20/08/11: Un lugar escondido en Lima: el Colegio San Pedro Nolasco

¿Qué misterios existen detrás de la Lima que conocemos? ¿Encierra el Centro de Lima vestigios ocultos de la época colonial? ¿Sabemos toda la historia que nos presenta la Ciudad de los Reyes? Caminando por sus innumerables jirones, calles apretujadas, plazas señoriales, casonas ostentosas y quintas de cuyos callejones han surgido pintorescas anécdotas limeñas, quizás encuentres la respuesta.

La construcción del Colegio San Pedro Nolasco se inició en el siglo XVII. Sin embargo, los terremotos y los diferentes propietarios permitieron que sufra muchas modificaciones. Actualmente sobrevive este arco barroco en un solar de los jirones Cusco y Andahuaylas, en los Barrios Altos de Lima. Foto: Marco Gamarra Galindo.

Las primeras horas de la mañana presencian la férrea actividad comercial del Mercado Central. Vendedores, transeúntes y serenos, en conjunto, inundan el Jirón Cusco y los alrededores del Cercado de Lima. En medio de ellos, como contraolas, caminamos en un ejemplo perfecto de agilidad y destreza. Antonio Polo y David Pino habían recorrido estas calles hace tan solo unas horas, en busca de uno de los testimonios más antiguos de la historia de la capital: la gran portada del Colegio San Pedro de Nolasco (XVII). Con esfuerzo, sudor y lágrimas habían llegado, exhaustos. Era el momento de regresar, conocer el lugar en todo su esplendor, esta vez en persona: observar quizás algunos detalles mantenidos en el olvido, reflejo de una época que se va perdiendo poco a poco.

El Claustro de San Pedro Nolasco en plano del s. XVII. Funcionó como universidad intra claustra de los mercedarios. Ilustración: David Pino para Lima la Única.

Doblamos por Andahuaylas: una hilera de casas de media altura, muchas de ellas convertidas en quintas zigzagueantes, nos reciben en serie. –Por aquí debe ser-, comenta entusiasmado David Segura, con quien me interno en esta expedición. Vecinos conversando en las afueras, cargadores trabajando y agudo el sonido de los comerciantes ofertando sus productos: sigue cotidiano el día. Con cierto sigilo miramos los interiores de los primeros multifamiliares que vemos. Una entrada nos invita, interesante. Sus interiores se abren en dos pasadizos. Vacilamos un segundo. Escogemos el de la derecha. Inquilinos, desconfiados, nos miran intentando mostrar desinterés. Detrás de un pequeño árbol, empieza a dibujarse la figura de una curva que poco a poco, se convierte en un arco. Su color rosado resalta su presencia detrás de la vegetación que amenaza con ocultarla de la vista. Hemos llegado.

Salvo algunos detalles que permiten reconocer el origen mercedario del inmueble -como, por ejemplo, la Virgen de la Merced que se encuentra en la parte superior del retablo de la actual capilla-, hoy día el antiguo Colegio es prácticamente irreconocible. Foto: Marco Gamarra Galindo.Asombrados y cautivados por esta reliquia de la Colonia, empezamos a felicitarnos por el encuentro. –¡Qué bueno que siga en pie!- digo mientras empezamos a ver con detenimiento las dos columnas y su escudo de la Orden Mercedaria. Inscritas en latín, tiene las siguientes palabras: “Initium Sapientiae Timor Domini” (El temor a Dios es el principio de la Sabiduría). En la parte superior izquierda el año “1774”. Pasan los primeros minutos hasta que dejamos de pasar desapercibidos. Un vecino, acostumbrado a la presencia de este arco, aprecia desde otra perspectiva y mirada su arquitectura barroca. Se suma a nuestro asombro.

Dentro de las viviendas también hay restos de arquería. Foto: Marco Gamarra Galindo.

Conversamos con los moradores del lugar. Nos comentan que la propiedad pertenece a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM) y que cuentan con muy poco respaldo de esta casa de estudios para mejorar la integridad del monumento y su propia calidad de vida. Nos explican, orgullosos de su principal inquilino –el único arco en pie del antiguo colegio-, que el color rosado que presenta se ha mantenido por años. –Tiene mucha historia ese arco. Estamos esperando que venga el Ministerio para que tome manos a la obra y lo recupere. Nosotros no podemos intervenirlo, porque está considerado como un patrimonio monumental-, nos reseña uno de los vecinos. Preocupados como ellos, pero con la satisfacción de haber conocido sus principales demandas, nos retiramos. No debería de esperar mucho el Ministerio de Cultura del Perú para revitalizar este lugar con mucha historia y también las condiciones de vida de sus habitantes. Esperemos que esta gestión sea más significativa y más trabajadora que la anterior.

Historia del Colegio San Pedro Nolasco

Por: Ramón María Serrera. Catedrático de Historia de América de la Universidad de Sevilla.

Según referencias de mediados del siglo XVII ofrecidas por el provincial de la Merced, el arzobispo de Lima y el procurador general de la Orden, el Colegio de levantó en una manzana o cuadra ‘cercada por cuatro partes de calle’, rodeada de un muro de seis varas de alto en ciento sesenta y seis varas de sitio ‘en cuadro’. En sus líneas fundamentales, el edificio seguía el patrón arquitectónico normal en aquella época en centros conventuales. Se componía de una capilla con acceso desde la calle y de dos claustros, uno pequeño inmediato a la Capilla y otro de mayores dimensiones en la zona central del solar.

