León XIII y otros Leones: legado y guía para el Papa

7:00 p.m. | 3 jun 25 (NCR/OSV).- El legado de los Papas llamados León ofrece a León XIV referencias valiosas y relevantes. León XIII, en particular, supo conjugar tradición y modernidad: abrió la Iglesia al diálogo con el pensamiento político y social de su tiempo, sin diluir su identidad. Ese equilibrio podría ser clave hoy ante desafíos como el auge del autoritarismo, la tecnocracia y la desigualdad. De otros Leones —como León I, negociador con Atila, o León IX, impulsor de reformas— también pueden extraerse lecciones para un liderazgo que combine claridad, escucha y valentía.

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El papa León XIV, en una reunión con los cardenales después de su elección, explicó que había elegido ese nombre como reconocimiento de las similitudes entre nuestra época y la del papa León XIII. Mencionó específicamente la encíclica de ese papa, Rerum novarum, la primera encíclica social que abordaba los problemas planteados por la sociedad industrializada. “Hoy la Iglesia ofrece a todos, su patrimonio de doctrina social para responder a otra revolución industrial y a los desarrollos de la inteligencia artificial, que comportan nuevos desafíos en la defensa de la dignidad humana, de la justicia y el trabajo”, explicó el nuevo pontífice.

Los 61 cardenales que se reunieron en la Capilla Sixtina en febrero de 1878 para elegir al sucesor del papa Pío IX eligieron al cardenal Gioacchino Pecci en parte porque tenía casi 68 años en el momento de su elección. En el siglo XIX, 68 años era una edad bastante avanzada y los cardenales no querían otro papado de 32 años, el más largo de la historia, como el que acababa de concluir. Sin embargo, Pecci, que tomó el nombre de León XIII, vivió hasta los 93 años y murió en 1903, lo que lo convirtió en el segundo pontificado más largo hasta que Juan Pablo II lo superó en el segundo lugar.

El papa Pío IX había sido elegido como reformista en 1846, pero después de que la Revolución romana le obligara a huir de Roma, volvió al poder con la ayuda de las tropas francesas y se convirtió en un reaccionario. Detestaba las ideas modernas que habían inspirado a los revolucionarios: todas las formas de democracia liberal eran consideradas anatema, y el Syllabus errorum —un documento firmado por él y publicada en 1864, que condenaba 80 proposiciones consideradas incompatibles con la doctrina católica, entre ellas la separación Iglesia-Estado y la libertad religiosa— rechazaba muchas ideas que hoy damos por sentadas.

León XIII trazó un rumbo diferente. Decidió comprometerse con el mundo, no repudiarlo. Además de Rerum novarum, tres de sus encíclicas y exhortaciones apostólicas son especialmente significativas y, cada una a su modo, reflejaba su deseo de que la Iglesia se relacionara con la modernidad, no de forma acrítica, pero sí con decisión y apertura.

Rerum novarum es reconocida como la primera encíclica de doctrina social de la Iglesia. Aunque muchas de las ideas que expuso el papa León XIII no eran nuevas —pues estaban firmemente basadas en la Escritura y en la tradición católica—, lo novedoso fue su aplicación a los desafíos del mundo moderno. Ese paso resultó decisivo. Desde entonces, casi todos los papas han seguido su ejemplo publicando encíclicas sociales, desde Quadragesimo anno de Pío XI hasta Fratelli tutti de Francisco.

A diferencia del marxismo, que basaba su análisis en supuestos materialistas y deterministas sobre la dinámica social, León XIII partió de la persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios. En concreto, se centró en la difícil situación de los trabajadores en el apogeo del capitalismo industrial. Afirmó su derecho a un salario digno, que les permitiera vivir con dignidad. Afirmó su derecho a formar sindicatos para defender sus derechos y defender sus intereses. León estipuló que todas las relaciones sociales estaban supeditadas al bien común y que su objetivo era la solidaridad social, no la lucha de clases marxista ni la competencia capitalista. Su crítica tanto al marxismo como al capitalismo seguiría siendo un sello distintivo de la doctrina social católica.

El padre agustino Anthony Pizzo, prior de los agustinos en la Provincia del Medio Oeste de Chicago, conoce al papa León XIV desde 1974, cuando ambos eran estudiantes en la Universidad de Villanova. De Robert Prevost destaca que “no es muy exigente, pero tiene claro lo que se debe hacer. Está muy en línea con la doctrina de la Iglesia y se asegura de que la doctrina social católica se integre en todo lo que hacemos. Él ve eso como el mensaje del Evangelio”. Pizzo añadió: “Es verdaderamente un hombre de la Iglesia”.

