Los secretos de la abogada rusa del hijo de Trump

Muchos ven en Natalia Veseltnitskaya como una apisonadora en los juicios. CRÓNICA. Imagen: http://e00-elmundo.uecdn.es/assets/multimedia/imagenes/2017/07/14/15000514843634.jpg

  • A sus 42 años y 300 casos ganados, incluido uno contra Ikea, Veseltnitskaya es una alfil de Moscú en la torre Trump.
  • Al poco de reunirse con Donald júnior, el entonces candidato a presidente dijo que tenía munición contra Hillary Clinton
  • Sus contactos tienen mucho que ver: estuvo casada con el viceministro de Transporte de Moscú

Para que Natalia Veseltnitskaya se sentase una tarde de junio del año pasado en el despacho del hijo de Donald Trump hizo falta una burbuja inmobiliaria en Moscú, un abogado muerto a palos en una prisión rusa, que decenas de huérfanos se quedasen sin padres adoptivos y que el actual presidente de EEUU saliese en un vídeo musical del hijo de un oligarca ruso. La letrada que hoy copa las portadas de los diarios de todo el mundo se graduó en 1998 en la Academia Jurídica Estatal de Moscú, y después de trabajar durante tres años en la oficina del fiscal estatal fundó Camerton Consulting. Para entonces ya sabía que en la Rusia de Putin todo es posible.

Las tierras de pasto que rodean Moscú siempre han dado poco fruto a los que las trabajan. Pero el crecimiento económico que logró encarrilar el presidente ruso, Vladimir Putin, durante la década pasada disparó su valor y decenas de burócratas bien conectados se lanzaron al abordaje legal. En esos pleitos la leyenda de Veseltnitskaya evoca a la de una Juana de Arco rusa capaz de luchar por unos pocos para salvar a muchos más. Es una apisonadora para algunos. Una gran profesional del derecho para muchos más.

A sus 42 años ha ganado más de 300 casos y sabe infundir miedo a sus demandados en los pasillos de los juzgados. “Se ha enfrentado a Ikea por la propiedad de unos terrenos, está en el ojo del huracán”, dice Ekaterina, que trabaja en una firma de abogados y teme dar su apellido. “Los años de la mafia rusa han pasado, pero en casos como el de Ikea siguen existiendo guerras políticas sin extinguir y lo puedes perder todo”, explica un destacado hombre de negocios en la capital rusa. Esas tinieblas legales auparon a la correosa Natalia, cuya frase favorita es “nunca supliques nada a nadie”.

Dicen que ante el tribunal interpreta su papel como una soprano, ajustando el timbre de voz, dramatizando cada gesto, dejando las manos volar en las argumentaciones. Si además de todo esto tiene unas cuantas conexiones con la élite, el éxito está al alcance. Veseltnitskaya estuvo casada con el viceministro de Transporte de la región de Moscú Alexander Mitusov. El jefe de su entonces marido era Peter Katsyv, hoy un oligarca que ha usado sus contactos para hacerse con valiosos terrenos donde se dejó de sembrar patatas para plantar ingentes centros comerciales.

Años después Veseltnitskaya salvaría al hijo de Katsyv Denis de las garras de la justicia norteamericana, que pretendía procesarlo por blanquear dinero en Manhattan. Y el negocio de los centros comerciales condujo a ambos ante Aras Agalarov, uno de los oligarcas más importantes del país gracias a la explosión del shopping. Agalarov es en cierto modo un Trump a la rusa: vividores, amigos del show business y de los pelotazos inmobiliarios. Sus caminos tenían que cruzarse.

Ahí comienza la segunda vida de esta abogada de los suburbios, una guerrera legal que vio convertidos en oro los lodazales de la carretera por la que iba hasta su trabajo cada día en el suburbio moscovita de Jimki. En Rusia el patriotismo puede ser una actividad muy rentable y Veseltnitskaya se convirtió en una de las escuderas llamadas a defender al país de los ataques de gobiernos extranjeros. Así, en su trayectoria profesional ha destacado su incansable presión contra la ley Magnitski, aprobada en 2012 para sancionar a las personalidades relacionadas con la muerte en prisión del abogado Serguéi Magnitski. La norma indignó al Kremlin, que no dudó en utilizar al eslabón más débil de la cadena que unía a Rusia y EEUU y canceló las adopciones por parte de padres norteamericanos, hasta entonces una importante vía de salida de los nutridos orfanatos del país.

