HOAX: ¿Será cierto que la caída del avión malasio MH370 hiciera más rico al millonario Rothschild?

Si usted se ha preguntado por qué no hay mayor cobertura sobre las posibles causas del accidente aéreo del avión malasio MH370 desaparecido misteriosamente en las aguas del océano índico acá podría tener una respuesta realmente intimidante. Sin embargo, causa extrañeza el hecho que los nombres de la noticia no concuerden con los que figuran en los documentos de la patente así como en la lista de pasajeros mostrada por la aerolínea (ver lista), por lo que podría tratarse de un HOAX o noticia falsa.

¿Quienes son Lei Sheng, Jie Zhang, Jing Liu ? Son los estudiantes universitarios de Beijing que colaboran con el MIT al desarrollo de un metal líquido con propiedades y finalidades militares, una especie de metal líquido semiconductor que revolucionaria el mundo de transhumanismo: Es decir la fusión de los hombres con las máquinas.

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La desaparición de cuatro de los cinco socios de una patente tecnológica que viajaban en el vuelo MH370 de la compañía Malaysia Airlines convirtió al famoso multimillonario inglés Jacob Rothschild en el único propietario de la importante patente, ya que él es el único que no estaba en el vuelo.

Cuatro días después de que el vuelo MH370 desapareciera, la patente de semiconductores fue aprobada por la oficina de patentes de EE.UU.

La patente, en este caso, se divide en partes de un 20% entre cinco titulares. Uno de los titulares es la propia empresa, Freescale Semiconductor, de Austin, Texas (EE.UU.), y los otros cuatro, empleados chinos de la compañía: Peidong Wang, Zhijun Chen, Zhijong Cheng y Li Ying, todos ellos de la ciudad de Suzhou.

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Si el titular de la patente muere, los demás titulares compartirán equitativamente los dividendos de la persona fallecida, siempre y cuando no se dispute en su testamento.

Si cuatro de los cinco titulares de la patente mueren, entonces el titular de la patente que queda con vida consigue el 100% de la patente. Ese titular de la patente restante es la empresa Freescale Semiconductor.

Freescale Semiconductor pertenece a Jacob Rothschild, el multimillonario británico es el propietario de la empresa Blackstone, la cual a su vez posee la compañía Freescale.

Los Rothschild pertenecen una dinastía de financistas y banqueros internacionales de origen judío y alemán. La familia es considerada, desde el siglo XIX, uno de los más influyentes linajes de banqueros y financieros de Europa.

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En: tn.com.ar

Rothschild hereda una patente de semiconductores al desaparecer el MH370

Fabricación de robots de metales líquidos

Revise la patente:

arXiv:1402.1727 – Liquid metal transformers

Liquid Metal Transformers Investigation by Lei Sheng, Jie Zhang, Jing Liu .pdf

Lista de pasajeros Malasya Airlines MH370

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Gabriel García Márquez: adiós al hombre que sólo quería ser amado por sus amigos

En su larga y prolija vida, el escritor colombiano Gabriel García Márquez -quien falleció este jueves 17 de abril en Ciudad de México- consiguió lo que siempre había deseado.

No eran los honores, ni el premio Nobel de Literatura. Ni siquiera escribir una de las más grandes novelas de todos los tiempos.

Su ambición al escribir era, según lo dijo en varias ocasiones, que sus amigos lo quisieran más. Y vaya si lo hicieron.

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Infancia corta y feliz

Gabriel García Márquez nació en Aracataca, el 6 de marzo de 1927, aunque le gustaba decir que había nacido en 1928, para que coincidiera con la Masacre de las Bananeras, un evento que marcó a su generación en Colombia y que recrea en “Cien años de soledad”.

Su infancia transcurrió al cuidado de sus abuelos maternos, el coronel Nicolás Ricardo Márquez Mejía -veterano de la guerra de los Mil Días en Colombia- y Tranquilina Iguarán.

El escritor siempre diría que la semilla de su estilo y de su imaginación desaforada está allí, en esa casona que los relatos de su abuela poblaba de fantasmas y presencias. Relatos que Tranquilina Iguarán contaba con cara de palo, como si fueran lo más normal del mundo.

Esa manera de contar, diría García Márquez muchos años después, es la misma que usaría en libros como “Cien Años de Soledad”.

