Cómo es la pionera política exterior feminista de Suecia y a quién molesta
Cuando un periodista le preguntó a la recién estrenada ministra de Relaciones Exteriores de Suecia, Margot Wallström, cómo sería su política exterior, ella no dudó en la respuesta: feminista.
La palabra asombró a muchos. Incluso a los modernos y liberales suecos. Era octubre de 2014 y el gobierno socialdemócrata de Stefan Löfven acababa de llegar al poder. En un primer momento nadie le dio demasiada importancia a la respuesta “de pasillo” de Wallström.
Sin embargo, la ministra de 60 años, que fue una de las pocas mujeres representantes en la Comisión Europea y la primera nombrada por la ONU como comisionado especial para la Violencia Sexual en Conflictos, no bromeaba. Estaba decidida a priorizar la lucha por la igualdad de género dentro de su cartera.
Ocho meses después, el ministerio que dirige está a punto de publicar un instructivo sobre la “nueva forma” de hacer política exterior, posicionando la igualdad de género como centro.
Pero, ¿qué es una “política exterior feminista”?
Las “tres erres”
La política exterior feminista busca asegurar los derechos y la participación de la mujer en el proceso de toma de decisiones centrales, incluyendo las negociaciones de paz.
“No es sólo un asunto de equidad de género, sino también de desarrollo humano y de seguridad. Es una manera de alcanzar sociedades mejores y más sustentables”, le explica a BBC Mundo Eric Sundström, asesor político de la ministra Wallström.
Esta inédita forma de mirar las relaciones internacionales se sustenta en tres ejes, los cuales el gobierno sueco ha denominado la “caja de herramientas” de las “tres erres”: respeto por los derechos, representación y recursos.
Respeto por los derechos humanos porque, según el diagnóstico del gobierno sueco, los derechos de las mujeres han sido tratados como un tema aparte de los derechos humanos y, muchas veces, quedan excluidos de las políticas en este ámbito.
“Los derechos humanos son los derechos de la mujer”, ha dicho en innumerables ocasiones Wallström.
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La creación de nuevas coaliciones globales debe no sólo asegurar que las perspectivas de género están incluidas en las discusiones estratégicas, decisiones, sino también estas deben concretarse a nivel país.
El segundo eje tiene que ver con incrementar la representación femenina en todos los ámbitos, desde la gobernabilidad hasta las conversaciones de paz, pasando por la economía y las instituciones fundamentales.
Esta es una condición “sine qua non” para alcanzar la equidad de género. “Sólo a través de la participación activa en los distintos niveles de la toma de decisiones es que podrán transformarse las agendas”, ha explicado Wallström.
El último eje, el de los recursos, busca incrementar y redirigir los recursos hacia objetivos de género. Esto requerirá un compromiso político, presupuestos especiales y la flexibilidad se asignar mayores flujos de dinero a estos objetivos.
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Teoría y práctica
La teoría suena contundente. Pero, ¿cómo está el país nórdico llevándolo la práctica?
“Si analizas la teoría de las relaciones internacionales, se hace una distinción entre poder duro y poder blando. Una política de relaciones exteriores feminista se construye sobre el concepto de ‘poder inteligente’, es decir, el uso de diferentes herramientas dependiendo de cada situación”, explica Sundström.
Para comenzar, los cuatro principales puestos estratégicos para manejar la agenda exterior sueca están siendo ocupados por mujeres.
Encabezadas por la ministra Wallström, la lista incluye a Isabella Lövin, ministra de Desarrollo y Cooperación Internacional, Annika Söder, secretaria de estado para el Ministerio de Relaciones Exteriores y Ulrika Modéer, secretaria de estado para el Ministerio de de Desarrollo y Cooperación Internacional.
Y en los próximos días se espera que el ministerio publique un documento interno con directrices claras para cambiar la tradicional forma en que se maneja la secretaría hacia una feminista.
