“Alternative facts”: Cuando no puedes aguantar la verdad

alternative facts (3)

Source: internet

alternative facts (4)

Source: Internet

alternative facts (5)

Source: Internet

Full House TRES POR TRES BAMBA

Full House “Alternative Fact” version. Image: Internet

alternative facts (8)

Source: Internet

 

Image: Facebook

Image: Facebook

Imagen: Internet

Imagen: Internet

Imagen: Internet

Imagen: Internet

Imagen: Internet

Imagen: Internet

Imagen: Internet

Imagen: Internet

alternative facts (10)

Pic source: Intenet.

El meme del día

 

Alan recibe latigazos de por parte de Jesús por ponerlo como imagen de la corrupción en el Morro Solar de Chorrillos. Gracias ODEBRECHT.

Ex presidente Alan García recibe latigazos por parte de Jesús por ponerlo como imagen de la corrupción en el Morro Solar de Chorrillos. Gracias ODEBRECHT. Imagen: Facebook

Alan García y su campaña presidencial 2016.

Alan García y su campaña presidencial 2016. Imagen: Facebook.

Ex-presidente Alan García junto a Fernando Barrios, el ex ministro que al salir del puesto se indemnizó a si mismo por "despido arbitrario" cuando los ministros son funcionarios públicos de libre designación y remoción. Pendejazo!

Memorex para el pueblo: Ex-presidente Alan García (Der.) junto a Fernando Barrios (Izq.), el ex funcionario al salir del puesto se indemnizó a si mismo por “despido arbitrario” cuando dejó el puesto de presidente de ESSALUD para asumir un ministerio (además que el puesto es de funcionario de libre designación y remoción). Pendexazo! Después de un “sorprendente” acto de honestidad (en verdad fue el foco público y el escándalo) devolvió el dinero a las arcas del Estado que sostienen todos los ciudadanos con sus impuestos. Ver: http://elcomercio.pe/politica/gobierno/fernando-barrios-habria-cobrado-90-mil-soles-despido-arbitrario-cuando-dejo-essalud-noticia-673340

 

Lo bueno, lo malo y lo feo del TPP

En presente articulo fue publicado el 12 de Octubre de 2015 en: americaeconomia

2017: U.S. President Donald Trump holds up the executive order on withdrawal from the Trans Pacific Partnership after signing it as White House Chief of Staff Reince Priebus stands at his side in the Oval Office of the White House in Washington January 23, 2017.   REUTERS/Kevin Lamarque      TPX IMAGES OF THE DAY - RTSWZWJ

2017: U.S. President Donald Trump holds up the executive order on withdrawal from the Trans Pacific Partnership after signing it as White House Chief of Staff Reince Priebus stands at his side in the Oval Office of the White House in Washington January 23, 2017. REUTERS/Kevin Lamarque TPX IMAGES OF THE DAY – RTSWZWJ

Dos objetivos explícitos tiene Estados Unidos con el Acuerdo de Asociación Transpacífico (Trans-Pacific Partnership, TPP), aprobado hace unos días por la administración Barack Obama y los gobiernos de los otros once socios. El primer objetivo estadounidense es establecer en esos 12 países -que incluyen a Chile, México y Perú por América Latina, pero también a naciones tan disímiles como Canadá, Japón, Nueva Zelanda y Vietnam- un régimen comercial y regulatorio común, muy parecido al que tiene hoy el propio Estados Unidos. El segundo objetivo es vender más productos y servicios estadounidenses a ese mercado común de 800 millones de personas y un PIB que equivale al 40% de la economía mundial

Y ambos objetivos explícitos tienen un sólo objetivo común: frenar el avance de China en la cuenca del Océano Pacífico, su zona de influencia natural. Ese objetivo, más estratégico y central, nace de consideraciones más geopolíticas que comerciales. El TPP puede incluso ser visto como una de las herramientas que está construyendo Estados Unidos  para conservar la hegemonía mundial que hoy tiene, y que se ve amenazada por el ascenso chino.

El punto más controvertido del acuerdo es el que da a las empresas extranjeras protección legal contra los gobiernos que las han tratado injustamente, con acciones que incluyen la expropiación, hasta acciones discriminatorias para favorecer a una competidora local.

No es extraño entonces que la controversia en torno al TPP no se refiera a la reducción de aranceles, subsidios agrícolas o cuotas de importación, sino a temas como la propiedad intelectual, la normativa ambiental, los estándares regulatorios y la protección al inversionista extranjero.

El acuerdo más grande de la historia, que debe ser ratificado por los parlamentos de los doce países miembros antes de entrar en vigencia, desmantela miles de aranceles que hoy gravan a productos estadounidenses que ingresan principalmente en Asia y también elimina numerosos aranceles que los productos asiáticos deben pagar para entrar al mercado estadounidense. Cada uno de los socios del TPP gana acceso libre de impuestos a los mercados de los once socios restantes y puede comprar de ellos a precios más baratos. Y como quedan fuera del acuerdo los productos que son subsidiados en alguno de los países socios, el beneficio es claro para todos los firmantes.