Veseltnitskaya se ha presentado en EEUU como alguien que trata de desbloquear estas adopciones, pero la llave maestra de ese candado es que Washington ceda y olvide su lista negra: una victoria para Moscú. En una cuenta a su nombre en redes sociales hay más ataques contra los adversarios de sus clientes que menciones a los niños rusos. En Rusia la defensa de la patria con frecuencia empieza por la parte alta de la escala social: la labor de Veseltnitskaya en EEUU se ha centrado en frenar los posibles perjuicios de esta ley sobre los rusos más acaudalados. La reunión con Donald Trump júnior en la Torre Trump tuvo lugar precisamente cuando la abogada había viajado a Norteamérica a colaborar en la defensa de Denis Katsyv, acusado de participar en el blanqueo de los fondos procedentes de la macroestafa del caso Magnitski.

Los Katsyv “están muy conectados con el fiscal general, Yuri Chaika”, desvela a Crónica William Browder, jefe del fallecido Mangnitski e impulsor de la ley del mismo nombre. Y Chaika es uno de los sospechosos de haber sido la fuente de la información que la abogada ofreció a los Trump. En cuanto a su manera de actuar, Browder la define como entrenada “a la vieja usanza rusa de tomar una posición extrema sobre cada asunto, incluso aunque esta postura radical no sirva a sus intereses a largo plazo”.

Aquel caso contra Katsyv se cerraría con una compensación de unos seis millones de dólares sin admisión de culpa. Gracias, casualmente, a la intervención de Trump, que tras ganar las elecciones destituiría al fiscal que tenía acorralado a su cliente. Ella colocó la bandera rusa en su perfil: Rusia gana.

El sueño (anti)americano de Veseltnitskaya se acelera a la vez que la campaña de Trump. Se reúne con miembros del Congreso, organiza reuniones y la acusan de pasar al Gobierno facturas de hoteles de 900 euros la noche. Pero la Torre Trump es demasiado alta para escalarla y alguien le echa una mano desde Rusia. Los informes que manejaba Moscú desde hacía años sobre el empresario Trump recogen dos intereses con los que la élite rusa sabe jugar: los negocios audaces y las mujeres bonitas. Aquí reaparece el Trump ruso: Aras Agalarov, el rey de esos centros comerciales a quien Veseltnitskaya ayudó. El norteamericano lo conoció en un hotel de Las Vegas cuando se dedicaba a organizar Miss Universo. A Agalarov, considerado próximo al Kremlin, le encanta recordar el saludo del hoy presidente de EEUU.

-¡Mira quién viene por aquí, el hombre más rico de Rusia!

Era 2012. Un año más tarde Trump estaba en Moscú para hacer negocios… y para presidir junto a Agalarov el certamen de Miss Universo. Hicieron buenas migas: “¡He conocido a la mejor familia de Rusia!”. Tan íntima fue la relación que el hoy presidente salió en un vídeo musical de Emin, el hijo del oligarca, y publicitó su álbum en Twitter. Años más tarde, con el republicano despuntando en la campaña electoral, Emin se puso en contacto con Trump júnior para decirle que una abogada del Estado ruso se podía reunir con él. Era Veseltnitskaya, que -como han recordado tanto ella como el Kremlin- no trabaja para el Estado. Pero era el alfil apropiado para pasar una información valiosa compilada por Moscú de la que poco se sabe… salvo que horas después de esa cita en junio de 2016, el candidato Trump anunció que tenía munición sobre las fechorías de Hillary Clinton.

Veseltnitskaya, como buena soprano, ha saludado tirando de modestia al acabar la primera función. Diciendo que no conoce a nadie en la élite y que en su cesta no llevaba gran cosa a la Torre Trump. ¿Era una abogada oportunista o una enviada del Kremlin? En Rusia, como se vio en la invasión de Ucrania, todo es “potencialmente híbrido”, señala el analista Mark Galeotti: incursiones que pueden funcionar o no, pero que se pueden negar sin pillarse los dedos y que, llegado el momento, serán recompensadas por una élite que sabe quién es el jefe.

En: elmundo.es

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