Encuentro budista-cristiano: Para superar los conflictos
1:00 p.m. | 6 jun 25 (VTN/AF).- El diálogo interreligioso como un camino concreto hacia la paz. Es el deseo compartido de los líderes religiosos, expresado en el 8º Coloquio budista-cristiano, convocado por la Santa Sede. Delegaciones de más de una docena de países suscribieron una declaración que destaca la urgencia de sanar heridas sociales y promover la paz mediante la educación, la responsabilidad moral y la acción conjunta. La reconciliación y la resiliencia fueron señaladas como pilares. Participaron religiosos, teólogos, académicos y responsables eclesiales.
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La importancia de trabajar sobre las raíces profundas de los conflictos y de “aprovechar” los valiosos recursos provenientes de las ricas tradiciones religiosas de cada uno, para promover caminos concretos hacia la paz. Esto es lo que han destacado los participantes del octavo coloquio budista-cristiano, titulado “Budistas y cristianos trabajan juntos por la paz mediante la reconciliación y la resiliencia”, celebrado del 27 al 29 de mayo en Phnom Penh.
El evento fue promovido por el Dicasterio para el Diálogo Interreligioso, en colaboración con la Universidad Budista Preah Sihanouk Raja, la Iglesia católica del Reino de Camboya y monasterios budistas. Al finalizar el encuentro, se firmó una declaración conjunta en la que budistas y cristianos reafirman la necesidad de un compromiso común para superar discordias, dificultades y conflictos en un mundo marcado por la violencia, la injusticia y la explotación.
Reconciliación y resiliencia al servicio de la paz
La reconciliación y la resiliencia son los instrumentos en los que apoyarse. Primero, porque “la reconciliación no es la eliminación de la memoria, sino un valiente proceso de verdad, sanación y restauración de las relaciones”; y luego, porque “la resiliencia se alimenta de una fuerza interior, enraizada en la fe y sostenida por comunidades que defienden la dignidad de cada persona”.
Por lo tanto, escriben los delegados presentes en el coloquio, “construir la paz requiere abordar las causas más profundas de los conflictos”: entre ellas, la pobreza, la degradación ambiental, la injusticia social y la negación de los derechos humanos. Para lograrlo, budistas y cristianos aseguran que “nuestras respectivas tradiciones religiosas” ofrecen “profundos recursos éticos y espirituales” útiles para “afrontar los desafíos actuales con compasión, valentía y esperanza”.
En Phnom Penh se dieron cita 150 participantes, procedentes no solo del país anfitrión, sino también de Hong Kong, India, Italia, Japón, Laos, Malasia, Mongolia, Myanmar, Singapur, Corea del Sur, Sri Lanka, Taiwán, Tailandia, Vietnam, Estados Unidos y la Santa Sede, junto con dos representantes de la Federación de Conferencias Episcopales Asiáticas, en un evento caracterizado por el “deseo compartido de paz y comprensión mutua”.
“Bienaventurados los que trabajan por la paz”
En la declaración se incluyen numerosos referentes religiosos, extraídos de los textos sagrados y enseñanzas espirituales de ambas religiones. “Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios”, es la cita tomada del Evangelio de Mateo (Mt 5,9). “De la tradición cristiana tomamos fuerza del llamado evangélico al perdón y la reconciliación. La invitación de Jesús a amar a los enemigos y responder a la violencia con misericordia sigue guiando los esfuerzos cristianos hacia la paz y la justicia”, afirma el documento difundido por la Oficina de Prensa del Vaticano, que también menciona el “testimonio permanente de mártires y constructores de paz” que se aferraron a la fuerza de la fe en medio del sufrimiento y la injusticia, como prueba de una resiliencia anclada en la esperanza y el amor.
En el texto más conocido del “budismo Theravāda”, el Dhammapada, se dice que “el odio no cesa con el odio, sino solo con el amor; esta es la ley eterna” (Dhammapada, 5). La declaración explica que las “prácticas de Metta (amor benevolente), Karuna (compasión) y el desapego consciente” son “caminos que cultivan la paz interior y favorecen la armonía dentro de la sociedad”, y recuerda el testimonio de incontables practicantes budistas, en particular de Su Santidad Maha Ghosananda, venerado como el “Gandhi de Camboya”: él “nos recuerda que incluso las heridas más dolorosas de la historia pueden transformarse mediante la compasión, la sabiduría y la resiliencia espiritual”.
