Un año de guerra en Ucrania. Dolor y llamados de la Iglesia

6:00 p.m. | 28 feb 23 (VTN/AM).- Han pasado doce meses desde la invasión rusa a Ucrania, y no hay indicios de un fin a este conflicto devastador. Son más de 15 millones de personas que necesitan ayuda humanitaria, cifras similares de refugiados en el extranjero, desplazados internos, y miles de víctimas en ambos frentes. Ante eso, la voz de la Iglesia ha sido una fuerza por la paz. El Papa y otros líderes católicos han sido firmes -sin perder las formas diplomáticas y sostener la capacidad de interceder por la paz- al defender las víctimas de la guerra y señalar responsabilidades, y no han dejado que el sufrimiento del conflicto quede en el olvido.

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Es el 24 de febrero de 2022: mientras el mundo comienza a salir de la tormenta de la pandemia, se lanza la ofensiva militar de las Fuerzas Armadas de la Federación Rusa en Ucrania. La víspera, en la audiencia general, el papa Francisco hace un llamamiento con “gran dolor en el corazón” por el empeoramiento de la situación: “Quisiera hacer un llamamiento a quienes tienen responsabilidades políticas, para que hagan un serio examen de conciencia ante Dios, que es el Dios de la paz y no de la guerra”.

Pero prevalece la lógica opuesta, la de las armas. Al amanecer del 24 de febrero, las tropas rusas reciben la orden de invadir Ucrania. La decisión llega poco después del reconocimiento de las repúblicas separatistas del Dombás situadas en territorio ucraniano, Donetsk y Lugansk. Durante estos doce meses sacudidos por la guerra, el cardenal secretario de Estado, Pietro Parolin, reiteró en varias ocasiones la disposición de la Santa Sede a mediar y a hacer todo lo posible para favorecer una vía de diálogo y cooperación.

 

Abrir fronteras, corazones y puertas a los ucranianos que huyen

Tras el estallido del conflicto, los llamamientos del Papa se convirtieron en súplicas incesantes: “Varias veces hemos rezado –dijo Francisco a la hora del Ángelus del 27 de febrero– para que no se tome este camino. Y no dejamos de rezar, al contrario, suplicamos a Dios más intensamente”. En la audiencia general del 2 de marzo, el Pontífice, al saludar a los fieles polacos, les recordó que los ciudadanos de Polonia fueron los primeros en apoyar a Ucrania abriendo sus fronteras, sus corazones y las puertas de sus casas “a los ucranianos que huían de la guerra”. Al poder de la oración se ha unido desde los primeros días del conflicto otro rostro alentador: el de la solidaridad.

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El Papa pide la apertura de corredores humanitarios, para “garantizar y facilitar el acceso de la ayuda a las zonas asediadas”. A la hora del Ángelus del 6 de marzo, Francisco retrató el conflicto, en su cruda realidad, con estas palabras: “En Ucrania corren ríos de sangre y lágrimas. No se trata sólo de una operación militar, sino de una guerra, que siembra muerte, destrucción y miseria”. El Pontífice recordó también que dos cardenales fueron al país devastado por la guerra “para servir a la gente, para ayudar”. Se trata de los cardenales Konrad Krajewski y Michael Czerny.

Los dos purpurados son enviados directamente por el Papa como sus representantes para llevar solidaridad y cercanía a los refugiados y a las víctimas de la guerra. Su presencia, dice el Pontífice en ese Ángelus del 6 de marzo, “no es sólo del Papa, sino de todo el pueblo cristiano que quiere acercarse y decir: ¡La guerra es una locura! ¡Basta, por favor! Miren esta crueldad”. El cardenal Czerny se reúne con los refugiados que huyen de los centros de acogida de Hungría y cruza la frontera hasta el pueblo ucraniano de Beregove.

Durante este año de guerra, las misiones del cardenal Krajewski son varias. En una de ellas, en septiembre, el limosnero papal se ve envuelto en un tiroteo. Pero la misión no se detiene y el cardenal sigue llevando ayuda, alimentos, rosarios y la bendición de Francisco para que nadie se sienta solo. Incluso entrega en donación dos ambulancias. En mayo,también viaja a Ucrania el secretario para las Relaciones con los Estados y las Organizaciones internacionales, monseñor Paul Richard Gallagher, quien visita las ciudades mártires de Vorzel, Irpin y Bucha, donde reza ante la fosa común cercana a la iglesia ortodoxa de San Andrés.

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En el nombre de Dios, que se detenga la matanza

Poner fin a la guerra. Esta es la incesante petición que ha acompañado las palabras del Papa desde el comienzo del conflicto. En el Ángelus del 13 de marzo, Francisco pide que se detenga, en nombre de Dios, la matanza en este atormentado país. Y recuerda que la ciudad de “Mariupol se ha convertido en una ciudad mártir de la desgarradora guerra”. El 14 de marzo, Francisco, dirigiéndose a una Asociación con fines éticos y de promoción social, invita a reflexionar sobre cómo el hombre puede ignorar las lecciones de la historia: “varias guerras regionales y especialmente la actual guerra en Ucrania muestran que quienes rigen los destinos de los pueblos no han comprendido aún las lecciones de las tragedias del siglo XX”.

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El conflicto amenaza al mundo entero

Dirigiéndose el 24 de marzo a los participantes en el encuentro promovido por el Centro femenino italiano, el Pontífice explica que la tragedia del país del Este europeo es “fruto de la vieja lógica del poder que todavía domina la llamada geopolítica (…) La historia de los últimos setenta años lo demuestra: nunca han faltado las guerras regionales; por eso he dicho que estábamos en la tercera guerra mundial a trozos, un poco por todas partes; hasta ésta, que tiene una dimensión mayor y amenaza al mundo entero”.

