América Latina: ¿Qué dice la síntesis final del trabajo sinodal?

8:00 a.m. | 15 abr 23 (CELAM).- La Iglesia de América Latina ha difundido su síntesis final de la fase continental del Sínodo sobre la Sinodalidad, documento distribuido en 107 artículos y dividido en ocho secciones que revisamos en esta publicación. Resaltan los llamados a una Iglesia en constante reforma, a reivindicar el protagonismo del Espíritu y a un compromiso socioambiental con la lupa puesta en las personas excluidas. Las síntesis de todas las regiones serán la base para el Instrumento de Trabajo que guiará la Asamblea Sinodal de octubre y que ya inició una primera etapa de reuniones para su elaboración.

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“Es posible caminar con Cristo en el centro y dejarnos guiar por el Espíritu de Dios. Tenemos la esperanza creciente de vivir ya un nuevo tiempo para la Iglesia”. Con estas palabras de uno de los participantes de la Etapa Continental del Sínodo comienza la Síntesis propuesta por la Iglesia de América Latina y el Caribe, lo que refleja el entusiasmo que despertó el proceso. Una síntesis que recoge lo vivido en una Iglesia de experiencias participativas y que se nutre de la diversidad social y cultural de cada región. Eso motivó la realización de 4 encuentros regionales en los que hubo 415 participantes, según la población de cada país y diversidad de ministerios eclesiales, recogiéndose 423 síntesis con intuiciones, tensiones y temas a profundizar.

Fueron encuentros marcados por la espiritualidad, un clima de encuentro con Dios y un sentido comunitario fraterno más allá de la diversidad. Lo recogido sirvió para la redacción de esta síntesis, llevada a cabo de 17 a 20 de marzo en la sede del del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), lo que se hizo desde un discernir a la luz del Espíritu, cuyo resultado se presentó a los secretarios generales y presidentes de las conferencias episcopales, contando con la presencia del cardenal Jean-Claude Hollerich SJ, relator del Sínodo; Mons. Luis Marín de San Martín, subsecretario de la Secretaría General del Sínodo; y el P. Giacomo Costa, coordinador de la Comisión Preparatoria del Sínodo.

Partiendo de la Introducción, que aborda la cuestión de una Iglesia en clave sinodal, y en la que se destaca la larga historia de vida conciliar, sinodal y colegial en el continente -camino que inició en 1955 con la primera Conferencia General del Episcopado en Río de Janeiro y la creación del CELAM hasta llegar a Aparecida (2007) y la Asamblea Eclesial (2021)– el texto se divide en 8 partes, intentando responder a la pregunta de la Secretaría del Sínodo: “¿cómo se realiza hoy, a diversos niveles (desde el local al universal) ese ‘caminar juntos’ que permite a la Iglesia anunciar el Evangelio, de acuerdo con la misión que le fue confiada; y qué pasos el Espíritu nos invita a dar para crecer como Iglesia sinodal?”.

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A continuación las ocho secciones que expone la síntesis, cada con una breve presentación y algunas citas destacadas:

1) Protagonismo del Espíritu

El primer punto de la Síntesis habla del protagonismo del Espíritu en una Iglesia sinodal, que desde Pentecostés “la mueve a fluir y a atravesar la historia con pertinencia y significado y quien la conduce por caminos de renovación y de futuro”, animándola a una auténtica conversión. Busca superar “la tentación del intimismo, los fundamentalismos y las ideologías que nos hacen disfrazar como querer de Dios cuando son búsqueda de intereses particulares”.

“La acción del Espíritu, como todo en el dinamismo del Reino de Dios, necesita ser discernida, su voz necesita ser escuchada y acogida. Sus impulsos requieren la docilidad de nuestro corazón (…) Esto genera una tensión grande cuando vivimos en un tiempo en que se ha exaltado tanto la individualidad, el voluntarismo, y se hace al ‘yo’ la medida de todas las cosas; cuando estamos tentados a imponer a los demás las propias intensiones y las ideologías que son visiones parciales de la realidad (…) Estamos convocados a una profunda reforma de la Iglesia, esa que surge del accionar de Dios en las entrañas de la historia”. (28, 29)


2) Sinodalidad del Pueblo de Dios

En un segundo momento se aborda la sinodalidad del Pueblo de Dios, siempre en camino de esperanza, un pueblo peregrino “que transita por la vida en busca de la felicidad”. Desde ahí se insiste en que “el Pueblo de Dios en camino es el sujeto de la comunión sinodal”, enfatizando que “la sinodalidad nos ayuda a ser una Iglesia más participativa y corresponsable”. Una comunidad de hermanos y hermanas, “llamados a ser sujetos activos por participar del único sacerdocio de Cristo”.

“La vida sinodal testimonia una Iglesia constituida por personas y comunidades que son sujetos libres y diversos, llamados a relacionarse fraternalmente por vínculos de respeto mutuo y afecto recíproco. Muchas voces cuestionaron cómo nos tratamos en la Iglesia, especialmente entre pastores y laicos, y entre mujeres y varones (…) Un desafío está en abrir los espacios, poner los medios y generar formas para la participación efectiva de las mujeres en las instancias de discernimiento y decisión (…) Y en los distintos pueblos, que experimentan el don de Dios según su propia cultura, la Iglesia expresa su genuina catolicidad y muestra la belleza de este rostro pluriforme”. (38, 39, 42)


3) Sinodalidad modo de ser y actuar en la Iglesia

La Sinodalidad, como recoge el tercer apartado, es el modo de ser y de actuar de la Iglesia, desde la catolicidad de un rostro pluriforme. Esta Iglesia sinodal tiene que asumir en su modo de ser y de actuar un discernimiento comunitario basado en la escucha mutua al Espíritu y en el diálogo veraz y confiado, algo que tiene como método la conversación espiritual, con el que surgen intuiciones, tensiones y prioridades, habilitando para hablar de temas incómodos y dolorosos con libertad, en una experiencia de relación horizontal.

