Santa Sede rompe tabúes en los temas a debatir en la Asamblea sinodal

2:00 p.m. | 22 jun 23 (NCR/TT).- Cuando prelados y delegados laicos se reúnan en octubre para la Asamblea sinodal, tendrán que abordar una serie de cuestiones cruciales -como la posibilidad de mujeres diáconos, el sacerdocio para hombres casados, la integración de católicos LGBTQ+, la reparación por abusos sexuales y de poder, la selección de obispos, la formación del clero, etc.- para estudiar cómo la Iglesia podría transformar sus estructuras para ser más receptiva a todos sus miembros. El recién difundido Instrumentum Laboris (documento de trabajo), establece el marco de los debates que tendrán lugar del 4 al 29 de octubre, un momento clave para el proceso de renovación católica más ambicioso de los últimos 60 años.

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En un documento muy esperado, la oficina sinodal del Vaticano sentó las bases para un amplio debate en lo que será la primera parte de la etapa final del Sínodo sobre la sinodalidad que pretende responder con “urgencia misionera” a los retos de la vida de la Iglesia en el mundo moderno. Conocido en latín como Instrumentum laboris, el documento de 60 páginas guiará la cumbre católica -de un mes de duración- en varios temas y preocupaciones que han surgido durante un proceso consultivo de tres años. Ese proceso ha priorizado cómo la Iglesia podría centrarse más en una mayor escucha y participación de todos los bautizados, no sólo de la jerarquía católica.

Entre las cuestiones y consideraciones del documento figuran el modo en que una Iglesia sinodal reconoce como prioridad abordar la realidad que viven los pobres; la realidad de los inmigrantes; las víctimas de abusos sexuales, violencia y otras injusticias; los que tienen alguna discapacidad; los católicos divorciados y vueltos a casar; la necesidad de un mayor compromiso con el ecumenismo y el vínculo con otras tradiciones religiosas; y el papel de la mujer en la Iglesia actual.

El documento recién publicado es la culminación de sesiones mundiales de escucha a través de las iglesias locales que tuvieron lugar entre 2021-22 y de siete encuentros continentales celebrados a principios de 2023.

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Durante la última década, la sinodalidad ha surgido como un tema clave del pontificado de Francisco y como un vehículo para implementar las reformas del Concilio Vaticano II e inculcarlas en las prácticas y estructuras de la Iglesia actual. A principios de este año, Francisco amplió drásticamente la participación en el sínodo al incluir a hombres y mujeres laicos, concediéndoles por primera vez el derecho a ser nombrados miembros con pleno derecho a voto del principal órgano consultivo de la Iglesia católica.

Este documento guía para los trabajos en la Asamblea -que se articula en torno a tres temas entrelazados sobre comunión, misión y participación- pretende ofrecer un relato honesto de las ideas clave, las dificultades, las aspiraciones y los temores de los católicos de todos los rincones del planeta. Estas ideas se someterán al discernimiento y debate de unos 370 participantes en la primera sesión del Sínodo, que tendrá lugar del 4 al 29 de octubre.

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Un formato novedoso

El documento de trabajo es muy diferente de los textos sinodales anteriores. En el pasado, éstos servían de borrador inicial para lo que sería el informe final de un sínodo concreto y exponían una serie de reflexiones y enunciados que los obispos debatían y revisaban. En cambio, para esta Asamblea, el texto pretende presentar las prioridades que surgieron durante el proceso de escucha y discernimiento sinodal, que comenzó en 2021 en diócesis de todo el mundo.

Se estructura en un formato novedoso, con una primera sección que expone las características de una Iglesia sinodal. Entre ellas figuran la humildad, el discernimiento, el espacio para la participación de todos los miembros bautizados, la apertura al diálogo, la capacidad de gestionar las tensiones y el sentido de “incompletitud”. Una segunda sección plantea tres preguntas generales destinadas a guiar los debates en la asamblea, y se sitúan bajo los ejes temáticos para la Asamblea sinodal: comunión, misión y participación. Estas tres prioridades no se presentan como “afirmaciones o reflexiones”, sino como preguntas para un ulterior discernimiento. Todo ello refleja el énfasis en la importancia del proceso sinodal.

La segunda sección se desarrolla en 15 fichas de trabajo -cinco para cada una de las tres cuestiones prioritarias- que plantean una serie de preguntas abiertas para que los participantes en la asamblea sinodal reflexionen individual y colectivamente.

