29/07/11: La Casona rimense del Virrey Amat y Juniet

Caminando por las añejas calles del Rímac, entre el frío categórico del invierno limeño y el crujir propio de la bicentenaria madera -a primeras horas de una agónica mañana-, casi sin percatarse, un grupo de limeñistas recordaron los días en los que descubrieron señoriales casonas en estado ruinoso, vestigios coloniales olvidados, escudos y portadas escondidas tras el fragor urbano de los callejones de alguna quinta o mansión oculta.

El Jr. Trujillo, Rímac. Foto: Marco Gamarra Galindo.

Decidieron guardar para siempre ese instinto sagaz, intrépido, casi natural, de observar detalladamente cada lugar, cada espacio. A partir de allí, la investigación a priori surgió, ansiosa, para colaborar en el amplio campo de la historia de Lima. Con el tiempo, la timidez cede. La acción aguerrida, casi heroica, de ingresar a los lugares más inaccesibles de las entrañas históricas de Lima, valiendose de cualquier excusa o ingenio, prevalece. –Se impone el interés por descubrir lugares nuevos, poco estudiados- mencionaría más de uno. Y así es.

Era, pues, una de las mañanas que recorríamos el Rímac, el barrio de Abajo el Puente, San Lázaro, que entre gallos y mediasnoches nos había dejado el tradicional Jr. Trujillo limpio, desolado, solo para nosotros. Los rumores de ser un sector bravio eran eso, solo rumores. La caminata ameritaba su apertura a puertas del tan noble distrito, y qué lugar más perfecto que el Puente de Piedra.

Amable señora del Rímac que en su balcón republicano observa nuestro trayecto. Foto: Marco Gamarra Galindo.

Balcones de cajón, tiendas mercachifles, zigzagueantes pasos de los primeros rimenses que parten a sus labores diarias. Allí están todos. Los veo. Me ven. Los saludo. Me saludan. Esperamos un poco. Iniciamos la caminata. La historia colonial y republicana del Rímac empieza a comentarse, hecho clave que manifiesta el curso exitoso de una caminata. Wilfredo Ardito, Vladimir Velásquez y David Pino se disponen a presentar las anécdotas de una pintoresca capillita a orillas del río hablador. Todos, atentos, escuchan. Transcurren así los primeros minutos de la mañana.

La Capillita del Rímac. Foto: Marco Gamarra Galindo.

Continuamos el recorrido, hecha casi una expedición. Miradas abundan hacia el portón de madera, hacia la señora que yace, complaciente, en un gran balcón corrido. Otros aprovechan para comprar unos dulces en la tienda de la esquina. Allí, esa gran construcción neoclásica cuya puerta ofrece gruesas columnas de piedra se gana la atención general. Se ha hecho casi un acto cotidiano encontrar un hermoso friso, un techo machihembrado, perfiles que el arte y la cultura de épocas preteritas trazaron con mano amorosa, para hacer de la Ciudad de los Reyes, ‘Lima’, una ciudad de prestigios indeclinables. Sin embargo, siempre es el mismo sentimiento de impresión y asombro el que nos embarga cada vez que nos hallamos frente a alguna estatua de marmol de carrara, placa decorativa o arco de claustro.

Lo que nos deparó el recorrido: la Casona de Amat, Federico Villareal y Sérvulo Gutierrez

Un par de señores observan nuestro andar –semejante al de un grupo de turístas japoneses con cámaras-. A sus espaldas, una profunda entrada y una serie de arquerías nos invitan a entrar. Absortos, cruzamos por un zaguán de tres cuerpos que culmina en un gran patio. Allí, a la izquierda, una señorial escalera que se abre en dos cuerpos. Sus peldaños de marmol nos muestran lo prestigiosa que fue esta vivienda. ¿De quién fue? ¿Quién es el que vive aquí? Muchas preguntas, escasas respuestas.

Hermosa casona. ¿Cuántas de ese tipo quedarán aún en Lima? Foto: Marco Gamarra Galindo.

Suntuosas columnas grecoromanas, ventanales de mansión colonial, nos sorprenden, vistosas. Una entrada a una posible huerta nos seduce hasta que, de pronto, una pareja de adultos –de avanzada edad- proceden a bajar de una de las habitaciones del segundo piso. Debemos hablar con ellos. Inesperadamente, el virrey Amat y Federico Villareal, dos grandes personajes de nuestra historia, empezaron a surgir en el ambiente. –Esta fue una de las casas que tuvo el Virrey Amat y Juniet. También fue vivienda, años posteriores, del matemático peruano Federico Villareal- comenta, orgulloso, el esposo. –Ahora está enrejada la casona para que ya no ingresen delincuentes a hacer de las suyas-, interviene la esposa.

Patio principal y arco de la gran casona. Foto: Marco Gamarra Galindo.

Revelaciones que sin duda hacen más interesante el estudio de Lima (imprescindible conversar con los vecinos, inquilinos o habitantes, quién más que ellos para relatarnos los hechos cotidianos a los que están sujetos. Estos también pueden ser preocupantes). Fotos, aquí, allá, atrás también. La mañana empieza a hacerse tarde. Unas horas después, e investigando sobre la casona, pude saber que también fue vivienda de Sérvulo Gutierrez, destacado pintor y boxeador nacional. “La muerte de su madre provoca el traslado del adolescente a Lima, donde se instala en casa de su hermano Alberto, restaurador, en la casona que actualmente es sede de la Peña Hatuchay, en el Rímac”.

Segundo piso de la Casona donde vivió Amat, Federico Villareal, Sérvulo Gutierrez y quien sabe otros reconocidos personajes. Foto: Marco Gamarra Galindo.

