Era una mañana de octubre. Me levanté como todos los días, descansado por una semana de arduo estudio universitario, listo para emprender las actividades del día. Era fin de semana y, atraido por leer las noticias, me acerqué a recoger El Comercio que todos los sábados y domingos llega a casa. Grande fue la sorprenda cuando, en la sección ‘Limeños de todas las cepas’ apareció “un joven alto, algo lánguido y de ojos almendrados”, comentando su pasión por Lima y su vocación por recuperar su memoria de gran ciudad milenaria. La entrevista iba adjunta de dos fotografías: de una grande, contrapicada, resaltando al entrevistado y, detrás de él, la fina estampa de una dieciochesca portada. La segunda fotografía mostraba la Lima prehispánica, oculta y llena de misterios. El entrevistado resaltaba la necesidad de que la historia de Lima fuese conocida por sus ciudadanos: “Conociendo Lima nos conocemos a nosotros mismos”, afirma. Por ello, a través de sus publicaciones, intenta cada día “que Lima deje de ser una incógnita para su gente”. Aquel personaje era yo, respondiendo las preguntas del periodista Javier Lizarzaburu, hace unos días atrás, en el Barrio Chino. Días que no olvidaré.
Horas después sería felicitado por muchos familiares y amigos. Les agradezco mucho a todos ellos y a aquellas personas que tienen el interés por conocer su ciudad. Yo seguiré como siempre, haciendo mi trabajo de hormiga.
Artículo del Diario El Comercio
PERFILES – LIMEÑOS DE TODAS LAS CEPAS
Por: Javier Lizarzaburu
Domingo 30 de Octubre del 2011
“QUE LIMA DEJE DE SER UNA INCOGNITA PARA SU GENTE”
Marco Gamarra Galindo, 18, lleva unos años conociendo a pie la ciudad y, casi sin proponérselo, ha ido recuperando memoria urbana. Usa las redes sociales e Internet para difundir sus hallazgos.
“Esta aquí cerca. Verás que te va a sorprender”. No es una línea de ‘Alicia en el País de las Maravillas’, pero bien podría serlo. La avenida Abancay se convierte en un espejo gigante y la atravesamos. Una vez del otro lado, las piezas de ajedrez que en el cuento de Lewis Carroll toman forma humana, aquí son ejércitos de vendedores que ofrecen juguetes, globos, disfraces, piñatas, máscaras, collares de perlas de colores. Sueños. Fiesta. Es una transición entretenida. El cuento y la realidad se mezclan, y avanzamos hasta el lugar que Marco ha elegido para hacer la foto de esta nota. Entramos.
Es una propiedad sobre el jirón Cusco, y después de pasar por unas tiendas interiores y dejar atrás la intensidad comercial del lugar, llegamos a un área tranquila, de cuartos con puertas de todo tipo y callejones interiores. Aquí, de pronto, detrás de una morera surge una pequeña joya del barroco colonial. Es un arco del año 1774 que fue parte del colegio mayor San Pedro Nolasco. Es todo lo que queda del claustro mayor que en el siglo XVII un hermano de la orden mercedaria, Francisco Bueno, describía como “lo mejor de Lima”.
“Escogí este lugar porque es un claro ejemplo de cómo está el patrimonio en el centro”, explica Marco, que es un joven alto, algo lánguido y de ojos almendrados. A sus 18 años, en Internet y en las redes sociales ya tiene fama de ser uno de los mejores conocedores de la ciudad. “Lima siempre me sorprende”, señala. “Tiene cosas escondidas que al conocerlas impactan”, e indica que este arco fue recientemente descubierto por un programa de televisión, y que es algo tan novedoso que no aparece en ningún libro sobre la ciudad ni en ningún folleto turístico.“Me llama la atención cuántos secretos, cuántos lugares similares deben haber. Hay muchos lugares asombrosos que seguramente no conocemos. Solo la gente que vive ahí sabe”. Marco tiene el aspecto de un joven que se toma su afición seriamente y con ilusión.
CORRESPONSAL A LA DERIVA
Camina por sus calles con soltura y se mueve rápido. “A Lima la conocí solo. No tuve ningún abuelo ni pariente que me llevara ni que me dijera qué hubo acá hace años”, cuenta con un tono de independencia. De hecho, la conoció perdiéndose. A los 14 años era corresponsal escolar de este Diario y cuando venía al centro para ir al periódico a veces se perdía, con lo que empezó a caminar y a conocer. “Y así, poco a poco, empecé a sorprenderme con lo que encontraba”.
