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21/07/10: Prusia, una colonia alemana en el Perú

Cuando se toca el tema de la inmigración europea en el Perú, nos recordamos mucho de la historia de los austriacos y alemanes que cruzaron el Atlántico, y que fundaron la ciudad Pozuzo, tras una serie de penurias. Pero lo que no sabemos es que esta bella colonia no es la única que ostenta costumbres europeas en nuestro país. Prusia, ubicada también en la selva pasqueña, es un retrato viviente de las ciudades alemanas.

Según el libro “Pozuzo: Tiroleses, renanos y bávaros en la selva del Perú” de la escritora austriaca Elisabeth Habicher-Schwarz, cuando los colonos europeos provenientes del Tirol, Renania y Baviera, llegaron al valle de Huancabamba (Pasco, Perú), decidieron repartirse los terrenos por recomendación de los tiroleses.

Iglesia de Prusia, Pasco. Foto: Marco Gamarra Galindo.

De esta división de tierras en este valle se decidieron cuáles eran los territorios que pertenecerían a cada familia, a los alemanes la parte superior (actual Prusia y Delfín) y a los austriacos la parte inferior (actual Pozuzo y Tillingo).

La colonia de Prusia que se encuentra a sólo 5 km. del centro de Pozuzo, es un excelente lugar para apreciar la grandeza de nuestra selva central. Acompañadas de casas a doble agua de estilo europeo, sus praderas y altos árboles frutales forman un ambiente natural que purifica el alma de todo ser.

Ranchos de vida. Foto: Marco Gamarra Galindo.

“Prusia vendría a ser una ciudad de la highlight” fue lo que escuché vociferar de algún otro turista mientras caminaba por el parque de la Identidad Pozuzina de Prusia. De este parque se puede decir mucho, que incentiva el desarrollo de deportes como el ajedrez, que conserva áreas verdes para sus visitantes y que mantiene la hermandad con Pozuzo.

Casas en Prusia. Foto: Marco Gamarra Galindo.

Otra maravilla es su iglesia principal que se convierte en una delicia para la vista del viajero ya que su arquitectura muestra un soberbio estilo alemán. Si decide adentrarse un poco más, podrá llegar a Gstir, un pueblo colono cerca de Prusia Leer más »

22/04/10: Mi primera visita a la colonia de Pozuzo

Fuente: Blog de los Corresponsales Escolares de El Comercio (noviembre del 2008)

Hasta que llegó el tan ansiado viaje. Pozuzo, tierra que ocupan colonos austríacos y alemanes desde 1859 nos acogió el último feriado largo.

Partimos de Lima a las cinco de la mañana para llegar a San Mateo de Huanchor a las nueve. Luego seguimos el tramo de la Carretera Central hasta Tarma, donde aprovechamos para visitar al Señor de Muruhuay: se dice que todo viajero debe visitarlo, pues de no hacerlo se arriesga a sufrir un accidente.

Tras ello, comimos algo liviano, pues a casi 3000 metros sobre el nivel del mar es lo recomendable. Pedimos un buen plato de “patasca”, ese maravilloso caldo de alto valor nutricional. Después avanzamos hasta el valle de Chanchamayo, donde tomamos el desvío hacia Oxapampa y Pozuzo.

Llegamos a Oxapampa a las ocho de la noche, muy cansados y con sueño, por lo que decidimos pernoctar en la zona y continuar con el tramo restante el día siguiente.

En la mañana del nuevo día, nos dejamos llevar al restaurante “El típico Oxapampino”, donde degustamos de un delicioso desayuno de la zona: jugo de frutas del lugar (naranjito o carambola), leche fresca con café, tamal, queso y mermelada de varios sabores. Frescos y habiendo desayunado, enrumbamos hacia Pozuzo. En trayecto, en verdad, presenta una vasta e inmensa vegetación, llena de árboles y helechos; bellos y extensos fundos; “vacas trapecistas”, como diría mi compañero de viaje, refiriéndose a los hermosos animales que juguetean en las faldas de los cerros; aves coloridas, como el Gallito de las Rocas, mariposas multicolores, y, claro está, cascadas que dan frescor a una región llena de flores que perfuman y colorean el ambiente. Como ese día el cielo no había derramado sus lágrimas, fue pacífica nuestra travesía por las carreteras que serpentean y al borde de dramáticos acantilados sobre el río Huancabamba, el mismo que separa a Oxapampa de Pozuzo.

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La tarde se había hecho presente cuando llegamos a Prusia, colonia de alemanes, ubicado a 3,5 Km de Pozuzo, ella sí morada de austríacos. Para sorpresa y preocupación nuestra, ¡no había habitaciones disponibles!. Al final, conseguimos albergue en un hotel? en Pozuzo.

Luego de instalarnos, fuimos al restaurante “El típico Pozucino”, donde pedimos wurscht (salchichas) y wiener schnitzel (filetes empanados). En ese lugar conocimos a Andrés Egg Gstir, descendiente de austríacos, señor amable y humilde, quien nos mostró su libro “Vida y sueños de un Pozucino”, relato autobiográfico que da cuenta de la vida cotidiana de los hombres bravíos de la Selva Central.

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Las casas coloniales son una clara muestra de la influencia de la arquitectura germánica y austriaca, por cierto adaptada a las condiciones y los materiales del lugar. Las edificaciones se caracterizan por sus techos altos y a dos aguas (cubiertos antes con tejas de madera y hoy por planchas de zinc) y corredores exteriores para comunicar los ambientes.

Ya en la noche, presenciamos la actuación de un grupo de muchachos que bailaron música tirolesa y cantos bávaros en la Casa de la Cultura, inaugurada en el 2004. Al término de ésta, se invitó a bailar a los presentes.

El día viernes cruzamos el puente Guillermo I para adentrarnos en el bosque pero una lluvia torrencial nos atrapó en plena subida. A pesar de eso, seguimos el rumbo hasta llegar a Montefuner. ¡Una experiencia única!

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Después asaltamos el restaurante “El mirador”, el cual posee una espléndida mirada panorámica de la zona. Para llegar a este precioso restaurante, en el que pronto se podrá hacer camping, se debe seguir de frente antes de cruzar el puente a Prusia. Mientras almorzábamos, Andrés nos contó la historia de los colonos, cómo llegaron a ese bello paraje, qué problemas tuvieron y cómo se asentaron en esta parte del Perú. Nos relató que los colonos austríacos y alemanes salieron de Amberes (Bélgica), cruzaron Argentina y Chile, y el 25 de Julio de 1857 llegaron al Callao; que las autoridades chalacas los mandaron en cuarentena a la isla San Lorenzo; que luego pasaron por Huacho y Pasco; y que, pese a la no-construcción de una prometida carretera por el gobierno peruano, al mando de José Egg lograron llegar a Pozuzo; Y que, tiempo no muy lejano, se les unió un segundo grupo de colonos.

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Pozuzo, la única colonia austroalemana en el mundo, es una ciudad de ensueño. Sus alrededores son excelentes para el camping, y además se prestan a la práctica de deportes de aventura, como el canotaje, parapente, ala delta, caminatas y paseos en moto; actividades que, sumadas al trato gentil y hospitalario de su gente, harán de su visita una aventura difícil de olvidar.

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