El domingo 9 de septiembre acompañé a un grupo de personas con discapacidad visual a realizar un recorrido por dos espacios públicos del barrio de Santa Beatriz: los parques Cervantes y Washington. La visita fue organizada por Vladimir Velásquez, administrador de Lima Antigua, un portal virtual dedicado al rescate de la memoria de la ciudad. Se trata de un circuito especialmente diseñado para los miembros de la Unión Nacional de Ciegos del Perú, institución que promueve el desarrollo integral de las personas invidentes.
Palpando las placas del Monumento a George Washington, Cercado de Lima. Foto: Lima Antigua.
Recorro las primeras cuadras de la avenida Arequipa en horas de la mañana. Siento una armonía inusual en esta parte de la ciudad: no escucho bocinazos, no veo personas apresuradas ni me siento invadido por una marea de vehículos. Recuerdo que es domingo, día en que la Municipalidad cierra toda la vía para que las personas realicen actividades deportivas o recreativas.
Me dirijo al parque Cervantes, donde varios integrantes de la Unión Nacional de Ciegos del Perú (UNCP) iniciarán una visita a dos plazas de su ciudad con la ayuda de Vladimir Velásquez, director del proyecto cultural Lima Antigua, quien ha diseñado una guía, enfocada en el tacto, el olfato y el oído, que permite que las personas invidentes puedan disfrutar del patrimonio cultural de su ciudad.
Caminando en el parque Cervantes. Foto: Lima Antigua.
Ya ubicado en el parque Cervantes, diviso dos esculturas elevadas sobre un pedestal. Es el punto de encuentro. A unos metros, me encuentro con mi amigo Andrés Devoto, integrante del colectivo Despierta Lima, y nos acercamos a Vladimir y a las personas de la UNCP, quienes nos dan la bienvenida.
Reunidos frente al único monumento que tiene el parque, Vladimir nos ubica espacialmente: al norte, la avenida Saco Oliveros; al sur, la casa del Embajador de Estados Unidos; al oeste, la avenida Arequipa; y al este, la avenida Petit Thouars, donde se encuentra el mítico local de Radio Nacional. Estos datos son importantes para orientarnos en el territorio.
Aprovechando la quietud y el sosiego que nos regala un domingo, Vladimir nos pide escuchar el cantar de las aves. Es cierto, ausente el bullicioso sonido del tráfico limeño, las aves aparecen en la escena urbana. También recibimos descripciones del parque: árboles gigantes nos rodean. Hay hojas regadas sobre el césped. Algunas familias caminan o se sientan en las bancas. Vamos creando imágenes en nuestra mente.
Descubriendo la flora del parque Cervantes. Foto: Lima Antigua.
Vladimir nos revela que el monumento, en realidad, no conmemora al escritor Miguel de Cervantes Saavedra, pese a que el parque lleva su nombre (este dato también figura en el registro de esculturas monumentales del Ministerio de Cultura). Se trata, más bien, de un grupo escultórico que rinde homenaje al almirante francés Bergasse du Petit Thouars, quien tenía a su mando una escuadra neutral durante la Guerra del Pacífico, y salvó a Lima de ser ocupada violentamente por el ejército chileno.
Una de las esculturas representa al marino Petit Thouars en cuerpo entero y en posición de perfil, con vestimenta militar. A su lado, mirándolo en actitud de agradecimiento, se encuentra una mujer que porta una corona y está cubierta por una manta bordada. Ella encarna a la ciudad de Lima. Todos nos sorprendemos de esta escena, retratada por el escultor peruano Artemio Ocaña.
Junto al monumento a Petit Thouars, que mantiene sus piezas, a diferencia de las esculturas que adornan otros espacios públicos (como las de las Plazas Dos de Mayo y Ramón Castilla), que han sido sustraídas o robadas. Foto: Lima Antigua.
La señora Teresa Pezet me comenta que estas visitas le permiten renovar energías para continuar sus proyectos artísticos. Es una reconocida acordeonista. Entre sus metas está alcanzar un récord Guinness como la adulta mayor que interpreta el mayor número de composiciones. Tiene en su repertorio más de doscientas canciones.
