Por: Marco Gamarra Galindo
La Biblioteca Marquense entrevista al ilustre y reconocido historiador José Agustín de la Puente Candamo, uno de los personajes que más ha estudiado los temas de la Independencia y la formación de la identidad peruana. En esta conversación, el Dr. de la Puente comenta los orígenes de su tan apasionada afición por la historia peruana, su identificación con el proceso de mestizaje y sus paseos diarios por el Centro de Lima. Asimismo, explica cómo el estudio de lo cotidiano es una fuente valiosa para conocer cómo nació el Perú. Confía, además, en que los jóvenes fomentarán la creencia en el Perú. El Dr. De la Puente recibió la Orden del Sol del Perú este año, la más alta distinción otorgada por el estado peruano.
¿Cómo surge su pasión por la historia del Perú?
Yo diría que nació en mi vida de familia. Mi abuelo José de la Puente fue historiador y mi padre conservaba en la casa sus papeles y sus libros. Me acuerdo el entusiasmo que yo viví cuando descubrí los libros de Paz Soldan y de Manuel Mendiburu que él había conservado. Ese contacto con el abuelo y los recuerdos que mi padre contaba en la casa, además de los relatos que mi madre también compartía, alimentaron mucho a mi vocación por la historia.
Los libros que su familia conservaba en casa permitieron que José Agustín de la Puente se sienta involucrado con los pasajes más anecdóticos de nuestra historia.
¿El hecho de haber tenido un entorno familiar dedicado al servicio del país influyó también en su interés por conocer la historia de lo peruano? Por ejemplo, su padre fue alcalde de Magdalena Vieja y su abuelo Manuel Candamo Iriarte, presidente dos veces del Perú.
Es verdad. El ambiente de familia fue muy fuerte en mi caso, y diria que allí nació mi cariño por la historia. A mi abuelo presidente no lo pude alcanzar. Pero sí recuerdo vivamente las historias que mi abuela nos contaba sobre los tiempos de la guerra con Chile, de lo temas políticos. Tenía muy buena memoria. Cuando fui al colegio, a La Recoleta, habian unos muy buenos profesores de historia que despertaron más entusiasmo en los alumnos por la historia misma. En la universidad ya confirmé mi devoción por la historia a través del contacto con profesores importantes que fueron para mí un apoyo y un ejemplo.
Sus paseos cotidianos por la Casa Hacienda Orbea, propiedad suya en Pueblo Libre, permitieron que usted estuviera en contacto cercano con lo cultural y lo histórico, desde muy temprano.
Claro que sí. Un poco de lo que nuestro padre nos decía, el cariño a la casa como parte de la vida. Sin duda, tiene su importancia. Como usualmente incentivo en las clases: cada alumno debería fomentar el conocimiento de su propia familia y conocerse. Recuerdo el ejemplo de una chica que quería hacer su tesis y no sabía que era bisnieta de un personaje de la guerra con Chile, y yo le explique que seguramente tenía los papeles en su casa, y sí los tenia pero la chica no les daba importancia. Por eso el conocerse a uno mismo y a su familia es fundamental para la historia. Ahí observa cómo uno no está solo en la vida, cómo uno esta acompañado por otras persona, por recuerdos y por memorias.
José Agustín de la Puente solía compartir reuniones de materia con personalidades como Jorge Basadre y José de la Riva Agüero, a quienes recuerda con gratitud y agradecimiento por las amplias conversaciones de historia que mantuvieron.
¿Qué debemos apreciar de la historia?
La idea de continuidad, de cómo las cosas no comienzan con uno ni uno las ha inventado, sino que uno es parte de una continuidad histórica. El cariño y respeto al libro, a la carta y a la fotografía antiguas, eso lo viví desde chico. Me acuerdo que mi padre repetía una tesis de Riva Aguero: “que los papeles se deben romper solos”, y cómo la propia historia personal es importante, de cómo la historia no es solo, pues, de Bolívar ni de Napoleón sino también de los comunes. Somos fruto de la historia y al mismo tiempo hacemos historia.
¿Con qué suceso de la historia del Perú se identifica más, qué hecho lo embarga más de interés y curiosidad?
