Reivindicar el liderazgo femenino

1:00 p.m. | 27 oct 21 (AM/VTN).- El Foro de Mujeres del G20 se celebró con el objetivo de identificar las prioridades y directrices para una recuperación económica y social pospandemia que sea inclusiva, otorgando a las mujeres el espacio que les corresponde en la reactivación. Francisco les dirigió un mensaje de respaldo y resaltó la necesidad del liderazgo femenino en pos de un mundo que sea casa para todos. En el marco del encuentro y del mensaje, reproducimos una detallada reseña de America Magazine sobre la presencia femenina en el Vaticano, su evolución, los avances y las preocupaciones, comentadas por las mismas protagonistas.

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“Nuestro mundo necesita la colaboración de las mujeres, su liderazgo y habilidades, así como su intuición y dedicación”. Así lo ha afirmado el cardenal Pietro Parolin, dando voz al mensaje que el Papa dirigió al Foro de Mujeres para el G7 y el G20, con motivo de un reciente encuentro. Francisco comentó que hoy se necesita una recuperación, después de la dramática experiencia del COVID-19 que sacudió a la humanidad y dejó consecuencias desastrosas. Y es necesario que las mujeres participen en la reactivación. En el videomensaje, el Secretario de Estado recuerda que en 1995, Juan Pablo II señaló la mayor participación de las mujeres en los graves problemas del futuro.

La solidaridad y la reciprocidad entre mujeres y hombres es “vital para la sociedad”, continúa el cardenal Parolin, “con sus respectivas especificidades, todos están llamados a abrazar su vocación común de ser constructores activos de la sociedad”. Esto requiere un cambio de paradigma en la vida social “guiado por un renovado sentido de humanidad y por la profunda dignidad que caracteriza a toda persona humana”. El videomensaje concluye con un fuerte estímulo para una adecuada formación de las niñas y jóvenes en todos los países. Que cada una de ellos, dice, “tenga acceso a una educación de calidad” para que pueda desarrollar “su potencial y sus talentos” y desempeñe su papel en el progreso de “sociedades cohesas”.

Mujeres alcanzan nuevas responsabilidades en el Vaticano. ¿Podrán cambiar la Iglesia?

Cuando Nathalie Becquart, religiosa francesa, fue nombrada la primera mujer subsecretaria del Sínodo de los Obispos, hizo una observación que dio la vuelta al mundo. En una rueda de prensa en el Vaticano, dijo a los periodistas que su nombramiento era una prueba de que “la mentalidad patriarcal [de la Iglesia] está cambiando”.

¿Qué tan certera es esa afirmación? El papa Francisco ha nombrado a mujeres para puestos de mayor autoridad que cualquier otro pontífice anterior, pero el Vaticano sigue siendo un espacio dominado en gran medida por hombres que, debido a que debe ser controlado por un obispo ordenado, pone una restricción definitiva en las alturas a las que las mujeres pueden aspirar, un límite que algunos han denominado “techo de vitral” o de vidriera (en comparación con el llamado “techo de cristal” para otros ámbitos). Bajo ese techo de vitral, sin embargo, las mujeres están ganando terreno. En 2019, el 24% de los empleados de la Santa Sede eran mujeres, en comparación con el 17,6% en 2010, continuando un aumento gradual que comenzó en gran medida después del Concilio Vaticano II.

Las mujeres que trabajan en el Vaticano ocupan, en su mayoría, cargos entre bastidores que gestionan las operaciones cotidianas de los numerosos dicasterios, congregaciones y secretarías de la Curia Romana y del Estado de la Ciudad del Vaticano. Según los archivos de la Gobernación de la Ciudad-Estado, la primera mujer laica empleada a tiempo completo en el Vaticano fue Anna Pezzoli en 1915. Pezzoli trabajaba para las religiosas que dirigían el laboratorio de restauración de tapices del Vaticano. Gudrun Sailer, periodista de Radio Vaticano que ha escrito sobre la historia de las mujeres que trabajan en el Vaticano, dijo que aunque Pezzoli fue la primera mujer cuya información de empleo fue archivada, puede haber tenido predecesoras. Según Sailer, las primeras mujeres instruidas comenzaron a trabajar en la Biblioteca Apostólica del Vaticano en 1929, y la primera mujer que ocupó un puesto de liderazgo fue la laica Rosemary Goldie, subsecretaria del Pontificio Consejo para los Laicos, en 1967.