Vladimir observa detenidamente el grupo escultórico. No quiere obviar algún detalle que pueda explicar su valor o la historia que conmemora. Describe formas, alturas y dimensiones. Las personas con discapacidad visual preguntan sobre la pareja y comentan los momentos difíciles que debieron vivir los vecinos de Lima durante la ocupación de la ciudad. Sin embargo, pese a contarnos esta historia, el parque fue bautizado por la Municipalidad como Parque del Estadio. Al respecto, el señor Aurelio Benites, profesor retirado de Historia y Geografía, muestra su malestar: “En Lima no queremos nuestra cultura”.
Con la ayuda de sus guías, las personas invidentes suben con cuidado los escalones del monumento para tocar las dos placas incrustadas en el pedestal. Sus manos se desplazan libremente por las decoraciones geométricas y las escrituras en relieve. Sienten un escudo del Perú y un anagrama de Francia.
Develando los secretos del monumento a Petit Thouars. Foto: Lima Antigua.
Luego, Vladimir me propone colocarme en la situación de una persona con discapacidad. Pone una venda sobre mis ojos y me provee de una vara larga y delgada. Carezco de mi sentido de la vista. El bastón guía que tengo entre mis manos cobra gravitante importancia: con él puedo advertir la superficie que me rodea y dar pasos sin tropezarme en una ciudad que ahora cobra otra apariencia. Una más incógnita y desconocida.
Cogidos del brazo de mi amigo Andrés, la señora Teresa y yo cruzamos el parque. Caminamos por la vereda que, en ciertos tramos, ha sufrido rupturas. Con la ayuda de mi guía y el bastón, evito una caída. Mi rostro es más sensible al viento. Mis oídos escuchan sonidos anteriormente desapercibidos. Llegamos a la avenida Arequipa, atravesada de manera intermitente por personas que hacen jogging. Cruzamos una calzada hasta llegar a la berma central.
Desplazándonos por la ciudad. Foto: Lima Antigua.
En la acera existe un carril estrecho que funciona como una ciclovía bidireccional. No hay alguna señal que pueda indicarle a una persona invidente que se trata de una vereda exclusiva para el uso de bicicletas. Muchas personas se desplazan en ese medio a alta velocidad, lo cual podría generar accidentes. El señor Aurelio relata que se ha encontrado con personas distraídas en la calle (con celular en manos) que se han tropezado con él y que le han recriminado. Resulta claro que infraestructura y sociedad debieran adecuarse para que las personas con discapacidad puedan caminar libremente.
Transitando en la berma central de la Avenida Arequipa. Carril peatonal. Foto: Lima Antigua.
Testigo de nuestras reflexiones, en plena berma central de la Avenida Arequipa, se encuentra la Fuente de los Atlantes, obra de la escultora estadounidense Gertrude Vanderbilt. Esta fuente ornamental, obsequiada por la colonia norteamericana en 1924, capta nuestra atención. Está compuesta por una poza circular, dentro de la cual yace un pedestal, sobre el cual se elevan tres hombres desnudos, quienes sostienen una concha llena de vegetación.
Vladimir identifica las características físicas de las figuras: son personas altas, de rasgos europeos y de cuerpos fornidos. El señor Aurelio, a modo de broma, señala que la escultora se inspiró en él para la obra. Todos estallamos a carcajadas. Al igual que el monumento a Petit Thouars, esta obra tiene figuras hechas de bronce. Sin embargo, ambas están pintadas totalmente de negro. Esta decisión, explica Vladimir, tiene una explicación económica y no estética: se debe a que las autoridades municipales buscan ahorrar recursos en el mantenimiento. Ello nos decepciona a todos.
Junto a la Fuente de los Atlantes. Foto: Lima Antigua.
Ahora, nos movemos hacia la Plaza Washington. Mi amigo Andrés nos facilita mucho la movilidad: nos orienta el camino con su brazo y nos advierte de escalones o sardineles. Aun así, sigo utilizando mi bastón guía para anticipar algún espacio vacío. En este tránsito, me percato que mi vida, hasta antes de vendarme los ojos, había estado regida primordialmente por el sentido de la vista. Dependía de él. A diferencia de las personas con discapacidad visual, no he desarrollado mis otros sentidos. Me pregunto por qué nuestra sociedad privilegia la vista.