Además, ya se le pidió a cada embajada sueca que elabore un informe detallado sobre la situación de género del país y cómo pueden trabajar en conjunto para mejorarla y promover la equidad.
Y la primera gran medida impulsada por la diplomacia sueca en este ámbito fue la propuesta presentada ante la Unión Europea para priorizar a nivel continental el rol de la mujer en las negociaciones de paz y seguridad.
Teniendo como eje la Resolución 1325 de la ONU, documento formal y legal del Consejo de Seguridad que le exige a las partes en conflicto respetar los derechos de las mujeres y apoyar su participación en las negociaciones de paz y en la reconstrucción, Suecia le propuso a la UE nombrar un comisionado de alto nivel experto en esta resolución, como un fuerte mensaje tanto externo como interno.
Y en abril pasado la primera jugada de la diplomacia feminista sueca rindió frutos:la UE confirmó que establecerá el nuevo puesto a través de su Servicio Europeo de Acción Exterior.
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El impasse saudita
Sin embargo, no todos han mirado con buenos ojos la política exterior de Suecia.
En marzo Arabia Saudita rompió relaciones y retiró a su embajador de Estocolmo, luego de que Wallström criticara duramente en el parlamento sueco prácticas del país del golfo que denominó como “violaciones a los derechos humanos” y criticando la falta de libertades de las mujeres, a quienes ni siquiera se les permite conducir.
Además, arremetió contra la flagelación pública del bloguero Raif Badawi.
Fue un escándalo. No sólo Arabia Saudita se enojó. El consejo de Cooperación del Golfo la condenó y la Organización de Cooperación Islámica la acusó de haber criticado la ley islámica y el Islam en sí al salir en defensa de Badawi.
El problema es que más allá de la declaración de principios de Wallström, Arabia Saudita es un importante socio comercial de Suecia y hasta hacía poco uno de los principales compradores de armas del país nórdico a través de un acuerdo de defensa que el nuevo gobierno no renovó.
Finalmente el problema se resolvió con una aclaración del gobierno de Löfven diciendo que no fue su intención criticar la ley islámica o al Islam, el embajador fue reubicado.
“No nos estamos echando para atrás, nos mantenemos firmes en nuestros principios, pero cuando uno tiene un diálogo abierto se necesita también ser respetuoso”, le dice Sundström a BBC Mundo.
“Entendemos que para muchas regiones del mundo, este no es un tema fácil de trabajar. Queremos seguir interactuando con ellas y tenemos el mayor respeto por los contextos locales“, continúa.
¿Superpotencia humanitaria?
El impasse de Arabia Saudita es un ejemplo decidor de los límites de la diplomacia feminista sueca.
“Suecia enfrentará el clásico dilema: relaciones internacionales versus interés nacional. Lo que Stephen Krasner llamó ‘hipocresía organizada’ (la presencia de normas de larga data que son frecuentemente violadas)”, explica Magnus Ryner, profesor de Relaciones Internacionales de King’s College London.
En otras palabras, “tú te metes en problemas tratando de establecer cualquier norma universal”, explica el profesor.
Y Suecia ya no es la superpotencia humanitaria por la que el pequeño país cercano al polo norte se hizo conocido en los ’80, según el profesor.
“Durante la Guerra Fría y por razones geopolíticas, Suecia era un país neutral con una posición intermedia entre Oriente y Occidente, aunque fuera parte de Occidente”.
“Creo que la época de Suecia como una superpotencia humanitaria internacional ya terminó. Hoy es inequívocamente una parte de la línea occidental. En cualquier negociación de resolución de conflictos, ciertamente Suecia será una potencia menor del lado occidental”.
Pero como la diplomacia nunca ha sido de procesos fáciles ni rápidos, habrá que esperar para ver resultados más concretos
Por ahora los gobiernos de EE.UU., Alemania, Sudáfrica y Colombia, entre otros, se han acercado al Ministerio de Relaciones Exteriores de Suecia para conocer más detalles de su plan de acción feminista.
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