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Que no se use el trigo como un arma

En junio de 2022, la primera audiencia general está marcada por un llamamiento: “Es muy preocupante el bloqueo de las exportaciones de trigo de Ucrania, de las que depende la vida de millones de personas, especialmente en los países más pobres. Hago un llamamiento de todo corazón para que se haga todo lo posible para resolver este problema y garantizar el derecho humano universal a la alimentación”.

 

El deseo de ir a Ucrania

Durante estos 12 meses desgarrados por el conflicto, el papa Francisco expresa repetidamente su deseo de viajar a Ucrania. El 4 de junio, se reúne con los participantes en el “Tren de los niños” del Patio de los Gentiles. A uno de ellos, un niño ucraniano, le dirige estas palabras: “Me gustaría ir a Ucrania; sólo que tengo que esperar el momento de hacerlo, ¿sabes? Porque no es fácil tomar una decisión que puede hacer más mal que bien al mundo entero. Tengo que buscar el momento adecuado para hacerlo”.

 

Se sofoca la voz de la humanidad que clama por la paz

En su mensaje para la VI Jornada mundial de los pobres, que lleva por fecha el 13 de junio, el Pontífice subraya que “la guerra en Ucrania ha venido a sumarse a las guerras regionales que han venido cosechando muerte y destrucción en los últimos años. Pero aquí el panorama es más complejo debido a la intervención directa de una superpotencia, que pretende imponer su voluntad en contra del principio de autodeterminación de los pueblos”.

 

La guerra es una locura

Seis meses después del inicio del conflicto, en la audiencia general del 24 de agosto, el Papa reiteró que la guerra es una locura: “Pienso en tanta crueldad, en tantos inocentes que están pagando la locura, la locura de todos los bandos, porque la guerra es una locura (…) Y los que se benefician de la guerra y del comercio de armas son criminales que matan a la humanidad”. Durante el viaje apostólico a Kazajistán, del 13 al 15 de septiembre, resuena una pregunta en particular: “¿Qué tiene que pasar todavía, cuántos muertos tendrán que esperar para que las oposiciones den paso al diálogo por el bien de las personas, de los pueblos y de la humanidad?”. Una pregunta a la que sólo puede seguir un horizonte: “La única salida es la paz y la única manera de llegar a ella es el diálogo”.

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Llamamiento a los presidentes de Rusia y Ucrania

El 2 de octubre, el Papa en el Ángelus no pronuncia su catequesis, sino que lee un largo llamamiento en el que afirma que “el curso de la guerra en Ucrania se ha vuelto tan grave, devastador y amenazador, que causa gran preocupación”. Y es angustioso, añade, que “el mundo esté aprendiendo la geografía de Ucrania a través de nombres como Bucha, Irpin, Mariupol, Izium, Zaporizhzhia y otras localidades, que se han convertido en lugares de sufrimiento y miedo indescriptibles”.

“¿Y qué decir del hecho de que la humanidad se enfrenta de nuevo a la amenaza atómica?”. A continuación, el Papa se dirige en primer lugar al “presidente de la Federación Rusa, suplicándole que detenga, también por amor a su pueblo, esta espiral de violencia y muerte”. Francisco hace un llamamiento igualmente confiado al presidente de Ucrania para que se muestre “abierto a propuestas serias de paz”.

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Un triste aniversario

El 22 de febrero, casi un año después de la invasión de Ucrania y “del comienzo de esta guerra absurda y cruel”, el Papa en la audiencia general se detiene en este “triste aniversario”: “El balance de muertos, heridos, refugiados y desplazados, destrucciones, daños económicos y sociales habla por sí solo. ¿Puede el Señor perdonar tantos crímenes y tanta violencia? Él es el Dios de la paz.

Permanezcamos junto al martirizado pueblo ucraniano, que sigue sufriendo. Y preguntémonos: ¿se ha hecho todo lo posible para detener la guerra? Hago un llamamiento a quienes tienen autoridad sobre las naciones para que se comprometan concretamente a poner fin al conflicto, alcanzar un alto el fuego e iniciar negociaciones de paz. La que se construye sobre escombros nunca será una verdadera victoria”.

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Ministro de Asuntos Exteriores del Vaticano habla de un año de guerra en Ucrania

Un año después del comienzo del conflicto en Ucrania, nos encontramos “en una situación de estancamiento”, así lo afirma mons. Richard Gallagher, secretario para las Relaciones con los Estados y las Organizaciones Internacionales, en una entrevista concedida a la revista jesuita “America”. En cuanto a las acusaciones del presidente ruso Vladimir Putin contra Occidente, culpable en su opinión de haber desencadenado el conflicto, monseñor Gallagher habla de “una lectura equivocada de la geopolítica de los últimos años” por parte del líder del Kremlin: la oposición “a las políticas y estrategias rusas” no significa, de hecho, que “Occidente estuviera determinado a la caída o destrucción de Rusia”.

El arzobispo también recordó que la Santa Sede apoya “la soberanía y la integridad territorial de Ucrania” y que sigue dialogando con ambas partes, a través de los respectivos nuncios apostólicos y embajadores ante la Santa Sede. Y sigue existiendo el deseo de que el Papa Francisco visite tanto Kiev como Moscú, pero mientras los ucranianos siguen invitando al Pontífice, por parte rusa “no hay señales” de ninguna invitación. Uno de los papeles de la Santa Sede, concluye monseñor Gallagher, es sin embargo “intentar mantener viva la esperanza” de “una paz justa”, lo que significaría que “los rusos se retirarían del territorio de Ucrania”.

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Fuentes

Vatican News / America Magazine / Videos: Rome Reports – Vatican Media – Télam / Foto: Roman Pilipey – EFE

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