“La mujer africana es quien preserva la fe”

10:00 a.m. | 15 set 23 (RVN/AO).- Teóloga, misionera, profesora universitaria, activa por los derechos y el futuro de las mujeres, y defensora del rito zaireño. La religiosa congoleña Rita Mboshu analiza en una entrevista la inculturación del rito a través del diálogo de una Iglesia local en comunión con la Iglesia universal, haciendo énfasis en el papel de la mujer en la espiritualidad africana. Mboshu es la editora del libro “El Papa Francisco y el Misal Romano para las Diócesis del Zaire” (2020) que reflexiona sobre el rito zaireño como primer ejemplo de inculturación de la liturgia y como una promesa para otras culturas.

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Cuando suben al altar junto al sacerdote, cuando invocan a los antepasados y ancestros al inicio de la liturgia y cuando bailan y cantan y al final de la misa rezan a María, así las mujeres congoleñas expresan su vida en la oración. Recordando una historia que comienza antes de la llegada de los misioneros cristianos. Se expresa a través de “una celebración gozosa, un verdadero lugar de encuentro con Jesús”. Con estas palabras, en el libro “El Papa Francisco y el Misal Romano para la diócesis de Zaire”, el Papa define el rito congoleño como el primer ejemplo de inculturación de la liturgia para otras culturas.

“Esta petición provenía del interior del pueblo congoleño que sentía la necesidad de orar a Dios según la naturaleza particular de su cultura. Cuando los congoleños fueron evangelizados, rezaban y cantaban en latín o en francés, pero no se sentían a gusto y, por eso, no rezaban bien, porque ni siquiera entendían lo que decían”, asegura sor Rita Mboshu Kongo la editora del volumen publicado por la LEV.

Tiene 57 años, es originaria de la República Democrática del Congo, es miembro de la Congregación de las Hijas de María Santísima Corredentora y es profesora de Teología espiritual y formación para la vida consagrada en la Universidad Pontificia Urbaniana. El rito congoleño, explica, “viene de un largo camino de diálogo entre la Conferencia Episcopal Nacional del Congo y la Santa Sede, y fue el fruto maravilloso de un compromiso constante. Con este espíritu de diálogo se llegó a la conclusión de que el Misal Romano para la diócesis de Zaire es obra de una Iglesia local en comunión con la Iglesia universal“.

La biografía de Rita ayuda a comprender cómo la celebración eucarística se convierte en síntesis y memoria de toda una vida. Rezar para redescubrir los derechos de las mujeres y religiosas africanas y trabajar para que las jóvenes adquieran conciencia de su propia fuerza forma parte de un todo junto con el papel de líder espiritual que su clan, el Kete, de tradición matrilineal, les reconoce; con las oraciones a la abuela que ella recita a diario; con una vida espiritual que tiene sus raíces en las religiones tradicionales de África y su fuerza teológica en sus estudios en el Instituto San Tommaso di Messina y en el Teresianum de Roma, donde obtuvo la licenciatura en teología espiritual.

Es difícil encontrar un hueco en los días de sor Rita, quien también es presidenta de la Fundación Papa Francisco para África, en Kinshasa, nacida con el objetivo de responder al llamado de Francisco de fomentar una formación permanente e integral, centrada en la ecología, atenta a la familia, a los jóvenes, a los huérfanos, a los pobres y a las víctimas de numerosas formas de violencia, sobre todo, las mujeres. La liturgia sigue siendo fundamental en los estudios de Rita quien, sobre la misa en rito congoleño asegura: “Era una necesidad nacida de los congoleños, tanto que nuestro cardenal Malula comenzó a traducir los cantos a la lengua congoleña, al lingala. Participó en el Concilio Vaticano II donde planteó el problema de la liturgia y fue escuchado”.

El cardenal Malula, en el año 58, aseguró que los africanos conocían al Dios cristiano antes incluso que llegasen los misioneros, ¿qué quiso decir?

Porque rezaban a un solo Dios, no a los dioses ni a la luna ni a los árboles. A través de la grandeza de la naturaleza vieron el poder de Dios. Si un árbol tiene tantas ramas que nos da frescor y descanso, ¿cuán grande puede ser Dios que lo creó? En nuestras oraciones tradicionales Dios es llamado Padre creador. Y esto antes de la evangelización. No hablaban de Jesús, del Espíritu Santo, sino de un ser mayor que daba vida a todo lo que existe.

¿Qué papel tiene la mujer en la espiritualidad africana?

En la sociedad africana tradicional, las mujeres eran consideradas como las guardianas de la tradición, las educadoras, las madres y, sobre todo, desempeñaban un papel religioso reconocido por los hombres. La mujer es la que preserva, la que vela. Mi clan, los Kete, de la zona de Mueka, por ejemplo, es matriarcal. El poder de mando espiritual y cultural lo tiene la mujer, quien lo ejerce dando consejos a hermanos y primos. Los hombres son los “portavoces”, hablan en público, pero hablan de las ideas de la mujer.

¿Cómo ejerce este poder matriarcal?

Como religiosa soy un punto de referencia para muchas personas, no solo de mi propia familia, sino, sobre todo, porque me he consagrado para el pueblo de Dios, no solo para mi propia familia.

¿Cómo es la participación femenina en el rito?

Las mujeres sirven en el altar y cantan en la procesión. Los chicos y chicas sirven con el sacerdote. Las parroquias siguen adelante con la participación activa de las mujeres, como en todo el mundo. Es una liturgia que considera a la persona por completo.