El coronel Nicolás Ricardo falleció cuando “Gabito” -como le decían sus amigos- tenía ocho años. El niño fue enviado a vivir con sus padres, que eran prácticamente unos desconocidos para él, en el municipio de Sucre, al lado de sus demás hermanos.

Finalizaba su infancia corta y feliz. “Después, todo me resultó bastante plano: crecer, estudiar, viajar… Nada de eso me llamó la atención. Desde entonces no me ha pasado nada interesante”, recordó alguna vez.

En Zipaquirá

A los doce años de edad, García Márquez ganó una beca para estudiar en un internado de Zipaquirá, municipio situado cerca de Bogotá, la capital colombiana.

Muchos de sus allegados reconocerían después a Zipaquirá en las descripciones del lúgubre y remoto pueblo al cual Aureliano Segundo va a buscar a Fernanda del Carpio en “Cien Años de Soledad”.

Los años de internado también serían claves para forjar al escritor. Allí, en las solitarias tardes de sábado y domingo, el joven devoraría las obras de Julio Verne, Emilio Salgari y Alejandro Dumas.

En 1947 empezó a estudiar derecho en la Universidad Nacional de Bogotá, pero nunca finalizaría dicha carrera. Ese mismo año publicó, en el periódico El Espectador, su primer cuento, “La tercera resignación”.

En 1948 ingresó como reportero al recién fundado periódico El Universal de Cartagena, pero ello no detuvo la escritura de cuentos para El Espectador. En ese diario -que todavía circula- conoció a Clemente Manuel Zabala, jefe de redacción, a quien recuerda como una persona que empezó a afinar tempranamente su estilo.

En 1950 conoció en Barranquilla a un grupo de jóvenes intelectuales: Álvaro Cepeda Samudio, Alfonso Fuenmayor y Germán Vargas. Ellos, a su vez, le presentarían a Ramón Vinyes, llamado “el sabio catalán”.

Todos ellos aparecerían en “clave” en los últimos capítulos de Cien Años de Soledad.

La influencia de estas personas sería portentosa, pues no sólo se convirtieron en sus mejores amigos -y le consiguieron trabajo en el periódico El Heraldo de Barranquilla-, sino que lo introdujeron a lo mejor de la literatura moderna. Autores como Faulkner, Hemingway, Joyce, Kafka y Virginia Woolf.

Para 1951, García Márquez ya había escrito su primera novela, La Hojarasca, aunque sólo la publicaría años más tarde.

El periodista famoso

En 1954, convencido por otro amigo, Álvaro Mutis, García Márquez regresó a Bogotá a trabajar de tiempo completo en El Espectador, donde escribió extraordinarios reportajes que lo convirtieron en uno de los periodistas más famosos de Colombia.

Al año siguiente viajaría a Ginebra, como enviado de El Espectador a la Conferencia de los Cuatro Grandes. Iba a ser un viaje corto, pero duró cuatro años.

La dictadura de Gustavo Rojas Pinilla cerró el periódico y García Márquez, que se encontraba en París, decidió invertir el dinero del billete de regreso en finalizar en Europa la novela que estaba escribiendo, “El coronel no tiene quién le escriba”.

En Europa, García Márquez también escribiría “La mala hora” y varios de los cuentos que luego aparecerían en “Los funerales de la mamá grande”.

En uno de sus regresos a Colombia, en 1958, se casó con Mercedes Barcha -el “Cocodrilo Sagrado”, como la llama en su dedicatoria de “Los funerales de la mamá grande”- a quien, según relata en uno de sus libros, le propuso matrimonio ebrio, en una fiesta, cuando ella tenía trece años.

Su periplo como periodista llevó a Gabriel García Márquez a distintos lugares de América.

Uno de ellos fue La Habana, en 1960, en donde trabajó en la agencia de prensa creada por el gobierno cubano (Prensa Latina) tras la Revolución. Allí empezó su interés por la isla, el cual mantendría inalterable a través de los años, cimentado en una estrecha amistad con Fidel Castro.

También laboró en Caracas y Nueva York, casi siempre obedeciendo al ofrecimiento de trabajo de algún amigo.

Finalmente llegó a Ciudad de México -exactamente el día en que murió Ernest Hemingway, otro de sus maestros- en lo que sería un destino crucial en su carrera como escritor y donde se reencontró con su gran amigo Álvaro Mutis.

