virrey José de la Serna –por cierto, el último representante personal del Rey en Perú, puesto que ya se estaba gestando la causa independentista-, por pedido de su esposa, destina un espacio de las periferias del Centro –un amplio y pacífico espacio a orillas del río Rímac- como huerta, la cual adorna de flores que autoriza traer de España. Una vez en Lima, transcurrieron días y meses hasta que las plantas empezaran a crecer y a embellecer el huerto. No es de dudar que su gran atractivo y belleza atrajo mucho la atención de la ciudad -lo que también generó la envidia de los vecinos cercanos-. Tal es así que más de uno se atrevió a robarse una a una las flores de la huerta, hasta que ésta quedó deshecha, ante la tristeza y decepción de la pareja real. Al no hacer realidad su sueño, la catalogaron como una huerta que se perdió, una ‘Huerta Perdida’.

Así como la ‘Huerta Perdida’, existieron muchas otras huertas en las riberas del río Rímac durante el virreinato. Muchas de ellas eran habitadas por gente noble que las utilizaban como caballerizas, cuidadas por los sirvientes –que eran mestizos- y que también tenían la labor de la siembra y cosecha de frutos. La ‘Huerta Perdida’, antes de ser propiedad del virrey La Serna, pudo haber tenido dicha función.

Con el paso del tiempo la ‘Huerta Perdida’ y las demás huertas fueron “habitadas por personas a las que les gustaba vivir en las chacras para cultivar plantas y flores, como viviendas-huertas. Y también una parte de estos terrenos eran cuidados por gente mala a la que llamaban bandoleros” (Carlos Solórzano: 1998). Ya en la República, durante las primeras décadas del siglo XX, la ‘Huerta Perdida’ fue habitada por personas procedentes del interior –migrantes- dedicados a la agricultura (que empezaban a construir las primeras viviendas y cuartos alquilables). En los 50’s, con mayor notoriedad, se emprendió un proceso de urbanización –precaria, con material noble- en sitios rurales como la ‘Huerta Perdida’: “(…) se hizo más poblado y la gente comenzó a hacer comités y una directiva central” (ídem).

La Huerta Perdida en 1977. La revolución demográfica que acompaña a estos procesos de urbanización redefine a Lima en su fisonomía espacial, económica y cultural.

Sobre su peculiar nombre también existe otra explicación. Clemente Ramos, un barrioaltino -cuyo testimonio se halla en el interesante libro “Barrios Altos: tradiciones orales”- comenta cómo el laberinto que era la huerta tanto para entrar como para salir era la característica que le había dado el nombre: “¿Sabes por qué su nombre de ‘Huerta Perdida’? Porque tú entrabas y no sabías por dónde salir, salías pa’ otro lado, pero no salías por donde habías entrado. Por eso le pusieron la ‘Huerta Perdida’, querías salir por donde has entrado y no podías. Si tú ibas, Amazonas se llama el otro lado, si tú te dabas cuenta salías por ahí y veías el río también, pues. Tenía un montón de salidas. Pero antiguamente sembraban flores para vender. Todo tenía dueño, era grande”.

Esto último –la venta de flores, aprovechando la cercanía de los cementerios Presbítero Matías Maestro y el Ángel- pudo haber sido el sustento de muchos pobladores de la ‘Huerta Perdida’– que habían llegado en su gran mayoría del interior del país. Carmen Rosa Mejía López, otra barrioaltina, comenta que cuando “corrían los años cuarenta, la ‘Huerta Perdida’ era una huerta perteneciente a una familia chacarera de origen ruso; y en lo que hoy es la rotonda frente a la piscina municipal estaba una caña con una cruz y a su alrededor vendían flores (…) Cuando el terremoto de los cuarenta, la pared de la huerta de la familia rusa se cayó y ellos al poco tiempo se mudaron, y no recuerdo exactamente en qué momento comenzaron a invadir gentes de no muy buena reputación, por la cual la llamaron ‘Huerta Perdida’).

Esta invasión de los 40’s-50’s, como califica la señora Rosa Mejía, corresponde al momento en que se producen grandes oleadas migratorias en Lima. Se puede decir, entonces, que la venta de flores en dicho lugar databa de mucho antes de las migraciones masivas de ambas décadas. Por otro lado, la familia de orígenes rusos, de la que también nos comenta Rosa Mejía, ha de haber tenido una vasta extensión de la huerta, como para que de la misma hayan surgido varias viviendas de pujantes migrantes. Es seguro que la propiedad de la huerta haya estado repartida entre pocas familias –antes del desborde popular-.

Delia Collantes Marín fortalece este punto con su comentario: “(…) Había un huerto de hermosas y bellas rosas, los dueños eran la familia Fernández, ellos cultivaban las rosas para luego vendérselas al cementerio el Ángel. Pero como iba pasando el tiempo y empezaron a hacerse ancianos empezaron a hacerse ancianos y pedir trabajadores para que los ayuden en el cuidado de sus radiantes rosas; y cuando fallecieron, esos trabajadores se quedaron con el huerto porque nadie lo reclamó. Así, como ellos no tenían recursos para cuidar el inmenso huerto, al correr del tiempo se iba marchitando poco a poco hasta que desapareció. La gente que iba llegando de provincias fue ocupando los lugares vacíos y así se inició la invasión de todo el huerto”. Leer más »

30/05/11: Mototaxis en el Centro Histórico

Estimados lectores, comparto con ustedes un artículo que escribió nuestro amigo Wilfredo Ardito, quien, con justificación, está indignado por el maltrato que recibe diariamente nuestro Centro Histórico.

