Nomadelfia, el pueblo que vive como los primeros cristianos

8:00 a m| 25 may 18 (VI/VATN).- Nomadelfia en griego significa “la ley de la fraternidad”. Fundado en 1948 por el padre Zeno Saltini, es un pueblo inspirado en el modelo cristiano primitivo descrito en los Hechos de los Apóstoles y está compuesto por grupos de familias que viven compartiéndolo todo, como hermanos.

En esta localidad no se utiliza el dinero, los apellidos están prohibidos, cuentan con su propio sistema educativo y tiene las puertas abiertas a menores huérfanos y ancianos abandonados. Hace poco recibieron la visita del Papa Francisco, que les ha felicitado por ser “una realidad profética” al plantear “una nueva civilización, actuando el Evangelio como forma de vida buena y bella”.

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Frente a las casas no hay timbres ni interfonos. Ni rejas. No hay necesidad. Siempre están abiertas para todos. Y no son “de alguien”. Nos encontramos en las colinas de la Maremma toscana, en donde “no existe la propiedad privada”. El primero que encontramos es Francesco Matterazzo. Nos olvidamos inmediatamente de su apellido, porque nos lo pide él mismo, al explicarnos que es “Francesco de Nomadelfia” a secas. Estos son los motivos: “Entre nosotros no usamos el apellido, así le damos más importancia al bautismo; y luego porque están los hijos en custodia, y no queremos subrayar la diversidad de sus orígenes”.

Francisco es el presidente de Nomadelfia (neologismo del griego que significa “en donde la fraternidad es ley”), la comunidad de católicos (hoy son alrededor de 300) que viven inspirándose en el estilo de los Hechos de los Apóstoles. Para la Iglesia, Nomadelfia es una parroquia, instituida por el Papa Juan XXIII en 1962, conformada por familias y laicos no casados, que fundó Zeno Saltini (1900-1981). Para la República de Italia es una asociación privada de ciudadanos. Zeno creó Nomadelfia en los años 30 del siglo pasado; su primer reconocimiento oficial llegó en 1948. En la actualidad se encuentra en el municipio de Grosseto.

Viven allí los nomadelfinos, que son los que, después de haber cumplido 21 años, optan por el modelo de vida de “la Iglesia de los orígenes”. En Nomadelfia no se usa el dinero, y los que ganan alguna cosa fuera lo depositan a la la comunidad, que es la que se encarga de darle a cada uno los bienes que necesita. Una de las personas que se ocupa de la distribución es Lorenzo (de Nomadelfia, obviamente), que nos lleva al almacén en el que se preparan y conservan las provisiones. Nos enseña las órdenes de comida y de diferentes productos que hacen las familias, mismas que recibirán lo que han pedido en sus casas.

Las familias acogen a chicos en custodia. En 1941 se presentó Irene Bertoni, que fue la primera “mamá de vocación”. Después de ella llegaron otras mujeres listas para renunciar a la propia familia para acoger como hijos a niños y chicos huérfanos. Alda es una “histórica” “mamá de vocación”: “He tenido una quincena de hijos, ¡pero hay algunas que han tenido sesenta!”. Cristina llegó aquí en 1948, cuando tenía siete meses: “Me recogió Luisa. Hoy tengo 70 años y me encargo de Dina, una señora con graves discapacidades. Dina es el sentido de mi vida”.

El Presidente (elegido mediante una elección) nació en 1959 y llegó aquí “después de una experiencia en el seminario”. Y aquí nació su hijo Paolo, que hoy tiene 30 años y es el encargado de la sala de prensa.

Cuenta que cada día, hacia las 17.30, “tenemos el momento de cultura, durante el que escuchamos los discursos de don Zeno o del Papa, y hacemos discusiones comunitarias. Lo guía un sacerdote, sucesor de don Zeno, don Ferdinando Neri”.

En cada conjunto de casas viven “familias extendidas”, es decir cuatro o cinco núcleos familiares (alrededor de 30 personas) que comparten los espacios de la cotidianidad. Tienen una casa central para cocinar, comer, hacer actividades comunes; por la noche todos van a casitas separadas, que rodean el espacio común.

Entramos en una de estas casas, en la que Clara, de 32 años, está preparando la pizza para hoy por la noche: hay bandejas enormes. Clara está aquí desde hace diez años: “Me trajo un sacerdote amigo mío. Decidí quedarme y hoy soy feliz”.

Entre los autobuses locales, ganado bovino y también grupos de avestruces, oficinas administrativas y las estaciones de Radio y Televisión Nomadelfia, llegamos a la escuela. La hicieron y la hacen “las familias, para garantizar una unidad de educación cristiana”, explica Francesco. Es un instituto en el que no existen las calificaciones, “para evitar la competición entre los chicos y para ayudarles a caminar juntos”. No cuenta con el reconocimiento del Estado italiano, por lo que los hijos deben hacer los exámenes en las escuelas públicas. Y, para el bachillerato, los nomadelfinos reciben la ayuda de maestros externos, “que vienen como voluntarios”.

En relación con el trabajo, “no hay ningún empleado o patrón. Hay responsables (elegidos por la presidencia) para cada actividad, pero nadie recibe un salario mayor que el de los demás”. Se trabaja principalmente en la agricultura biológica, pero también hay bodega, almazara y mantequería.

Diez “órganos constitucionales” gobiernan la vida social. No se permiten peleas y todas las cuestiones se resuelven “con la corrección fraterna” y con el perdón, después del examen de un “Consejo de Jueces”.

Susana nació aquí en 1992. Nunca se le ha ocurrido irse, “ni siquiera en la adolescencia, durante la que solamente tuve algunos momentos de reflexión, pero después llegó la decisión de quedarme para siempre”. Susana explica cómo se puede uno volver nomadelfino: “Todos, incluidos los nomadelfinos, deben pasar un periodo de prueba de tres años. Al final, si son aceptados, firman la Constitución en el altar frente a todo el pueblo”. Y los que son nomadelfinos “se comprometen para toda la vida”, recuerda Susana. Con una enorme y orgullosa sonrisa.

 

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Fuentes:

Vatican Insider / Vatican News

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