Beneficioso será, pero marginal. Casi todos los países del mundo han bajado sus aranceles en los últimos años y muchos además tienen acuerdos de libre comercio con sus principales proveedores y compradores, de modo que eliminar aranceles tendrá un impacto muy menor. El impacto grande -y la controversia- vendrá con la unificación normativa y regulatoria, que es además lo más importante del acuerdo. Esa unificación de estándares normativos convierte al TPP en un profundo acuerdo de integración económica similar a la Unión Europea.

Algunas de las reformas regulatorias son bienvenidas por todos, como el establecimiento para los doce países firmantes de los estándares laborales establecidos por la Organización Internacional del Trabajo. El acuerdo también limita la facultad de los gobiernos de restringir el libre flujo de información en internet y establece normas adecuadas de protección ambiental.

Hasta ahí llega el consenso. El TPP impone normas de protección de la propiedad intelectual demasiado estrictas. Algunos medicamentos, por ejemplo, tienen doce años de protección en Estados Unidos, y en los otros socios del TPP esa protección va de cero a ocho años. Estados Unidos intentó imponer los doce años a todos sus socios y finalmente tuvo que conformarse con una protección de cinco a ocho años vigente en los doce países. En el momento en que entre en vigencia el TPP, subirán los precios de esos medicamentos en los once países socios de Estados Unidos.

El punto más controvertido del acuerdo es el que da a las empresas extranjeras protección legal contra los gobiernos que las han tratado injustamente, con acciones que incluyen la expropiación, hasta acciones discriminatorias para favorecer a una competidora local. Esta provisión incluye la facultad de que las empresas se querellen contra un gobierno que las ha tratado injustamente. Esto va a regir en todos los países miembros, de modo que protegerá a una multinacional chilena, mexicana o peruana establecida en Estados Unidos. Pero el número de multinacionales latinoamericanas o incluso asiáticas operando en Estados Unidos es abrumadoramente menor que el número de empresas estadounidenses presentes en cualquiera de los demás países socios.

Es verdad que esta provisión especial se ha estado usando en acuerdos de libre comercio desde hace décadas. Canadá, por ejemplo, perdió un juicio por una querella de una empresa minera a la cual el gobierno le había negado un permiso de explotación minera aduciendo causas ambientales. La texana Occidental Petroleum se querelló contra Ecuador luego de que el país le anulara un contrato de explotación y la corte, en 2012, dictaminó que Ecuador debía pagarle a la empresa US$1.800 millones. A fines de los años 90, la francesa Vivendi se querelló con éxito contra la provincia argentina de Tucumán por impedirle subir las tarifas de agua potable. El tribunal le impuso una multa de US$100 millones a la provincia argentina. Y Uruguay enfrenta una querella de Philip Morris por haber promulgado una legislación antitabaco muy estricta que, según Philip Morris, la daña.

El principal tribunal que ve estos diferendos es una repartición del Banco Mundial, el Centro Internacional de Arreglo de Diferencias relativas a Inversiones (CIADI). También son competentes en estas disputas la Corte Internacional de Justicia de La Haya y organismos similares en Londres, París y Hong Kong.

La última gran crítica que tiene el TPP es que su texto es clasificado y no se desclasificará hasta que hayan pasado cuatro años desde la entrada en vigencia del acuerdo. Puede ser razonable el argumento de que divulgar un texto tan complejo iba a convertir la discusión en centenares de controversias que dificultarían primero su firma y luego su ratificación por los parlamentos. Pero el secreto del texto, y la divulgación que ha hecho WikiLeaks de extractos de su contenido, han suscitado la sospecha de que si es secreto es porque algo quiere ocultar.

Estados Unidos quiere que el TPP lo ayude a mantener su posición como la mayor potencia del mundo. Japón lo que quiere es un acuerdo internacional que le permita hacer las reformas estructurales que el gobierno necesita y quiere hacer, pero no puede por motivos políticos. Los países latinoamericanos y asiáticos quieren acceso a un promisorio mercado común, y, también, ser parte del segundo proyecto de integración regional después de la Unión Europea. Aunque la Europa de hoy no sea la mejor publicidad para promocionar el TPP.

En: americaeconomia 

“Hechos alternativos”: la primera guerra de Donald Trump como presidente es contra los medios de comunicación

Donald Trump señaló que los periodistas están entre las personas más "deshonestas del mundo".

Donald Trump señaló que los periodistas están entre las personas más “deshonestas del mundo”.

El primer fin de semana de Donald Trump como presidente de EE.UU. comenzó con una confrontación abierta con los medios de comunicación de su país.