Si bien se ha avanzado mucho en la restauración de la infraestructura patrimonial, el Centro Histórico necesita mayor limpieza en sus calles y la formalización de sus vendedores.

1º de mayo, 10 de la mañana. Un mototaxi pasa por el Jirón Conde de Superunda hacia la avenida Tacna. Hora y media después, veo a otro mototaxi atravesar el Jirón de la Unión. ¿Mototaxis en el Centro Histórico? Parece algo surrealista, pero la falta de autoridad de la actual gestión municipal genera estas situaciones.

Desde hace quince años, he llevado a mis amigos, mis alumnos y muchas otras personas a apreciar la recuperación del Centro Histórico, durante las gestiones de Andrade y Castañeda. Jamás hubo ningún incidente que lamentar, hasta hace unas semanas, cuando un borracho comenzó a molestar a uno de mis alumnos en pleno Jirón de la Unión, frente al Palais Concert. Él reaccionó con tranquilidad… pero yo estaba muy molesto, porque este incidente reflejaba la ausencia de vigilancia.

Efectivamente, el sábado siguiente comprobé que a las 4 de la tarde había sólo un sereno en todo el Jirón, sólo uno en la Plaza de Armas y sólo uno en la Plaza San Martín. Quise pensar que habían destinado más efectivos a Barrios Altos, pero en mis últimas visitas no he encontrado ninguno y tampoco en Montserrate.

Paulatinamente, he comprobado con tristeza las consecuencias de la falta de autoridad: en el jirón Andahuaylas, la venta callejera de animales ha proliferado a niveles escandalosos. En la avenida Abancay los taxis han vuelto a invadir los carriles para ómnibus. En la Plazuela Santo Domingo, a cincuenta metros de la Municipalidad, ha sido arrancada la placa del monumento al Petiso. En varias oportunidades he encontrado vendedores ambulantes de frutas en el Jirón Callao y en Camaná. Ayer he visto personas ebrias bebiendo en la calle a plena luz del día. El problema no sólo afecta al Centro Histórico: en la Arequipa las combis ya se olvidaron de respetar los paraderos.

Otra situación que parece irse de las manos a la municipalidad es la contaminación visual: actualmente las gigantografías cubren los edificios más representativos, desde la iglesia de Santo Domingo hasta el Palacio de Gobierno. La Casa de la Literatura es uno de los peores casos. La Alcaldesa ha manifestado su rechazo a las gigantografías, pero muchas banderolas son colocadas por la propia municipalidad, anunciando cuanta actividad organiza la comuna, desde conciertos hasta talleres de presupuesto participativo…y permanecen semanas después del evento anunciado. El mayor ensañamiento es con el Jirón de la Unión: todos los postes tienen anuncios municipales y hay gigantografías en cada entrada del jirón. ¿Cómo pedirle a Oeschle que no lo haga? Ni el Parque de la Exposición se salva de la obsesión municipal por las banderolas. Leer más »

13/10/10: Cuando el cine es reflejo de la sociedad en la cual se produce

La inmensa popularidad del cine ha extendido la idea u opinión, entre sociólogos e historiadores cinematográficos, de que este arte refleja de algun modo los miedos, deseos y necesidades de una sociedad en un tiempo determinado. La identidad que siente el espectador con la sociedad retratada en una película de su época es una de las razonas por la cual el cine tiene tanta acogida en el siglo XX, y hasta nuestos días.

El cine mantiene una estrecha vinculación con la sociedad en que se produce porque todo proceso de realización de una película tiene lugar en un contexto social. Los realizadores son miembros de la sociedad y, como tales, no están menos sujetos a las pasiones y normas sociales que otro. En el libro “Teoría y práctica de la historia del cine”, los autores Allen y Gomery definen a las películas como “representaciones sociales”. Es decir, en el fondo, sus historias e imágenes fílmicas proceden o derivan de un entorno social.

Los estudios que tratan de comprender las culturas nacionales de cada país centran también sus estudios en el cine ya que éste retrata las normas vigentes de una sociedad en una época. Con esta idea Kracavuer, en su obra “De Calagari a Hitler”, realiza una cuidadosa examinación a más de mil films alemanes de 1919 a 1933. En ellas percibe los traumas sociales y psicológicos que atraviesa la sociedad teutona. Ha logrado conocer esta idiosincracia gracias al cine, el cual, en este caso, recoge todas las inquietudes y realidades que afronta Alemania tras la Primera Guerra Mundial. Los temas en común de esta época del cine alemán son la elección entre tiranía o caos, la incapacidad de la clase media, la explotación de los obreros, etc. Leer más »

28/08/10: El oso de los mil lugares de Lima

De silenciosa figura, pétrea rigidez y curiosa mirada -pienso que me estuvo mirando al detalle tanto como yo a él-, el oso panda, ente urbano con vida propia que observé con inmutable curiosidad en mis caminatas a los suburbios de Lima, tiene autor. El nombre calle de este graffer limeño es Poet. Su obra encierra el más profundo significado de la vida urbana de Lima, un modo de expresión donde la calle habla, se manifiesta y cuenta los más oscuros secretos de su problemática.