La pregunta es terrible, es difícil. Hay muchos, de distintos estilos. A mí me apasiona el tema del mestizaje: el encuentro del español, del negro y del andino, de cómo nacimos a pesar de que nadie se pusiera a pensar en cómo ibamos a crear el Perú, de cómo surgimos de la vida cotidiana y de lo espontáneo. El país, pues, nació en esa relación de culturas. Por ejemplo, me resulta apasionante lo que mencionó Garcilaso: “Soy mestizo y lo digo a boca llena, me honro con ello”. Él era hijo de una ñusta imperial y de un conquistador español y aún así, une ambas herencias. Yo creo que es uno de los momentos más interesantes de la historia del Perú porque es como la partida de nacimiento del país.
Cómo olvidaremos, cuando a puertas del salón L214, algunos alumnos eramos testigos de su caminar lento pero imponente, paciente pero firme. Lucía un elegante saco y era propietario de una amable presencia. Junto a él, siempre un par de libros. Para nosotros la escena advertía el momento de ingresar y escoger, muchas veces intempestivamente, las carpetas mejor posicionadas.
Una fuente valiosa para entender y conocer cómo se hizo el Perú es el estudio de lo cotidiano. Usted respalda mucha esa idea, podría comentarlo con nuestros lectores?
Claro que sí. Yo diría que se ha vivido mucho la historia de lo político, de lo militar, de lo ideológico y se ha olvidado la historia de lo corriente. Yo siempre pienso que ese ha sido el meollo del nacimiento del Perú. Uno puede poner una serie de ejemplos: el encuentro del trigo con el maiz, el encuentro de la llama con la mula, el encuentro de las frutas europeas como la uva o la naranja con la papaya o la palta. Comó ese encuentro de mundos distintos generó un tercer mundo. Evidentemente los españoles eran los que lo gobernaban pero en la vida cotidiana no mandaba nadie. Ahí apareció la influencia del mundo andino, español y negro, y nació una sociedad que no era ninguna de ellas, sino peruana. Yo creo que lo cotidiano explica bien el surgimiento del Perú.
¿El resultado de esta convivencia de personajes se refleja claramente, por tomar un ejemplo que hoy está en boca de todos, en el tema de nuestra gastronomía?
Exactamente. Otro tema que está de moda es la cocina nacional que es un signo del Perú. ¿Por qué la cocina española o la andina no es la cocina peruana en sí? Es porque se ha creado una sociedada distinta, sin que eso signifique necesariamente que todo fuese perfecto, pero hay algo que es la originalidad. Lo que, por ejemplo, dijo Bolívar: “no somos europeos, no somos aborígenes, somos una especie nueva”. Eso es muy lindo.
Dr. De la Puente, usted siempre ha tenido una vision positiva de lo significa ser peruano ¿es una opinión que deberiamos respaldar todos y por qué?
Yo creo que sí. El tener certeza de que tenemos un país legítimo, una sociedad que no es fruto de una guerra o de la imposición de un hombre. El Perú es fruto de una historia de miles de años que nos ha creado como somos hoy día. Nuestro país es consecuencia de cosas buenas, y de cosas negativas también, pero que todas forman el pasado peruano. El tener conciencia de que el Perú es un pais materialmente pequeño en el mundo pero es un país legítimo, no una nación inventada, sino es obra de la historia.
El doctor José Agustín de la Puente Candamo tiene el orgullo de ser el catedrático con más años de docencia en la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP). Inició en 1947.
Una de las etapas más difíciles que tuvo que afrontar el Perú fue la guerra con Chile. ¿Es cierto que el Perú, después del conflicto, pudo desaparecer?
Está muy bien formulada la pregunta. Después de la guerra no teníamos Ejército, no teníamos Marina, no teníamos economía: el Estado estaba desecho. El país se levanta por la voluntad de las persona, voluntad que les decía que querian seguir siendo peruanos. El Perú pudo desaparecer, las naciones no son eternas, pero no desaparece por su fuerza espiritual en el alma de su gente. Basadre es una figura muy bonita que lo explica muy bien: un peruano, al amanecer, comenzaba a trabajar porque quería seguir siendo peruano. Yo creo que es el momento mas interesante en la historia de la República, un momento terrible pero de gran fuerza espiritual al mismo tiempo. Piense que en aquel tiempo no había un órgano internacional, nadie moderaba el espíritu del vencedor. El Perú no tenía ningun apoyo de afuera, más que de su soledad, y nos levantamos con el trabajo.
En cuanto a Lima, nuestra capital ha dejado de ser la de antaño. ¿Cómo ha visto usted ese cambio? Muchos acontecimientos inéditos han sucedido en Lima como la expansión demográfica de la ciudad, por ejemplo.
