La alegría de escuchar que un hijo, sordo y sin habla, por primera vez dice “mamá” es difícil de describir para María Ríos.
Ella es madre de uno de los 73 niños ecuatorianos que se han beneficiado de un programa estatal destinado a personas de escasos recursos económicos y por el cual los menores reciben de manera gratuita un implante de electrodos que les devuelve sus capacidades auditivas.
Las operaciones se realizan desde el año pasado en el hospital público Baca Ortiz, de Quito.
Según la médica a cargo del área de otorrinolaringología, Susana Rodríguez, el costo del implante, sumando gastos por honorarios de los especialistas y la terapia posterior, podría llegar hasta unos US$40.000 en un sanatorio privado del país.
Ese gasto es asumido por el Estado en el caso de los niños que son aceptados dentro del programa.
El implante consiste en un filamento que contiene electrodos, los cuales al ingresar al interior del oído se ubican dentro de la cóclea –de allí el nombre de implante coclear- y estimulan el nervio auditivo.
En una primera convocatoria efectuada por el Ministerio de Salud de Ecuador a principios de 2008, cerca de 300 niños con sordera se presentaron al Hospital Baca Ortiz.
Edad crucial
Pero no todo niño hipoacústico o sordo está calificado para recibir el implante. La doctora Rodríguez explica a BBC Mundo que la edad es crucial para determinar un candidato.
“Los niños hipoacústicos poslinguales, aquellos de más de tres años que por diversas razones fueron perdiendo la audición, son aptos para el implante, pues ellos tienen en el cerebro la información auditiva. Por otro lado, los pequeños que nacen con sordera deben recibir el implante antes de los tres años, pues sólo con él aparece el oído”, apunta Rodríguez.
En ello coincide Jenny León, terapeuta del lenguaje del hospital, quien manifiesta que la recuperación de la capacidad de hablar en un niño sordo y el desarrollo del lenguaje hasta llegar a una edad adulta son más exitosos si el pequeño recibió el implante durante el período de plasticidad cerebral, de 0 a 3 años.
“Un niño de dos años que recibe el implante es capaz, tras un año de terapia, de decir unas diez palabras completas. Eso es mucho más difícil en niños más grandes”, explica León a BBC Mundo.
Antes de la operación, los infantes considerados aptos para el implante deben pasar por diversas áreas médicas como psicología, pediatría, radiología, genética y otorrinolaringología.
Los implantes, colocados por médicos ecuatorianos, son importados desde Estados Unidos, Europa y Australia por empresas comerciales en Ecuador que mantienen un acuerdo con el hospital Baca Ortiz y, para ser utilizados, deben contar con la aprobación de la Administración de Drogas y Alimentos estadounidense (FDA, por sus siglas en inglés).
Alcance del programa
Los médicos del Hospital Baca Ortíz esperan seguir recibiendo el aporte del Estado ecuatoriano para el programa de implantes cocleares. El plan es llegar a 90 niños operados a fines de este año y continuar con el servicio durante 2010.
Pero también se espera que el programa amplíe su alcance, tanto a otras ciudades del país como a otros centros de salud comunitarios que no dependen directamente del Estado.
En la ciudad de Guayaquil, además del sanatorio público Francisco de Ycaza Bustamante -que planea avanzar en la aplicación del programa-, el hospital de niños Roberto Gilbert, a cargo de la Junta de Beneficencia, ha planteado al gobierno ecuatoriano un trabajo conjunto para la realización de implantes cocleares en ese centro.
La Junta de Beneficencia de Guayaquil, que maneja el hospital Gilbert y otros sanatorios, es una ONG dedicada a servicios comunitarios y de salud.
“El gobierno no ha incluido al hospital Gilbert en este programa, aunque nosotros estamos en plena capacidad de colocar implantes cocleares y tenemos pacientes para hacerlo”, se queja a BBC Mundo el médico jefe de Otorrinolaringología del hospital Gilbert, John Parker.
El médico sostiene que el programa estatal de implantes cocleares debería diversificarse en el país, añadiendo que ello tendría que efectuarse sin perder de vista la importancia de que tales operaciones se realicen en centros de salud que cuenten con cirujanos especializados y con la infraestructura adecuada.
Testimonios
En el Hospital Baca Ortiz, las doctoras Rodríguez y León no ocultan su emoción al recibir para una evaluación a un grupo de los niños que fueron operados allí.
“Para mí es un regalo que me puso Dios para servir a los niños pobres de mi país”, dice Rodríguez, quien ha participado en las 73 operaciones efectuadas hasta la fecha en la institución médica.
Los niños corren de un lado a otro, ríen, pronuncian palabras, medias palabras y otros llegan a decir frases completas. Todo ello mientras sus padres cuentan a BBC Mundo lo que ha significado para ellos y sus hijos este proceso.
“Al año y medio mi hijo tuvo meningitis y a causa de ello le vino sordera. A los tres años no escuchaba nada. Empezó a usar audífonos y luego intentamos que logre hablar con terapia de lenguaje, pero eso no funcionó del todo”, cuenta Marta Sinchiguano, madre de Eric Hurtado, de 12 años.
“A los 11 fue operado con el implante y ahora él entiende y puede conversar un poco. Ya es capaz de medir el peligro cuando está en la calle, y ha podido ir a la escuela y compartir con niños que no tienen su problema”.
Por su parte, Paulina Verdezoto, relata lo que vivió con su hijo Alex Altamirano, de 7 años:”Lo operaron cuando cumplió seis años. Fue una felicidad grande escuchar que decía sus primeras palabras”.
“Pero también ha sido un duro proceso -advierte-. Yo no puedo ir a trabajar porque tengo que estar siempre pendiente de él. Es como empezar de cero en el desarrollo del lenguaje y eso es estresante. Pero estamos contentos de que ha mejorado mucho”.
Fuente: BBC Mundo
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