El papel de la educación y la responsabilidad de los líderes religiosos
Budistas y cristianos presentes en la capital camboyana afirman reconocer “el papel esencial de la educación en la formación de nuevas generaciones en los valores de la no violencia, el diálogo y la cooperación interreligiosa”, y también proclaman “la responsabilidad de los líderes religiosos y de las comunidades de encarnar la reconciliación de manera práctica”, es decir, “poniéndose del lado de quienes sufren, promoviendo la justicia y cultivando la paz interior”.
Cada persona está llamada, e invitada, en la cotidianidad de su vida, a ser instrumento de sanación y esperanza en un mundo herido y devastado por las guerras, desde Ucrania hasta Oriente Medio, desde Sudán hasta Myanmar. Para que la paz –concluyen los 150 participantes– sea “algo más que la ausencia de conflictos”: que sea la “presencia activa del amor, la justicia y la solidaridad humana duradera”.
LEER. Declaración final – 8vo Coloquio budista-cristiano
Koovakad: Junto a los budistas en el camino hacia la paz
“En un mundo fragmentado por la violencia, marcado por los conflictos y oprimido por la injusticia, la pobreza y la degradación del medio ambiente, nuestra asamblea de líderes espirituales y practicantes representa un poderoso signo de esperanza”. Así inició su reflexión el cardenal George Jacob Koovakad, Prefecto del Dicasterio para el Diálogo Interreligioso, en el discurso de presentación del coloquio.
El tema elegido para la edición de este año dio pie al Prefecto para subrayar en sus observaciones que “esta sesión ofrece un espacio sagrado en el que budistas y cristianos se reúnen no sólo como representantes de dos tradiciones venerables, sino también como compañeros de viaje, unidos por un compromiso común en favor de la paz. En el centro de nuestro encuentro hay dos tesoros espirituales: la reconciliación y la resiliencia, que están profundamente arraigadas en nuestras respectivas creencias y son capaces de construir y sostener una paz duradera”.
Contra toda desigualdad
El cardenal subrayó también lo fundamental que es, en un contexto histórico dominado por enormes desigualdades, dar testimonio del poder curativo de la religión en beneficio de un mundo que describe como cada vez más inquieto: “No puedo evitar pensar en los más afectados por la guerra y la injusticia, los que sufren directamente y los que, cansados de los titulares saturados de tragedia, se han alejado con desesperación. La realidad del sufrimiento causado por la violencia, los prejuicios y la desigualdad es innegable”.
El silencio y la indiferencia ante los gritos de los pobres, los refugiados, los marginados, los descartados, los migrantes y ante la intensificación del cambio climático y la erosión de la dignidad humana necesitan, según el Prefecto, una respuesta basada en la compasión y el deber moral.
“Nosotros -fue su razonamiento- no carecemos de esperanza ni de recursos para responder a esta llamada. Nuestros debates ofrecen valiosas oportunidades para escuchar y amplificar relatos positivos sobre la construcción de la paz, incluidos los que proceden de las bases. Nuestras tradiciones espirituales ofrecen tanto una visión como una misión: nos instan a rechazar la apatía y a asumir la difícil tarea de la construcción de la paz. Nos desafían a elegir la reconciliación en lugar de la venganza, la resiliencia en lugar de la resignación”.
Una acogida marcada por el espíritu del diálogo
“Diálogo y fraternidad son las palabras clave para avanzar en el camino de la paz. Con el papa León XIV queremos seguir dialogando y construyendo puentes”. Con estas palabras, el obispo Olivier Schmitthaeusler, Vicario Apostólico de Phnom Penh, inició su intervención en el coloquio. Schmitthaeusler transmitió el saludo de la pequeña comunidad católica de Camboya —compuesta por unos 20.000 fieles, 80 sacerdotes (14 de ellos locales) y 200 religiosos y religiosas, entre los cuales 15 son religiosas camboyanas— y agradeció el respaldo de las autoridades religiosas del país, incluido el ministro de Religiones y Cultos. “En la realidad camboyana convivimos en paz y armonía —afirmó— y es precisamente esta paz la que nos permite construir una sociedad orientada al futuro con confianza”.
En su intervención, el Vicario Apostólico evocó el magisterio del papa Francisco y el Documento sobre la Fraternidad Humana para la Paz Mundial y la Convivencia Común (2019), señalando que el pontífice “ha abierto nuevas perspectivas de encuentro, promoviendo la cultura del diálogo como camino, la colaboración común como estilo de vida y la comprensión mutua como método y criterio”.
