Cinco claves a considerar en la Asamblea final del Sínodo sobre Sinodalidad

9:00 a.m. | 28 set 24 (RNS/CX).- Como una previa a la etapa final de la Asamblea del Sínodo sobre la sinodalidad, que se inicia el 2 de octubre, reproducimos algunas reflexiones. La primera, a partir de cinco preguntas, nos recuerda los avances, dificultades y expectativas de este proceso que nos exhorta a recuperar una forma de ser Iglesia, caminando juntos. La segunda, la experiencia de la Iglesia en África, que busca fortalecer los lazos ecuménicos a partir del camino sinodal. Y la tercera, el testimonio de un delegado sinodal, dedicado a la pastoral para personas gais, que durante este año ha dialogado con líderes católicos que se oponen a cuestiones LGBTQ.

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En primer lugar, ¿en qué se parece la segunda sesión a la primera?

La reflexión del jesuita Thomas Reese inicia con la referencia a la primera sesión de la Asamblea del Sínodo, que tuvo lugar en octubre del año pasado, tras un proceso de consulta mundial en el que se preguntó a la gente cómo creía que la Iglesia debía responder a los desafíos a los que se enfrentaba ella y el mundo. La consulta comenzó a nivel parroquial y diocesano y se debatió y sintetizó a nivel nacional y continental. Todo ello se transmitió a la oficina sinodal de Roma, que sintetizó las sugerencias y las compartió con los participantes en el Sínodo.

Esta primera sesión no se pareció a ningún otro sínodo anterior. Hubo menos discursos largos, y los debates se desarrollaron en mesas redondas de 10 personas, en las que los delegados siguieron la metodología de la Conversación en el Espíritu. En sínodos anteriores solo habían participado obispos y algunos sacerdotes, mientras que en el Sínodo sobre la Sinodalidad cerca de una cuarta parte de los participantes eran laicos, incluidas mujeres. En la segunda sesión participarán los mismos delegados que el año pasado, salvo algunos suplentes que sustituirán a los que no puedan volver.

En lugar de limitarse a debatir los temas en las mesas, en la Asamblea del año pasado se hizo hincapié en escucharse unos a otros. En primer lugar, cada participante compartía sus ideas y sentimientos sobre un tema sin interrupción. A continuación, se recorría de nuevo la mesa y cada uno compartía sus impresiones sobre lo escuchado. Solo después de compartir lo que habían escuchado se entablaba un debate libre. En el proceso, todos recibían el mismo trato, fueran laicos o cardenales. En cada mesa había moderadores para guiar el proceso y asegurarse de que los obispos no controlaban el debate.

Cada mesa redactó un informe sobre sus conclusiones, que se compartió con el resto de la Asamblea. Finalmente, el sínodo en pleno votó un informe final, cada uno de cuyos apartados requería dos tercios de los votos. Todo esto se hizo a puerta cerrada y los miembros del sínodo recibieron instrucciones de no compartir con la prensa ni con el público lo que ocurría en la Asamblea. Solo se hizo público el informe final. La sesión de este año seguirá la misma metodología de Conversación en el Espíritu que la primera sesión.

En segundo lugar, ¿en qué se diferenciará la segunda sesión de la primera?

El programa de la primera sesión se elaboró a partir de la consulta mundial. Como resultado, se debatieron muchos temas, incluidos algunos controvertidos, como el diaconado femenino y la postura de la Iglesia ante las personas LGBTQ+. Muchas de las cuestiones polémicas no pudieron resolverse por desacuerdos entre los delegados. Por ejemplo, aunque el término LGBTQ+ es ahora de uso común en el Vaticano, se dejó fuera del informe final porque los redactores temían que cualquier párrafo que incluyera este término no obtuviera los dos tercios de los votos debido a la oposición de los obispos africanos y de Europa del Este.

En el informe final, la Asamblea pidió que se siguieran estudiando las cuestiones que no pudieron resolver. Se suponía que los resultados de estos estudios proporcionarían información para la segunda sesión del sínodo. El papa Francisco, sin embargo, decidió que estas cuestiones necesitaban más estudio del que podría completarse en un año. Además, cree que la complejidad de estos temas distraería del tema principal del sínodo. Quiere que el sínodo se centre en “¿Cómo ser una Iglesia sinodal en misión?”.

En consecuencia, el pasado mes de febrero envió los temas controvertidos a 10 grupos de estudio o comités en los que los organizadores del sínodo colaborarían con las oficinas curiales para estudiarlos más a fondo. Los comités deben informarle en junio de 2025, aunque también presentarán un informe provisional al sínodo en octubre.