Un nuevo día

En los últimos años, más mujeres han asumido funciones de liderazgo de alto nivel en el Vaticano. Mientras que en 2009 solo tres mujeres ocupaban esos puestos, en 2019 el número era de ocho de entre 80 a 100 funciones de este tipo, incluyendo la de viceministra de Asuntos Exteriores y la de subdirectora de la Oficina de Prensa del Vaticano. El Papa dijo a Reuters en 2018 que había tenido que “luchar” contra resistencia interna en el Vaticano al nombrar a la periodista Paloma García-Ovejero subdirectora de la oficina de prensa. Ahora, según Sailer, que ha recopilado estadísticas sobre las mujeres en el Vaticano, hay seis mujeres que ocupan puestos de liderazgo, incluida la religiosa Nathalie Becquart en el Sínodo de los Obispos. El grupo también incluye a Alessandra Smerilli, F.M.A., economista, que en agosto fue nombrada secretaria interina -el segundo cargo más alto de un organismo, similar al de vicepresidente- en el Dicasterio para la Promoción del Desarrollo Humano Integral, convirtiéndose en la mujer de más alto rango en la Curia Romana.

El Papa también está nombrando a mujeres para puestos que hasta ahora sólo habían sido ocupados por hombres, incluida la mujer de más alto rango en la gobernación de la Ciudad del Vaticano, Bárbara Jatta, directora de los Museos Vaticanos. Los museos son una importante fuente de ingresos para el Estado de la Ciudad del Vaticano, una entidad separada de la Curia Romana. Jatta dirigió los museos durante un año devastador en 2020, cuando la pandemia de coronavirus cerró los museos durante meses, provocando un descenso del 82% de los visitantes. El museo se orientó hacia la oferta digital, incluyendo la difusión de siete nuevas visitas virtuales a los museos y una nueva serie de vídeos llamada “Los secretos de los Museos Vaticanos”.

En el 2020, el Papa Francisco también nombró a seis mujeres laicas para el Consejo de Economía, que antes era exclusivamente masculino y que supervisa las estructuras financieras y administrativas de la Santa Sede y del Estado de la Ciudad del Vaticano, y nombró a la primera mujer promotora de justicia (en la jerga estadounidense, una fiscal) en el Tribunal de Apelaciones del Vaticano. “Un nuevo rostro, el de la Iglesia ‘mujer’, empieza a aparecer en sectores de la Santa Sede, con sus rasgos de cercanía, compasión y ternura, así como de inteligencia e intuición femeninas”, escribió María Lía Zervino, presidenta de la Unión Mundial de Organizaciones Femeninas Católicas (UMOFC), en una entrevista por correo electrónico con America Magazine. Según su página web, el grupo busca “promover la presencia, la participación y la corresponsabilidad de las mujeres católicas en la sociedad y en la Iglesia”.

Mujeres y poder

Sin embargo, Zervino y otras mujeres familiarizadas con las operaciones del Vaticano creen que hay un largo camino por recorrer antes de que las voces de las mujeres se integren satisfactoriamente en el liderazgo central de la Iglesia. Lo que es “satisfactorio” también sigue siendo esquivo. La Iglesia católica no ordena a las mujeres, y muchas funciones del Vaticano están reservadas a los miembros del estado clerical. Por lo tanto, las estadísticas sobre la paridad de género son de poca ayuda para comprender el poder que tienen las mujeres en el Vaticano. Para complicar aún más la situación, hay que tener en cuenta la forma en que se ejerce el poder en el Vaticano. Mientras que en otras organizaciones los empleados pueden proponerse para los ascensos, los puestos de alto rango en el Vaticano se obtienen por nombramiento, y existe un tabú de larga data desde al menos la Contrarreforma que impide hacer campaña para los puestos más altos, aunque ciertamente esto sigue ocurriendo.