Funcionarios de su gobierno se enfrascaron en una guerra de palabras y cifras desde el sábado, cuando el propio Trump condenó la cobertura que los medios habían hecho de su toma de posesión el día anterior.

Y la disputa fue por la cantidad de asistentes, a partir de la publicación de dos fotos que contrastaban la asistencia de público en la ceremonia del viernes y a la de Barack Obama en 2009.

En las imágenes se evidenciaba que la asunción de Obama había convocado a mucha más gente a las calles de Washington DC que la de Trump.

Después del contundente mensaje de Trump contra la cobertura mediática, el jefe de gabinete de la Casa Blanca (uno de los cargos más importantes del gobierno), Reince Priebus, dijo: “Frente a esa obsesión por deslegitimar a este presidente, no vamos a sentarnos y dejarlo pasar“.

“Este gobierno va a luchar con dientes y uñas, todos los días, contra este intento de deslegitimar las elecciones “, le dijo Priebus a la cadena Fox el domingo.

Luego vino el cruce de opiniones sobre cifras precisas de público, dado que no se difunde un numero oficial tras la ceremonia de toma de posesión.

Durante una visita a la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés) el sábado, Trump dijo que “parecían como un millón y medio de personas” las que habían llegado al National Mall, pero dio evidencia alguna que respaldara su afirmación.

Y calificó a los periodistas de algunas de “las personas más deshonestas del planeta” por publicar que habían sido muchas menos.

https://youtu.be/8llFHHAkGcw

Por su parte, el secretario de Prensa de la Casa Blanca, Sean Spicer, dijo que unas 720.000 personas se habían reunido el acto de asunción de Trump, pero también aclaró que “nadie” tenía los datos exactos de asistencia.

Los medios de comunicación reaccionaron.

The New York Times denunció que las reclamos de la Casa Blanca se basaban en “datos falsos” y agregó que eran “una llamativa exhibición de inventiva y agravios en el inicio de una presidencia”.

Algunas cadenas estadounidenses como CNN y ABC consultaron registros históricos para refutar una a una las afirmaciones de Spicer.

“Hechos alternativos”

Pero tal vez la frase más controvertida en medio del debate entre Trump y los medios de comunicación de EE.UU. la dijo la consejera del gobierno Kellyanne Conway durante un programa de la cadenal NBC el domingo.

Cuando el presentador del programa Meet the press (“Encuentro con la prensa”),Chuck Todd le dijo a Conway que la presentación de Spicer había estado “llena de falsedades”, ella respondió:

“Si nos vamos a referir en esos términos a nuestro secretario de prensa, creo que vamos a tener que replantear nuestra posición en este programa”.

Pero el presentador insistió en cuestionar a Spicer sobre los datos de la asistencia en la toma de posesión.

La posesión de Donald Trump este viernes (izq.) y la de Barack Obama en 2009 (der.). Ambas imágenes fueron tomadas desde el obelisco que se conoce como el monumento a Washington.

La posesión de Donald Trump este viernes (izq.) y la de Barack Obama en 2009 (der.). Ambas imágenes fueron tomadas desde el obelisco que se conoce como el monumento a Washington.

Él lo que hizo fue presentar hechos alternativos. No hay manera de contar las personas dentro de una multitud con exactitud”, concluyó.

La noción de “hechos alternativos” esbozada por Conway fue duramente cuestionada.

“Los hechos alternativos no son hechos. Son falsedades“, le replicó Todd.

A la vez, la asesora también citó otro hecho que generó fricción con los medios, cuando un reportero de la revista Time publicó de forma incorrecta que el busto del líder de los derechos civiles Martin Luther King había sido retirado de la Oficina Oval, donde funciona el despacho del presidente de EE.UU.

El reportero ya pidió disculpas por el error.

Línea

Fin de semana lleno de anuncios

  • Conway le dijo a la cadena CBS que las 20 millones de personas que dependen de la cobertura médica conocida como “Obamacare” no se van a quedar sin atención durante la transición a un nuevo plan.
  • Y agregó que Trump no va a entregar su declaración de impuestos.
  • El jefe de gabinete, Reince Priebis, afirmó que la primera semana de Trump en el gobierno estará enfocada en temas de comercio, inmigración y seguridad nacional.
  • El jefe de prensa, Sean Spicer, dijo que el presidente Trump se iba a reunir con su par de México, Enrique Peña Nieto, el 31 de enero y con la primera ministra británica, Theresa May, este jueves.
Línea

Varios medios de comunicación en Estados Unidos rechazaron la confrontación verbal con la Casa Blanca.

The Washington Post señaló que las “falsedades mostradas por la Casa Blanca evidencian que la tradicional manera de cubrir noticias sobre el presidente ha muerto”.

Y agregó que, de ahora en adelante, los medios deberían ponerle menos atención a comunicados oficiales y, en vez de eso, enfocarse en investigaciones de fondo sobre la administración Trump.

