Cuando Manuel A. Odría persiguió a los apristas como grupo terrorista
Verdades a medias. El folletín tiene un título rotundo: Los crímenes del Apra. La autoría es atribuida al ministerio de Gobierno y Policía del régimen del dictador Manuel A Odría.
Por: Juan Carlos Soto.
El general Manuel A. Odría siempre tuvo al Apra en la mira. De ministro de Gobierno y Policía le pidió al presidente José Luis Bustamante reprimir a estos feroces opositores, con los que hizo una alianza pegada con baba para ganar las elecciones de 1945. Bustamante no aceptó y meses después Odría desde Arequipa encabezó un golpe de Estado contra él, aduciendo debilidad frente a los apristas y comunistas. En el poder, el presidente de facto promulgó la Ley de Seguridad Interior de la República, que dejó fuera de la ley a ambos partidos.
Para Odría el Apra era un grupo terrorista. La apreciación está argumentada en este folletín, rescatado de la colección del periodista Álvaro Rojas Samanez y cedida a la biblioteca Vargas Llosa de la Ciudad Blanca. Sus hojas tienen el sello del Ministerio de Gobierno y Policía, en donde trabajó como director el temible Esparza Zañartu. La lealtad perruna con el régimen y a la vez ferocidad para defenderlo de los enemigos políticos convirtió a este comerciante de vinos en el ministro del sector dos años después.
Esparza Zañartu es ficcionado en Conversación en la Catedral de Mario Vargas Llosa, como Cayo Bermúdez o Cayo de Mierda. “A Vargas Llosa le hubiese contado cosas más interesantes para su novela”, respondió cuando los periodistas le preguntaron por las alusiones a su escabrosa biografía.
Esparza tuvo sus cartas bajo la manga para derrotar a los conspiradores, las mismas que cuenta Vargas Llosa en la novela. No se descarta que Los crímenes del Apra sea de su cosecha.
El folletín hace un recuento de las revueltas sociales en donde el partido de la estrella es sindicado de organizarlas para capturar el poder mediante la violencia. La ocurrida en Trujillo, en 1932, tiene la mayor cobertura. No hay un relato objetivo. Abunda el adjetivo que a veces le quita rigor a un documento que pretende esclarecer un hecho histórico. “Desde que el Apra hizo su aparición, la ciudadanía vio con estupor la repetición de crímenes en una lucha partidaria que tomó caracteres de inusitada violencia y odio nunca vistos en la historia del Perú”, dice en uno de sus párrafos.
MEDIAS VERDADES
La revolución de Trujillo estalló en el gobierno de Luis Sánchez Cerro. Representó el pico más alto de desencuentros entre el régimen y el Apra, que había desconocido el resultado de las elecciones de 1930 por presunto fraude. La militancia declaró a Victor Raúl “presidente moral del Perú”. Sánchez Cerro combatió las protestas con una ley de emergencia. Por eso, en febrero de 1932, 22 parlamentarios apristas sufrieron la expatriación, acusados de conspiradores. Un mes después, un joven aprista intentó asesinar a Sánchez Cerro en una Iglesia de Miraflores. Después de varios meses en la clandestinidad, la Policía apresó a Haya el 6 de mayo (seis meses atrás habían intentado matarlo). La madrugada del 7 de julio, Manuel “Búfalo” Barreto encabezó la toma del cuartel O’Donovan, en las afueras de la ciudad norteña de Trujillo.
VIOLENCIA DE DOS LADOS
Los insurrectos retuvieron a los militares e intentaron extender la revolución en todo el departamento. El libro es ilustrativo en la matanza perpetrada por los insurrectos a sus prisioneros. Se consigna la cifra de 36 caídos y 15 heridos, sin embargo, no cuentan los caídos del otro bando ni la forma violenta cómo el gobierno aplastó la revuelta. Hubo desplazamientos de tropas de Lima, Lambayeque y bombardeos a Trujillo.
Jorge Basadre da cuenta de una represión desmedida y ejecuciones extrajudiciales.
Una corte marcial condenó a muerte a Agustín Haya de la Torre, el hermano de Víctor Raúl y uno de los cabecillas de la revuelta. Con él corrieron la misma suerte 44 prisioneros. Se fusiló a quienes tenían evidencias de haber usado un arma. Las ruinas de Chan Chan se convirtieron en un matadero. Un ministro-dice Basadre- confesó que a Sánchez Cerro le contaron de esta barbarie y ordenó a través del telégrafo: “No fusilen a una persona más. Del cumplimiento de esta orden me responden ustedes con sus vidas”.
Los Crímenes del Apra mencionan otras revueltas apristas en Lima, Ayacucho, Huancavelica y Huancayo. Los líderes son presentados con un código policial y prontuariado. Armando Villanueva del Campo es fichado desde 1938 como terrorista. Lo señalan como enlace de apristas desterrados “y siempre que la Policía lo intervino lo encontró armado”. Hubo militantes apristas cuyos crímenes estuvieron probados. Abelardo Mendoza Leiva mató a Sánchez Cerro, Carlos Steer liquidó a Antonio Miró Quesada de la Guerra, uno de los directores del diario El Comercio y su esposa. ¿Fue el Apra un partido de criminales? Hubo militantes implicados en hechos graves, pero el Estado también reaccionó con la misma brutalidad que alentó la violencia de los insurrectos.
En: larepublica