15 claves “ocultas” en la síntesis del Sínodo sobre la sinodalidad
7:00 p.m. | 13 dic 23 (RNS).- Podemos perder oportunidades importantes de renovar la Iglesia si solo centramos nuestra atención en los temas polémicos o que cuentan con mayor difusión en los medios de comunicación. Así argumenta el P. Thomas Reese SJ, al presentar 15 puntos extraídos de la síntesis de 40 páginas que se publicó como fruto del diálogo en la reciente Asamblea sinodal de octubre. Este documento será clave en la segunda parte de la fase global del Sínodo sobre la sinodalidad, que se realizará en octubre del 2024.
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En el Sínodo sobre la Sinodalidad, los medios de comunicación se han enfocado en un número limitado de cuestiones controversiales: la ordenación de mujeres, los sacerdotes casados y la bendición de parejas homosexuales. Pero en las 40 páginas de la síntesis de los participantes en el Sínodo se esconden algunas claves sorprendentes que podrían dar lugar a importantes reformas en la Iglesia. Después de cada uno de los quince puntos o citas se hace la referencia a su ubicación precisa en la síntesis, con el número del capítulo y la letra de cada párrafo, para que se pueda ubicar con facilidad.
La primera es un nuevo énfasis en la participación de los laicos. Comparada con otras iglesias cristianas, la Iglesia católica es muy jerárquica. Este sínodo, especialmente las conversaciones en las mesas redondas, se estructuró para que las voces de los laicos, incluidas las mujeres y los jóvenes, fueran escuchadas y respetadas. “El sentido del camino sinodal iniciado por el Santo Padre es el de involucrar a todos los bautizados”, señala la síntesis. “Deseamos ardientemente que esto se cumpla y queremos comprometernos a hacerlo posible” (Introducción).
En segundo lugar, el sínodo promueve la “Conversación en el Espíritu Santo”. El término se refiere a una práctica que “permite una escucha auténtica y para discernir lo que el Espíritu dice a las Iglesias”, explica el documento, añadiendo que “conversación” expresa más que mero diálogo: “entrelaza de modo armónico pensamiento y sentimiento y genera un mundo vital compartido” (2-d).
En tercer lugar, el informe reconoce los desacuerdos y las incertidumbres. En el pasado, la jerarquía tendía a ocultarlas, presentando un frente unido a los fieles y al mundo. Pero en su primera página, la relación sinodal reconoce “la multiplicidad de intervenciones y la pluralidad de posiciones expresadas en la Asamblea”, y admite “que no es fácil escuchar ideas diferentes, sin caer rápido en la tentación de rebatirlas”. En cada uno de los capítulos siguientes, los desacuerdos e incertidumbres se enumeran bajo “cuestiones que afrontar” que “requieren continuar su profundización teológica, pastoral y canónica: son como los cruces sobre los que es necesario pararse, para comprender mejor la dirección que hay que tomar” (Introducción).
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El informe también reconoce la existencia de divisiones. “También la Iglesia está golpeada por la polarización y por la desconfianza en ámbitos cruciales, como la vida litúrgica y la reflexión moral, social y teológica”, se lee. “Debemos reconocer las causas a través del diálogo y emprender procesos valientes de revitalización de la comunión y de reconciliación para superarlas” (5-h).
En cuarto lugar, la síntesis aborda las preocupaciones de las mujeres. “Las mujeres reclaman justicia en una sociedad aún profundamente signada por la violencia sexual y las desigualdades económicas, y por la tendencia a tratarlas como objetos”, dice. “Llevan las cicatrices de la trata de seres humanos, de las migraciones forzadas y de las guerras. Acompañamiento pastoral y decidida promoción de las mujeres van al unísono” (9-c).
La Iglesia debe “evitar la repetición del error de hablar de las mujeres como de una cuestión o un problema. Deseamos, en cambio, promover una Iglesia en la que hombres y mujeres dialoguen, a fin de comprender mejor la profundidad del designio de Dios, en que aparecen juntos como protagonistas, sin subordinación, exclusión ni competencia”. El sínodo concluyó que en la Iglesia “es urgente garantizar que las mujeres puedan participar en los procesos de decisión y asumir roles de responsabilidad en la pastoral y en el ministerio” (9-h). Y agregan que, si fuera necesario, “habría que adaptar el derecho canónico” (9-m).
En quinto lugar, no se olvida a los pobres, “que no tienen lo necesario para vivir una vida digna” (4-c). Por el contrario, insiste en su dignidad, advirtiendo a la Iglesia que evite “considerar a los pobres con los términos de ‘ellos’ y ‘nosotros’, como ‘objetos’ de la caridad de la Iglesia. Poner los pobres en el centro y aprender de ellos es algo que la Iglesia debe hacer siempre más” (4-i).
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En sexto lugar, encarga a la Iglesia que luche contra el racismo y la xenofobia, afirmando que debe actuar “en un mundo en el que aumenta el número de migrantes y refugiados, al tiempo que se reduce la posibilidad de acogerlos, y en el que el extranjero es visto con una creciente sospecha” (5-p). Además, “es preciso identificar los sistemas que crean y mantienen la injusticia racial en el interior de la Iglesia y combatirlos. Hay que dar vida a los procesos de sanación y reconciliación para erradicar el pecado de racismo y hacerlo con la ayuda de aquellos que sufren sus consecuencias” (5-q).