La religión de los antepasados, ¿cómo se mezcla con la cristiana? ¿Los antepasados femeninos tienen un papel especial?

La celebración de la misa de rito congoleño tiene una estructura distinta. Al comienzo de la celebración, se invoca a los antepasados que son “rectos de corazón” junto con los santos para establecer también la comunión entre la Iglesia terrena y la comunidad celestial. Invocamos la intervención de los antepasados porque creemos que los muertos viven con nosotros, participan de nuestra vida y nos acompañan. Son personas que me amaron cuando estaban en esta tierra y que aun en el más allá me siguen amando. Es la comunión de los santos.

Usted ha denunciado muchas veces las condiciones violentas a las que están sometidas las mujeres africanas, también en la Iglesia.

No es una denuncia que pretenda encender ninguna polémica. Cuando hay algo que no funciona, se tiene que hablar para encontrar una solución. La Iglesia es madre de todos. Un niño no puede ir a denunciar a su madre, sino a pedirle ayuda.

¿Ha funcionado?

La Iglesia como madre ha respondido de muchas maneras. Ahora hay muchas hermanas que hacen el doctorado y también hay muchas becas para ellas.

Ha recorrido un importante camino como mujer, como religiosa y como religiosa africana. ¿Qué diría a sus hermanas?

Siempre les digo y les repito que no cuenten tanto con los demás como con ellas mismas. Cada mujer, con estudios o sin ellos, debe definirse a partir de sí misma, no de otra persona. Debe ser capaz de justificar las propias ideas, los síes y los noes. Tenemos que colaborar con los hombres, y también con otras mujeres. Este es el camino que trato de promover y alentar. Necesitamos poner los pies en la tierra, aprender lo que no sabemos y no delegar en los demás.

VIDEO. Sobre el libro “El Papa y el Misal Romano para Diócesis del Zaire”

 

VIDEO. Celebración de misa en rito zaireño (presidida por Francisco, diciembre 2019)

Sobre su experiencia y opinión sobre la formación de religiosas

Como se puede deducir de la entrevista anterior, en su momento, sor Rita Mboshu Kongo presentó ante el Vaticano la realidad de la falta de acceso a estudios superiores de las monjas, como si la educación de las mujeres fuera un problema opcional y secundario en la Iglesia. En esta segunda entrevista además se refiere también a la Fundación Papa Francisco para África.

¿Puede hablarnos de la Fundación Papa Francisco para África?

Ayudamos a jóvenes madres desempleadas del barrio periférico de Ngomba Kikusa, en Kinshasa. Son chicas —a veces niñas— sin referentes, que nunca han aspirado en la vida a otra cosa que no fuera buscar marido. Les damos una formación básica integral que fomente su autonomía y les enseñamos un oficio (pastelería, cuidados de belleza, costura, limpieza…). África es solo el punto de partida; los problemas de las mujeres son los mismos en todo el mundo, solo que tienen formas distintas.

Tengo entendido que les enseñan el magisterio del Papa.

Sí, pero eso no quiere decir que les preguntemos dónde rezan o si están casadas. Son chicas con muchos problemas. Viven en una zona periférica, abandonadas y sin futuro. Repiten esquemas de vida primitivos, donde las relaciones sexuales son vistas como un simple juego sin consecuencias. Muchas se quedan embarazadas con 13 o 14 años. La formación incluye una primera fase educativa, basada en las enseñanzas de Francisco, que las empodera. Las acompañamos con caridad cristiana y, sobre todo, sin juzgar.

¿Qué es la Iglesia para las mujeres de los países en vías de desarrollo?

Lo es todo. Es el lugar donde se sienten seguras; también es la escuela, es el hospital… En su mayor parte, todos estos servicios están gestionados por congregaciones religiosas. Y para muchas mujeres es, ante todo, una oportunidad de formación y preparación profesional.

¿Cómo es la formación para la vida consagrada que reciben las mujeres en África?

Son tres años de noviciado, como en todas partes. Después hacen los votos. Pero no es suficiente, sobre todo, si lo comparamos con las congregaciones masculinas. Ellos, antes de ser enviados en misión, estudian más. Y tienen más tiempo para estudiar porque no están obligados a realizar tareas domésticas.

¿Cuáles considera que son los obstáculos para el acceso de las mujeres a determinados tipos de estudios o a la enseñanza superior?

No creo que sea, por ejemplo, una cuestión de machismo. Son las superioras las que, a veces, ven que una religiosa estudie como una pérdida de tiempo. Otras tienen miedo de que se pierda por el camino, de que se acabe enamorando. Desafortunadamente hay muchos que creen que, si las monjas estudian, se les acabará subiendo a la cabeza. Pero esta falta de formación es una fuente constante de problemas. La Iglesia necesita religiosas que puedan hacer un servicio intelectual a todos los niveles.

¿Qué consecuencias hay detrás de todo esto?

Las consagradas se quedan sin herramientas para afrontar los problemas cotidianos. Abunda el desánimo y, cuando aparece un pequeño obstáculo, lo ven como el fin del mundo. Por eso muchas monjas acaban dejando los hábitos. Por no hablar de la frustración que sienten cuando se confrontan con otros compañeros, laicos o no, mucho más formados que ellas. Se envía a las monjas a enseñar en los colegios y muchas ni siquiera saben usar el ordenador.

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Fuentes

Revista Vida Nueva / Revista Alfa y Omega / Videos: Vatican News – Catholic Sat / Foto: Jean-Claude Bafutanga

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