La revista The Atlantic también mostró su preocupación por lo ocurrido y señaló en un editorial: “Si estás dispuesto a mentir sobre algo así de minúsculo, ¿por qué alguien debería creer lo que digas sobre algo grande e importante?”.

El jefe de personal de la Casa Blanca, Reince Priebus (der.), dijo que las noticias sobre la asistencia a la posesión de Donald Trump era un intento de "deslegitimar este presidente".

kellyanne conway  El jefe de personal de la Casa Blanca, Reince Priebus (der.), dijo que las noticias sobre la asistencia a la posesión de Donald Trump era un intento de “deslegitimar este presidente”.

Otro medio importante, Politico, llamó la atención sobre las graves consecuencias que tendría que el equipo de Trump continuara “teniendo una relación inestable y difícil con la verdad” y citando al senador demócrata Adam Schiff señalaron que eso “podría poner muchas vidas en riesgo”.

“Este lenguaje combativo también se podría extender a temas importantes de gobierno y de seguridad nacional… lo que preocupa a muchos “, agregó el medio.

Otros datos

La batalla con las cifras no se redujo a la cantidad de asistentes al National Mall el pasado viernes 20 de enero.

El domingo Trump escribió en una de sus cuentas de Twitter (@realDonaldTrump) que la audiencia en televisión de la ceremonia de posesión había sido de 31 millones de personas, casi 11 millones más que las que vieron el segundo juramento de Barack Obama en 2013.

Sin embargo, esos datos – que fueron entregados por la firma Nielsen– son menores a los de 38 millones de personas que se pegaron al televisor para ver la asunción de Obama en 2009 y aún menos que los 42 millones que observaron la posesión de Ronald Reagan, en 1981.

Estas cifras siembran más dudas sobre la frase del secretario de Prensa de la Casa Blanca, quien dijo que “había sido la posesión con mayor audiencia en la historia”.

Pero más allá de la batalla con los medios, Trump hizo también referencia a las multitudinarias marchas por los derechos de las mujeres y en contra de su gobierno que se realizaron en más de 600 localidades del país al día siguiente de su asunción.

“Estoy bajo la impresión de que acabamos de tener una elección, ¿por qué toda esta gente no votó?”, escribió en Twitter.

Más tarde, sin embargo, escribió: “Las protestas pacíficas son un sello de calidad de nuestra democracia“.

En: BBC 

Watch: Mark Hamill Reacts to Star Wars Episode VIII Title

Mark Hamill has some things to say about the newly revealed title for Star Wars: Episode VII. He spoke with Associated Press about how he felt about the title. You can see the video below:

Hamill states in the video that he heard the title, Star Wars: The Last Jedi, had been announced on his car ride over. He said that the director had previously told him the title and he responded “don’t tell me these things”. Apparently he “talks in his sleep”.

When it comes to leaking spoilers, he admits the studio has him and his co-workers “jacked up with paranoia” and also notes how it wasn’t like this in the old days of Star Wars because “nobody cared.”

As for his feelings on the title, Hamill approves. “It’s got a real samurai [vibe],” he said. “It’s straightforward and minimalist, and I like that.”

I agree that “The Last Jedi” is a bit reminiscent of “The Last Samurai”. What do you think of the title? What do you think it means for the movie?

In: epicstream

China asegura que no quiere el liderazgo mundial pero lo asumirá si es necesario

Xi Jinping, presidente de China. Foto: Reuters

Xi Jinping, presidente de China. Foto: Reuters

China no quiere el liderazgo del mundo pero podría verse obligada asumir ese papel si otros dan un paso atrás de esta posición, ha señalado este lunes un alto diplomático chino, después de que el nuevo presidente estadounidense, Donald Trump, prometiera poner a “Estados Unidos primero” en su primer discurso.

Zhang Jun, director general del departamento de economía internacional del Ministerio de Exteriores chino, hizo los comentarios durante un encuentro con periodistas extranjeros para discutir la visita del presidente, Xi Jinping, a Suiza la semana pasada.

Durante su participación en el Foro Económico Mundial en Davos, Xi presentó a China como el líder de un mundo globalizado donde solo la cooperación internacional puede resolver los grandes problemas. Asimismo, instó a los países a resistir el aislacionismo, señalando el deseo de Pekín de desempeñar un mayor papel en la escena internacional.

Elaborando sobre ese tema, Zhang ha dicho que China no tiene intención de buscar el liderazgo global. “Si alguien dijera que China está desempeñando un papel de liderazgo en el mundo diría que no es que China se esté apresurando a la primera línea sino que la vanguardia ha dado un paso atrás dejando el lugar a China”, ha señalado Zhang.

“Si se requiere a China que desempeñe ese papel de liderazgo entonces China asumirá sus responsabilidades”, ha añadido. China es la segunda mayor economía del mundo y otros también dependen de ella para su crecimiento económico, ha afirmado Zhang.