En la capital mexicana trabajó como guionista de cine, editor, publicista y periodista y fue en esta ciudad donde escribió la que para muchos es su obra cumbre: “Cien Años de Soledad”.

Impulso literario

La manera como García Márquez escribió su más famosa novela ya forma parte de la mitología literaria latinoamericana. Así la describió él mismo:

“Desde hacía tiempo me atormentaba la idea de una novela desmesurada, no sólo distinta de cuanto había escrito hasta entonces, sino de cuanto había leído. Era una especie de terror sin origen.

“De pronto, a principios de 1965, iba con Mercedes y mis dos hijos para un fin de semana en Acapulco, cuando me sentí fulminado por un cataclismo del alma, tan intenso y arrasador, que apenas si logré eludir una vaca que se atravesó en la carretera. Rodrigo dio un grito de felicidad:

“-¡Yo también cuando sea grande voy a matar vacas en la carretera!

“No tuve un minuto de sosiego en la playa. El martes, cuando regresamos a México, me senté a la máquina para escribir una frase inicial que no podía soportar dentro de mí: ‘Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo’.

“Desde entonces no me interrumpí un solo día en una especie de sueño demoledor, hasta la línea final en que a Macondo se lo llevó el carajo”.

“Cien Años de Soledad” cambió la vida de García Márquez. El estilo avasallador y luminoso con que estaba escrito el libro (estilo del que sólo había dado unas puntadas en el cuento “Los funerales de la mamá grande”), así como sus historias delirantes, deslumbraron a lectores en todo el mundo .

Y lo sigue haciendo. Se calcula que la novela ha vendido más de cincuenta millones de ejemplares en todo el mundo desde que fue publicada, en mayo de 1967.

El otoño

Boyante e instalado en Barcelona, García Márquez empezó a escribir la novela en la que dejaría salir todo el caudal de su idioma: “El otoño del patriarca”, el relato de un dictador latinoamericano.

La novela -según Gabo- del hombre en el que se habría convertido el coronel Aureliano Buendía si hubiera llegado al poder.

Pero antes publicó varios cuentos errantes y un relato largo bajo el título de “La increíble y triste historia de la Cándida Eréndira y su abuela desalmada”.

En este período también se presentó la mayor fractura política entre los integrantes del “Boom” de la literatura latinoamericana, quienes le cambiaron la faz a la narrativa del continente. Fue en 1971, con la detención y posterior auto inculpación pública en Cuba del poeta Heberto Padilla, en un hecho que recordó a muchos los juicios estalinistas de décadas atrás.

Mientras escritores como Mario Vargas Llosa -pública y furiosamente- y Carlos Fuentes -de manera más discreta- se distanciaron del régimen cubano, García Márquez lo continuó apoyando, al lado de Julio Cortázar.

“El otoño del patriarca”, publicada en 1975, confirmó el calibre literario del escritor colombiano.

Luego vino su período más activo políticamente. Anunció que no volvería a publicar ficción hasta que Augusto Pinochet no dejara el poder en Chile y se dedicó a recorrer el mundo escribiendo artículos periodísticos, los cuales fueron recopilados años después en el libro “Por la libre”.

Por fortuna para sus lectores, rompió esta promesa en 1981, cuando se publicó la corta, densa y magnífica “Crónica de una muerte anunciada”.

Al año siguiente le tocaría la consagración máxima, con el Premio Nobel de Literatura.

La etapa final

Luego del Nobel, García Márquez escribió cuatro novelas más: “El amor en los tiempos del cólera” -una obra especialmente admirada en el mundo anglosajón-, “El general en su laberinto” (sobre los últimos días de Simón Bolívar), “Del amor y otros demonios” y “Memorias de mis putas tristes” (2004), que se convertiría en su última obra de ficción.

También publicó el libro de relatos, “Doce cuentos peregrinos”; un gran reportaje, “Noticia de un secuestro”, y sus memorias: “Vivir para contarla” (2002).

En 1999 se le descubrió un cáncer linfático, por el que, aunque recibió tratamiento con éxito, redujo mucho sus apariciones públicas. Sin embargo, en esos esporádicos momentos, siempre fue recibido con cariño por el público.

Sin embargo, en los últimos años de su vida sus apariciones frente a ese público se hicieron más escasas. También se habló mucho sobre su pérdida de memoria, algo que confirmó uno de sus hermanos.

