Europa goza de un estilo de vida que muy pocas regiones en el mundo poseen; y sin embargo el sentimiento de desesperanza y de necesidad de reforma entre sus ciudadanos se incrementa cada vez que un nuevo miembro se adiciona a la Unión (actualmente son ya 27 países). Con la firma del Borrador del Tratado de Constitución, el 22 de junio pasado, los líderes europeos, bajo la batuta de Angela Merkel, buscan responden a la demanda de la población por una mayor agilidad en la consecución de políticas conjuntas de Estado.
Pero, la importancia de la firma de este borrador de Tratado para lograr el resurgimiento europeo no queda clara aún. Por un lado, los que apoyan la firma del Tratado (Alemania a la cabeza) argumentan que los problemas del alto desempleo, la creciente inmigración, la baja productividad y los enfrentamientos internos sobre temas internacionales como el terrorismo sólo pueden ser resueltos bajo el asentimiento a un acuerdo común.
Por otro lado, los críticos al Tratado sostienen que existen problemas estructurales cuya resolución va más allá de una firma colectiva. Entre ellos, la idea de Estado que debe visionar Europa a futuro, con una clara división entre los países que apoyan el modelo de Estado inglés o francés, y los que son partidarios del modelo de Estado de los países escandinavos. Todo lo anterior en un marco de envejecimiento poblacional que disminuye la competitividad de la región en el largo plazo por la mayor carga social que se impondrá sobre los futuros jóvenes trabajadores para mantener la una creciente población cesante.
A pesar de la probable firma del Tratado Constitucional a fines de este año bajo liderazgo portugués, el camino que le queda por recorrer a Europa es incierto. Si bien el Tratado permitirá agilizar reformas institucionales e implementar políticas claves en cuanto a competencia, mercado laboral, educación, relaciones internacionales y presupuesto comunal, no queda claro aún si el “timing” para la aplicación de dichas reformas despierta el mismo interés entre todos los países miembros. Al final, ¿qué tan parecidos pueden ser Alemania y Polonia?