“Seguimos esperando que Estados Unidos y otras economías occidentales puedan continuar haciendo una contribución incluso mayor a la recuperación económica mundial. Hemos escuchado a Trump anunciar que Estados Unidos alcanzará un crecimiento del 4 por ciento y estamos muy contentos de ello”, ha asegurado.

Aunque Trump no mencionó a China en su discurso inaugural, ha amenazado con imponer impuestos punitivos a las importaciones de bienes chinos. En este sentido, Zhang ha dicho que piensa que Trump no será capaz de lograr sus objetivos de crecimiento económico si también está combatiendo guerras comerciales. “Una guerra comercial o una guerra de tipos de cambio no será ventajosa para ningún país”, ha prevenido.

“Una sola China”

Por otro lado, el Gobierno chino ha recordado que la nueva Administración de Donald Trump en Estados Unidos debe entender plenamente la importancia de la política de “una sola China”, según  ha sostenido este lunes la portavoz del Ministerio de Exteriores chino, Hua Chunying.

Trump rompió con décadas de precedente el mes pasado al aceptar una llamada telefónica de la presidenta de Taiwán, Tsai Ing Wen, tras su victoria electoral y posteriormente ha sugerido que la política de “una China” es negociable.

Pekín considera la isla de Taiwán como parte de su territorio y Estados Unidos, que retomó sus relaciones con el gigante asiático en 1979, ha mantenido hasta ahora su respeto a la postura china.

Las relaciones entre Taipei y Pekín han empeorado desde que Tsai, líder del Partido Progresista Democrático, favorable a la independencia de Taiwán, fue elegida presidenta en enero de 2016. Esta tensión ha crecido a pesar de las reiteradas declaraciones de Tsai acerca de su intención de mantener la paz con China.

La última fricción entre ambos países tuvo lugar a principios de año, cuando Pekín solicitó a Estados Unidos que no permitiera que Tsai hiciera escala en suelo estadounidense en su camino hacia América Latina, donde iba a realizar una gira. Las autoridades norteamericanas rechazaron la petición y la mandataria hizo escala en Houston, donde se reunió con algunos representantes del Partido Republicano.

El Gobierno chino llegó a llamar al secretario de Estado norteamericano, John Kerry, para urgir a la Administración saliente de Barack Obama a desarrollar las relaciones bilaterales con China “en la dirección correcta”.

En: eleconomistaamerica 

Opinión: Donald Trump, mil millas de retroceso

¿Puede un solo hombre acabar con décadas de acercamiento? Este 20 de enero podría ser el inicio de una era de relaciones entre EE.UU. y México marcadas por una rudeza tan larga y alta como las millas del muro de Trump.

36994124_303

La probabilidad de que a sus 70 años, Donald Trump, el nuevo presidente de EE. UU., cambie de personalidad y de estilo es reducida, especialmente si todos se limitan solo a lamentar su tono y trato en vez de exigir otro.

Estará por verse si las estructuras oficiales de una democracia fuerte como lo es la estadounidense logran elevar la sensibilidad diplomática del estadista y perdura la esperanza de que en sus primeros 100 días profundice en el abc de la etiqueta internacional.

Pero sin perder más tiempo tiene que imperar la conciencia inmediata de que la opinión pública no tiene por qué aceptar maltratos ni verbales ni de otra índole de nadie, mucho menos del presidente de la primera potencia democrática de este planeta.

En la política, en los negocios y en el día a día las formas son básicas. Un “America great again” sin cortesía, educación y protocolo no deja de ser un slogan vacío y sin sustancia para grandeza alguna. Y quien crea que la rudeza del nuevo mandatario se limitará a humillaciones y amenazas contra sus vecinos mexicanos se equivoca.

Unidos desde y para siempre

Estados Unidos no es una isla solitaria en un planeta desierto. El año de 1846 parece una fecha lejana, pero en la historia de la humanidad fue ayer cuando la conquista territorial hizo de Estados Unidos una potencia continental con las riquezas adquiridas a expensas de México: extensos yacimientos petrolíferos en Arizona, depósitos de oro y plata en California y los puertos de la costa del Pacífico.

La grandeza del pasado y del presente la ha logrado sobre los hombros de muchos países, entre otros los de México. Por eso y mucho más, Estados Unidos, baluarte de la democracia y la libertad, le debe al mundo entero y especialmente a sus vecinos del sur un trato ejemplar y justo. El muro de Trump representaría todo lo contrario: el impulso oficial de la discriminación y el racismo. Una ruptura con toda medida civilizatoria.

