Pinocho de Guillermo del Toro: amor imperfecto pero sincero

9:00 a.m. | 4 mar 23 (NCR).- En su debut como director de animación, el ganador del Oscar, Guillermo del Toro recupera la fábula de Pinocho -una marioneta rebelde destinada a remediar la soledad de su artesano Geppetto- y vuelve a contar la historia como la de un héroe imperfecto que aprende lo que significa amar. Gran parte de la película se desarrolla en respuesta al dolor que provoca el aislamiento de Geppetto, superando el peso de las expectativas paternas y exaltando el gran esfuerzo que supone amar a alguien por lo que es y no por lo que puede llegar a ser.

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Pinocho es demasiado alegre, ingenuo y travieso. Como contrapeso, Del Toro sitúa la historia en la Italia fascista de Benito Mussolini y matiza esa dura realidad con detalles poco convencionales pero fascinantes: personajes esqueléticos, muertes sorprendentes y espíritus encantadores que difuminan la línea entre lo místico y lo monstruoso.

Al hacerlo, esta versión de la historia va más allá de las convicciones del texto original de Carlo Collodi de 1883 Las aventuras de Pinocho y desafía el regocijo de la clásica interpretación de Disney de 1940. Con escenarios en la campiña italiana y las escenas más íntimas de la película filmadas a la luz de las puestas de sol, ver esta película es sumergirse en una obra rica en imágenes.

Encuentro algo impactante (incluso auténtico) en el hecho de compartir la historia de Pinocho mediante el uso de marionetas reales. La película utiliza como base estética la animación stop-motion, que exige una coreografía movimiento a movimiento y una escenografía intrincada pero maleable.

 

En el exterior de la Cinetca Nacional de Ciudad de México, donde vi la película por primera vez, una multitud de cinéfilos se reunió en torno a las marionetas y el decorado de la película expuestos con motivo de su estreno. En la exposición se citaba a Del Toro diciendo: “La animación está alcanzando un punto crucial que debemos impulsar y reconocer. Es una forma de arte cinematográfico y no sólo un género para familias. La animación, en mi opinión, necesita romper esa barrera, con más audacia técnica y temática para abordar una historia en su forma más artística y que pueda resonar con nosotros”.

A la audacia de esta película se añade el uso de la profundidad existencial y teológica, como si Del Toro estuviera tomando notas del Libro de Job (“¿Por qué no escuchas mis plegarias?”, grita un Geppetto borracho al principio de la película). Por otra parte, Pinocho se pregunta por qué la gente del pueblo alaba al Cristo de madera de la iglesia, pero desprecia y teme al propio Pinocho.

Si la encarnación es el punto central de la creencia cristiana, ¿cómo podemos entender las expresiones imperfectas y humanas de la encarnación que nos rodean? Tanto si Del Toro tenía intenciones religiosas como si no, la película plantea esta cuestión junto a otras sobre la naturaleza de los milagros, la necesidad de tolerancia, el debilitamiento de la autoridad “moral” y, lo que es más conmovedor, los intentos imperfectos de amar.

 

Desde que vi esta película, he reflexionado sobre mi trabajo como capellán de un hospital pediátrico. A menudo privilegiado por ver a los padres superar un intenso dolor, mi corazón se estremeció cuando el ángel de la guarda de Pinocho, Sebastian J. Cricket, narró: “el mundo siguió adelante, y Geppetto no”. Otras escenas me devolvieron a la cabecera del hospital de niños con enfermedades crónicas, como cuando Pinocho confió a Sebastian J. Cricket: “Cuando él [Geppetto] me llamó ‘una carga’, no le creció la nariz”.

La representación honesta del amor imperfecto y del hecho de que no podemos “arreglar” el dolor puede tener una profunda resonancia pastoral para los espectadores. Por supuesto, nuestras historias individuales de duelo son complejas, pero la historia de duelo retratada en esta película honra el desgarro, la empatía evolutiva y la maduración.

De hecho, pienso en todos los padres que luchan por aceptar las realidades que sus hijos presentan y en los hijos que intentan ajustarse a los sueños y expectativas de sus padres en busca del amor paterno. Del Toro, creo, quiere que nos sintamos menos solos y menos agobiados en esta experiencia tan común. “El Pinocho de Guillermo Del Toro“, en el proceso, propone algo radical y verdadero: No necesitamos desear ser algo que no somos -un niño de verdad o no- para descubrir el amor que buscamos en quienes nos rodean.

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Fuentes

National Catholic Reporter / Video y fotos: Netflix

Puntuación: 5 / Votos: 1

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