Cuando se hace un nombramiento para un puesto en el Vaticano, es más probable que el líder designado describa su posición en términos de servicio que de poder. Esto significa que las discusiones sobre el “empoderamiento de las mujeres” son escasas y que la creación de objetivos medibles para el liderazgo de las mujeres es poco frecuente; en su lugar, cualquier objetivo suele enmarcarse en términos más abstractos como “dar a las mujeres un asiento en la mesa” y “garantizar que las voces de las mujeres sean escuchadas”.

Algunas mujeres tienen ideas concretas sobre cómo conseguirlo. A Zervino, por ejemplo, le gustaría que el Vaticano instituyera un “Observatorio Mundial de la Mujer” que reuniera investigaciones científicas sobre los problemas a los que se enfrentan las mujeres en todo el mundo y ayudar a la Iglesia a responder a esos problemas con mayor eficacia. Lucetta Scaraffia -una periodista feminista que fundó una revista para mujeres en el Vaticano y que luego renunció a ella en señal de protesta después de afirmar que se la disuadió de publicar una investigación sobre el abuso sexual de las religiosas por parte de los clérigos- desearía que las mujeres fueran nombradas cardenales y que las jefas de las órdenes religiosas femeninas fueran designadas como asesoras principales del Papa.

Sin embargo, dentro del Vaticano, donde las mujeres son menos críticas públicamente con la Iglesia institucional, también se está produciendo un cambio. A medida que más mujeres han ido ocupando puestos en el Vaticano, los empleados de toda la vida dicen que han visto cómo la cultura clerical empieza a erosionarse lentamente. Al mismo tiempo, las mujeres que han comenzado a trabajar con el Vaticano recientemente están presentando una nueva perspectiva sobre lo que las mujeres aportan a la mesa de la Iglesia. Más que el elusivo “genio femenino” que los miembros de la jerarquía se han esforzado a menudo en describir, dicen que el don de las mujeres es la perspectiva que han adquirido como outsiders.

La cultura del Vaticano

Cristiane Murray, una de las mujeres de mayor rango del Vaticano como subdirectora de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, recuerda cuando empezó a trabajar en Radio Vaticano en 1995. “Cuando empecé a trabajar aquí, era una joven de 33 años y tenía mucho miedo del clericalismo; el ambiente curial me asustaba”, contó Murray en una reciente presentación sobre el papel de las mujeres en la Iglesia. En aquella época había algunas mujeres trabajando como traductoras en el departamento, pero la mayoría de los empleados eran hombres. “Por increíble que parezca, sentí que algunos sacerdotes u obispos, mayores o no, me tenían miedo. Algunos incluso evitaban mirarme. Hoy veo cómo esto ha cambiado; observo la atención y a veces la admiración que muchos miembros de la Curia prestan a las mujeres que hoy, gracias a Dios, no faltan en las esferas eclesiales”.

Hoy, la mayoría de los empleados de la oficina de prensa del Vaticano son mujeres, comentó Murray, pero eso es poco frecuente en otros departamentos del Vaticano. La oficina de prensa es también el único dicasterio del Vaticano con un prefecto laico, su máximo responsable. “En 2018, llegué a la Secretaría del Sínodo de los Obispos para colaborar en la preparación de los sínodos para la juventud y la Amazonía, y encontré como colegas sólo a funcionarios varones. De hecho, un ambiente similar al de la mayoría de los dicasterios vaticanos con los que interactúo hoy”, dijo Murray en una entrevista con America Magazine, y añadió: “¡Y trabajamos muy bien juntos!”.