“Mírame a los ojos y verás lo que soy”. Foto: Mutandourbano.

Poet, antes de haber creado a su máximo representante del arte que pregona -el oso panda, de múltiple personalidad-, se dedicó a escribir, a puño limpio, versos que expresaran sus sentimientos más recónditos en las diversas cuadras de los Barrios Altos y de otras entrañas de Lima. Uno de ellos, quizá el más inspirado, dice: “Sueños e ilusiones / son mis únicas pasiones / de aventura y peligro / que dan forma a mi delirio”. Pronto, con la indiferencia habitual hacia el graffer por parte de la sociedad capitalina, tuvo que cambiar de estrategia, de modo que su herramienta de voz se amplie y abrigar, con ello, la esperanza de que parte de su personalidad, su arte, sea aceptada por la sociedad. Era el momento del oso panda, inspiración del peluche que regaló alguna vez a su pequeña hija.

El oso panda en acción. Foto: Poet.

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17/07/10: Pachacútec y recuerdos de mi visita

Me asomo por el bus. Estoy en Pachacútec, mi destino. Una intensa brisa acaricia mi rostro. Observo el paisaje y entiendo por qué la pobreza no es la mejor opción para vivir. Claro, uno suele decir que no es pobre y que por lo tanto no vive en la pobreza, pero sin darnos cuenta, vivimos entre la pobreza, entre lugares como Pachacútec.

Pachacútec, ubicado al norte de Lima. Foto: Marco Gamarra Galindo.

Muchos niños caminan descalzos por las arenosas calles que aún desconocen lo que es el pavimento; las casas forman parte de ese escenario incipiente, gris, de los grandes asentamientos humanos de la capital. Ellas parecen tener autoridad propia, reglas en común que sus habitantes imponen y que el Estado acepta con una indiferencia que va creciendo. Se levantan si ven algo injusto, se juntan por los ideales que buscan. Son más que parientes. No solo los une la forma de vida. Sus vidas también son dignas de elogio, de superioridad provinciana. Son muestras de que en el lugar más remoto se pueden realizar nuestros sueños, aquellos que nos han asesiado en más de una noche y que son la prueba de que aspiramos siempre a algo mejor. Varios grandes comerciantes, empresarios provienen de estos lugares. La realidad es muy extrema en el caso Pachacútec. Sin embargo, personajes como Gastón Acurio vienen apostando e impulsando un desarrollo profesional importante en estas zonas.

Transcurso en Pachacútec. Foto: Marco Gamarra Galindo. Leer más »

12/07/10: El migrante y su ejemplo vencedor

A pesar de haber ocupado un espacio digno en la sociedad, a base de dedicación y esfuerzo, el peruano de rasgos indígenas y andinos parece que no es considerado como ciudadano en su propio país. Se le discrimina y reprocha su condición de nuevo participante en una sociedad transicional tal como lo es la limeña. Más aún, se lo asocia con estereotipos, como podría decir el sociólogo Gonzalo Portocarrero, de carácteres negativos y hasta hirientes. Sin embargo, el tema no es reciente. Para explicar lo que sucede debemos conocer que el racismo particularmente contribuyó en la formación de estereotipos, en la indiferencia del Estado hacia estos sectores relegados y en la persistencia de una discrminación que tuvo sus orígenes en las estructuras coloniales de dominación social.

Foto: Marco Gamarra Galindo.

Según Nelsón Manrique, catedrático de la PUCP, el racismo tiene mucha presencia en la sociedad actual. Esto se debe a que la República “nació sin el indio y contra el indio” (frase de José Carlos Mariátegui). La naciente República, explica Manrique, adoptó los criterios de dominación social propios de las estructuras coloniales. La nueva burguesía estuvo conformada por sectores criollos que estuvieron ajenos totalmente a la realidad indígena pero no solo ello, sino que contribuyeron en la consolidación de un discurso segregacionaista, cuya base de la sociedad estaba regida por la división de castas y estamentos, y hasta antiindigenista. Este discurso difundió estereotipos racistas vigentes hasta hoy “como los que asocian al indígena de pobre, infeliz, miserable”, comenta Gonzalo Portocarrero.

Foto: Marco Gamarra Galindo.

Con el paso de los años, a través de las migraciones, por ejemplo, el personaje de rasgos andinos se hizo partícipe principal de su dinámica económica, social y cultural propia. Su figura, el “cholo”, sufrió el embate de una sociedad racista, que ante los logros del migrante, terminó cediendo hasta brindarle la oportunidad de ocuparse de los asuntos más importantes del país como es el cargo de la presidencia. Leer más »