En agosto del 2005, Perú cumplió 50 meses de crecimiento consecutivo, los primeros 38 a un ritmo promedio de 4,2% y los últimos doce meses a un ritmo más acelerado de 5,9%. Sin embargo, algo que caracteriza este período expansivo es el moderado crecimiento del consumo privado que, por ejemplo, entre el 2003 y el segundo trimestre del 2005 creció a un ritmo promedio (3,5%) menor que el PBI (4,7%). En contraste, en el mismo período la inversión privada ha registrado tasas de crecimiento mucho mayores (7,9% en promedio).
Esta particular dinámica de los últimos años podría ser reflejo de una tendencia de varias décadas en la distribución del PBI según tipo de ingreso. Una de las maneras de medir el valor agregado de una economía es por el método del ingreso, a través del cual, se mide el pago a los factores de producción: capital y trabajo[1]. Si bien sólo se cuenta con estimaciones al 2003, esta estadística muestra que cada vez un menor porcentaje del valor agregado se destina al pago de remuneraciones y un mayor porcentaje es excedente de explotación (utilidades) o retorno del capital[2]. Esto implica un menor impacto de cada sol producido sobre el consumo de la mano de obra (consumo privado) pero un impacto mayor sobre las utilidades (y posibilidad de ahorrar e invertir).
Esta tendencia, que genera un crecimiento sin presiones inflacionarias pero que afecta la distribución del ingreso y la percepción de las familias acerca de los beneficios del crecimiento económico, parece haberse mantenido entre 2004 y 2005. Así lo reflejaría el fuerte crecimiento de las utilidades de las empresas que cotizan en la Bolsa de Valores de Lima y el moderado crecimiento de la masa salarial.
Según información del INEI, la masa salarial real en Lima Metropolitana creció 0,9% en el 2004 y a septiembre del 2005 creció 1,9%, tasas muy por debajo del crecimiento del PBI (4,8% en el 2004 y cerca de 6,0% en el 2005). Se podría consolidar este tipo de crecimiento pro inversión y con efectos moderados sobre el consumo privado si se mantiene el crecimiento en la productividad laboral actual (no remunerada y en parte gracias a más horas trabajadas) y el excedente de mano de obra (desempleados y subempleados).
[1] Además de la depreciación del capital usado en la producción y del pago de impuestos.
[2] Para una serie desde 1950 ver el libro Bonanza Macroeconómica y Malestar microeconómico de Jürgen Shuldt.