Y como el Papa ha trabajado para fortalecer las funciones del sínodo y hacerlo más inclusivos, las mujeres que ocupan altos cargos en el Vaticano ven la sinodalidad como un camino prometedor hacia la igualdad de género. En las dos sesiones sinodales en las que participó Murray -el Sínodo de 2018 sobre los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional y el Sínodo de 2019 sobre la Amazonia- el documento final de recomendaciones al Papa pedía un mayor reconocimiento del papel de las mujeres en la Iglesia. El Sínodo de la Amazonia pidió específicamente que se incluyera a las mujeres en los comités parroquiales y diocesanos y en los puestos de gestión (“Documento final del Sínodo de la Amazonia”, nº 101), así como en el ministerio: “Es urgente que la Iglesia en la Amazonia promueva y confiera ministerios a hombres y mujeres de manera equitativa” (nº 95). La exhortación del Papa tras el Sínodo sobre los jóvenes también señaló el deseo de las jóvenes de ver más modelos femeninos en la Iglesia (“Christus vivit”, nº 245).

El Papa respondió a estos llamados, en parte, abriendo los ministerios litúrgicos permanentes de lector y acólito a las mujeres. Aunque las mujeres han desempeñado estas funciones durante décadas, anteriormente solo los hombres podían ser instituidos de forma permanente en estas funciones. También creó el similar ministerio laico de catequista, que da reconocimiento oficial a las mujeres catequistas, que en zonas como el Amazonas, que se enfrentan a una grave escasez de sacerdotes, son a menudo las líderes de sus comunidades eclesiásticas.

Scaraffia, periodista que fundó la revista femenina del Vaticano, criticó la apertura de los ministerios permanentes de lector y acólito a las mujeres, pero acogió con satisfacción la creación de la función de catequista. Considera que la institución permanente de las mujeres como lectoras y acólitas es una forma de poner bajo el control de un obispo un ministerio que las mujeres han ejercido extraoficialmente durante décadas, limitando así su libertad. En su opinión, el ministerio de catequista es diferente porque implica un reconocimiento nuevo y oficial de las mujeres como líderes en la vida parroquial. “Sin embargo, siempre hay que tener en cuenta que el reconocimiento también conlleva un control”, añadió Scaraffia en una entrevista.

Scaraffia, al igual que las otras mujeres citadas en esta historia, cree que el objetivo final de las feministas como ella que presionan por el cambio en el Vaticano es permitir que las voces de las mujeres sean escuchadas. Para ella, el objetivo ha resultado ser especialmente importante. Con la bendición del papa Benedicto XVI, fundó la revista Donne Chiesa Mondo (“Mujeres, Iglesia, Mundo”), un suplemento mensual en el diario del Vaticano, L’Osservatore Romano. El hecho de estar bajo el control de los medios de comunicación oficiales del Vaticano significaba que la revista no podía cubrir temas controvertidos como el aborto, una restricción que Scaraffia aceptó de buen grado.

Sin embargo, la revista irritó a algunos en marzo de 2018 cuando publicó una información sobre las condiciones de las religiosas que trabajan en las casas de los obispos, cardenales y sacerdotes. En una entrevista de 2019 con el podcast de America Magazine “Inside the Vatican”, Scaraffia explicó que las religiosas se encontraban en una posición de sumisión y dependencia de sus empleadores, que normalmente les proporcionaban el alojamiento, y que a menudo no eran remuneradas. La explotación a la que se enfrentaban, dijo, a veces incluso implicaba abusos sexuales, un detalle que, según explicó Scaraffia más tarde, un alto funcionario del Vaticano le había dicho que no informara.