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Fichas de trabajo a detalle

“Las fichas están concebidas como una herramienta de trabajo. No son capítulos de un libro que deban leerse sucesivamente, ni ensayos breves, más o menos completos, sobre un tema. Son para hacer y no para leer”, señala el documento. Así, “todas las fichas tienen la misma estructura. Comienzan con una rápida contextualización a partir de lo surgido en la primera fase. A continuación, formulan una pregunta para el discernimiento. Por último, ofrecen algunas intuiciones (…) que recuperan la concreción de los rostros de los miembros del Pueblo de Dios, de sus carismas y ministerios, de las preguntas que expresaron durante la fase de escucha”.

El documento también pone de manifiesto que algunas de las cuestiones surgidas de la consulta al Pueblo de Dios se refieren a temas sobre los que ya existe un desarrollo magisterial y teológico al que remitirse: “Por poner solo dos ejemplos, basta pensar en la aceptación de los divorciados vueltos a casar, tema tratado en la exhortación apostólica Amoris laetitia, o la inculturación de la liturgia, objeto de la Instrucción Varietates legitimae (1994) del Dicasterio para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos”.

Por eso, “el hecho de que sigan surgiendo interrogantes sobre puntos de este tipo no puede descartarse precipitadamente, sino que debe ser objeto de discernimiento, y la Asamblea sinodal es un foro privilegiado para hacerlo. En particular, deben investigarse los obstáculos, reales o percibidos, que han impedido dar los pasos indicados y lo que hay que hacer para eliminarlos”.

Las tres cuestiones que servirán de marco son:

1. Una comunión que se irradia: ¿Cómo podemos ser más plenamente signo e instrumento de la unión con Dios y de la unidad del género humano?

En primer lugar, centrándose en cómo alimentar la comunión desde la caridad, la justicia social y el cuidado de la Casa común, el texto recoge las aportaciones de las Iglesias continentales, que señalan que “en una Iglesia sinodal, los pobres ocupan un lugar central”. Asimismo, indican que “el cuidado de la Casa común exige una acción compartida”. Por otro lado, reconocen en los movimientos migratorios una “oportunidad”. E instan a “desempeñar un papel de testimonio profético en un mundo fragmentado y polarizado”.

También en la acogida, reconocen que los Documentos finales de las Asambleas continentales mencionan a menudo a quienes no se sienten aceptados en la Iglesia, como los divorciados vueltos a casar, las personas en matrimonios polígamos o las personas LGBTQ+. Se trata de la primera vez en la que un documento de la Santa Sede habla del colectivo LGBTQ+, pues hasta ahora, en el Sínodo de los Jóvenes incluido, solo se hablaba de homosexuales. También señalan cómo formas de discriminación racial, tribal, étnica, de clase o de casta, también presentes en el Pueblo de Dios, llevan a algunos a sentirse menos importantes o menos bienvenidos dentro de la comunidad.

Muy generalizada es la indicación de cómo una pluralidad de barreras, desde las que son físicas a los aquellas que brotan de prejuicios culturales, generan formas de exclusión de las personas con discapacidad y requieren que sean superadas. Tampoco se olvida esta primera parte relativa a la comunión del ecumenismo, el diálogo interreligioso, los jóvenes, los pueblos originarios o el promover el intercambio de dones entre las Iglesias locales.

2. Corresponsables en la misión: ¿Cómo compartir mejor los dones y las tareas al servicio del Evangelio?

En relación con la misión, el Instrumentum laboris aterriza en los ministerios. “Resulta evidente la llamada a superar una visión que reserva solo a los ministros ordenados (obispos, presbíteros, diáconos) toda función activa en la Iglesia, reduciendo la participación de los bautizados a una colaboración subordinada”, advierten. Asimismo, indican que “la experiencia de caminar juntos en la Iglesia local permite imaginar nuevos ministerios al servicio de una Iglesia sinodal”.

En relación a la mujer, detallan que, “de manera sustancialmente unánime, a pesar de las diferentes perspectivas de cada continente, todas las Asambleas continentales piden que se preste atención a la experiencia, la condición y el papel de las mujeres“. Lo mismo ocurre con el celibato, cuestión que fue recogida en las sugerencias. En lo que respecta a la corresponsabilidad en la misión, el documento también se detiene en la misión del obispo en una Iglesia sinodal, llamando a una renovación de la visión y de las formas de ejercicio concreto del ministerio episcopal.

3. Participación, responsabilidad y autoridad: ¿Qué procesos, estructuras e instituciones son necesarios en una Iglesia sinodal misionera?