Veo positvo el cambio de Lima. Hay mucha gente contemporánea que no está de acuerdo y piensa que el cambio ha sido malo. Yo creo que hay algo muy interesante: podemos tener dificultades por los servicios, por la congestión de gente, pero hoy día Lima es una miniatura del Perú. Como dije alguna vez en clase: hoy Lima no es la ciudad criolla que miraba más al mar que a la sierra. Hoy día Lima es un muestrario del Perú. Todas las provincias están representadas en la capital, todas la urbanizaciones nuevas son interesantísimas porque son obra de esas personas que llegaron aquí. Lima, a principios del XX, tenia 100,000 habitantes y vivia de sí misma. Hoy tiene 8 millones y se abastece de Cañete o del Mantaro. Hoy los peruanos nos conocemos más. Yo lo veo con optimismo.
¿Le parece que la Lima que conoció en su juventud ha perdido mucho de sus costumbres? ¿Qué le gustaría que regresara?
No Lima específicamente sino el mundo ha perdido mucho en la crisis de la conversación. Muchas veces por el horario corrido una familia no se encuentra en el almuerzo ni en la cena. La vida de familia ha sufrido mucho por las exigencias materiales de nuestro tiempo. En mi generación, la conversación después de almorzar o de comer era un ingrediente de nuestra vida y de nuestra educación. Ahora una conversación así ya no se da. Inclusive en las fiestas la música es tan fuerte que no hay posibilidad de conversar. Recuerdo con nostalgia la conversación, pues se aprendía mucho de ella, del escuchar a los mayores. Por ahí viene un recuerdo que quisiese vivir ahora.
¿En sus épocas de estudiante, qué lugares tradicionales de Lima solía concurrir?
El restaurante más concurrido era “La Cabaña”, ubicado en la Exposicion, por el zanjón. Era un sitio que se iba con frecuencia a reuniones. Recuerdo también el bar “El Romano”, por Colmena. Estaba, además, un restaurante simpático, el “Raymondi”, que cruzaba La Merced y que se especializaba en comida criolla.
El Centro de Lima era el punto de reunión por excelencia. Muchas frases como ‘El Perú es Lima, Lima es el Jirón de la Unión, el Jirón de la Unión es el Palais Concert y el Palais Concert, soy yo’ inmortalizaron los sitios más emblemáticos del Centro. ¿Recuerda, por ejemplo, la expresión ‘vamos a jironear’?
El Centro de Lima era de la plaza San Martín a la Plaza de Armas. Era un poco el nucleo, la columna vertebral de Lima. Una señora, por ejemplo, salía sin necesidad de comprar alguna cosa, iba ‘a jironear’, y pues se vestía elegante, con sombrero, como era costumbre de la época, con un vestido bien puesto porque era como un encontrarse con otra gente. Lima era una ciudad chica. Yo no vivía en el Centro pero el colegio estaba ahí, y sí, el Centro era el lugar de reunión de todos. El que vivía en San Isidro, Miraflores o Pueblo Libre iba al Centro para cualquier cosa, ahí estaba todo. En esa época ir al Centro era como una necesidad vital. Era grato ese ambiente. Hoy en dia hay, pues, muchos ‘Centros’.
Por cierto, Dr. de la Puente, usted ha dedicado más de sesenta años a la docencia como profesor de historia, ya sea peruana o universal, en la PUCP. ¿Recuerda con cariño el primer dia?
Sí, lo recuerdo. Yo comencé a enseñar en el 47. En esa época el curso era anual, de abril a noviembre, inclusive hasta diciembre. El Padre Vargas Ugarte había sido mi profesror y, a fin del año anterior, me comentó que había tomado la decisión de retirarse y me preguntó si quería reemplazarlo. Fue como una noticia terrible pero grata, al mismo tiempo. Al principio sentía una mezcla de ilusión y de temor. A mi me preocupaban dos temas: la disciplina y el hecho de cómo saber que la materia que a preparar iba a alcanzar para la hora de clase, inquietud de la cual el Padre se reía. Una gran mayoría de mis alumnos eran amigos míos, de edad muy parecida. Por ello mi miedo también era la disciplina: qué iban a pensar ahora que yo era el profesor. Yo recuerdo algo que me dijo el Padre Vargas Ugarte y que nunca olvido: mantenga la autoridad desde el primer día porque si la pierde no la va recuperar. Me acuerdé de ese consejo y me fue bien. Poco a poco le tome cariño al tema. Recuerdo la clase, fue en la tarde, de 4 a 5. Leer más