Durante la segunda sesión de la Asamblea, el Papa quiere que los delegados se centren en el tema de la sinodalidad más que en estos temas controvertidos. ¿Cómo puede la Iglesia ser más sinodal a nivel parroquial, diocesano, nacional e internacional? ¿Cómo puede la Iglesia ser más consultiva, estar más a la escucha y ser menos clerical? ¿Cómo puede la Iglesia escuchar al Espíritu y seguir sus indicaciones? ¿Cómo pueden los laicos implicarse más en la misión de Jesús?

Francisco ha dejado claro en repetidas ocasiones que, para él, este debería ser el verdadero centro de atención del sínodo, no las cuestiones controvertidas que se debaten en los medios de comunicación. Centrarse en la sinodalidad podría tener implicaciones prácticas. La oficina sinodal anunció en marzo la formación de otros cinco grupos de trabajo para abordar temas como el papel de los obispos, la descentralización en la Iglesia y cómo inyectar la sinodalidad en las estructuras eclesiásticas, la teología y la misión. Esto podría dar lugar a cambios reales en el funcionamiento de los consejos parroquiales y diocesanos de la Iglesia. El sínodo podría incluso convocar un proceso por el que los laicos pudieran participar en una revisión periódica del ministerio de su obispo.

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En tercer lugar, ¿qué incluirán los informes de los grupos de estudio?

En un intento por mantener informado al sínodo, los grupos de estudio o comités nombrados por el Papa presentarán informes provisionales a los delegados. Los temas que vienen estudiando estos grupos incluyen el diálogo ecuménico, la formación de los sacerdotes, el papel de los obispos y de los representantes papales, cuestiones teológicas sobre los ministerios y “cuestiones doctrinales, pastorales y éticas controvertidas”. El tema del diaconado femenino se estudiará bajo la rúbrica de “ministerios”, mientras que las cuestiones LGBTQ+ se estudiarán bajo la rúbrica de “la relación circular entre doctrina y pastoral”. Mi suposición es que estos grupos informarán más sobre los temas que necesitan estudio que sobre los resultados de sus estudios. No creo que vayamos a ver ningún primer borrador de sus conclusiones.

En cuarto lugar, ¿cuáles serán las reacciones de conservadores y progresistas ante esta segunda sesión?

La respuesta conservadora a la primera sesión del sínodo fue negativa. Advirtieron de que la Iglesia no es una democracia y temieron que se redujera el papel de la jerarquía. Los progresistas, en cambio, se mostraron entusiasmados por la participación de los laicos y la apertura del debate. Alabaron el formato de mesa redonda y la conversación en el Espíritu, aunque habrían preferido que se permitiera a los miembros hablar libremente de su experiencia.

¿Seguirán quejándose los conservadores o verán la supresión de temas controvertidos por parte de Francisco como una adecuada afirmación del control jerárquico? ¿Seguirán los progresistas alabando a Francisco y el proceso sinodal o se rebelarán contra su reducción de la agenda del sínodo? La vaticanista Claire Giangravé, informa que las mujeres católicas mantienen la esperanza en el sínodo a pesar de los desafíos. Aunque el diaconado femenino está fuera de la agenda, el Instrumentum laboris instruyó a los participantes a considerar medidas prácticas para descubrir el potencial “desaprovechado” de las mujeres católicas y desarrollar nuevas posibilidades para las mujeres a todos los niveles.

Giangravé informa de que el documento sugería crear nuevos espacios en los que las mujeres puedan compartir sus habilidades y conocimientos, permitir que haya más mujeres en puestos de toma de decisiones, ampliar las funciones y la responsabilidad de las religiosas y aumentar el liderazgo de las mujeres en seminarios y tribunales eclesiásticos.

En quinto lugar, ¿cómo terminará el sínodo? ¿Con una sorpresa o con un suspiro?

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Católicos africanos: Sinodalidad es una llamada a la unidad de los cristianos

Mientras se acerca el inicio de la segunda Asamblea del Sínodo, los católicos y otros líderes cristianos de África están explorando las posibles implicaciones del proceso sinodal para estrechar los lazos entre las diversas comunidades cristianas del continente. Durante un reciente intercambio organizado por la Red Panafricana de Teología y Pastoral Católica (PACTPAN por sus siglas en inglés, Pan-African Catholic Theology and Pastoral Network) y con el título de “African Palaver Conversation Series”, católicos africanos y líderes de otras confesiones cristianas destacaron la importancia de la cooperación interconfesional.