En el ejercicio de la participación, la responsabilidad y la autoridad, destaca la renovación del servicio de la autoridad y las estructuras, dejando claro que no se quiere contraponer la sinodalidad a la jerarquía. Es decir, la Iglesia es jerárquica al mismo tiempo que sinodal. “La perspectiva de transparencia –más si cabe con la crisis de los abusos– y rendición de cuentas es fundamental para un ejercicio auténticamente evangélico de la autoridad y la responsabilidad. Sin embargo, también suscita temores y resistencias. Por eso es importante afrontar seriamente, con actitud de discernimiento, los hallazgos más recientes de las ciencias de la gestión y el liderazgo”, recogen de lo expresado por las Asambleas continentales.

Estas también señalan “fenómenos de apropiación del poder y de los procesos de toma de decisiones por parte de algunos que ocupan puestos de autoridad y responsabilidad. A estos fenómenos vinculan la cultura del clericalismo y las diferentes formas de abuso (sexual, financiero, espiritual y de poder) que erosionan la credibilidad de la Iglesia y comprometen la eficacia de su misión, particularmente en aquellas culturas donde el respeto a la autoridad es un valor importante”.

Una mirada a las preguntas específicas

El documento es prudente al señalar que “la Asamblea sinodal no puede entenderse como representativa y legislativa, en analogía a un organismo parlamentario, con su dinámica de construcción de mayorías” y ancla el proceso sinodal en un fundamento espiritual, diciendo que es mejor entenderlo como una asamblea litúrgica. “La tradición antigua nos dice que el Sínodo se celebra de este modo: comienza con la invocación al Espíritu Santo, continúa con la profesión de fe y llega a determinaciones compartidas para garantizar o restablecer la comunión eclesial”, afirma el documento.

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Pero al tiempo que subraya la dimensión espiritual del proceso sinodal, el documento no rehúye exigir a los delegados sinodales que consideren respuestas concretas a una serie de temas neurálgicos de la vida eclesial actual. Convertirse en una Iglesia sinodal, señala el documento, requiere la participación de todos sus miembros, incluidos el Papa, los obispos, el clero, la vida consagrada y los laicos por igual. Entre las más de 100 preguntas específicas que se plantean para ofrecer respuestas concretas a las cuestiones de comunión, misión y participación se encuentran:

  • ¿Qué medidas concretas son necesarias para llegar a las personas que se sienten excluidas de la Iglesia a causa de su afectividad y sexualidad (por ejemplo, divorciados vueltos a casar, personas en matrimonios polígamos, personas LGBTQ+, etc.)?
  • ¿Cómo discernir en una Iglesia local los ministerios bautismales, establecidos o no, necesarios para la misión? ¿Qué espacios están disponibles para la experimentación a nivel local? ¿Qué valor hay que atribuir a estos ministerios? ¿En qué condiciones pueden ser asumidos por toda la Iglesia?
  • ¿Qué pasos concretos puede dar la Iglesia para renovar y reformar sus procedimientos, disposiciones institucionales y estructuras, de modo que permitan un mayor reconocimiento y participación de las mujeres, incluso en los procesos de gobierno y toma de decisiones, en un espíritu de comunión y con vistas a la misión?
  • ¿Qué nuevos ministerios podrían crearse para proporcionar medios y oportunidades para la participación efectiva de las mujeres en los órganos de discernimiento y toma de decisiones? ¿Cómo aumentar la corresponsabilidad en los procesos de toma de decisiones en lugares remotos y en contextos sociales problemáticos, donde las mujeres son a menudo las principales agentes de pastoral y evangelización?
  • La mayor parte de las Asambleas continentales y las síntesis de numerosas Conferencias episcopales piden que se considere de nuevo la cuestión del acceso de las mujeres al diaconado. ¿Es posible plantearlo y en qué modo?
  • ¿Es posible, como proponen algunos continentes, abrir una reflexión sobre la posibilidad de revisar, al menos en algunas áreas, la disciplina sobre el acceso al presbiterado por parte de hombres casados?
  • ¿De qué modo el ejercicio del ministerio episcopal solicita la consulta, la colaboración y la participación en los procesos de toma de decisiones del Pueblo de Dios?
  • ¿Con qué criterios puede un obispo evaluarse y ser evaluado en el desempeño de su servicio en un estilo sinodal?
  • ¿Cómo deben evolucionar, en una Iglesia sinodal, el papel del obispo de Roma y el ejercicio del primado?

Además de las cuestiones específicas, el documento insta a observar el modelo de formación para el ministerio en la Iglesia, en particular sus seminarios, que debería cambiar para garantizar que el clero reciba una formación sinodal. Esto refleja la preocupación de que algunos sacerdotes, especialmente los ordenados en los últimos años, se han resistido o han ignorado el proceso sinodal. También se hace un llamado a considerar una revisión del derecho canónico eclesial.