Pero cada 6 de marzo -día de su cumpleaños- salía a la puerta de su casa en el Distrito Federal a saludar a los periodistas que se apiñaban en el lugar y le cantaban “Las mañanitas”, tema con el que se celebran los onomásticos en México. Lo hizo hace poco más de un mes, en su cumpleaños 87.

Ahora, Gabriel García Márquez pertenece a la Historia.

Sin embargo, él mismo lo dijo, -y también lo dijeron sus amigos-: en el fondo de su alma nunca había dejado de ser el hijo del telegrafista de Aracataca.

Quienes tuvieron la oportunidad de tratarlo personalmente se dieron cuenta de que detrás de la fragorosa imagen del hombre público, amigo de estadistas y allegado al poder, se escondía un hombre tierno y casi tímido.

Por eso, pero sobre todo por sus libros, no sólo sus amigos lo quisieron. Millones de personas alrededor del mundo lo amaron.

Y muchos años después lo seguimos haciendo.

En: BBC mundo

Twitter: @JCPerezSalazar

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El veneno, un arma habitual contra los enemigos de Rusia

EFE (MIGUEL BAS)
MOSCÚ.- El supuesto envenenamiento en Londres de un ex coronel de la antigua KGB, Alexander Litvinenko, hace recordar la siniestra historia del empleo de venenos contra los enemigos del Kremlin.

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Alexander Litvinenko antes y después de ser envenenado. Debajo, los estragos del veneno se aprecian en el rostro del ex-presidente de Ucrania, Víctor Yúschenko. (Fotos: AP y EFE)

En los años 30 del siglo pasado, cuando Stalin regía con mano de hierro los destinos de la Unión Soviética, el profesor Grigori Mayranovski fundó con ese fin un laboratorio secreto.

Simultáneamente y también bajo el patronato del NKVD (predecesor del KGB), desarrollaba investigaciones similares un laboratorio bacteriológico encabezado por el profesor Serguéi Múromtsev.

Condenado a 10 años de prisión en 1951 durante una campaña contra el “cosmopolitismo”, que principalmente hizo estragos entre intelectuales de origen judío, Mayranovski escribió al jefe de la NKVD, Lavrenti Beria: “De mi mano fueron aniquilados más de una decena de enemigos del poder soviético, incluidos nacionalistas de todo tipo”.

Liberado en 1960, el ‘Profesor Veneno’ murió de muerte repentina, lo que hace sospechar a los historiadores de que fue víctima de algún producto de sus propias investigaciones.

Poco antes, en 1958, durante el proceso contra Beria y el “jefe de operaciones especiales” del NKVD, Pável Sudoplátov, a quienes, en particular, se acusó del envenenamiento de cuatro personas, salieron a la luz los experimentos sobre prisioneros del Gulag (campos de concentración estalinistas) para perfeccionar los venenos de los laboratorios de Mayranovski y Múromtsev.

“Beria y sus cómplices (…) experimentaban venenos mortíferos sobre seres vivos. Semejantes experimentos monstruosos se realizaban sobre gran número de reos”, decía la sentencia.

Muerte por ‘insuficiencia cardíaca aguda’

De los casos probados, en 1946 fue víctima de semejante experimento el dirigente nacionalista ucraniano Shumski, deportado a la región de Sarátov, y en 1947 corrió la misma suerte el arzobispo uniata de los Cárpatos, Romzha, a quien Mayranovski aplicó personalmente la inyección letal. Ambos, de acuerdo a las autopsias, fallecieron de “insuficiencia cardíaca aguda”.

Según afirma en sus memorias Sudoplátov, también en 1947 el mismo veneno causó la letal “insuficiencia cardíaca aguda” del diplomático sueco Raoul Wallenberg, secuestrado por los servicios secretos soviéticos en 1945 en Viena después de haber salvado del Holocausto a más de 100.000 judíos.

En 1955 en el penal de Vladímir murió de “insuficiencia cardíaca aguda” el último comandante del Berlín nazi, poco después de que fuera decidida su repatriación. “Es posible que el entonces líder soviético, Nikita Jrsuchov no quisiera que trascendieran los últimos días de Hitler y las circunstancias de su suicidio”, escribió el historiador ruso Borís Sokolov.