Llegamos al monumento a George Washington, uno de los padres fundadores de Estados Unidos. Está representado de pie, mirando al horizonte. En este espacio público, nos cuenta Vladimir, existía una banca semicircular que se caracterizaba por su capacidad para transmitir sonido. Una persona se sentaba en uno de sus extremos y podía murmurar unas palabras que eran escuchadas inmediatamente por la persona sentada en el otro extremo.
Este equipamiento parlante del parque fue retirado por la Municipalidad en una remodelación. Una pérdida que nos entristece a todos los asistentes. No podemos creer cómo las autoridades realizan este tipo de acciones sin tener en cuenta a los vecinos. Coincidimos en que no existía ninguna justificación para la demolición de dicho elemento.
La visita culmina, así, con varios sentimientos encontrados. Es verdad, estamos felices porque pudimos conocer la historia de Lima. Los sentidos del tacto, el oído y el olfato (y no únicamente la vista) nos permiten descubrir sus monumentos y plazas. De paso, hemos ejercitado nuestra mente: las descripciones de Vladimir y las sensaciones experimentadas quedan registradas en nuestro recuerdo, a modo de orientación, para cuando nos encontremos nuevamente en los lugares recorridos. Es decir, hemos construido memoria de nuestra ciudad.
Lima nos cuenta sus historias. Foto: Lima Antigua.
Así como esta actividad, Vladimir ha realizado muchas otras con la UNCP (unas quince, desde el año pasado), como parte de un proyecto que denomina “En con-tacto con el Patrimonio”, el cual está derribando muchas de las barreras que coloca la sociedad a las personas invidentes. Y es que se desplazan por su ciudad, disfrutan de los espacios públicos, ejercen su autonomía al explorar el mundo con sus propios sentidos e intercambian conocimientos. “A diferencia de otros guías, Vladimir no se cree el dueño de la verdad: reconoce los aportes que nosotros podemos dar a sus explicaciones”, me indica la señora Teresa.
Interactuando con el patrimonio cultural. Foto: Lima Antigua.
Vladimir señala que las personas con discapacidad visual gozan de derechos culturales y que no deben estar marginalizados en casa. A diferencia de las que podemos ver, han desarrollado sus otros sentidos. El grupo sorprende a muchos transeúntes (en varios momentos de la visita, hubo personas que los miraron con extrañeza o sorpresa). Esta iniciativa ciudadana rompe estereotipos. Es muy loable y debería ser promovida por las Municipalidades y el Ministerio de Cultura.
El Estado tiene la obligación de respetar y garantizar los derechos fundamentales de las personas con discapacidad visual, entre ellos: el disfrute de la cultura. Para ello debe adoptar acciones positivas que superen las barreras existentes en la sociedad. Foto: Lima Antigua.
Por otro lado, este recorrido también nos muestra lo hostil que Lima puede ser para estos ciudadanos: no hay infraestructura o señalización adecuadas para que puedan caminar libremente. Tampoco existe empatía por parte de la sociedad para revertir dicha situación. Advertimos, entonces, que la discapacidad radica en la comunidad y no en las personas con discapacidad (que, con las ayudas pertinentes, pueden realizar actividades culturales como cualquier otro vecino).
En Lima existen muchas limitaciones a la movilidad: abundan los semáforos malogrados, las veredas rotas y estrechas, los medidores de agua abiertos, los obstáculos en las rampas, etc. Foto: Lima Antigua.
Es imperativo que las autoridades y la sociedad nos involucremos en propiciar la participación de las personas invidentes en la vida cultural de nuestro país. El patrimonio de Lima debe ser disfrutado por todos y todas, en igualdad de condiciones y sin discriminación. La protección de casonas, monumentos, plazas y otros bienes culturales depende también de las personas con discapacidad visual: de sus opiniones sobre la manera cómo se gestiona la cultura, de su sentido común y de sus conocimientos.