Poco después de esa entrevista, Scaraffia y todo el comité editorial de Donne Chiesa Mondo dimitieron, alegando la hostilidad de los nuevos editores de L’Osservatore Romano. Los archivos que contienen sus siete años de trabajo han sido retirados de la página web del periódico. A Scaraffia le preocupa que ya no exista un espacio autorizado por el Vaticano para que las mujeres expresen sus críticas a la institución. Después de su dimisión, dijo: “La situación de las mujeres en el Vaticano hoy me parece que ha empeorado. Ya no hay ninguna voz libre, a cambio de unos cuantos puestos en posiciones medianamente altas sin posibilidad de cambiar nada ni de hacer oír una voz crítica”.

“Por supuesto, la presencia de mujeres en los niveles ejecutivos del Vaticano es algo positivo, pero por ahora son siempre una abrumadora minoría y son mujeres elegidas por la institución jerárquica, por lo tanto son en primer lugar obedientes y poco críticas”, dijo Scaraffia. “Creo que la situación sería diferente si en los niveles superiores -pienso en el pequeño grupo de cardenales que asesoran al Papa- se invitara a las líderes de las grandes asociaciones mundiales de religiosas, elegidas por las propias hermanas. Son casi siempre mujeres valientes e inteligentes, con un profundo conocimiento del estado de la Iglesia católica en el mundo, capaces de una visión crítica y nueva”.

“En los últimos años, aunque la institución eclesiástica prácticamente no ha cambiado, las religiosas han cambiado mucho”, añadió. “Las vocaciones están disminuyendo drásticamente, pero las que quedan son lúcidas y combativas, ya no son las obedientes servidoras del clero”. Es especialmente importante hacer oír la voz de las religiosas, añadió Scaraffia, para combatir los abusos. “Creo que un cambio en la condición agraviante de las mujeres en la Iglesia sólo puede ocurrir si las mujeres cambian, si las mujeres luchan para que sus peticiones sean escuchadas y concedidas”, añadió Scaraffia. Las mujeres no pueden esperar a que Francisco haga cambios; tienen que ser proactivas. Como dijo en su entrevista de 2019 con America Magazine, “el papa Francisco ha abierto las puertas a las mujeres; depende de las mujeres pasar a través de ellas” y utilizar sus nuevas posiciones para presionar por un mejor trato.

Dentro del Vaticano, el tono de las mujeres en puestos de liderazgo es mucho menos crítico hacia el exterior, pero la mayoría de las mujeres admiten que la Iglesia tiene un largo camino que recorrer para alcanzar el objetivo de la igualdad entre los sexos. Murray, adjunta de la oficina de prensa, dijo que durante los últimos cinco años, la asociación Donne in Vaticano (“Mujeres en el Vaticano”) ha reunido a las mujeres que trabajan en el Vaticano para apoyarse mutuamente y aumentar su visibilidad, a la vez que realizan una labor caritativa en favor de las mujeres en situaciones difíciles en todo el mundo. “El objetivo de la igualdad aún está lejos”, dijo Murray, “pero desgraciadamente es una realidad no sólo en el Vaticano, sino incluso en los países más avanzados del mundo”. Cuando se le preguntó qué le diría al papa Francisco sobre la situación de las mujeres en el Vaticano, Murray dijo: “Creo que pediría esto: que se nos escuche más” y “que haya un mayor diálogo de intercambio e interacción, a todos los niveles, entre hombres y mujeres”.

La economía del cambio

Uno de los ámbitos en los que Francisco ha dado prioridad a la incorporación de las mujeres a los puestos de liderazgo ha sido el de las finanzas y la economía, especialmente en el último año, cuando las economías del mundo se tambaleaban por los paros de COVID-19 y la pandemia ponía de manifiesto las disparidades de riqueza. El Papa cree que las mujeres economistas tienen una perspectiva única que les permite dirigir el mundo hacia un futuro económico más prometedor después de la pandemia. En 2020, nombró a seis mujeres economistas para el Consejo de Economía del Vaticano, que supervisa las actividades financieras de las entidades vaticanas. Siete puestos en el consejo están reservados a los laicos y ocho a los clérigos. Es la primera vez que se ha nombrado a mujeres para el consejo, que el Papa formó en 2014 para ayudar en su actual revisión de las finanzas del Vaticano, plagadas de escándalos.

