La iglesia Nuestra Señora de Guía o Iglesia de Guía es una recolección de los agustinos en Lima construida a inicios del XVII bajo la advocación de Nuestra Señora de Guía. Se ubicó a extramuros de la ciudad, en el actual distrito del Rímac o ‘Barrio de San Lázaro’. Esto fue así porque la Iglesia de Guía era una recolección -una tipologia dentro de la obra arquitectónica de los siglos XVII y XVIII compuesta por Conventos e Iglesias edificadas en las afueras de la ciudad, acorde con el régimen de vida recoleto que los religiosos debían profesar: pobreza, recogimiento, contemplación, estrechez y penitencia-. En relación con las otras recolecciones limeñas -que emprendieron tanto franciscanos, dominicos y mercedarios durante el Virreinato-, la perteneciente a esta orden era la que se encontraba mas alejada del Centro de la ciudad; específicamente cerca al puente que unía San Lázaro (Rímac) y el barrio de Monserrate (Cercado de Lima), el conocido puente de Palo.
Esta antigua construcción fue digna representante de un estilo arquitectónico que marco época en los siglos XVII y XVIII,. Otra iglesia de la misma tipología fue la Recolección Franciscana de Nuestra Señora de los Ángeles, conocida popularmente como el Convento de los Descalzos.
La orden agustina levantó su convento de recolección en la llamada Portada de Guía, una de las puertas de la antigua ciudad amurallada, situada en la actual Avenida Francisco Pizarro, cerca al cruce de las avenidas Túpac Amaru y Caquetá, en el Barrio de San Lázaro (Rímac). A partir de la construcción de la iglesia en 1619 fue conocido el lugar como el Santuario de Nuestra Señora de Guía, siendo, según Juan Günther, su primer prior el padre Juan Pecador. En 1625, el virrey Marqués de Guadalcázar ordenó su demolición al percatarse de que carecía de licencia real. Ante la falta, retira a los religiosos agustinos de la iglesia de Guía al convento de San Agustín, ubicado en el centro de la ciudad. Gracias al empeño del Prior mencionado, quien viajó hasta España en 1630 para lograr la autorización del rey Felipe IV, se inicia la reedificación de la recoleta de Guía. En 1634 los agustinos inauguran la nueva iglesia, en la que colocaron la imagen de Nuestra Señora de Copacabana y Guía, ejecutada por el indio Juan Agustín, que alcanzó gran devoción popular (Juan Luis Orrego, 2011).
Ruinas de la Iglesia Nuestra Señora de Guía. Foto: El Comercio, 1995. Arqueólogas María Esther Ríos Figueroa y Rosario Bisbal Cáceres denunciaron el estado de abandono en que se encontraba por ese año.Para 1687 y 1746 ocurrieron dos terremotos que afectaron gravemente su infraestructura. A pesar de ello, la devoción que por ella existía permitió que siga en pie, pero no por mucho. Ante la falta de dinero para reconstruirla, los padres agustinos tuvieron que abandonarla hasta que, durante la Independencia, fue declarada convento supreso, produciéndose así un cambio en el régimen de tenencia, pasando sus bienes a poder del Estado.
Portada de Guía-que daba inicio a la calle de Malambo, hoy Francisco Pizarro-usada por los viajeros para salir del barrio de San Lázaro hacia Cerro de Pasco, o rumbo a Trujillo, camino que seguía el borde de la costa hacia el Norte. Foto: Revista Variedades, 1908.
En una edición de la Revista Variedades de 1908, compartida por el blog ‘Lima de Ayer y Hoy’, se comenta que sus ruinas todavía eran visibles, aunque entre ellas se había creado un cementerio clandestino. “Otros han cavado fosas en el suelo, junto a las paredes, tanto en la iglesia como en la sacristía, y, con esa bienaventuranza que distingue al pobre han escrito en los muros el nombre de los muertos y el día de su entierro (Revista Variedades, 1908)”. La iglesia y convento de Guía permanecía, para el año de esa publicación, en estado de abandono (que ya llevaba muchos años)
Revista Variedades en la visita a los restos de la Iglesia de Guía describe lo siguiente: ¡Cómo no se habrá de helar la sangre, viendo que hay cadáveres que sirven de terraplen para que los rápidos trenes del placer asienten su vía! ¡Cómo no horrorizarse leyendo, al lado de un “aquí fue sepultada Mariana”…un “aquí estuvimos yo y Rosa…?”.
Todavía quedan restos de la portada en un pampón que hoy es depósito de la antigua fábrica CUVISA.
Entre grandes trozos de pared, y parte del techo, que fué todo de ladrillo, crecen los arbustos y se abre paso la maleza. Al entrar en el recinto de lo que fue templo, pasando entre las dos columnas sin arco de la gran puerta, se vé al fondo la hornacina en que estuvo la imágen de la Virgen de Copacabana y la base de las cinco gradas que conducían al retablo. Los bloques de piedra han desaparecido. Allí en el espacio algo más elevado que el piso de la iglesia, delante de la hornacina está la bóveda, una de esas cavidades que construían los antiguos en sus templos para sepultar prelados y potentados (…) Cuando penetramos en la bóveda y vimos los ataúdes, unos sobre otros, conservando aún el charol, y blancos los adornos de lata, creímos que se trataba de un sueño. No lo era (ídem). El uso como cementerio clandestino se habría iniciado a mediados del siglo XIX.
Plano de Lima de 1859, con la ubicación de la iglesia. Colaboración: David Pino.