Es seguro concluir que la doctrina social católica, tan a menudo manipulada con fines ideológicos, será un tema central para el nuevo Papa, y que su enseñanza en ese ámbito se basará en la tradición de la enseñanza papal de la que ahora es heredero.

El segundo documento de especial interés para los estadounidenses fue Testem benevolentiae nostrae, del papa León XIII, una carta apostólica que condenaba el “americanismo”. Aquí un enlace a un artículo previo sobre este documento, después de que el papa Francisco escribiera una breve carta a los obispos estadounidenses sobre los retos que plantean las draconianas políticas del presidente Donald Trump contra los migrantes.

Sin entrar en los detalles de Testem benevolentiae nostrae, una lección importante de ese documento puede ser especialmente relevante para el enfoque del nuevo Papa ante ciertos temas: su contenido fue lo suficientemente matizado en torno al liberalismo, la relación entre Iglesia y Estado, y las virtudes de la vida religiosa, como para que la mayoría de católicos estadounidenses pudieran afirmar con sinceridad que nunca habían sostenido posturas concretamente condenadas.

En esencia, la carta papal rechazaba los excesos —como una autonomía personal que excluyera la autoridad de la Iglesia o una sobrevaloración del activismo frente a la vida contemplativa—, pero no los esfuerzos legítimos de figuras como el cardenal James Gibbons por adaptar el catolicismo al contexto cultural estadounidense. Reconocía la posibilidad de una diversidad legítima, siempre que se mantuvieran los principios fundamentales de la fe.

La tercera encíclica de León XIII que merece atención es Aeterni patris, en la que alentó a los teólogos católicos a redescubrir los escritos originales de santo Tomás de Aquino como una guía segura para el pensamiento cristiano. Esta iniciativa ayudó a renovar el apostolado intelectual de la Iglesia, alejándolo de una forma de neoescolástica que se había vuelto rígida y poco relevante. Además, Aeterni patris inauguró un enfoque teológico que más tarde se conocería como ressourcement: un retorno a las fuentes primitivas de la fe para extraer de ellas nueva luz en diálogo con los desafíos contemporáneos. Pronto, ese descubrimiento se trasladó a las fuentes bíblicas y patrísticas, y se sentaron las bases teológicas para el Concilio Vaticano II.

Las categorías políticas no funcionan bien cuando se aplican a la Iglesia. Quienes se identifican con el tradicionalismo suelen olvidar que la verdadera tradición católica implica una reforma constante. Es cuestión de crecimiento: solo lo que está muerto deja de cambiar. Por otro lado, algunos reformadores pasan por alto que no están moldeando plastilina, sino trabajando con una tradición viva que puede adaptarse en ciertos aspectos, pero no en todos. Cuando una práctica se vuelve obsoleta o deja de responder a las necesidades del presente, los católicos no inventamos desde cero: volvemos a las fuentes y, desde allí, discernimos cómo avanzar.

Por último, está Au milieu des sollicitudes, la encíclica de León XIII a la Iglesia en Francia, animándola a unirse a la república (fines del siglo XIX). La Iglesia francesa se opuso en gran medida a cualquier compromiso con las formas republicanas de gobierno, alegando que solo la unión del trono y el altar era una forma adecuada de organización social.

León XIII pensaba de otra manera y, como había hecho en Rerum novarum, aplicó ideas antiguas al problema que se le planteaba. El nuevo Papa puede aprender de esa experiencia que algunas iniciativas papales no funcionan. La Iglesia francesa rechazó la invitación de León, se mantuvo obstinadamente opuesta no solo a las decisiones, sino a la existencia misma de la Tercera República. Por estos problemas, ese gobierno se volvió cada vez más anticlerical, llegando a suprimir las órdenes religiosas en todo el país e imponiendo otras trabas a los católicos. León XIV podría considerar que tiene la responsabilidad de actuar, pero que no tiene derecho a esperar que sus decisiones tengan éxito. El éxito no es una categoría del Evangelio.

Al mirar hacia el futuro para guiar a la Iglesia en los próximos años, León XIV puede ver en su predecesor del mismo nombre una disposición a comprometerse con el mundo, no a esconderse de él, para aportar lo mejor de nuestra tradición a los problemas y las esperanzas de nuestro tiempo. León XIII es una buena guía para todos los Papas, pero especialmente para su homónimo, ya que el peso de la Iglesia mundial recae sobre sus hombros.

