La semana que pasó fue una de las más turbulentas del sistema financiero internacional en los últimos años. Lo más notorio, fue la alta volatilidad que registraron acciones del sistema bancario de EE.UU., que dejó en el camino la quiebra del banco de inversión Lehman Brothers y un “salvajate” a la aseguradora AIG; no obstante, cabe señalar que en términos de índices bursátiles, la volatilidad fue bastante mayor en las economías emergentes que en las desarrolladas.
Como se sabe, el origen de la crisis financiera actual de EE.UU. se encuentra en el incremento de la morosidad de los créditos hipotecarios. Ello ha ocasionado una mayor incertidumbre en la valoración de toda la cartera de créditos hipotecarios, así como en la de todos los activos emitidos sobre la base de ellos, con la consecuente pérdida de atractivo y por tanto liquidez de los mismos.
En este escenario, el Departamento del Tesoro de EE.UU.[1], en coordinación con la Reserva Federal, anunció que solicitará al Congreso de dicho país la implementación de un programa que permita devolver la liquidez a su sistema financiero, a través de la compra de aquellos activos que sean más ilíquidos.
El gobierno de EE.UU. está consciente de que la solución de fondo pasa por reestructurar la regulación bancaria en dicho país, de tal modo que no se vuelva a dar un incremento excesivo en los créditos. Por lo pronto, en la medida de que se “limpien” las carteras de las instituciones financieras, a costa de una mayor deuda fiscal[2], debería observarse una recuperación en el ciclo del crédito y en la negociación en los mercados secundarios.
[1] http://www.treas.gov/press/releases/hp1149.htm
[2] La propuesta del gobierno sería incrementar el límite para endeudamiento total público en US$ 700 000 millones, hasta un tope de US$ 11,3 trillones. La deuda pública total a agosto de este año es de US$ 9,6 trillones (http://www.treasurydirect.gov/govt/reports/pd/pd_debtposactrpt_0808.pdf).