Los trámites para la aprobación del centro, puesto bajo la advocación de San Pedro Nolasco, fueron iniciados en 1644 por los superiores limeños de la Orden, y dos décadas después, tras no pocas dificultades, recibió las correspondientes licencias reales y pontificias para otorgar grados y funcionar como universidad intra claustra de los mercedarios.

El solar del inmueble –hoy prácticamente irreconocible- había sido comprado por la Orden a la Compañía de Jesús. Ocupaba toda una manzana a unos cien metros del convento de las dominicas de Santa Rosa, en la ciudad de Lima. La parte reconocible hoy se abre a las calles de Andahuaylas y Miró Quesada.

Somos cada vez más los limeños que conocemos este lugar oculto de Lima. Aun así, todavía el número es muy reducido. Foto: Wilfredo Ardito.

Acerca de la paternidad de la traza del claustro mayor, existe una noticia de capital importancia, brindada en una correspondencia del fray de la Orden Francisco Bueno al fray Juan de Brizuela (fechada el 27 de julio de 1663), que nos pone sobre la pista de uno de los más grandes arquitectos e ingenieros de la centuria: el portugués Constantino Vasconcellos.

“El Señor Obispo dio la plata para el segundo claustro. Está en arqueado
todo lo bajo y, acabado, es lo mejor que hay en Lima, porque es la
traza de D. Constantino (sic.). Ahora se tratará de cubrirlo, porque el
Señor Obispo ha dado para la madera. Es un claustro muy grande, tiene
en el claro del patio ocho arcos cada ángulo, con que viene a ser un patio
grande y muy capaz, y esto es sin cubierta…”

Constantino Vasconcellos había llegado al Perú aproximadamente en 1630 y había empezado a trazar y a preparar los planos del claustro mayor del colegio de la Orden Mercedaria: San Pedro de Nolasco. Para la época de la carta (1663), D. Constantino se encuentra trabajando en el Convento de San Francisco (1669-1674), cuyos planos confecciona.

El claustro grande de San Pedro Nolasco, con ocho arcos por lado, abría sus galerías a 18 celdas para ser utilizadas por estudiantes y superiores. En 1647 se encontraban acabadas diez de ellas, mientras que en 1658 ya se habían terminado doce ‘en toda perfección’. El resto esperaba todavía su cubierta definitiva, pero sí tenían ‘labrada toda la madera de las puertas y ventanas’. A fines de siglo todas ya estaban cubiertas y entabladas con ricas maderas labradas. Una de las aulas estaba entablada con muy buena enmaderación en 1647.

El Colegio contaba, además, con otro claustro de arquería de dimensiones más reducidas, más próximo a la capilla –en este no intervino Vasconcellos, sino un fraile de la Orden-. En las inmediaciones de este segundo espacio se encontraban el almacén, la portería, la enfermería del Colegio compuesta por cuatro piezas, concluidas en 1658; la capilla, aún no terminada por esas fechas; y otras dependencias generales del centro. El edificio se completaba con un refectorio ‘acabado con sus mesas y todo lo demás necesario’, despensas, celdas interiores, oratorios, caballeriza, gallinero, corral de mulas y un amplio huerto conventual, al cual se accedía por un amplio portalón. El inmueble, por lo demás, contaba incluso con abundante agua para cubrir las necesidades de riego del huerto y para el consumo de los residentes, ya que ‘por la casa entra una acequia hecha de cal y ladrillo por donde corre bastante cantidad’.
Se insiste con frecuencia en el detalle de la decoración y cubiertas de madera, hasta el punto de que no se consideraba terminada ninguna pieza hasta que no se cubría con una buena enmaderación; rasgo éste genuinamente limeño que llenaba de orgullo a los frailes mercedarios que dirigieron la obra.

La edificación no tuvo mucha fortuna con el transcurrir de los años. Diversos terremotos y cambios de dueños -estos últimos en el siglo XIX- hicieron que llegara a nuestros días sin su primitiva fisonomía. Tuvo que afectarle el terrible sismo de 1687, que obligó a reconstruir muchos edificios limeños. Pero aún más le afectó en la centuria siguiente el terremoto del 28 de octubre de 1746, el más fuerte de la historia peruana. Bernales Ballesteros transmite un curioso testimonio del, por entonces, vicario general de la Orden de la Merced de Lima, fray José de la Fuente, en el que se describen las consecuencias de este desastre: “Hallé el Colegio casi todo por el suelo, desmantelado y abierto por todos lados; y en lugar de jóvenes aplicados y recogidos, una cuadrilla de mozos mal criados que ni de noche ni de día paraban en los claustros”.

El virrey Conde de Superunda trataría más tarde de impedir la reconstrucción de dicho Colegio. Pero los superiores de la Orden realizaron las obras de reparación sin licencia del virrey. Mientras tanto, los estudiantes de la Orden pasaron a residir al viejo Convento Grande y las rentas de este Colegio pasaron al Real Convictorio de San Carlos. Salvo algunos detalles que permiten reconocer el origen mercedario del inmueble -como, por ejemplo, la Virgen de la Merced que se encuentra en la parte superior del retablo de la actual capilla-, hoy día el antiguo Colegio es prácticamente irreconocible. Sólo queda la capilla muy transformada, restos de fachada, alguna talla de valor y los espacios correspondientes a los antiguos claustros. Sin embargo, son eso: meros espacios convertidos en patios con galerías modernas, pertenecientes hoy a un colegio de religiosas que lleva la advocación de Jesús Reparador y otras casonas y solares anexos.

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Comentarios

  1. Juan Acevedo escribió:

    Felicitaciones, el artículo es también parte del rescate, al compartir el dato en las redes. Ojala no cesen en su empeño de investigar y difundir estos datos que nos ayudan a entender a Lima, nuestra ciudad.

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