VIDEO. León XIV explica la elección de su nombre

Antecedentes y más detalles del papado de León XIII

Tras los 31 años de pontificado del beato Pío IX, los cardenales reunidos en cónclave para elegir a su sucesor querían evidentemente a alguien que fuera un Papa “interino”, que ocupara el cargo el tiempo suficiente para revisar las políticas de su predecesor, pero que luego abandonara la escena. El cardenal Gioacchino Pecci, que se acercaba a los 68 años y se creía que tenía una salud delicada, parecía cumplir ambos requisitos. Fue elegido el 20 de febrero de 1878. Para sorpresa de los electores, León XIII continuó ejerciendo como Papa durante 25 años, lo que convirtió su pontificado en el tercero más largo de la historia, solo por detrás de los de Pío IX y de Juan Pablo II.

En el ámbito político, logró un éxito limitado pero real, especialmente en Alemania, donde se sanó en gran medida el distanciamiento entre el Gobierno y la Iglesia. En otros lugares, especialmente en Francia e Italia, hubo poca mejora. Pero más allá de la esfera política, los años de su pontificado fueron testigos de un crecimiento significativo de la Iglesia en muchos lugares, junto con una continua expansión de los esfuerzos misioneros. Su interés por el ecumenismo fue limitado; si bien tuvo algunos gestos y actitudes pioneras para el ecumenismo moderno, ese interés se vio ensombrecido por su condena en 1896 de las órdenes anglicanas en la bula Apostolicae curae, donde declaró que las ordenaciones anglicanas eran “absolutamente nulas y sin valor”.

Se ha dicho del papa León XIII que, en cuestiones doctrinales, era tan tradicionalista como el papa Pío IX e incluso había participado en la redacción del famoso Syllabus errorum, de este último. También mantuvo la esperanza de que el papado recuperara al menos su autoridad temporal en Roma, aunque reconocía que el resto de los antiguos Estados Pontificios estaban ya firmemente bajo control del nuevo Estado italiano.

Sin embargo, su pontificado introdujo un estilo más conciliador en el modo de expresarse del papado, acompañado de un auténtico deseo de reconciliar a la Iglesia con la cultura secular emergente en el mundo moderno de finales del siglo XIX.

En el ámbito intelectual, una de las iniciativas más relevantes de León XIII fue impulsar el redescubrimiento del pensamiento de santo Tomás de Aquino, el gran teólogo y filósofo del siglo XIII. Para el papa, no se trataba de una simple admiración por el pasado, sino de recuperar una fuente permanente de sabiduría teológica y filosófica. En su encíclica Aeterni Patris (1879), lo llamó “baluarte especial y gloria de la fe católica”, y pidió a los obispos que promovieran activamente los estudios tomistas. Incluso fundó una academia en Roma dedicada a esta tarea. Gracias a estos esfuerzos, la primera mitad del siglo XX vio un notable resurgimiento del tomismo, representado por pensadores como Jacques Maritain, Étienne Gilson y Josef Pieper.


Rerum novarum

Hay dos documentos del papa León que destacan especialmente. Uno es Rerum novarum, fechado el 15 de mayo de 1891. En respuesta a lo que él denomina “socialismo” —entendido en sentido amplio como cualquier movimiento social o escuela de pensamiento que aboga por la abolición de la propiedad privada—, el papa León defendió enérgicamente el derecho a la propiedad privada como un derecho natural y una base necesaria para el ejercicio de otros derechos. Pero al hacerlo, se posicionó del lado de la clase trabajadora, afirmando aspectos como el derecho de los trabajadores a condiciones laborales dignas, un salario justo, sindicatos y el derecho a la huelga.

La gran novedad de Rerum novarum no radica en defender estos aspectos, sino en el hecho de que los defiende un Papa, lo que el historiador Eamon Duffy califica de “verdaderamente revolucionario”.

Para los católicos estadounidenses, resulta especialmente significativo que una de las influencias en el pensamiento de León XIII al redactar Rerum novarum haya sido la intervención del cardenal James Gibbons, de Baltimore. Gibbons defendió a los Knights of Labor (Caballeros del Trabajo) —una antigua organización obrera— justo cuando el Papa consideraba condenarla por parecer una sociedad secreta. Su defensa ayudó a cambiar esa percepción y acabó influyendo en la postura favorable a los trabajadores que adoptó la encíclica. Gracias a esa intervención, la Iglesia se posicionó del lado del movimiento obrero en un momento crucial de su historia.

La introducción de Rerum novarum, que sitúa la encíclica en el contexto de las tensiones sociales de su época, es digna de mención a este respecto. Al escribir sobre el “prurito revolucionario” que imperaba entonces en el mundo, el papa León dijo:

“Los adelantos de la industria y de las artes, que caminan por nuevos derroteros; el cambio operado en las relaciones mutuas entre patronos y obreros; la acumulación de las riquezas en manos de unos pocos y la pobreza de la inmensa mayoría; la mayor confianza de los obreros en sí mismos y la más estrecha cohesión entre ellos, juntamente con la relajación de la moral (…) parece no haber otro tema que pueda ocupar más hondamente los anhelos de los hombres”.