También recordó con afecto al Venerable Patriarca de Phnom Penh, Samdach Tep Vong, fallecido en 2024 y amigo del papa Juan Pablo II, e hizo referencia a las cuatro formas de diálogo interreligioso descritas en Redemptoris Missio (1990): el diálogo de la vida, presente en la convivencia cotidiana entre budistas, cristianos y musulmanes; el diálogo de las obras, visible en las actividades compartidas como visitas a hospitales, cárceles, campamentos juveniles y escuelas; el diálogo teológico, encarnado en los trabajos del Coloquio; y el diálogo de la experiencia religiosa, que conduce a una contemplación más profunda del misterio.
Aludiendo al inicio del pontificado de León XIV, Schmitthaeusler subrayó: “Como hijo espiritual de san Agustín, nos ha exhortado a amarnos mutuamente con el amor que viene de Dios, viviendo en la verdad para promover la justicia en nuestras sociedades”. Y concluyó: “La justicia asegura el bien común y la dignidad de cada persona, y de ella brota la paz. Una paz que no es simplemente ausencia de guerra, sino convivencia fraterna y armónica. Que este Coloquio sea un signo visible de esta armonía que, en este Año Jubilar para la Iglesia, nos conduzca a todos hacia la esperanza”.
Un país marcado por la memoria, elegido para el diálogo
La elección de Camboya como sede del 8º Coloquio budista-cristiano no ha sido casual. En este país, profundamente marcado por el genocidio perpetrado por el régimen del Jemer Rojo (1975-1979), donde perecieron cerca de dos millones de personas —incluida la mayoría de los monjes budistas—, el diálogo adquiere un peso simbólico particular. En ese contexto, el Coloquio de este año ha rendido homenaje a la figura de Su Santidad Maha Ghosananda, venerado monje camboyano que dedicó su vida a la paz y la reconciliación espiritual tras los años de violencia. Sus célebres Dhammayatra —marchas anuales por la paz en los años noventa— fueron un signo visible de resistencia no violenta y reconstrucción del tejido espiritual del país.
Pese al respaldo de las autoridades religiosas y el clima general de entendimiento, persisten desafíos. Algunos observadores han señalado que la buena voluntad interreligiosa no siempre logra traducirse en acciones concretas. No obstante, encuentros como este refuerzan el compromiso público con la armonía entre credos, mostrando que el diálogo no es un ideal abstracto, sino una práctica con raíces en la historia reciente del país.
El budismo theravada es practicado por el 97% de la población camboyana, mientras que el cristianismo —y dentro de él, la comunidad católica— representa una minoría, con unos 75000 fieles, en su mayoría de origen vietnamita. A pesar de la disparidad numérica, los líderes de ambas tradiciones han insistido en su convergencia ética y en el potencial de la colaboración espiritual.
Desde 1995, el Vaticano ha promovido encuentros regulares con comunidades budistas en diversas partes del mundo, en el espíritu del Nostra Aetate, la histórica declaración conciliar de 1965 que abrió un nuevo capítulo en las relaciones interreligiosas de la Iglesia. La edición anterior del Coloquio, celebrada en 2023 en Bangkok, abordó el tema “Sanar a la humanidad herida y a la tierra”. Desde su origen en Taiwán, el evento ha recorrido países como India, Japón, Italia y Tailandia.
Este año, el foco ha estado en temas apremiantes como la violencia, la fragmentación social y las crisis ecológicas, proponiendo como respuesta una espiritualidad compartida basada en la compasión, la justicia y el amor. En un país como Camboya, aún en proceso de sanación histórica, el Coloquio reafirma el valor del diálogo interreligioso como herramienta para la reconstrucción del tejido social. La Iglesia católica ha sido parte activa de este proceso desde 1994, impulsando proyectos educativos, iniciativas humanitarias y espacios de reconciliación junto a la mayoría budista. El encuentro también ha reconocido el papel del Consejo Interreligioso de Camboya (CIC), que reúne a representantes de distintas religiones en un compromiso conjunto por la convivencia pacífica, la cooperación y el respeto mutuo.
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Fuentes
- Vatican News. (2025, mayo). Octavo Coloquio budista-cristiano: Religiones unidas en el camino de la paz.
- Vatican News. (2025, mayo). Cardenal Koovakad: Los budistas son compañeros de viaje en el camino de la paz.
- Buddhistdoor Global. (2025, mayo 28). Eighth Buddhist–Christian Colloquium Opens in Cambodia with Focus on Peace and Reconciliation.
- LiCAS News. (2025, mayo 29). Church in Cambodia hosts interfaith summit for peace through shared values.
- Agencia Fides. (2025, mayo 30). Asia/Camboya – Budistas y cristianos juntos por la reconciliación y la paz.
- Foto: Vatican Media