Una nueva metodología

Aunque muchos de los temas enumerados en el documento de trabajo para la Asamblea sinodal hasta ahora se han considerado tabú en ciertos sectores del catolicismo y, de hecho, en el propio Vaticano, el documento se basa en muchos asuntos y preocupaciones que han emergido por primera vez como parte del documento que orientó las reuniones sinodales continentales. Ese documento, titulado “Ensancha el espacio de tu tienda”, se publicó en octubre de 2022 y, junto con los informes finales de las asambleas continentales, se considera la base del documento de trabajo sinodal. Los delegados utilizarán todo el conjunto de documentos para su preparación y participación en la reunión de octubre.

Para la Asamblea sinodal de octubre, grupos de trabajo de aproximadamente 12 miembros cada uno mantendrán debates estructurados en torno a cuatro módulos: qué significa ser una iglesia sinodal, comunión, misión y participación. Aunque se reconoce el amplio conjunto de cuestiones a las que tendrán que referirse los delegados sinodales, los documentos de trabajo señalan que el objetivo principal de la primera sesión será perfilar las áreas de estudio en profundidad que se trabajarán al estilo sinodal en el período previo a la segunda sesión del sínodo, en octubre de 2024. Sólo entonces se someterán a la consideración del Papa las propuestas finales del Sínodo.

En una rueda de prensa celebrada en el Vaticano el 20 de junio tras la publicación del documento, el cardenal Mario Grech subrayó que todo el proceso sinodal está guiado por el Espíritu Santo y que ninguna de sus conclusiones está definida de antemano. “Pretender escribir primero las conclusiones equivaldría a blasfemar contra el Espíritu”, añadió, señalando que no se trata de un documento de trabajo de la Santa Sede, sino de toda la Iglesia. Grech, que es el jefe de la oficina sinodal del Vaticano, dijo a los periodistas que en los últimos dos años se ha encontrado con muchos obispos escépticos ante la sinodalidad y que, una vez implicados en el proceso, les ha parecido un “tesoro de valor incalculable”.

La religiosa Nadia Coppa, presidenta de la Unión Internacional de Superioras Generales, una organización mundial de casi 2.000 líderes de congregaciones religiosas femeninas, elogió el documento, afirmando que la Iglesia necesita espacios para abordar en conjunto temas controvertidos de una manera evangélica. Coppa afirmó que las religiosas de todo el mundo participarán en el proceso de discernimiento y se les pedirá que utilicen el documento para reflexionar sobre su trabajo y la misión de corresponsabilidad.

Helena Jeppesen-Spuhler, miembro de la delegación suiza en la Asamblea Continental Europea, afirmó que tras el Concilio Vaticano II la Iglesia en Suiza adoptó una serie de “procesos más participativos”, como los consejos parroquiales, la supervisión de los recursos financieros de la Iglesia y otras asambleas pastorales destinadas a incluir una mayor participación de los fieles laicos. Según el documento de trabajo, tales estructuras son necesarias para fortalecer las relaciones con todo el pueblo de Dios y ayudar a “profundizar en la vida cotidiana de la Iglesia a todos los niveles”.

Un cambio notable en el próximo sínodo, según el jesuita P. Giacomo Costa, que actúa como consultor de la Secretaría General del Sínodo, es que, a diferencia de las Asambleas anteriores, que se han celebrado en el aula sinodal del Vaticano -un auditorio con asientos tipo estadio-, la reunión de octubre tendrá lugar en la sala de audiencias Papa Pablo VI del Vaticano para permitir que los participantes se sienten en mesas redondas, lo que, según él, será más propicio para el debate. “La conversación animada por el Espíritu nos ha hecho experimentar la profunda dignidad de todos los bautizados valorando cada voz”, dijo Costa.

“La radicalidad del cristianismo”, afirma el documento de trabajo, “no es prerrogativa de algunas vocaciones concretas, sino la llamada a construir una comunidad que viva y testimonie un modo distinto de entender la relación entre las hijas y los hijos de Dios, que encarne la verdad del amor, que se base en el don y la gratuidad”. La llamada radical es, por tanto, “a construir juntos, sinodalmente, una Iglesia cautivadora y realista: una Iglesia en salida, en la que todos se sientan acogidos”.

En la rueda de prensa, Grech dijo que la gente no debería ver el documento a través de una lente progresista o conservadora. “Podemos prescindir de esta distinción”, dijo. “Somos el pueblo santo de Dios”.

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Fuentes

National Catholic Reporter / The Tablet / Revista Vida Nueva / Videos: Vatican News – Rome Reports / Foto: CELAM

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