“Elegí a estas mujeres en particular por sus calificaciones, pero también porque creo que las mujeres en general son mucho mejores gestoras que los hombres”, dice el papa en su libro de 2020 Let Us Dream (Soñemos), que presenta su visión de un mundo transformado para mejor por la prueba de la pandemia. Mencionó cómo las naciones con jefas de Estado “en general reaccionaron mejor y más rápidamente que otras, tomando decisiones con rapidez y comunicándolas con empatía” y pasó a citar el trabajo de dos mujeres economistas, la Dra. Mariana Mazzucato del University College de Londres y Kate Raworth de la Universidad de Oxford. El papa Francisco elogió la voluntad de ambas mujeres de ir “más allá de la polarización entre el capitalismo de libre mercado y el socialismo de Estado” para imaginar una economía que -utilizando el modelo de “rosquilla” de Raworth- evite que los pobres caigan en el “agujero” de la indigencia y se mantenga dentro de los límites finitos de lo que es ambientalmente sostenible.

Tanto Raworth como Mazzucato han sido contratadas como consultoras de la Comisión COVID-19 del Vaticano, que se centra en la respuesta humanitaria de la Iglesia a la pandemia, analiza los elementos ecológicos de la crisis, comunica el punto de vista del Vaticano sobre el camino a seguir y trabaja con otras naciones para avanzar en la cooperación internacional hacia esta visión. En agosto de 2021, el papa Francisco nombró a Alessandra Smerilli, economista italiana y miembro de las Hermanas Salesianas de Don Bosco, como secretaria interina del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral y delegada de la Comisión vaticana COVID-19, lo que la convierte en una de las mujeres de más alto rango en el Vaticano.

Raworth se describe a sí misma como una “economista renegada”, señalando que enseña en el Instituto de Cambio Ambiental de Oxford en lugar de en su departamento de economía. Dijo que estudió economía con la esperanza de dedicarse a la política pública, pero que se sintió frustrada “porque los temas que más me preocupaban, me parecían marginales”. “Si se estudia economía en casi cualquier universidad del mundo, es probable que en la primera clase el profesor diga: ‘Bienvenidos a economía, aquí está la oferta y la demanda del mercado’. Y empezamos con el mercado. ¿Por qué, por qué empezamos con el mercado? Quiero decir que ‘economía’ viene del griego antiguo: ‘eco’ y ‘nomos’: el arte de la gestión del hogar. ¡Qué hermosa ambición, pretender gestionar nuestro hogar planetario en interés de todos sus habitantes! Si eso es economía, me apunto”, dijo Raworth.

El Papa ha sido criticado a lo largo de los años por utilizar a veces un lenguaje anticuado para describir a las mujeres, a lo que respondió en Let Us Dream, haciéndose eco del sentimiento de Raworth. Dice que “ama de casa” en español tiene el sentido de “el arte de la gestión del hogar”. El Papa escribió que cree que lo que diferencia a las mujeres economistas es que “la suya es una perspectiva nacida de su experiencia práctica de la economía ‘real’, que dicen que les ha abierto los ojos a la insuficiencia de la economía estándar de los libros de texto. A menudo fue el trabajo no remunerado o informal que realizaban, su experiencia en la maternidad o en la gestión de los hogares, además del trabajo académico de alto nivel, lo que les hizo darse cuenta de los defectos de los modelos económicos dominantes de los últimos setenta años”.

