© Externa El presidente Barack Obama saluda a cadetes en la academia militar de West Point, el 1 de diciembre de 2009 (Reuters).
Irán y Rusia han sumado fuerzas para intervenir en Siria. Moscú, por mar y aire; Teherán, desplegando la élite de su ejército. Quieren salvar a su aliado común, Bachar al Asad, cuyo trono peligra en un país fragmentado por casi cinco años de guerra civil. Las cartas ya están sobre el tapete y los jugadores se miran unos a otros en el humo de la sala.
¿Y Estados Unidos? Según la propia Casa Blanca, el 90% de los bombardeos rusos no golpea posiciones del ISIS, el enemigo de todos, sino las de grupos rebeldes apoyados por la CIA. El mundo mira por tanto al despacho oval, donde el presidente Barack Obama se resiste a mover ficha, inmerso, quizás, en otro de sus momentos hamletianos.
“El presidente no tiene una política para Siria. Lleva cuatro años hablando de ello, pero no es serio”, dice a El Confidencial Danielle Pletka, vicepresidenta de Política Exterior y Defensa del ‘think-tank’ American Enterprise Institute. “Necesitamos establecer una zona de exclusión aérea, un corredor seguro para los sirios que huyen del ISIS, apoyar realmente al Ejército Libre Sirio y a los rebeldes kurdos del norte, y una estrategia destinada a instalar un Gobierno de transición”, aconseja.
Pletka, que trabajó durante 10 años para el comité de Relaciones Exteriores del Senado,culpa a la Administración Obama de los crecientes desafíos en política exterior. “El denominador común es la debilidad americana. Dado que somos débiles, nuestros adversarios toman ventaja. Es lo que vemos en el Mar del Sur de China, en Ucrania, en Siria y en todo el mundo”.
Siria refleja la extrema cautela del presidente Obama, que lleva cuatro años pidiendo a Al Asad que se marche. Primero amenazó con invadir, luego lo dejó correr y trazó una “línea roja”: el uso de armas químicas. Al Asad utilizó gas sarín contra población civil en 2012 y 2013, según la ONU. Obama, en lugar de atacar, sometió la posibilidad de bombardeos al voto del Congreso.
© Proporcionado por El Confidencial Un hombre sostiene el cadáver de un niño tras el ataque químico en el barrio de Duma, Damasco. (Reuters)
No fue hasta septiembre de 2014 cuando comenzaron los ataques aéreos, pero no contra el régimen sirio, sino sobre las posiciones del grupo terrorista ISIS, que, aprovechando el vacío, había comenzado su expansión territorial y mediática ese mismo verano. La Casa Blanca montó una coalición de 60 países que bombardearían las regiones de Irak y Siria controladas por el grupo radical. El otro pilar de su estrategia es seleccionar, entrenar y armar a rebeldes sirios “moderados”.
“La mejor protección para la gente local la proporcionan fuerzas locales”, explica a El Confidencial Karl Rohr, profesor asociado de la American University y especialista en defensa. “El problema de entrenar a las fuerzas locales es que no siempre puedes reclutar a los mejores y más brillantes. A veces la clase media no está, por ejemplo, en Siria. Ellos son quienes tienen el dinero y la posibilidad de marcharse a Europa. Y esa es la gente que se necesitaría para construir un ejército sirio viable. En cambio, la insurgencia suele atraer a quienes buscan gloria y son imprudentes”.
El programa de EEUU esperaba tener listos a 5.400 rebeldes en 12 meses. De los 54 ‘graduados’ que de momento han entrado en combate, solo siguen luchando “cuatro o cinco”, en palabras del general Lloyd Austin, jefe del Comando Central estadounidense. Por eso el Pentágono declaró el pasado viernes una “pausa operacional” para revisar la estrategia. Los 6.700 bombardeos lanzados por la coalición en el último año tampoco han logrado “avances dramáticos en ninguno de los bandos”.
