La importancia del proyecto, actualmente desarrollado en una extensión de 7,000 hectáreas, radica en su impacto multidimensional. En primer lugar, la generación de divisas de acuerdo a lo señalado por la empresa peruana, ha sido estimada en US$ 85 millones al año, en la medida en que se trata de la exportación de un producto con alto valor agregado. Al respecto, Europa constituye el principal mercado demandante de etanol. En segundo lugar, es relevante el número de puestos de trabajo que genera este tipo de industria intensiva en mano de obra. En efecto, el proyecto emplea cerca de 2,600 trabajadores en los diferentes eslabones de la cadena productiva. En tercer lugar, en el marco de una agricultura sostenible, competitiva y amigable con el medio ambiente, el proyecto permite efectuar un ahorro de energía a lo largo de todo el proceso productivo. Es así que la combustión vegetal del bagazo de caña de azúcar, residuo de la producción de etanol, es utilizado para generar energía eléctrica (12 megavatios) y abastecer tanto al sistema de riego por goteo como a la planta. En virtud de ello el Ministerio de Energía y Minas acaba de otorgar la primera concesión térmica por biomasa al proyecto.
Finalmente, las perspectivas de desarrollo de este mercado son favorables en virtud de la dinámica observada en la matriz energética mundial, en donde la energía renovable y por tanto el empleo de biocombustibles está cobrando mayor importancia. En este contexto, destaca la ventaja comparativa del Perú en la producción de caña de azúcar debido a que presenta condiciones climáticas únicas, que permiten sembrar y cosechar durante todo el año y obtener rendimientos excepcionales. Ejecutando inversiones en este sector se lograría alinear objetivos económicos, sociales y medioambientales a través de la diversificación del mercado de combustibles, desarrollo agropecuario y agroindustrial, generación de empleo y reducción de la contaminación ambiental.