La inmensa popularidad del cine ha extendido la idea u opinión, entre sociólogos e historiadores cinematográficos, de que este arte refleja de algun modo los miedos, deseos y necesidades de una sociedad en un tiempo determinado. La identidad que siente el espectador con la sociedad retratada en una película de su época es una de las razonas por la cual el cine tiene tanta acogida en el siglo XX, y hasta nuestos días.
El cine mantiene una estrecha vinculación con la sociedad en que se produce porque todo proceso de realización de una película tiene lugar en un contexto social. Los realizadores son miembros de la sociedad y, como tales, no están menos sujetos a las pasiones y normas sociales que otro. En el libro “Teoría y práctica de la historia del cine”, los autores Allen y Gomery definen a las películas como “representaciones sociales”. Es decir, en el fondo, sus historias e imágenes fílmicas proceden o derivan de un entorno social.
Los estudios que tratan de comprender las culturas nacionales de cada país centran también sus estudios en el cine ya que éste retrata las normas vigentes de una sociedad en una época. Con esta idea Kracavuer, en su obra “De Calagari a Hitler”, realiza una cuidadosa examinación a más de mil films alemanes de 1919 a 1933. En ellas percibe los traumas sociales y psicológicos que atraviesa la sociedad teutona. Ha logrado conocer esta idiosincracia gracias al cine, el cual, en este caso, recoge todas las inquietudes y realidades que afronta Alemania tras la Primera Guerra Mundial. Los temas en común de esta época del cine alemán son la elección entre tiranía o caos, la incapacidad de la clase media, la explotación de los obreros, etc. Leer más