La hermana Lucia Ndinda Nzomo, de Kenia, señaló a Crux que el proceso sinodal en la Iglesia católica implica necesariamente una dimensión ecuménica. “Las directrices del Vaticano para el proceso sinodal subrayan la necesidad de un diálogo abierto y de colaboración no solo dentro de la Iglesia, sino también con otras comunidades cristianas”, dijo. Explicó que este objetivo encaja con la declaración del papa Francisco de 2021 sobre el proceso sinodal.

“El proceso sinodal no es solo una manera de caminar juntos dentro de la Iglesia, sino también de llegar a los demás en un espíritu de respeto mutuo y diálogo”, dijo el pontífice al Sínodo de los Obispos en octubre de 2021. “Esto subraya la idea de que el proceso sinodal no es insular, sino que implica comprometerse con un contexto cristiano más amplio para enriquecer la comprensión y la misión de la Iglesia”, dijo Nzomo a Crux.

También recordó que el renovado impulso a la unidad de los cristianos está profundamente arraigado en la tradición católica, y citó varios documentos vaticanos. El documento Unitatis Redintegratio del Concilio Vaticano II, por ejemplo, subraya el compromiso de la Iglesia de fomentar la unidad entre las confesiones cristianas.

El papa Juan Pablo II, en su encíclica Ut Unum Sint, subrayó aún más la importancia del diálogo ecuménico, describiendo el camino ecuménico como uno de conversión y renovación, haciendo hincapié en la necesidad de esfuerzos compartidos, respeto mutuo y un compromiso de testimonio común. “Esta enseñanza subraya que el ecumenismo requiere una postura activa y cooperativa, comprometiéndose con otras confesiones para abordar los retos comunes y trabajar por la unidad”, afirmó Nzomo.

Señaló que la cooperación interconfesional se considera fundamental tanto para el proceso sinodal como para el ecumenismo. “En el caso del ecumenismo, es esencial para promover la unidad de los cristianos y abordar los problemas comunes. Ambos procesos reflejan el compromiso más amplio de la Iglesia con el diálogo y la colaboración en su misión”, afirmó.

Según el padre Stan Chu Ilo, profesor de investigación del Centro para el Catolicismo Mundial y la Teología Intercultural de la Universidad DePaul de Chicago, que también participa activamente en PACTPAN, ese caminar juntos es aún más esencial en un mundo plagado de desafíos. En declaraciones a Crux, afirmó que, mientras el mundo se enfrenta a multitud de crisis interconectadas, el futuro del cristianismo en África y de la misión cristiana en general depende cada vez más de la colaboración de los católicos africanos con sus hermanos y hermanas de otras comunidades cristianas, así como de otras tradiciones religiosas y no religiosas.

“La humanidad se enfrenta a muchas crisis interrelacionadas, como el cambio climático, la profundización de la desigualdad, las jerarquías sociales, el racismo, la política de identidad, la tensión social, la migración, los conflictos y el impacto continuo de la pandemia COVID-19 y las nuevas enfermedades infecciosas”, dijo Chu a Crux. “Las guerras y la ira violenta, la fragmentación de la sociedad y la división, la pobreza, el abuso de los derechos humanos, la mala gobernanza y el creciente nacionalismo, y la persecución religiosa son algunas de las situaciones muy desafiantes a las que se enfrentan África y el mundo”, afirmó.

“Estos retos nos brindan la oportunidad de reimaginar un futuro diferente y un mejor mundo posible. Para afrontar estos retos nos necesitamos unos a otros, y necesitamos múltiples perspectivas de diversas tradiciones religiosas”.

Dijo que la sinodalidad “crea la posibilidad de una cultura del encuentro en la que el intercambio interconfesional de dones puede tener lugar a través de la escucha de las historias que evidencian el testimonio de la fe y las experiencias llenas de alegría y dolor de las diversas comunidades cristianas en las heridas y el quebranto de nuestro mundo”. Señaló que la sinodalidad abre a las personas a ver a Dios en los demás y a escuchar la Palabra de Dios proclamada a través de diferentes comunidades cristianas.

¿Qué dicen los delegados del Sínodo que se oponen a cuestiones LGBTQ?

Durante la primera sesión de la Asamblea del Sínodo sobre la Sinodalidad, en octubre del 2023, no me sorprendió que muchos delegados sinodales se opusieran a lo que podría denominarse vagamente “cuestiones LGBTQ”. Lo que sí me sorprendió fue la intensidad de la oposición, el lenguaje utilizado y el enfado que el tema provocó en algunos delegados.

