Su color pintoresco resalta presuntuoso en los paisajes más tradicionales del distrito del Rímac. Sus cimientos formar parte de ese ambiente señorial heredado de la Colonia y propicio para la contemplación de verdaderas obras de arte. Cercana a la Alameda de los Descalzos y del Convento del mismo nombre, en silencio, la iglesia Santa Liberata yace imponente, acompañada de un solitario balcón de cajón, precioso, y de un farol que mantiene consigo la carga de los años, observado desde los altos por la capilla central de estilo neoclásico. La iglesia Liberata es también protagonista de una historia anecdótica que devino en su construcción (XVIII), y que por esos años causó curiosidad y sorpresa en la sociedad limeña.
La iglesia Santa Liberata, Rímac. Se la erigió con el nombre de Santa Liberta porque era la Patrona de la ciudad de donde el Virrey provenía. Foto: Marco Gamarra Galindo.
Los arcos del portal de Botoneros impiden que la luz se dirija directamente a nuestros ojos. La gente en los alrededores camina y espera, impaciente, la apertura de los comercios. Estamos en el Centro Histórico de Lima y hoy conoceremos la Alameda de los Descalzos. Para ello nos hemos reunido en la Plaza Mayor, junto a la pileta. Nos separan del Rímac no más de treinta minutos. Conversamos, ya estamos listos para iniciar la travesía. Cruzamos el puente de ‘Piedra’. Debajo de él se oyen tranquilas las aguas del Rímac -es verano, todavía no hay caudal fuerte-. Continuamos el trayecto por el jirón Trujillo. En el fin de la calle, en el horizonte, se observa el color celeste de la iglesia San Lázaro. Caminamos en su dirección, antigua la iglesia. Hay unos señores sentados en la plazuela. Nos inspeccionan, nos hablan con sus miradas. El calor quema. Ahora doblamos para desembocar en el jirón Chiclayo. Atravesamos una serie de casonas y quintas, zaguanes y balcones que confirman el carácter histórico del Rímac, pero también decadente: la mayoría de edificaciones, por no decir todas, están en estado deplorable, casi en ruina. Seguimos el trayecto, cruzamos la comisaria del Rímac, y vemos unas estatuas en el fin de la avenida. Hemos llegado.
Al caminar alrededor de la Alameda de los Descalzos, nos hallamos frente a uno de los rincones más tradicionales del Rímac, del barrio de “Abajo el puente”. La iglesia Santa Liberata, la cual alberga al Señor Crucificado del Rímac, patrón del distrito, de la benemérita Guardia Republicana y de la Compañía de Bomberos Rímac No. 8, es parte del gran escenario que se arma todos los días desde hace varios siglos.
Nos detenemos a observarla, primero desde los árboles frondosos de la Alameda, luego más de cerca, frente a un par de rejas que la resguardan. Hermosa estampa del Rímac que se empezó a construir en 1713 y terminada en 1716. Su primera portada fue de estilo Rococó, luego fue modificada con diseños neoclásicos. Mide 44 varas de largo por 12 varas de ancho y tiene en su altar un pasadizo para que los visitantes puedan transitar y llegar por la parte inferior al lugar donde fueron enterradas las sagradas hostias que fueron robadas de la Catedral. Esta fue la tradición urbana que se narró para explicacar su fundación.
La fundación de Santa Liberata
Fuente: Estampas del Rímac de Óscar Espinar la Torre.
Fernando de Hurtado de Chávez, mozo de veinte años, el día 20 de enero de 1711, entró a la iglesia del Sagrario (colindante con la hoy Catedral de Lima), y del altar mayor robó un copón de oro con numerosas hostias consagradas. Luego se enaminó a la Alameda.
En la mañana del día 31, se descubrió la sustracción. S.E. el obispo D. Diego Ladrón de Guevara, virrey del Perú, echó en persecución del criminal toda una jauría de alguaciles y oficiales. Al ser capturado, Fernando Hurtado declaró que, asustado por la persecución, había enterrado las sagradas formas, envueltas en un papel, al pie de un árbol en la Alameda de los Descalzos. Leer más