Son días difíciles para Japón. Luego de estar recuperándose de una aguda crisis financiera, el gigante asiático recibe el impacto descomunal de la naturaleza, quizás el más fuerte de los que tenemos memoria: una serie de movimientos sísmicos y tsunamis en el litoral nipón han dejado al país en una situación grave a tal punto que ahora atraviesa su peor crisis desde la II Guerra Mundial.
Terremoto de Japón. 11 de marzo del 2011.
El número de fallecidos todavía es inexacto, por la misma labor –ardua- que significa remover los escombros de las edificaciones destruidas a causa del tsunami y terremoto tanto en el mar como en tierra. Lo que sí es seguro es que Japón, gracias a una seria educación de prevención llevada a cabo por muchas décadas, ha podido reducir el daño ocasionado por el movimiento sísmico de 8.9 en la escala Ritcher que ha consternado la opinión pública mundial.
Cuántas víctimas más estaríamos lamentando si Japón no hubiese realizado una admirable labor en educación sísmica. Nuestro país tiene, como proyecto a largo plazo, el ejemplo japonés. A largo plazo porque todavía hay mucho por hacer. Necesitamos mayor intervención de Defensa Civil en la actividad cotidiana (en los colegios, por ejemplo), más ejercicios ciudadanos de prevención y seguridad, tomar más conciencia y seriedad cuando estos se realicen (dejemos de lado la ‘chacota’ y el ‘juego’ cuando de prácticas de educación sísmica se trata).
A más de uno esta tragedia le ha recordado lo vivido en Pisco el 15 de agosto del 2007. Han pasado casi cuatro años y dicha ciudad todavía no presenta una reconstrucción completa. Irresponsabilidad, desinterés y manejos sospechosos han intercedido para que dicha labor todavía no se haya concretado. ¿Cuántos años –o décadas- necesitaría el Perú para recuperarse si un terremoto y tsunami hubiera ocurrido en nuestras costas? La pregunta es dura, pero también oportuna. La frase ‘prevención ante todo’ parece perder vigencia cada año.
Terremoto de Pisco (Ica, Perú). 15 de agosto del 2007.
Si bien es cierto que el reciente terremoto que asoló Japón demuestra que, a pesar de que los seres humanos podamos ser los más educados en materia sísmica –como efectivamente lo son los japoneses- la fuerza de la naturaleza, cuando desea, es implacable y devastadora, podemos evitar la muerte de muchos, salvar la vida y dejar como ejemplo la prevención y la preparación asertiva. Aunque hayamos logrado los mejores avances para la humanidad, todavía mantenemos nuestra calidad de seres muy frágiles. Leer más