Sin romper ninguna confidencialidad, puedo decir que ciertos participantes intervinieron en las mesas redondas y en la sala del sínodo, de un modo que iba más allá de cualquier oposición que hubiera escuchado antes por parte de líderes eclesiásticos. Una cosa es saber que estos argumentos forman parte del discurso de la Iglesia universal y otra oírlos en persona, a veces cara a cara. Las palabras “repugnante”, “repulsivo”, “antinatural” y “enfermo” se utilizaban regularmente en las conversaciones. Del mismo modo, muchos padres y madres sinodales de todo el mundo expresaron un fuerte deseo de atender a la comunidad LGBTQ, una necesidad pastoral mencionada en el primer Documento de Trabajo o Instrumentum laboris (el de este año se centra menos en cuestiones específicas y más en el concepto de “sinodalidad” en general).

El año pasado busqué a los delegados para entender su oposición. Y cuando el sínodo llegaba a su fin, un participante me sugirió: “El año que viene deberías fijarte como objetivo intentar tender puentes reuniéndote con delegados y otros líderes católicos que no estén de acuerdo contigo, para escuchar sus preocupaciones y dialogar”. Me pareció una idea excelente. A lo largo del año pasado, pues, hablé sobre estos temas con cardenales, obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas y líderes católicos laicos de todo el mundo, con especial atención a Europa del Este y el África subsahariana, de donde parecía proceder gran parte de la oposición.

Lo que sigue es lo que escuché y mis respuestas. Para abreviar, usaré “cuestiones LGBTQ” para representar una constelación de temas, que van desde enfoques pastorales (extender la bienvenida a los católicos LGBTQ) a cuestiones más abiertamente teológicas (enseñanza de la Iglesia sobre la homosexualidad) a desarrollos más recientes (como la aprobación de la bendición de parejas del mismo sexo en determinadas circunstancias). Mantendré el anonimato de estas respuestas. La oposición puede resumirse de la siguiente manera, por orden de frecuencia con que se mencionaron estas posturas, que a veces se superponen: 1) Las cuestiones LGBTQ son una ideología; 2) Es una forma de neocolonialismo; 3) Es una preocupación occidental; 4) Apoyar a los LGBTQ significa oponerse a las enseñanzas de la Iglesia; y 5) Los LGBTQ odian a la Iglesia.

1. Los asuntos LGBTQ son ideología. La respuesta más común a cualquier mención de las personas LGBTQ es que las cuestiones relacionadas con este tema no son más que una “ideología”, es decir, un sistema de creencias erróneo impuesto a personas desprevenidas, a menudo jóvenes. Esto ayuda a explicar la reticencia de muchos delegados incluso a utilizar el término “LGBTQ”, que se consideraba no como la identificación de una comunidad, sino como el reflejo de una ideología peligrosa.

Este argumento es una creencia firmemente arraigada entre muchos líderes eclesiásticos y delegados sinodales. Algunos consideraron que cualquier debate sobre estas cuestiones -incluso sobre las experiencias vividas por los católicos LGBTQ- era doblegarse ante una ideología peligrosa. Del mismo modo, otros tantos afirmaron que las personas LGBTQ o no existían o se limitaban a aceptar una ideología (que les convierte en homosexuales).

Un arzobispo africano me dijo: “La razón de que la gente sea gay en mi país es que los estadounidenses les pagan para que lo sean”. No tengo idea de si los estadounidenses viajan a otros países para pagar a la gente para que “se vuelva gay”. Pero una respuesta a las preocupaciones sobre “ideología” es recordar a la gente que, aunque hoy en día hay muchas ideas, posturas y pensamientos sobre cuestiones LGBTQ, la gran mayoría de gays, lesbianas, bisexuales y transexuales te dirán que no responden a ideas, sino a sus propias experiencias.

Ciertamente, los medios de comunicación pueden influir en los jóvenes que no están seguros de su sexualidad para que experimenten e incluso se cuestionen su sexualidad o su identidad. Pero, en general, los psiquiatras, psicólogos, médicos, biólogos, científicos sociales y, sobre todo, las propias personas LGBTQ te dirán que no responden tanto a ideas sino a experiencias sentidas muy profundamente. Para gays, lesbianas y bisexuales, ésta es la forma en que sienten que han sido creados, no el resultado de un proceso mental.