Un año antes, en la misma prisión y con el mismo diagnóstico, falleció el mariscal hitleriano Ewald von Kleist, a quien las autoridades soviéticas no deseaban ver al frente de la Wermacht de Alemania Occidental. En el mismo período en el penal de Vladímir estaba recluido Mayranovski.

En 1957 y 1959 fueron envenenados los dirigentes nacionalistas ucranianos Lev Rebet y Stepan Bandera, y en 1958 el KGB intentó matar con un talco radiactivo a su ex agente prófugo Nikolái Jojlov, pero los médicos norteamericanos consiguieron salvarlo.

Últimos atentados

El último sonado atentado en el que se vio implicado el KGB se produjo en 1980 en Londres, cuando de un pinchazo de un paraguas envenenado murió el disidente búlgaro Gueorgui Markov.

En 2003 Rusia, heredera de los secretos del KGB, empleó una carta envenenada para aniquilar en Chechenia al saudí Jatab, uno de los comandantes de la guerrilla chechén más odiados por las fuerzas rusas.

El mismo año el primer ministro de Chechenia, Anatoli Popov, en agudo conflicto con los militares rusos, sufrió un misterioso envenenamiento, del que logró salvarse gracias a los médicos del Hospital Clínico de Moscú.

En 2004, la tradición soviética fue retomada en Ucrania, donde el entonces líder opositor y ex-presidente, Víctor Yúschenko, fue envenenado durante una cena con altos cargos de los servicios secretos.

En su caso, el objetivo, según los expertos, era dejarle fuera de combate en plena campaña electoral y, posiblemente, acabar con su candidatura a la Presidencia por razones de salud.

En: Elpais

Ver: El espectacular asesinato de Georgi Markov en 1978 sigue siendo un misterio

Paraguas búlgaro

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¿Pseudociencia?: “Trascendemos a la vida, pero nuestra mente nos impide verlo”

La física demuestra que hay vida después de la muerte, pero “nuestra mente no lo ve”. La ortodoxia médica suele explicar estos casos como meras alucinaciones causadas por la anoxia (carencia de oxígeno).

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Robert Lanza afirma que según la teoría del Biocentrismo la muerte es una ilusión. La vida crea el universo, y no al revés. El espacio y el tiempo no existen en la forma lineal que pensamos que lo hace; y si el espacio y el tiempo no son lineales, entonces la muerte no puede existir en el ‘sentido real’

“La muerte, tal y como la concebimos, no existe, sólo es una ilusión”. Esta es la principal conclusión a la que ha llegado el médico y director de Advanced Cell Technology Robert Lanza, defensor de la teoría del biocentrismo, en la que se niega que el tiempo o el espacio sean lineales. Para la gran mayoría de científicos este tipo de afirmaciones son sólo sandeces o, al menos, hipótesis indemostrables. Sin embargo, Lanza parece haber encontrado en el famoso experimento de Young, también denominado de la doble rendija (doble-split), el perfecto aliado para defender su tesis. Si con este se logró demostrar la naturaleza ondulatoria de la luz, Lanza pretende hacer lo propio con el espacio y el tiempo.

En la obra Biocentrism: How Life and Consciousness are the Keys (BenBella Books), el físico norteamericano parte de la premisa de que la vida crea al universo, y no al revés, la base misma del biocentrismo. A partir de aquí, va deduciendo paso a paso que la mortalidad es una idea falsa, creada por nuestra conciencia.

En primer lugar, sugiere que la conciencia de una persona determina la forma y el tamaño de los objetos en el universo. Para explicarlo, utiliza como ejemplo la forma en la que percibimos el mundo que nos rodea: “Una persona ve un cielo azul, y se le dice que el color que están viendo es azul, pero las células cerebrales tienen la capacidad de variar esta percepción, pudiendo ver el cielo de color verde o rojo”. En pocas palabras, concluye, “lo que vemos sólo existe gracias a nuestra conciencia”.

El multiverso y la teoría de las cuerdas

Este es el motivo por el que Lanza dice que creemos en la muerte. Al observar el universo desde el punto de vista del biocéntrismo, erramos a la hora de concebir el espacio y el tiempo, pues lo haríamos en función de lo que nos dicta la conciencia. En resumen, el espacio y el tiempo son “meros instrumentos de nuestra mente”, por lo que entender la muerte como algo terminal no tendría sentido según sus tesis.

