10 ideas para contener la guerra en Ucrania

6:00 p.m. | 23 feb 22 (VTN/CX).- A medida que se acelera la crisis en Ucrania, líderes internacionales han continuado con esfuerzos diplomáticos, aunque sin resultados. Mientras tanto, líderes de EE.UU. y Rusia, incluidos Biden y Putin, han exacerbado más de una vez el conflicto en Europa del Este con despliegues militares, a veces deshumanizando a los oponentes y movilizando a sus poblaciones en favor de una “guerra justa”. Eli McCarthy, teólogo especialista en estudios de Justicia y Paz, sugiere ser creativos y considerar más bien un enfoque de “paz justa”, que comienza con la identificación de las causas profundas del conflicto. A partir de ello sugiere diez pautas estratégicas como acciones iniciales de un proceso más extenso.

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Es el momento de pensar de forma creativa para evitar una catástrofe humanitaria y medioambiental. Podemos optar por un marco de “paz justa”. En lugar de reaccionar a las amenazas percibidas intentando superar al adversario con el fin de “disuadir”, o identificando justificaciones para la guerra, un enfoque de paz justa comienza con la identificación de las causas fundamentales de un conflicto, así como las necesidades genuinas de los adversarios. Algunas de las causas profundas de la crisis actual se encuentran en la compleja historia de Ucrania, que ha sido invadida por varios imperios a lo largo de los siglos. Como todos los pueblos, tiene derecho a la autodeterminación y una responsabilidad con el bien común global.

La crisis actual fue provocada, en parte, por la expansión de la OTAN después de 1997 a otros 14 países, incluidos los del antiguo Pacto de Varsovia y tres antiguos Estados soviéticos. Se exacerbó por la aparente injerencia de Occidente en el levantamiento de Maidán en 2014, que condujo al fin de un gobierno prorruso. El Acuerdo de Minsk de 2015 fue un intento de interrumpir el ciclo de violencia tras el levantamiento de 2014, la anexión rusa de Crimea y el conflicto armado en el este de Ucrania. Sin embargo, las violaciones del alto el fuego continuaron. A su vez, Ucrania se negó a dialogar con los líderes de las regiones separatistas de esa nación sobre las elecciones locales y la estructura de la autonomía política (como se estipulaba en el Acuerdo de Minsk).

El problema para Rusia es su búsqueda de un mayor reconocimiento de sus necesidades de seguridad, así como el respeto a su esfera geopolítica. Para la OTAN y Estados Unidos, parece que el problema es el valor de la autonomía nacional y la coherencia en el acceso a los recursos económicos (incluida la posibilidad de seguir vendiendo armas). Ambas partes necesitan tener más confianza y expectativas de responsabilidad sobre las acciones de la otra. Centrándonos en las causas fundamentales, podemos explorar respuestas estratégicas más eficaces con tres componentes para un enfoque de paz justa: cultivar habilidades para implicarse en el conflicto de forma constructiva; romper los ciclos de conflicto destructivo; y construir una paz sostenible. Cada uno de ellos ofrece un conjunto de normas que nuestras acciones deberían potenciar, o al menos no obstaculizar.

Para este conflicto, un enfoque de paz justa por parte de la OTAN podría sugerir los siguientes planteamientos estratégicos como acciones iniciales de un proceso más largo.

1. Evitar las amenazas de guerra. Esto permite alinear a las partes con la Carta de las Naciones Unidas, el Pacto Kellogg-Briand (el tratado internacional de 1928 que denuncia el uso de la guerra) y otras promesas que las partes han hecho para resolver las disputas por medios pacíficos.

2. Evitar el lenguaje deshumanizado. Esto implica abstenerse de utilizar un lenguaje como el de llamar a los líderes rusos “asesinos” o utilizar otras etiquetas o narrativas deshumanizadoras. Desafía a los EE.UU. a reconocer su humanidad común con los rusos y los separatistas ucranianos, permitiendo una cooperación mutuamente beneficiosa.

3. Coherencia entre medios y fines (“reflexividad”). Los medios utilizados para gestionar el conflicto deben ser coherentes con los fines de colaboración, bienestar y una paz sostenible. La guerra en Ucrania matará y mutilará a miles de personas, creará millones de refugiados, destruirá la economía y el medio ambiente y podría incluso poner en riesgo el fin de la civilización en un intercambio nuclear. Es difícil imaginar que esos medios sean coherentes con una paz sostenible. Y simplemente hay demasiadas alternativas viables a la guerra.