2. Es una forma de neocolonialismo. Otra respuesta común durante el sínodo y en mis conversaciones de los últimos 12 meses estaba relacionada con la primera objeción: las potencias coloniales han exportado esta ideología. Es decir, la homosexualidad es una importación de los colonizadores occidentales, que no se ajusta a las normas culturales originales de otros lugares, especialmente en el mundo en desarrollo. Esto nunca existió en nuestro país, me dijo un obispo. Es “una importación”, dijo otro. “Un visitante no bienvenido”, dijo otro.

Muchas personas también compartieron su enfado por el hecho de que la ayuda exterior esté vinculada a la aceptación de ciertos derechos LGBTQ. Es decir, algunos paquetes de ayuda occidental, argumentan, vienen con la condición de que su país acepte los derechos LGBTQ. Un sacerdote africano me dijo: “No tienes ni idea de lo humillante que es esto para algunos países y para algunas personas”. Repitió esa palabra: humillante. Por otro lado, otro sacerdote africano señaló que las estipulaciones para la ayuda no suelen estar relacionadas con la promoción del matrimonio entre personas del mismo sexo, sino simplemente con la protección de las personas LGBTQ frente al acoso, las palizas, la violencia, el encarcelamiento y la ejecución.

Lamentablemente, los argumentos “colonialista” e “ideológico” son utilizados a menudo por gobiernos y dictaduras que apoyan políticas homófobas, y la Iglesia, a su vez, puede sentirse presionada para acceder a esta represión política. Una de las dificultades del diálogo en torno a este tema en el sínodo, y más ampliamente en la Iglesia, es que quienes tienen experiencia en el ministerio pastoral con personas LGBTQ pueden querer animar a otros a escuchar a estas personas, pero temen ser vistos como “colonialistas”.

Sin embargo, como señalan muchos académicos, la homosexualidad ha formado parte de muchas culturas antiguas no occidentales, anteriores a la era del colonialismo. El cardenal Peter Turkson lo planteó recientemente al señalar que en su lengua materna, el akan, existían palabras para referirse a los homosexuales. Luisa Wall, indígena de Nueva Zelanda, escribió un artículo en Outreach sobre la presencia de “personas de diversas orientaciones sexuales” en las islas del Pacífico, mucho antes del colonialismo.

De hecho, una de las historias más famosas de las Vidas de los Santos, la de los mártires ugandeses, se utiliza a menudo para ilustrar los terrores de la homosexualidad. En 1885, 22 hombres católicos y 22 anglicanos, algunos muy jóvenes, fueron sometidos a horribles muertes tras rechazar las violentas insinuaciones sexuales del rey local. Sin embargo, a menudo se pasa por alto otro aspecto de esa historia. Un sacerdote de África Oriental afirmó: “Su historia se utiliza contra los homosexuales en mi país. Pero también muestra la presencia de la homosexualidad mucho antes del colonialismo. A nadie le gusta decir eso”. La homosexualidad forma parte de todos los países, localidades y diócesis.

VIDEO. Los pormenores del Sínodo. Una charla con James Martin SJ.

 

3. Es una preocupación occidental. Esto es algo diferente a “Es una forma de neocolonialismo”. La idea es que aunque haya personas LGBTQ en sus diócesis, no es un problema. “Los homosexuales en mi país no son un problema”, me dijo un obispo africano. “Nadie habla de ello”. Un sacerdote africano explicó que en su país no se hablaba abiertamente de sexualidad, ni siquiera en las familias, y mucho menos públicamente. Así que culturalmente hay una profunda desconfianza con este tema y que les “impongan” la conversación parece occidental. Para algunos, en su país, el tema es un anatema. “Los obispos se oponen rotundamente y, si sacas el tema, niegan que exista o que sea un problema”. Pero, dijo, “Todos los obispos saben que existe. No se trata de si son conservadores o liberales. No son capaces de hablar de ello”.

Las profundas actitudes culturales e incluso las prácticas violentas, como la llamada por un sacerdote africano “violación correctiva”, en la que se viola a las lesbianas para “curarlas”, hacen difícil plantear el tema. Así que algunos líderes católicos, al ver que poca gente habla de estos temas en sus países, lo tachan no sólo de asunto occidental, sino, más concretamente, de preocupación occidental. Este planteamiento puede verse en la negativa a promulgar la Fiducia supplicans, que permitía la bendición de parejas del mismo sexo en determinadas circunstancias, por parte del SECAM, el Simposio de Conferencias Episcopales de África y Madagascar, porque causaría “confusión”. (Irónicamente, también se argumenta que la Fiducia supplicans va en contra de la enseñanza de la Iglesia, cuando por supuesto es enseñanza de la Iglesia).