Exigir puentes, no muros

La dependencia producto de la integración que han logrado México, Estados Unidos y Canadá juntos desde 1994 es enorme. Las empresas estadounidenses han aumentado sus inversiones en territorio mexicano a un ritmo constante en las últimas décadas. Los mexicanos y sus vecinos, especialmente los socios comerciales estadounidenses y canadienses, tienen la obligación de demandar una relación digna y segura y exigir el fin de políticas y discursos explosivos. Tan grande como las ganancias es también su responsabilidad. Toca a todos ellos salir a las calles como lo han hecho este sábado millones de mujeres no solo en Estados Unidos. ¡Es hora de exigir puentes y no muros!

En: dw

 

With Echoes of the ’30s, Trump Resurrects a Hard-Line Vision of ‘America First’

WASHINGTON — America, and the world, just found out what “America First” means.

President Trump could have used his inaugural address to define one of the touchstone phrases of his campaign in the most inclusive way, arguing, as did many of his predecessors, that as the world’s greatest superpower rises, its partners will also prosper.

Instead, he chose a dark, hard-line alternative, one that appeared to herald the end of a 70-year American experiment to shape a world that would be eager to follow its lead. In Mr. Trump’s vision, America’s new strategy is to win every transaction and confrontation. Gone are the days, he said, when America extended its defensive umbrella without compensation, or spent billions to try to lift the fortune of foreign nations, with no easy-to-measure strategic benefits for the United States.

“From this day forward, it’s going to be only America first,” he said, in a line that resonated around the world as soon as he uttered it from the steps of the Capitol. “We must protect our borders from the ravages of other countries making our products, stealing our companies and destroying our jobs.”

The United States, he said, will no longer subsidize “the armies of other countries while allowing for the very sad depletion of our military.”

While all American presidents pledge to defend America’s interests first — that is the core of the presidential oath — presidents of both parties since the end of World War II have wrapped that effort in an expansion of the liberal democratic order. Until today, American policy has been a complete rejection of the America First rallying cry that the famed flier Charles Lindbergh championed when, in the late 1930s, he became one of the most prominent voices to keep the United States out of Europe’s wars, even if it meant abandoning the country’s closest allies.

Mr. Trump has rejected comparisons with the earlier movement, with its taint of Nazism and anti-Semitism.

After World War II, the United States buried the Lindbergh vision of America First. The United Nations was born in San Francisco and raised on the East River of Manhattan, an ambitious, if still unfulfilled, experiment in shaping a liberal order. Lifting the vanquished nations of World War II into democratic allies was the idea behind the Marshall Plan, the creation of the World Bank and institutions to spread American aid, technology and expertise around the world. And NATO was created to instill a commitment to common defense, though Mr. Trump has accurately observed that nearly seven decades later, many of its member nations do not pull their weight.

Mr. Trump’s defiant address made abundantly clear that his threat to pull out of those institutions, if they continue to take advantage of the United States’ willingness to subsidize them, could soon be translated into policy. All those decades of generosity, he said, punching the air for emphasis, had turned America into a loser.

“We’ve made other countries rich,” he said, “while the wealth, strength and confidence of our country has disappeared over the horizon.” The American middle class has suffered the most, he said, finding its slice of the American dream “redistributed across the entire world.”

To those who helped build that global order, Mr. Trump’s vow was at best shortsighted. “Truman and Acheson, and everyone who followed, based our policy on a ‘world-first,’ not an ‘America-first,’ basis,” said Richard N. Haass, whose new book, “A World in Disarray,” argues that a more granular, short-term view of American interests will ultimately fail.

“A narrow America First posture will prompt other countries to pursue an equally narrow, independent foreign policy,” he said after Mr. Trump’s speech, “which will diminish U.S. influence and detract from global prosperity.”

To Mr. Trump and his supporters, it is just that view that put America on the slippery slope to obsolescence. As a builder of buildings, Mr. Trump’s return on investment has been easily measurable. So it is unsurprising that he would grade America’s performance on a scorecard in which he totals up wins and losses.

Curiously, among the skeptics are his own appointees. His nominee for defense secretary, Gen. James N. Mattis, strongly defended the importance of NATO during his confirmation hearing. Both Rex W. Tillerson, the nominee for secretary of state, and Nikki R. Haley, the choice for ambassador to the United Nations, offered up paeans to the need for robust American alliances, though Mr. Tillerson periodically tacked back to concepts echoing Mr. Trump’s.

And there is a question about whether the exact meaning of America First will continue to evolve in Mr. Trump’s mind.

He first talked about it in a March interview with The New York Times, when asked whether that phrase was a good summation of his foreign-policy views.

He thought for a moment. Then he agreed with this reporter’s summation of Mr. Trump’s message that the world had been “freeloading off of us for many years” and that he fundamentally mistrusted many foreigners, both adversaries and some allies.

“Correct,” he responded. Then he added, in his staccato style: “Not isolationist. I’m not isolationist, but I am ‘America First.’ So I like the expression.” He soon began using it at almost every rally.

In another interview with The Times, on the eve of the Republican National Convention, he offered a refinement. He said he did not mean for the slogan to be taken the way Lindbergh meant it. “It was used as a brand-new, very modern term,” he said. “Meaning we are going to take care of this country first before we worry about everybody else in the world.”