Al concebir que las dimensiones espacio-temporales son meras construcciones mentales, la inmortalidad sería una realidad para Lanza. Es decir, hay vida después de la muerte (física) debido a que habitaríamos un mundo sin fronteras lineales de espacio y tiempo, lo que entronca con la teoría de las cuerdas.

A pesar de ello, lamenta el científico, seguimos creyendo que “la vida es sólo un poco de carbono y una mezcla de moléculas, las cuales dan forma a nuestra existencia durante un tiempo y luego vuelven a descomponerse en el suelo”, explica el físico. ¿Por qué? Simplemente, “porque se nos ha ensañado que las personas se mueren, aunque sólo existe la evidencia de que desaparece el cuerpo en un momento dado”.

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Eben Alexander es un reputado cirujano estadounidense de la universidad de Harvard que en 2008, cuando ya contaba con más de 50 años de edad, tuvo una experiencia cercana a la muerte. Sufrió un derrame cerebral y estuvo siete días en coma, en el curso de los cuales vivió una serie de vivencias extracorporales que transformaron por completo su mentalidad

“Trascendemos a la vida, pero nuestra mente nos impide verlo”

Para explicar la muerte física del cuerpo, Lanza recurre a la teoría del multiverso o universos paralelos. Una interpretación a la que se ha dado un fuerte pábulo debido a los datos recogidos por el satélite Planck, que mostró una serie de anomalías supuestamente causadas por la atracción gravitatoria de otros universos. Así, según Lanza, “todo lo que ocurre en nuestro universo está sucediendo también en el multiverso, por lo que la vida nunca dejaría de existir en este sentido.

“Cuando morimos, nuestra vida se convierte en una planta perenne que vuelve a florecer una y otra vez en el multiverso”, explica gráficamente el físico. Por tanto, la vida trascendería a la forma lineal bajo la que se rige nuestro pensamiento. Esto es porque, como sucede con las partículas de la luz, la materia y la energía “funcionan como las ondas”.

El estudio del fenómeno de las Experiencias Cercanas a la Muerte (ECM) ha centrado en los últimos años la atención sobre la posibilidad de que exista la inmortalidad. Una de cada cinco personas que sobrevive a una parada cardíaca asegura haber tenido una ECM durante el tiempo de duración de un coma o de muerte clínica, en el que supuestamente desaparecen todas las señales externas de vida, pero que son capaces de narrar luego sus sensaciones y percepciones.

Investigaciones millonarias para demostrar la inmortalidad

Cada vez son más los investigadores médicos interesados en este fenómeno, y la literatura sobre el tema llegó a su cénit con la publicación el pasado año de La prueba del cielo: El viaje de un neurocirujano a la vida después de la vida (Zenith). Un libro superventas en el que el neurocirujano Eben Alexander narra su supuesta experiencia en el más allá durante el tiempo que estuvo en coma.

Para intentar acabar con esta incertidumbre, la fundación fundación John Templeton que, con base en Filadelfia, se describe a sí misma como “un catalizador filántropo para la investigación sobre las Grandes Cuestiones de la vida”, financiará con cinco millones de dólares una selección de proyectos de investigación sobre las experiencias al borde la muerte. Es lo que se ha dado en llamar el Proyecto Inmortalidad.

Entre los elegidos en el Proyecto Inmortalidad destaca Sam Parnia, director de investigación sobre reanimaciones en la Universidad de Nueva York, quien tratará de de determinar si las ECM son reales. Es decir, discernir si sus causas son físicas o, por el contrario, parapsicológicas o metafísicas. Para ello, el autor de Erasing Death: The Science That Is Rewriting the Boundaries Between Life and Death analizará la actividad cerebral de los pacientes que sufren un paro cardíaco. De este modo, tratará de determinar si las conexiones neuronales son susceptibles de provocar una experiencia subjetiva, verse a uno mismo fuera del cuerpo y en tercera persona mientras los médicos tratan de reanimarlo.

En: Elconfidencial

Ver:

“La física cuántica demuestra que hay vida después de la muerte”

Científico afirma que la física cuántica es capaz de demostrar que la muerte no es real

Biocentrismo

Científico asegura que la muerte no existe; según la teoría del biocentrismo

“Puedo asegurar que la mía fue la perfecta experiencia cercana a la muerte”

“Sí, hay vida después de la muerte, lo he comprobado”

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