Pero el creciente número de personas LGBTQ que huyen de la persecución y la violencia, como se detalla en el libro de Mark Gevisser, The Pink Line, puede ser la mejor respuesta al argumento de que se trata de una “preocupación occidental”. En docenas de países te pueden encarcelar por mantener relaciones homosexuales o por defender los derechos LGBTQ. En siete países pueden ejecutarte. Abundan los casos de personas LGBTQ que huyen de sus países por miedo.

4. Las personas LGBTQ se oponen a las enseñanzas de la Iglesia. En esta línea de razonamiento, cualquier mención a las personas LGBTQ debe prohibirse porque esas personas se oponen a la enseñanza de la Iglesia, que afirma que los actos homosexuales son “intrínsecamente desordenados”. Ciertamente, hay personas LGBTQ que se oponen a la doctrina de la Iglesia, que practican actividades homosexuales y que están casadas con parejas del mismo sexo. Pero la oposición por parte de algunos líderes católicos es más fuerte, más visceral. El año pasado, después de compartir la historia de una pareja del mismo sexo que conocí, un prelado latinoamericano me dijo que apreciaba el ejemplo de amor abnegado en la relación, pero que el acto sexual en sí no solo iba en contra de la enseñanza de la Iglesia, sino que era “repugnante”.

Otros argumentan que la oposición a las cuestiones LGBTQ es “bíblica, no cultural”. Pero, como muchos estudiosos del Antiguo y Nuevo Testamento han señalado, el uso de los llamados “pasajes condenatorios” de la Biblia es muy problemático, ya que las lecturas estaban destinadas a un contexto totalmente diferente (similar a los pasajes bíblicos sobre la esclavitud) y, además, hay muchos otros mandatos e instrucciones bíblicas (como la lapidación de mujeres por adulterio) que ya no seguimos.

En estas conversaciones, a menudo invito a la gente a pensar en el joven, tal vez de 15 o 16 años, que no tiene ningún tipo de relación, y no planea casarse pronto, pero que se siente marginado de su iglesia. O en la lesbiana que sufre los horrores de la “violación correctiva”. O el gay que sufre en un campo de refugiados o en la cárcel. ¿A qué enseñanza de la Iglesia se oponen estas personas? Escuchar las historias de las personas LGBTQ no significa automáticamente rechazar la enseñanza de la Iglesia.

5. Los LGBTQ odian a la Iglesia. Este argumento lo escuché de varios delegados sinodales, especialmente de Europa del Este. Para algunos líderes católicos, su principal experiencia con los LGBTQ es oírles criticar a la Iglesia en los medios de comunicación o verles protestar en persona. He oído varios informes de protestas ante templos y catedrales (a veces durante las marchas del Orgullo). Esto es un problema porque vincula a las personas LGBTQ siempre y en todas partes con la oposición a la Iglesia, lo que naturalmente hace que los obispos estén menos dispuestos a escuchar. La naturaleza humana hace que sea más difícil trabajar con gente que te demoniza, algo que la gente LGBTQ conoce bien.

Una respuesta a esto es invitar a la gente a entender que muchas personas LGBTQ (muchas de las cuales no son católicas) están respondiendo a lo que consideran comentarios homófobos de los líderes de la Iglesia, y también recordar que estos manifestantes no representan a la gran mayoría de los católicos LGBTQ que simplemente quieren saber que Dios les ama, que Jesús está con ellos, que el Espíritu Santo enriquece sus vidas y que la Iglesia es su hogar.

Hacia el final de mis conversaciones con líderes católicos y delegados sinodales durante este año, solía plantear la misma pregunta: ¿Cuál es la mejor manera de responder a estas preocupaciones? Casi todos tenían la misma respuesta: conocer a las personas LGBTQ no como estereotipos, sino como personas. A fin de cuentas, la mejor manera de ayudar a quienes se oponen a las cuestiones LGBTQ -por todas las razones antes mencionadas- es conocerlos, escucharlos y llegar a conocerlos como hijos amados de Dios, es decir, nuestros hermanos y hermanas en Cristo.

VIDEO. Presentación del libro Tender un puente del P. James Martin SJ.

Información adicional
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Fuentes

Religion News Service / Crux Now / America Magazine / Videos: Radio María Argentina – Cristianismo y Justicia – America Magazine – Church of St Paul, NYC / Foto: Lola Gomez (CNS)

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