El ejército americano más pequeño desde 1945
El estilo cerebral de Barack Obama, con fama de gestionar obsesivamente cada detalle (en inglés: ‘micromanaging’, lo que le ha granjeado críticas en su propio gabinete), incluye calibrar al milímetro los riesgos. En Irak y Afganistán prioriza también el entrenamiento de tropas locales, y el uso masivo de drones le permite golpear en Pakistán o Yemen sin comprometer soldados. Una política que tiene como fondo la disminución del gasto militar y la apuesta por la innovación y el espionaje.
Aunque Estados Unidos sigue siendo la potencia militar indiscutible (su gasto en defensa esmayor que el de los siete países siguientes combinados), el presupuesto castrense ha bajado cada año desde 2008 hasta representar un 16% del gasto federal: la menor proporción desde la Segunda Guerra Mundial. El ejército se ha reducido en 40.000 efectivos desde 2012, por ahora. Si continúa con los recortes, que esperan ahorrar 1.000 millones de dólares en 10 años, las fuerzas armadas tendrán 450.000 soldados activos en 2018: el menor número, también, desde 1945.
La reducción se da en todos lo departamentos, desde el ala civil a la logística, la marina y el ejército. Mientras, China gastó el año pasado un 12,2% más interanual en defensa, Rusia potenció su presupuesto militar un 31% desde 2008 e Irán, que, gracias al acuerdo nuclear, espera librarse pronto de las sanciones internacionales, lo quiere subir un tercio este año.
© Proporcionado por El Confidencial Soldados estadounidenses del batallón 23º durante un entrenamiento en Camp Stanley, en Uijeongbu. (Reuters)
¿Compensa la innovación los recortes?
“Las nuevas tecnologías están teniendo un impacto enorme en el Pentágono”, dice a El Confidencial Paul Bracken, profesor de la Universidad de Yale y experto en nuevas tecnologías y defensa. “Por un lado está el impacto en el sector de inteligencia; un ejemplo sería la creación del cibercomando, cuyo director es también el de la NSA. El segundo impacto lo estamos apreciando ahora: en las compañías que abastecen de armas al Pentágono, que ha construido un segundo Silicon Valley en el norte de Virginia: miles de pequeñas compañías que trabajan en defensa”.
El Silicon Valley de la guerra diseña “balas inteligentes” capaces de ajustar su trayectoria 30 veces por segundo, “capas de invisibilidad”, misiles hipersónicos o drones de cuatro patas que transportan materiales pesados.
Sin embargo, el profesor Bracken opina que no van a dejar una huella clave en la política exterior de Estados Unidos. “No creo que veamos los pronunciados aumentos en eficiencia que vimos en los años sesenta”, declara. “Hay una larga historia de prometer mejoras en la eficiencia, pero es exagerado. Y es muy improbable que veamos esos recortes en defensa, independientemente de quién sea elegido presidente. Ya ha habido recortes en el ejército y la marina”.
“Claro que la innovación es importante, pero es la gente quien gana las guerras, no las máquinas”, dice Danielle Pletka. “El recorte en defensa es un desastre. Pero seguimos siendo los Estados Unidos de América y la noción de que Bachar al Asad es un objetivo demasiado duro para nosotros resulta ridícula”, sentencia.
La doctrina de la paciencia
Quizás Obama se agarre al proverbio árabe de “espera a la puerta de tu casa y verás pasar el cadáver de tu enemigo”. “El intento de Rusia e Irán de apoyar a Asad y pacificar la población simplemente los va meter en un lío y no va a funcionar”, declaró el presidente la semana pasada.
“Rusia va a tener algunos problemas”, dice el profesor Karl Rohr. “Quizás el éxito que tienen por el momento sea breve. La pregunta es: ¿durante cuánto tiempo van a poder sostener el actual gasto armamentístico? Y sus victorias, ¿van a ser sostenibles? Corren el riesgo de crear una división entre suníes y chiíes; pueden incluso empeorar esta guerra”.
“La ‘doctrina Obama’, si hay una, es apoyar a la oposición siria para que se emancipe y establezca un Gobierno libre e independiente, pero la situación ha tomado el peor cariz con la ascensión del ISIS y con Asad apoyado por los rusos”, dice Rohr. “Es, diríamos, un desastre”.
En: msn