El veneno, un arma habitual contra los enemigos de Rusia

EFE (MIGUEL BAS)
MOSCÚ.- El supuesto envenenamiento en Londres de un ex coronel de la antigua KGB, Alexander Litvinenko, hace recordar la siniestra historia del empleo de venenos contra los enemigos del Kremlin.

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Alexander Litvinenko antes y después de ser envenenado. Debajo, los estragos del veneno se aprecian en el rostro del ex-presidente de Ucrania, Víctor Yúschenko. (Fotos: AP y EFE)

En los años 30 del siglo pasado, cuando Stalin regía con mano de hierro los destinos de la Unión Soviética, el profesor Grigori Mayranovski fundó con ese fin un laboratorio secreto.

Simultáneamente y también bajo el patronato del NKVD (predecesor del KGB), desarrollaba investigaciones similares un laboratorio bacteriológico encabezado por el profesor Serguéi Múromtsev.

Condenado a 10 años de prisión en 1951 durante una campaña contra el “cosmopolitismo”, que principalmente hizo estragos entre intelectuales de origen judío, Mayranovski escribió al jefe de la NKVD, Lavrenti Beria: “De mi mano fueron aniquilados más de una decena de enemigos del poder soviético, incluidos nacionalistas de todo tipo”.

Liberado en 1960, el ‘Profesor Veneno’ murió de muerte repentina, lo que hace sospechar a los historiadores de que fue víctima de algún producto de sus propias investigaciones.

Poco antes, en 1958, durante el proceso contra Beria y el “jefe de operaciones especiales” del NKVD, Pável Sudoplátov, a quienes, en particular, se acusó del envenenamiento de cuatro personas, salieron a la luz los experimentos sobre prisioneros del Gulag (campos de concentración estalinistas) para perfeccionar los venenos de los laboratorios de Mayranovski y Múromtsev.

“Beria y sus cómplices (…) experimentaban venenos mortíferos sobre seres vivos. Semejantes experimentos monstruosos se realizaban sobre gran número de reos”, decía la sentencia.

Muerte por ‘insuficiencia cardíaca aguda’

De los casos probados, en 1946 fue víctima de semejante experimento el dirigente nacionalista ucraniano Shumski, deportado a la región de Sarátov, y en 1947 corrió la misma suerte el arzobispo uniata de los Cárpatos, Romzha, a quien Mayranovski aplicó personalmente la inyección letal. Ambos, de acuerdo a las autopsias, fallecieron de “insuficiencia cardíaca aguda”.

Según afirma en sus memorias Sudoplátov, también en 1947 el mismo veneno causó la letal “insuficiencia cardíaca aguda” del diplomático sueco Raoul Wallenberg, secuestrado por los servicios secretos soviéticos en 1945 en Viena después de haber salvado del Holocausto a más de 100.000 judíos.

En 1955 en el penal de Vladímir murió de “insuficiencia cardíaca aguda” el último comandante del Berlín nazi, poco después de que fuera decidida su repatriación. “Es posible que el entonces líder soviético, Nikita Jrsuchov no quisiera que trascendieran los últimos días de Hitler y las circunstancias de su suicidio”, escribió el historiador ruso Borís Sokolov.

Un año antes, en la misma prisión y con el mismo diagnóstico, falleció el mariscal hitleriano Ewald von Kleist, a quien las autoridades soviéticas no deseaban ver al frente de la Wermacht de Alemania Occidental. En el mismo período en el penal de Vladímir estaba recluido Mayranovski.

En 1957 y 1959 fueron envenenados los dirigentes nacionalistas ucranianos Lev Rebet y Stepan Bandera, y en 1958 el KGB intentó matar con un talco radiactivo a su ex agente prófugo Nikolái Jojlov, pero los médicos norteamericanos consiguieron salvarlo.

Últimos atentados

El último sonado atentado en el que se vio implicado el KGB se produjo en 1980 en Londres, cuando de un pinchazo de un paraguas envenenado murió el disidente búlgaro Gueorgui Markov.

En 2003 Rusia, heredera de los secretos del KGB, empleó una carta envenenada para aniquilar en Chechenia al saudí Jatab, uno de los comandantes de la guerrilla chechén más odiados por las fuerzas rusas.

El mismo año el primer ministro de Chechenia, Anatoli Popov, en agudo conflicto con los militares rusos, sufrió un misterioso envenenamiento, del que logró salvarse gracias a los médicos del Hospital Clínico de Moscú.

En 2004, la tradición soviética fue retomada en Ucrania, donde el entonces líder opositor y ex-presidente, Víctor Yúschenko, fue envenenado durante una cena con altos cargos de los servicios secretos.

En su caso, el objetivo, según los expertos, era dejarle fuera de combate en plena campaña electoral y, posiblemente, acabar con su candidatura a la Presidencia por razones de salud.

En: Elpais

Ver: El espectacular asesinato de Georgi Markov en 1978 sigue siendo un misterio

Paraguas búlgaro

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