As Walter Russell Mead, a professor at Bard College and a scholar at the conservative Hudson Institute, put it the other day, “The fact that he doesn’t have a grounding in the prior use of the term is liberating.”

“If you said to the average American voter, ‘Do you think it’s the job of the president to put America first,’ they say, ‘Yes, that’s the job.’”

But Mr. Mead said that formulation disregarded the reality that “sometimes to achieve American interests, you have to work cooperatively with other countries.” And any such acknowledgment was missing from Mr. Trump’s speech on Friday.

Mr. Trump cast America’s new role in the world as one of an aggrieved superpower, not a power intent on changing the globe. There was no condemnation of authoritarianism or fascism, no clarion call to defend human rights around the world — one of the commitments that John F. Kennedy made in his famed address, delivered 56 years ago to the day, to protect human rights “at home and around the world.”

That was, of course, the prelude to Kennedy’s most famous line: that America would “bear any burden, meet any hardship, support any friend, oppose any foe to assure the survival and the success of liberty.”

But the America that elected Mr. Trump had concluded that it was no longer willing to bear that burden — or even to make the spread of democracy the mission of the nation, as George W. Bush, who was sitting behind Mr. Trump, vowed 12 years ago. Mr. Trump views American democracy as a fine import for those who like it.

“We do not seek to impose our way of life on anyone,” he said, “but rather to let it shine as an example for everyone to follow.”

At the inauguration, millennial women share why they believe Donald Trump will make America great again

While many young women are traveling to the capital this weekend to participate in Saturday’s Women’s March, there are also those in town to celebrate the inauguration of President Donald Trump.

I spoke to young women at Trump’s inauguration about why they believe Trump will fulfill his promise to “Make America Great Again,” and what that means in their lives.

Brooke Cusack

Brooke Cusack Credit: Marianna Brady

Brooke Cusack, 22, Anchorage, Alaska

“I love Trump. He’s going to do a lot of great things, he’s a businessman. He’s not exactly what you might call a politician and that’s what the country needs right now. I’m really excited to see what the future has in store.”

“He’s going to do a lot of different things that we’ve needed in the last eight years. The country has been really divided for the past eight years. I think he’s going to unite us. I want ISIS to end and I just want everyone to be happy.”

Gillian Fahu

Gillian Fahy. Credit: Marianna Brady

Gillian Fahy, 23, Long Valley, New Jersey

“I voted for Barack Obama in 2012, but I supported Trump this time, mostly because I didn’t want Hillary Clinton to be the first woman president. I think she’s disgraceful and has done so many criminal things. I couldn’t see her as the first woman president.”

“I also feel there are a lot of issues with safety, and I think that Trump is going to be a stronger force against ISIS. I have a lot of family in the military and my dad is a police officer. I felt there was no respect on the Democratic side for military veterans, police officers and service men. Trump is a huge supporter of these people, and his support of all people will make America great again.”

Sarah Lynch

Sarah Lynch. Credit: Marianna Brady

Sarah Lynch, 21, Long Island, New York

“I like to consider myself a Republican for certain beliefs. I’m pro-life, being a Catholic.”

“I actually didn’t vote for him because I don’t support the person he is, but I like what he stands for and I think he will make America great again. He has put smart people in his cabinet that will lead him to make good decisions. I believe that through God’s will he will make decisions for the good of humanity.”

Tyler Rowson

Tyler Rowson. Credit: Marianna Brady

Tyler Rowson, 31, Atlanta, Georgia

“I think Trump will be a great president because he is a businessman and prioritizes making America strong again. He will be a great president for women, and I believe he supports women 100 percent. Just look at the group of powerful women behind him. I mean, his daughter Ivanka is incredible.”

“Trump was the only presidential candidate who has ever had a successful female campaign manager. Yes, there are those comments that he’s made that offended me and everyone else, but I think he overall is a great man and cares for women deeply.”

Destinie Beach

Destinie Beach. Credit: Marianna Brady

Destinie Beach, 21, Winchester, Virginia

“I think if Trump succeeds at making America great again we’ll have more jobs and less people. He says he is going to get rid of the illegal immigrants. They honestly take over all the jobs, pay no taxes and are allowed to live with 20 people in a house at one time. That’s not right and it needs to change. Trump will change it.”

Avalon Warren

Avalon Warren. Credit: Marianna Brady

Avalon Warren, 17, Dallas, North Carolina

“I believe in conservative values. Trump is a businessman and will treat America like a successful business. He will do good things for our country.”

“I think making America great again means unifying our country and coming together as one. There has been a lot of division because of Barack Obama — he kind of stirred things up. Trump understands the people and believes we have the right to protest. He knows we have the right to free speech and we have the right to believe what we want.”