4. Desarme integral. En la era nuclear, la guerra es demasiado arriesgada para nuestro frágil planeta. Así que los EE.UU. podrían tomar iniciativas para disminuir, lo antes posible, su presencia militar en la región de Europa del Este. Esto podría hacerse como un acuerdo quid pro quo para no desplegar, o retirar, las fuerzas rusas en Ucrania. Hay precedentes para esto, como el Tratado de Fuerzas Armadas Convencionales en Europa que limita a los militares de la OTAN en Europa del Este y a los militares rusos en territorios contiguos, o el acuerdo Minsk II de 2015 para un Donbas desmilitarizado en Ucrania. Respetar los tratados actuales reconstruirá la confianza y recordará a ambas partes que realmente son buenas para hacer y cumplir acuerdos. EE.UU. también podría sugerir que se sustituya la actual prisa por armar a los ucranianos de ambos bandos por un embargo de todas las entregas de armas a Ucrania.

5. Reconocimiento de la responsabilidad. Estados Unidos podría reconocer públicamente el papel que desempeñó al interferir, mediante el apoyo financiero y público a los candidatos de la oposición, en las elecciones ucranianas de 2014 (al igual que nos opondríamos si Rusia apoyara a un candidato antiestadounidense en unas elecciones mexicanas) y ahora al suministrar armas a ese gobierno. Esto daría a la OTAN la autoridad moral para invitar a Rusia a reconocer su responsabilidad por su daño al suministrar armas y tropas a los partisanos en el este de Ucrania y también interferir en las elecciones. Las partes podrían explorar procesos de rendición de cuentas a través de mecanismos de justicia restaurativa. Estos podrían facilitarse a través de un gobierno no partidista o un proceso restaurativo dirigido por la sociedad civil, o un tribunal híbrido de la ONU.

6. Transformación de conflictos. Esto implica que la OTAN adopte iniciativas para generar confianza tratando de satisfacer las necesidades reales de todas las partes, lo que revitalizaría el diálogo constructivo y la diplomacia necesarios para evitar la guerra. Por ejemplo, la OTAN podría anunciar una moratoria en la admisión de Ucrania como miembro, con la apertura a discutir con todas las partes interesadas otras opciones, como la neutralidad, a cambio de la retirada de las tropas rusas de Ucrania y la desmovilización significativa de las tropas en la frontera. EE.UU. y sus aliados también podrían recomendar al gobierno ucraniano que entable un diálogo con los líderes prorrusos del este de Ucrania, tal y como se incluye en el Acuerdo de Minsk. Esto podría conducir a una mayor claridad en la determinación del tipo de autonomía política para estas regiones que el Acuerdo de Minsk reclama.

7. Justicia económica. Esto llevaría a Estados Unidos a permitir un comercio justo y mutuamente beneficioso, así como una ayuda financiera centrada en los más necesitados. Por ejemplo, el gas ruso puede mantener a los europeos calientes este invierno de forma fácil y asequible. Interferir en ese comercio enviando gas caro desde Norteamérica u otros países lejanos para castigar a Rusia sólo aumentará las penurias de los europeos y rusos más pobres.

8. Acción directa no violenta. Si las condiciones para unas negociaciones fructíferas se vuelven insostenibles, esta pauta invita a los ucranianos a inclinarse por la resistencia no violenta para reorientar el poder y crear mejores condiciones para el diálogo. En Ucrania, la Revolución Naranja de 2004 fue un buen ejemplo de ello, pero sus resultados se vieron socavados por la corrupción y la vuelta al uso de la violencia para obtener beneficios políticos. No obstante, sus lecciones han permanecido en la población hasta el punto de que una encuesta realizada en diciembre de 2021 reveló que el 22 por ciento de los ucranianos ya están preparados para la resistencia civil no violenta en caso de invasión, y existe un importante potencial para este enfoque de defensa basado en la población civil. Estados Unidos y otros países podrían ofrecer recursos para apoyar esa formación y esos preparativos.

9. Una sociedad civil sólida. Los líderes de la sociedad civil pueden utilizar su influencia con los líderes políticos, militares y económicos, así como con las organizaciones de base, para generar un compromiso con las prácticas de paz justa. Este esfuerzo podría incluir a los líderes religiosos ucranianos, que incluso podrían aprovechar las relaciones con los líderes ortodoxos rusos. Y el papa Francisco podría desempeñar un papel especialmente importante, como sugiere Pax Christi Internacional.

10. Defender la dignidad humana. La clave de una paz sostenible reside, en última instancia, en el apoyo a la dignidad de todas las personas mediante la creación de políticas que garanticen el aumento de la empatía y la satisfacción de las necesidades humanas básicas de seguridad, bienestar, libertad y respeto. Las políticas que garantizan esto para todas las partes son las políticas de una paz justa.

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Fuentes:

America Magazine / Rome Reports / Foto: AP

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