Las negociaciones internacionales entre Estados son procesos de interacción de intereses nacionales, sean complementarios y/o conflictivos, en un escenario de información y poder asimétrico, así como de incertidumbre y complejidad permanente. A diferencia de las negociaciones entre agentes privados, en la arena internacional los intereses políticos de los Estados, por su naturaleza, son transversales a cualquier negociación del tipo económica, militar, de cooperación, entre otros.
En este sentido, la negociación de un acuerdo comercial no sólo confronta intereses económicos. Sin embargo, el equipo negociador peruano en la negociación del Tratado de Libre Comercio (TLC) entre Perú y EE.UU. olvidó la dimensión política del tratado para concentrarse -como si acaso fuesen etapas excluyentes- en la dimensión “técnica”. Una consecuencia clara de ello es la situación actual de dilación de la ratificación del tratado por parte del Congreso norteamericano a causa de una evaluación errada del impacto del proceso electoral norteamericano.
El nuevo gobierno peruano felizmente parece entender que, a diferencia del Perú, los intereses norteamericanos subyacentes al TLC no son sólo económicos (ampliación de la frontera del comercio), sino que se encuentran vinculados a temas políticos y de seguridad norteamericana como la lucha contra el narcotráfico y el terrorismo, la lucha contra la pobreza, la defensa y promoción de la democracia y la economía de mercado en la región, y la seguridad hemisférica. Reconocer que para los EE.UU. los beneficios económicos del libre comercio son funcionales a estos intereses no-económicos, permitirá que finalmente el Perú negocie -en términos políticos- la ratificación norteamericana del TLC, ofreciendo su calidad de socio en la región sudamericana a cambio de los beneficios comerciales del tratado.