Stavroula Horiates

Stravroula Horiates. Credit: Marianna Brady

Stavroula Horiates, 19, Cherry Hill, New Jersey

“The most important thing he can do to make America great again is to strengthen our border security. I’m Greek, and I know that bad things happen when you open your borders. Having stronger borders makes a country successful. That is something America needs to implement in order to make us great again.”

In: pri

Defending Western Values: Time for an International Front Against Trump

With the inauguration of Donald Trump as U.S. president, America is set to move into a more isolationist and more self-interested direction. The rest of the West must now stand up to defend our values.

A Commentary by Ullrich Fichtner

WARREN, MI - JANUARY 15: A man in a mask resembling President-elect Donald Trump walks outside the barricades during the "Our First Stand: Save Health Care" rally with Sen. Bernie Sanders, members of the Michigan congressional delegation and local elected officials at Macomb Community College on January 15, 2017 in Warren, Michigan. The event is one of more than 40 "Our First Stand: Save Health Care" rallies taking place around the country on January 15th. (Photo by Rachel Woolf/Getty Images)

WARREN, MI – JANUARY 15: A man in a mask resembling President-elect Donald Trump walks outside the barricades during the “Our First Stand: Save Health Care” rally with Sen. Bernie Sanders, members of the Michigan congressional delegation and local elected officials at Macomb Community College on January 15, 2017 in Warren, Michigan. The event is one of more than 40 “Our First Stand: Save Health Care” rallies taking place around the country on January 15th. (Photo by Rachel Woolf/Getty Images)

Our current times have all of the elements of a good television series, but they are not the kinds of things you want to see in real life. Behind every corner there’s a juicy surprise, a sudden change, a shock.

China’s president is now apparently the foremost proponent of free trade, who would have thought. The British prime minister is eschewing compromise in Brexit negotiations in favor of a full break. In France, the right-wing populists are dangerously close to power and same is true in the Netherlands. In Germany? Who knows? And Trump? He crowns everything, with a fat “T” embossed in extra-thick gold. NATO? “Obsolete.” Merkel and Putin? Six of one, half-dozen of the other. BMW? Can start saving for punitive tariffs. The Iran agreement? A scrap of paper. Trump talks like a caricature of a used-car salesman who sees the world as a marketplace for Donald’s great deals.

We need to prepare ourselves for the following: From now on, the most powerful person on the planet, along with his entourage made up primarily of billionaires like himself, will be regularly stomping on that which the international community has spent decades negotiating with effort and care. Who thinks, for example, that Trump’s troupe will feel bound to the Paris Climate Agreement for the reduction of greenhouse gases? That anybody in the White House will still care for the protection of animals, oceans or forests? That Trump could have any priority other than maximizing his own profits? Does anyone think he will support culture? Strengthen women’s rights? Show consideration for minorities? That he would be willing to think about the limits of capitalism? Of course he won’t.

Once it has pushed Islamic State further into retreat, the U.S. will withdraw as far as possible from its role as the world’s protective power. There have been similar phases in American history, periods of isolation and self-interest, and we are likely headed for another. America has always been the standard bearer for Western values, even if it hasn’t always managed to abide by them itself, but now the country will send those values into hibernation. From now on, there is a risk that active global policy might primarily consist of Trump, in the middle of lonely nights, inciting diplomatic crises on Twitter — insulting the Chinese, provoking India and denigrating Europeans.

It’s Time to Defend Our Principles

This won’t be fun. It reflects a new American desire for the survival of the fittest — in a world where the U.S. is still the strongest. Trump’s government won’t strive for global compromise, opting instead to try to get the most it can out of negotiations with individual nations. This president will do everything he can to weaken international organizations like the UN, the EU or the G-20 in order to make space for bilateral deals — just like his counterpart in the Kremlin. Maybe this will allow him to achieve a small American economic miracle, but a great many will pay the price: more global inequality, unchecked climate change and, in his own country, an even more jittery society with marginalized minorities.

The depth of the ultimate tragedy will depend on how quickly the opposition forms. Even the power of a U.S. president is not unlimited. He isn’t an absolute ruler, answerable to no one. Trump will be faced with the strength of civil society, the intelligence of his opponents, the courage of American citizens. This president cannot allow himself even the smallest litigable mistake for fear of being chased out of office.

Until then, the rest of the world needs to get to work to block American machinations against international standards, to ward off unfair American economic greed and to protect global agreements. What’s needed is a front against Trump.

The UN will need to show that it can be a countervailing power in the civil sphere and an advocate for its especially vulnerable members. The European Union should see Trump as a new justification for its existence and make the best of it. It’s very possible that previously unthinkable constellations might emerge — that Europe and China, for example, could act in concert on some issues. Impossible? That’s what we thought. But in the now-dawning Trump world, it’s not about believing or about hoping. We have no choice but to forcefully defend our interests and our principles.

In: spiegel 

1 176 177 178 179 180 495