En séptimo lugar, exige asumir responsabilidades y abordar el abuso en la Iglesia, sugiriendo que se explore la posibilidad de crear un organismo jurídico separado del episcopado para tratar las acusaciones de abuso clerical, diciendo: “Es necesario desarrollar más estructuras dedicadas a la prevención de los abusos”. Además, se resalta la “transparencia y el respeto a los procedimientos” como “parte integrante de una Iglesia sinodal” (12-i).
En octavo lugar, los participantes en el sínodo pidieron renovar la formación sacerdotal. “El ambiente formativo no deberá crear un ambiente artificial, separado de la vida común de los fieles” (14-n), dice la síntesis, y pide “una amplia revisión de los programas formativos, con particular atención al modo de valorar la aportación femenina y la de las familias” (14-i). También se recomienda la creación de propuestas formativas conjuntas dirigidas “a todo el Pueblo de Dios (laicos, consagrados y ministros ordenados)”. Además, instó a las conferencias episcopales a “crear juntos una cultura de la formación permanente, utilizando todos los recursos disponibles” (14-k).
En noveno lugar, el sínodo pidió una evaluación periódica del modo en que los obispos, sacerdotes y diáconos desempeñan su ministerio en su diócesis, incluyendo una “verificación regular de la tarea del Obispo, con referencia al estilo de su autoridad, a la administración de los bienes de la diócesis, al funcionamiento de los organismos de participación y a la tutela respecto a todo tipo de abuso” (12-j).
En décimo lugar, el documento aborda el lenguaje litúrgico, afirmando que los textos utilizados en los ritos católicos deberían ser “más accesible a los fieles el lenguaje litúrgico y más encarnado en las diferentes culturas” (3-l). Más adelante sugería que tanto la liturgia como los documentos eclesiásticos deben estar “más atentos al uso de un lenguaje que tenga en cuenta por igual a los hombres y a las mujeres, así como a la incorporación de una gama de palabras, imágenes y recapitulaciones que toquen con más vitalidad la experiencia femenina” (9-q).
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En undécimo lugar, planteó la posibilidad de ofrecer la Comunión a los no católicos, o lo que llamó “hospitalidad eucarística (communicatio in sacris)”. Afirmando que se trataba de una cuestión pastoral tanto como eclesial o teológica, la síntesis señala que este tema “se advierte particularmente en las parejas interconfesionales” (7-i).
En duodécimo lugar, el informe apuntaba a lo que significa ser diácono en la Iglesia. En la actualidad, el diaconado se considera en gran medida un peldaño hacia el sacerdocio. El informe cuestiona el énfasis en el ministerio litúrgico de los diáconos en lugar del “servicio a los pobres de la comunidad. Se recomienda, por tanto, evaluar la experiencia del ministerio diaconal después del Vaticano II” (11-g).
Decimotercero, la reforma de la Curia Romana debe continuar. El sínodo reafirmó lo decretado por el papa Francisco en la Constitución Apostólica Praedicate evangelium, publicada en marzo de 2022, en el sentido de que “la Curia Romana no está entre el Papa y los Obispos, más bien está al servicio de ambos, según las modalidades propias de cada uno” (13-c). El sínodo pidió “una escucha más atenta de la voz de las iglesias locales” por parte de la Curia, especialmente durante las visitas periódicas de los obispos a Roma, que deberían ser ocasiones para “un intercambio abierto y recíproco que favorezca la comunión y un verdadero ejercicio de colegialidad y sinodalidad” (13-g y 13-h). El sínodo también pidió que se evaluara cuidadosamente “si es oportuno ordenar Obispos a los prelados de la Curia Romana” (13-k), sugiriendo implícitamente que los laicos podrían ocupar altos cargos vaticanos.
En decimocuarto lugar, el informe afirma que es necesario actualizar el derecho canónico. “Parece llegado el momento de una revisión del Código de Derecho Canónico y del Código de las Iglesias Orientales”, dice, para subrayar la sinodalidad de la Iglesia a todos los niveles. Por ejemplo, propone “la obligatoriedad de los Consejos de Pastoral en la comunidad cristiana y en la Iglesia local”. También propone que se imite un reciente concilio plenario de Australia (19-h).
Por último, el sínodo quiere promover las pequeñas comunidades cristianas, “que viven un cotidiano ‘cuerpo a cuerpo’ fraterno en torno a la Palabra y a la Eucaristía” (18-e) y que, por su naturaleza, fomentan un estilo sinodal. “Estamos llamados a valorar su potencial”, afirman los miembros del Sínodo (16-m).
No encontrarán estas claves difundidas en los medios de comunicación, pero si dejamos que los medios dicten lo que se ha visto en la Asamblea del sínodo, podríamos perder importantes oportunidades de reforma eclesiástica.
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Fuentes
Religion News Service / Videos: Instituto ITVCA – Rome Reports – CELAM TV / Foto: EFE