Por ahora su tiempo lo divide entre clases en la Católica y sus aventuras urbanas. Un día puede internarse en los arenales de Lima norte hasta llegar a una huaca abandonada, como la otra foto que aquí se publica; o viajar a Pachacámac, al sur, o meterse por los vericuetos de Barrios Altos, su lugar favorito. Muchas de estas incursiones las hace con un creciente número de limeños que visitan algunas de las páginas más populares sobre Lima que hay en Facebook, como Lima Antigua o Lima la Única, o publica sus hallazgos en su blog, La Biblioteca Marquense.
Casi sin proponérselo, este joven que habla tranquilo como si disfrazara su pasión mientras unos gruesos rulos se lanzan sobre la frente, en su búsqueda de información, lo que ha conseguido es recuperar aspectos de la identidad de la ciudad. Una ciudad que ha aprendido a olvidar, a separar y a no ver. “Muchos tienen una idea de lo que es la Plaza de Armas o la plaza San Martín, pero más allá de eso, Lima es una incógnita”. Asiente con la cabeza un par de veces cuando responde o explica una idea. “Lima es una incógnita para sus ciudadanos porque desde el colegio ha faltado que se fomente la historia de la ciudad y que uno pueda recorrerla”.
FACEBOOK Y MEMORIA
Reconoce que a su edad la mayoría está en otra, pero no lo puede evitar. Y en lugar de usar la Internet y las redes sociales para la diversión, las terminó usando para recuperar memoria y difundir el patrimonio que tiene la capital. “Lima me inspira y me permite ver cómo vivieron nuestros antepasados. Cómo surgió el país. Esto es importante porque uno debe conocer de dónde procede”. Marco habla con suave sencillez y de manera reflexiva. “Conociendo Lima nos conocemos a nosotros mismos”, afirma.
Con su blog quiere que más limeños conozcan el lugar que habitan. “Que Lima deje de ser una incógnita para su gente y que conozcan barrios como Monserrate, Guadalupe, Barrios Altos, que están a pocos metros de la Plaza de Armas, y que a través de eso se pueda crear una conciencia de conservación”. Para él, en cada descubrimiento urbano hay información disponible para todos. Como en su querido Barrios Altos, hervidero de identidad limeña.
No es por gusto la cuna del criollismo. Junto con el Rímac, son los únicos lugares de la capital que han visto a lo largo de los siglos la evolución y mezcla de sus gentes. Aquí nació lo mestizo. Aquí convivieron el español, el europeo, el mulato, el chino, el japonés, el indígena. “Es el callejón y el salón dorado”, cuenta animado y explica que la música criolla surge de ese mestizaje. “Ahí vive y suena a Lima”. Por eso, para él, los edificios son fuente de información. “La arquitectura propia del criollismo fueron los callejones. Callejones de un solo caño”, dice con la seriedad del conocedor. Será por eso que de esa humildad sale el alma de la ciudad, que parece noble, altruista y rebelde. Si no, que lo diga “El plebeyo”.
SE ROMPE EL ESPEJO
Una de las acusaciones que nos lanzamos entre limeños es la de ser indiferentes a lo nuestro. Quizás porque hay una visión distante de la cultura. Quizás porque, como dice Marco, nunca nos enseñaron a conocer y a querer esta ciudad, hemos desarrollado una gruesa capa que nos aísla de uno de los centros urbanos más complejos, ricos y antiguos del continente. “La indiferencia es lamentable porque se desprecia el legado de nuestros antepasados”, dice.
¿Cómo es un pueblo sin identidad? O para ponerlo más sencillo, ¿cómo sería Lima sin sus huacas, sus casonas, sus plazas o balcones? “Lima es una ciudad auténtica, única, singular. Si fuese una ciudad llena de edificios perdería su atractivo. Me pregunto qué de nuevo apreciarían los turistas, que están acostumbrados al cemento. ¿Qué verían en Lima? Solo una prolongación de su ciudad”. Cree que en el futuro esta afición la va a canalizar profesionalmente, cuando sea abogado. Entonces, cuando ya haya caminado y conocido todo lo que hay por caminar y conocer en la ciudad, se dedique “desde el marco histórico-legal, de las políticas públicas y la educación, a incorporar la historia de Lima”.
En el cuento de Carroll, Alicia encuentra al final un poema que solo se puede leer frente al espejo, el “Jabberwocky”. No le gusta porque no tiene mucho sentido, y decide volver a la realidad. Para Marco, ese poema sin sentido podría llamarse Lima. Solo que a él le gusta. Lo entiende. Es una manera de estar bien. “Conocer Lima me hace feliz y me hace más humano”, dice. Salimos del espejo y cruzamos la Abancay. La realidad puede ser sorprendente.