Cuando se le preguntó su opinión sobre este análisis, Raworth se tomó un momento para reflexionar sobre la cuestión. Dijo que en lugar de existir una especie de “genio femenino” con el que nacen las mujeres, su experiencia del mundo las prepara desde una edad temprana para ver la economía de forma diferente. “Las mujeres y los hombres pueden ser iguales, pero [hay] todavía algo único en la perspectiva de las mujeres porque han sido excluidas o porque el trabajo de cuidado de la casa recae sobre ellas, de la misma manera que las personas de todas las razas son iguales, pero las personas de color tienen algo que pueden ver debido a su experiencia vivida de racismo. Sólo cuando incorporemos todas estas perspectivas tendremos una perspectiva completa de la economía”, continuó Raworth, “y lo bueno de esto es que ninguna persona puede por tanto verlo todo. Tenemos que trabajar en grandes equipos, equipos diversos”.

El papel central de la sinodalidad

Basándose en su experiencia trabajando para la conferencia episcopal francesa durante más de una década y como primera mujer consultora del Sínodo de los Obispos para el Sínodo de los Jóvenes en 2018, la hermana Becquart dijo que los obispos con los que ha trabajado “sentían que hoy en día si sólo pones a las ‘mismas personas entre las mismas personas’, sólo tienes una parte del panorama. Y por eso siento que al ser nombrada allí se pretende poner en la estructura del Sínodo de los Obispos la importancia de escuchar lo que llamamos el sensus fidei de la gente”. La hermana Becquart es una experta en sinodalidad, el modelo de gobierno propugnado en el Concilio Vaticano II y defendido por el Papa, en el que obispos y laicos hablan libremente -con parrhesia, o audacia, como suele decir Francisco- sobre los problemas que afrontan sus comunidades y hacia dónde creen que les llama el Espíritu Santo, con el objetivo de tomar decisiones juntos.

Después de reconocer en el primer año de su pontificado que el Sínodo de los Obispos estaba “a medio hacer” en comparación con el modelo que pedía el Concilio Vaticano II, Francisco instituyó un colegio de cardenales asesores que sugirió que podrían ser elegidos eventualmente por el Sínodo de los Obispos y organizó sínodos de alto nivel sobre la familia, los jóvenes y la Amazonia en Roma. Nombró a un puñado de mujeres, incluida la hermana Becquart, como consultoras de los sínodos sobre los jóvenes y la Amazonia. Ahora, con su nombramiento como subsecretaria del Sínodo permanente de los Obispos del Vaticano, la hermana Becquart será la primera mujer en votar en una asamblea sinodal.

La ampliación del derecho de voto a un mayor número de mujeres, que los superiores de varias órdenes religiosas, así como algunos grupos de defensa católica, han reclamado durante años, se está estudiando ahora en el Vaticano y, según observadores del Vaticano como el estadounidense Gerard O’Connell, podría concederse ya en 2023, cuando se celebre en Roma la fase final del proceso sinodal global sobre la sinodalidad. Aunque haya votaciones, la sinodalidad no es necesariamente un proceso de democratización, ya que las decisiones finales siguen correspondiendo al Sínodo de los Obispos y, en última instancia, al Papa.

La hermana Becquart cree que la sinodalidad, bien entendida, incorpora todas las voces, incluidas las de personas de otras confesiones o que carecen de ella. Defiende que se preste especial atención a los jóvenes y a los excluidos de la sociedad, que en el pasado han quedado al margen de las decisiones centrales de la Iglesia. “Durante muchos años, hemos tenido esta experiencia y patrón [que era] más bien clerical, y no hemos terminado de recibir los frutos del Vaticano II”, dijo la hermana Becquart.

“Es un largo camino para deshacerse de esta mentalidad patriarcal y tener una verdadera igualdad, reciprocidad [y] respeto mutuo entre hombres y mujeres, pero la sociedad está cambiando y [en] la Iglesia, a través del bautismo, todos somos iguales en dignidad. La sinodalidad trata de cómo poner en práctica esta igualdad fundamental, que no suprime la diversidad del ministerio, de los roles, el papel de los pastores y los obispos, sino cómo se vive eso como un servicio, al servicio de la comunidad en la que todos son iguales”.

Antecedentes en Buena Voz Noticias
Fuentes

America Magazine / Vatican News / Foto: L’Osservatore Romano

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