“Es necesario vivir esta experiencia desde una libertad interior y con un corazón abierto, evitar polemizar, imponer ideas, “agendas” y todo aquello que impida que el Espíritu Santo sea el protagonista. El método es como un ciclo de espiral ascendente que avanza del yo (1er. momento – sentimientos: personal) al dejarme tocar por el otro, el tú (2do. momento – ecos: relacional), para finalmente llegar al nosotros (3er. momento – elegir la voluntad de Dios: lo común). (49, 50).


4) Iglesia sinodal misionera

Iglesia sinodal misionera es el elemento presente en el cuarto punto, lo que hace ver la urgencia de “estructuras que aseguren una Sinodalidad misionera, incluyendo a todos los miembros de la periferia”. Una misión que no es proselitismo, es “el anuncio alegre y gratuito de Jesucristo y de su misterio pascual a toda la humanidad, en una relación intercultural”, encarnando el Evangelio en las culturas a través de la participación de todos los bautizados, superando una Iglesia preocupada con resolver los problemas internos y una evangelización centrada en el pecado, que reconozca el papel de las mujeres en la transmisión de la fe.

“Se necesita recordar siempre cuál es el fin de la misión evangelizadora, porque a veces se la reduce a uno de sus procesos, como es la administración de sacramentos, antes que propiciar un verdadero encuentro con Cristo que inicie y fortalezca un camino de seguimiento y crecimiento en la fe”. (61)


5) Compromiso socioambiental en un mundo fragmentado

La sinodalidad motiva a la Iglesia a salir de ella misma y a ponerse con toda su misión al servicio de la sociedad. En el quinto punto, se analiza la realidad del continente, fragmentado, desigual, con marginaciones y exclusiones, con fuertes polarizaciones ideológicas y políticas, denunciando “el distanciamiento de las Iglesias locales de la realidad”, ante lo que se hace ver que una Iglesia sinodal está llamada a “ser una Iglesia más profética y samaritana”, llamada a “escuchar el clamor de los pueblos y de la tierra”, en un trabajo ecuménico e interreligioso, que también se debe llevar a cabo desde el mundo digital.

“En varios llamados se recuerda que en el espíritu de Jesús hay que ser inclusivos con los pobres, comunidades LGTBIQ+, parejas en segunda unión, sacerdotes que quieran regresar a la Iglesia en su nueva situación, las mujeres que abortan por temor, los encarcelados, los enfermos (…) Otras contribuciones piden: Escuchar el clamor de los pueblos y de la tierra, como un compromiso con el Evangelio que nos pide ser aliados con los pueblos en defensa de la vida y de sus territorios. Esto vale de un modo especial para la Amazonía, amenazada por el colapso ecológico” (65, 67).


6) Reforma de estructuras

La conversión sinodal y reforma de estructuras ocupa el sexto apartado, una dinámica a la que llama el Concilio Vaticano II y recupera el papa Francisco, algo que provoca tensiones, pero que también demanda procesos y espacios de escucha, diálogo y discernimiento que lleven a una auténtica sinodalización de toda la Iglesia, que requiere de formación en diferentes ámbitos, también de los seminaristas, y la obligación de los diferentes consejos en diócesis y parroquias.

“De este llamado a una reforma constante deriva la necesidad de que las Iglesias locales generen procesos y espacios de escucha, diálogo y discernimiento (…) Todo el proceso renovador hacia una mayor sinodalidad en la Iglesia requiere de más formación. Un eje transversal en todos los ámbitos eclesiales es el de la formación para una cultura del respeto a todas las personas y en la prevención de todo tipo de abusos (…) Una Iglesia estructurada a partir de una red de consejos permitiría establecer procedimientos institucionales de rendición de cuentas y transparencia que partan de las comunidades y ayuden a erradicar los abusos de conciencia, de poder, espirituales, psicológicos, sexuales, económicos”. (74, 76, 78, 80)


7) Vocaciones, Carismas y Ministerios en clave sinodal

Las Vocaciones, Carismas y Ministerios en clave sinodal es una reflexión presente en el séptimo apartado, insistiendo en su diversidad y en que “la Iglesia es un Pueblo profético, sacerdotal y real-servicial donde todos sus miembros son sujetos”, con gran diversidad de ministerios, lo que demanda “un profundo discernimiento comunitario sobre qué ministerios son necesarios crear o impulsar a la luz de los signos de los tiempos, especialmente entre los laicos”, a quienes se debe “propiciar la participación en escenarios de decisión de los laicos y, especialmente, de las mujeres y los jóvenes”, que ayude a superar el clericalismo, entendido como la expresión de autoritarismo clerical. Por eso se llama a repensar el modelo de ministerio ordenado.


8) Contribuciones desde América Latina y el Caribe

Finalmente son colocadas en el octavo apartado las contribuciones del itinerario sinodal latinoamericano y caribeño, centradas en cuatro cuestiones centrales: la primera, las relaciones mutuas entre la eclesialidad, la sinodalidad, la ministerialidad y la colegialidad; la segunda, la emergencia de una renovada eclesialidad sinodal impulsa el reto de imaginar reformas sinodales en las mentalidades, actitudes, prácticas, relaciones y estructuras eclesiales; la tercera, los aportes de la tradición sinodal del Pueblo de Dios en el continente; la cuarta, el ser Iglesia de iglesias y comunidad de comunidades.

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Fuentes

CELAM / Síntesis / Videos: Vatican News – CELAM TV / Foto: CAMEX

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