El espíritu aventurero de los discapacitados

El príncipe Enrique se unió a cuatro heridos de guerra británicos en una aventura asombrosa: una caminata sin asistencia hasta el Polo Norte.

El cuarteto incluyó a Steve, que sufrió una fractura en su espina dorsal, y Jaco, a quien le falta parte de un brazo.
Pero Steve y Jaco no son ni de cerca los primeros en someter a su cuerpo a una exigencia extrema una vez se han tenido que enfrentar a una gran lesión.

¿Por qué son tantos los discapacitados que se aventuran con cosas que la mayoría ni se plantea hacer?

En 1947, Denny Denly disfrutó de unas particulares vacaciones en Suiza. En silla de ruedas por la polio, recorrió más de 2.400 kilómetros por los Alpes en un triciclo motorizado que no pasaba de 50 km/h.
En su viaje, pasó por puertos de montaña de hasta 2.440 metros. Su viaje protagonizó un documental de la BBC. La reacción del público fue tan positiva que llevó al lanzamiento de la Asociación del Triciclo para Inválidos.

Un piloto invidente

Ciego y sin parte de una pierna por una mina durante la II Guerra Mundial, el escalador Syd Scroggie no se amilanó y completó 600 picos.
“Como quiera que llamemos a las montañas, no tienen nada que ver con la visión”, dijo una vez. “Es una experiencia interior y puede ser tan conmovedora que da para saborearla con los ojos abiertos o cerrados”.
Otro intrépido invidente del que se puede hablar es el británico Dave Heely, que perdió la visión a los 18 años, acaba de completar diez maratones en diez días mientras viajaba entre la salida de uno y otro como parte de un tándem ciclista.
Eso fueron más de 1.200 kilómetros de bicicleta y 400 kilómetros corriendo.
Myles Hilton-Barber, también invidente, es posiblemente el más conocido aventurero minusválido del Reino Unido. Perdió la visión a los 21 años, pero no empezó su carrera de aventuras hasta los 50 años. Ahora viaja por el mundo gracias a su trabajo como conferenciante motivacional.
Hilton-Barber completó una ultramaratón de once días a través de China desde el desierto del Gobi y la Gran Muralla.
Fue el primer piloto ciego en completar un trayecto de 55 días y 21.000 kilómetros de ultraligero desde Londres a Sidney usando un dispositivo de navegación por voz.
Completar estas increíbles hazañas, según él, ha cambiado su perspectiva sobre lo que es sufrir una discapacidad.
“Antes de haber empezado a hacer esto, pensé que necesitaba ver para ser feliz. Ahora me doy cuenta de que se trata de no centrarte en lo que no puedes hacer sino es proponerte lo que quieres y después imaginarte qué puedes conseguir. Siempre quise ser piloto”.

También hay vagos
Pero no todos los minusválidos sienten que necesitan poner a prueba sus límites físicos y mentales, según la activista Barbara Lisicki.
“Nunca podré escalar una montaña o caminar por la jungla, pero no me importa”.
“Los discapacitados haciendo cosas que el resto del mundo tendría que luchar para conseguir los hace geniales, pero la mayoría de nosotros estamos bien de la forma que somos y no necesitamos probarnos”.
La necesidad de escalar enormes montañas no es algo que sienta la humorista Francesca Martínez, que sufre una parálisis cerebral.
“Soy demasiado perezosa como para hacer algo así”, comenta.
La BBC le ofreció participar en un programa de aventuras, pero lo rechazó. “Les dije, si tienes un programa que se llame ‘tirado en una playa del Caribe, llámame’. Mi meta de cada día hacer tres grandes comidas y dormir 12 horas”.

¿Sustituto de los fracasos ordinarios?

Una pregunta que cabe hacerse es si el espíritu aventurero es un sustituto de su falta de éxito en la vida diaria, como por ejemplo, el desempleo.

Heely cree que el revuelo que despiertan en los medios sus hazañas le ayuda a prevenir de convertirse en personas sedentarias.
“Me despidieron de un empleo en ventas en los años 90 y, siendo ciego, sabía que no iba a tener oportunidad de encontrar un trabajo similar. Es gracias a mis desafíos que me convertí en un conferenciante motivacional que trabaja en escuelas”, comenta.
En los medios, se suelen ver historias de personas con alguna discapacidad que llevan sus cuerpos al extremo.
Hilton-Barber cree que la atención mediática es una motivación importante para un aventurero discapacitado. Para él, un minusválido que ve a alguien que también lo es luchando de forma extrema son inspirados a pelear por un nuevo sentido de identidad.
“Les da un estatus. La discapacidad te roba la confianza. Perdí mi dignidad, mi independencia, pero puedo saltar de un avión y la gente me respetará”.
Pero Lisicki tiene su propia teoría sobre por qué los medios reproducen estas historias.
“A la prensa siempre le gusta centrarse en el viejo estereotipo de lo trágico pero valiente. A principios de este año, 5.000 discapacitados marcharon contra los recortes del gobierno, nadie les hizo mucho caso porque mirarlos resultaba incómodo”, opina.
“Es mucho más fácil fijarse en uno y decir, ‘¿no son maravillosos?'”.
Pero sea por amor a la aventura, probar que su minusvalía no es una barrera o, como dijo Jaco, para “regresar a vivir la sensación de poder hacer algo”, el fenómeno de los aventureros discapacitados parece que va a continuar.

Pioneros

1998: Tom Whittaker fue el primer minusválido en hacer cima en el Everest. Había perdido un pie por quemaduras en la escalada.
2004: Michael McGrath se convirtió en el primer minusválido en liderar expediciones a ambos polos. Sufría distrofia muscular desde los 18 años.
2007: Geoff Holt, que sufría paraplegia por un accidente haciendo submarinismo, se convirtió en el primer discapacitado en navegar alrededor de Gran Bretaña. Un viaje de casi 2.300 kilómetros que le llevó 109 días.
Fuente: bbc.co.uk

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