La Peña Hatuchay: noche andina bajo el cielo limeñoLa entrada siguiente conduce al antiguo local de una peña criolla, la Peña Hatuchay, ahora irreconocible –un conjunto de cañaverales secos, con los que se sostenía el techo, yacen tirados, ensimismados y desparramados por doquier-. Nos queda tan solo el testimonio de algunos comensales, que recuerdan con nostalgia y picardía este lugar tan concurrido del Rímac. Alicia del Águila es una de ellas. Así narra su visita a la Peña Hatuchay.

Las cuadras dos y tres del Jirón Trujillo, una vieja callecita del Rímac entre el Puente de Piedra y la iglesia de San Lázaro, con balcones limeños y vivanderas, hacen recordar las noches populares en las calles de la vieja Lima, cuando la Navidad y Fiestas Patrias se celebraban en la Plaza de Armas e inmediaciones. Quizás por que no se escuchan los sonidos de las discotecas del Centro3, quizás por que es una calle pequeña y maltratada, o porque el público provinciano que allí se reúne es menos escandaloso que los de otros lados.

Precisamente en la cuadra dos está la peña Hatuchay. Nada más trasponer el umbral, la estética rimense se convierte en dibujos de piedras incas y una se ve transportada de pronto al patio de una casa cusqueña. Con huellas del tiempo sobre sus paredes. El público es andino: pobladores de El Agustino, comerciantes del Mercado Central, empresarios de Gamarra, mezclados con eventuales turistas. La quena, la zampoña, a veces el arpa, animan a los concurrentes con los acordes de huaynos, tuntunas, yaravíes, huaylas. Las mujeres bailan, en su mayoría, con blusas largas o chompas hasta la cadera. Algo que, a primera vista, podría ser interpretado como un acto de pudor. Pero, según nos pareció, más bien se debía a la estética del baile (acaso condicionado por el físico recio de los hombres y mujeres de las alturas): a diferencia del afro o la salsa, la cadera no es lo que más luce, sino las piernas y los hombros. Aunque entre las jóvenes fans de la saya boliviana esta constante empieza a romperse. En las mesas, todas largas, los grupos toman cerveza sola o con coca-cola. Después saldrán, animados por sus canciones, a comerse un pollito broster en la carretilla de la esquina o jugar el último billete en las máquinas tragamonedas de la misma calle.

Interesante detalle el que nos ofrece Alicia del Águila. Sin duda, la Peña Hatuchay se posicionó, junto a las Brisas del Titicaca, como uno de los sitios tradicionales de jaranas y bailes interminables en Lima. Sin embargo, con el paso de los años y el incremento de la delincuencia –y con la baja de clientela debido a ello- la concurrida Peña Hatuchay terminó con sus días.

Así yace el tradicional Hatuchay. Foto: David Pino.

Lo que nos produce esta visita es un agrio sinsabor, triste pero también una alegría –de saber que todavía existen lugares tan históricos como este, aunque olvidados-. Una verdadera mansión, casona señorial, de tenue color amarillo pero de semblante majestuoso. Punto de encuentro obligatorio para conocer las grandes casas que tuvieron los acauladalas familias de Lima. Hoy, lastimosamente venidas a menos, por la falta de interés de una serie de gobiernos locales y centrales que han visto el tema de la cultura un asunto postergable –como si fomentar la cultura fuese algo sin importancia-.

Más fotos e información del lugar en la página de Facebook de ‘La Biblioteca Marquense‘.

Puntuación: 3.84 / Votos: 12

Comentarios

  1. David Pino escribió:

    Felicitaciones Marco, otra excelente reseña de uno de los paseos por la ciudad que ya no se han hecho costumbre. Saludos!

  2. Pedro Orrego escribió:

    Hola Marco…Muuy buena las cronica de la Vieja Lima…Tengo a cargo un blog del Peru y me gustaria saber si puefo tomar algunos extractos de tus textos y fotos y colocarlos en el blog….Saludos!!

  3. a20102144 Autor escribió:

    Hola Pedro!

    He visto la página que administras y está muy buena! -muy dinámica e interesante-. Mis felicitaciones por ella! Claro que puedes escoger extractos y fotos de mi blog -con mucho gusto!-. Lo que sí pediría es que pusieses la fuente. De allí tienes toda la libertad para difundir los escritos!!

    Cordiales saludos!
    Marco.

  4. manuel escribió:

    da pena que no se puede conserva lo antiguo por que es reliquia del,pasaso

  5. LUIS AMAT escribió:

    MI ESPOSA Y YO ESTAREMOS EN EL PUERTO DEL CALLAO 3 DIAS DUTRANTE EL MES DE ENERO 2014, Y QUERIAMOS VISITAR ALGUNAS OBRAS DEL VIREY AMAT
    INCLUYENDO LA CASONA DONDE VIVIO…
    HAY ALGUNA FORMA DE QUE NOS PUEDA SUMINSTRAR
    ALGUNAS DIRECCIONES
    MUY AGRADECIDO DE ANTEMANO
    LUIS AMAT

  6. Yolanda Zamudio escribió:

    Estimado Marco
    En estos días estuve revisando internet para conocer lugares historicos de nuestra Lima, me topé con tu blog y me pareció muy interesante, sobre todo porque das a conocer lugares que muchos desconocemos totalmente. Creo que tenemos muchos lugares que rescatar y revalorizar, pregunto si habrá alguna manera de que los ciudadanos comunes podamos hacer algo para darle a estos lugares maravillosos de Lima el debido realce?. Si fuese así yo me apunto a esa labor. Felicitaciones y que sigas adelante con tus investigaciones.

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