El proceso electoral está en su fase final. De las once propuestas que se presentaron en diciembre han quedado solo dos, de posturas muy distintas y discursos no muy amistosos entre sí. Por un lado, Gana Perú, dirigido por Ollanta Humala y, por el otro, al fujimorismo, quizás más fuerte que nunca, encabezado por Keiko Fujimori, hija del exdictador y sentenciado Alberto Fujimori.
Segunda Vuelta, caricatura de “Otorongo”.
Ambas agrupaciones han despertado mucha preocupación –y pasión- en la opinión pública general. Por ejemplo, no han dejado de llover críticas para el candidato Humala, acusado reiteradamente de querer imponer un modelo económico y social semejante al venezolano (son conocidas las catastróficas consecuencias de ese régimen liderado por Hugo Chávez). Para Keiko, no han faltado tampoco los cuestionamientos hacia su partido y entorno, conformado claramente por miembros del “antiguo fujimorismo” (cuyos actos de corrupción y sistemáticas violaciones a los derechos humanos son conocidos por todos los peruanos).
En estos días resulta común ver alrededor de estos dos cuadros la conformación de alianzas con sectores políticos específicos. Es la necesidad de dar garantías de respeto a la democracia y a los derechos fundamentales al elector. Mientras Ollanta se acerca a propuestas de centro, Keiko jura por Dios que no tomará medidas desacertadas como la de indultar a su padre. En un país en el que estamos acostumbrados a ver jurar por Dios y por la Plata –perdón, quise decir “por la Patria”- como si fuese equivalente a decir hola y adiós, gestos como los de Keiko no ayudan a esclarecer temas pendientes como su relación con personalidades nada gratas, golpistas en su momento y “politiqueros” (la lista es larga).
Sin embargo, todos los procesos traen consigo oportunidades que no debemos desaprovechar. Si algo queda demostrado hasta ahora, es que no estamos para imponer un único sistema político, social y económico para el país, lo que consiste en hacer oídos sordos a las opiniones y sugerencias de los demás. Es el momento de la concertación y del diálogo, la hora de llegar a acuerdos. Estas medidas están siendo empleadas por el candidato de Gana Perú a diferencia de la cúpula desentrañable –y reducida- que se ha encargado de hacer con su propio partido el fujimorismo.
Alrededor de estos dos cuadros ha existido mucho murmullo y fastidio, reflejado en las redes sociales como Facebook o Twitter. “Es el voto de los ignorantes”, manifestó más de uno. De manera lúcida replicaron otros: “No es el voto de los ignorantes, es el de los ignorados”.
Evidentemente, los votantes de ambos partidos representan, aunque lo niegue Alan García, sectores a los cuales no ha llegado todavía el desarrollo económico. Debe haber, pues, una mayor redistribución de la riqueza, manteniendo el sistema económico que hasta ahora nos ha traído tantos éxitos. Tampoco se trata de desesperarnos pues el proceso de modernización es lento, pero tampoco vamos a privar de derechos fundamentales a estos grupos humildes.
Humala y Keiko están en una competencia que sin duda afectará para bien o para mal el destino de nuestro progreso económico. Habrá que esperar qué tan importante es para ambos candidatos el desarrollo social de nuestro país. Lo que sí es seguro es que el verdadero chavismo ya lo conocemos, y es el fujimorismo.