Contra el “americanismo”

Los católicos también pueden tener un interés especial en un segundo documento de León XIII, Testem benevolentiae (Testimonio de buena voluntad), que contiene una condena del “americanismo”.

El término “americanismo” se utilizó en el Vaticano para describir un conjunto de ideas que, con razón o no, se atribuían a la Iglesia en los Estados Unidos, aunque en realidad eran más comunes en ciertos círculos católicos de Francia. Los líderes eclesiales estadounidenses más visibles, como el cardenal James Gibbons y el arzobispo John Ireland de St. Paul, Minnesota, tenían poco interés en esas ideas. Su preocupación principal era facilitar la integración de los inmigrantes católicos en la sociedad secular estadounidense. Ambos negaron cualquier afinidad con el “americanismo” condenado por el papa León XIII en su carta del 22 de enero de 1899, dirigida a Gibbons.

Independientemente de si el americanismo era un problema en aquel entonces, la carta del Papa anticipa sin duda algunos problemas reales que han surgido en el catolicismo estadounidense en tiempos más recientes. Entre las ideas que el Vaticano criticó bajo el nombre de “americanismo” estaban, por ejemplo, una visión del compromiso religioso que privilegiaba el activismo sobre la vida contemplativa, lo que llevaba a una menor valoración de la vida religiosa. También se cuestionaba una actitud que restaba importancia a la autoridad doctrinal de la Iglesia, confiando más en las inspiraciones individuales del Espíritu Santo. Además, se señalaba una tendencia a seleccionar solo ciertas enseñanzas de la Iglesia y dejar de lado otras, una actitud que hoy se conoce comúnmente como “catolicismo a la carta” o “catolicismo de cafetería”.

VIDEO. León XIII, un papa que cambió la Iglesia

Leones del pasado: luces y advertencias para León XIV

León I el Magno (440–461): firmeza en la fe y coraje pastoral

El primero en llevar el nombre fue también uno de los más grandes. León Magno, doctor de la Iglesia, asumió el liderazgo en tiempos de crisis políticas e invasiones bárbaras. Su célebre Tomo a Flaviano, aprobado en el Concilio de Calcedonia, definió la doctrina sobre la doble naturaleza de Cristo y consolidó el rol del Papa como garante de la unidad doctrinal. Su autoridad fue reconocida con la célebre frase: “Pedro ha hablado por boca de León”.

Pero León I también fue pastor valiente: en el año 452 disuadió a Atila el Huno de atacar Roma, y tres años más tarde intervino para mitigar el saqueo de los vándalos. Para el actual pontífice, este León es un referente de firmeza doctrinal y sensibilidad pastoral, en una época que exige claridad teológica y apertura al diálogo, incluso en escenarios hostiles.


León III (795–816): equilibrio entre Iglesia y poder

León III es recordado por coronar a Carlomagno como “Emperador de los romanos” en el año 800, gesto que marcó el inicio simbólico del Sacro Imperio y redefinió las relaciones entre Iglesia y poder civil. A pesar de los conflictos internos y complots en su contra, León III supo afirmarse como figura moral y mediadora en Europa. En un mundo global y fragmentado, donde las tensiones políticas y sociales se entrecruzan, el ejemplo de León III sugiere a León XIV la importancia de mantener una voz profética que oriente sin subordinarse, que inspire sin dejarse arrastrar por las lógicas del poder.


León X (1513–1521): una advertencia desde el esplendor sin reforma

Hijo de Lorenzo el Magnífico y miembro de la familia Médici, León X encarnó el esplendor del Renacimiento en Roma: arte, arquitectura, lujo. Pero ignoró los profundos anhelos espirituales que bullían en Europa. Mientras Lutero lanzaba sus 95 tesis, él seguía centrado en fiestas, finanzas y construcciones. Su excomunión al reformador alemán, lejos de frenar la crisis, la precipitó. Para León XIV, este Papa es una advertencia clara: el boato sin alma, la burocracia desconectada del pueblo y la falta de escucha pueden alejar a la Iglesia de su misión. Frente a un mundo herido por el secularismo y el hambre de sentido, su elección agustiniana sugiere una respuesta más sobria, centrada en el Evangelio y atenta al sensus fidei del pueblo de Dios.

VIDEO. Los 14 Papas con el Nombre Papal León

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